Phil Elvrum (The Microphones, Mount Eerie): La montaña del ensueño Rodolfo Garcíajulio 3, 2008Artículos4 comentarios Mount Eerie es una montaña en el septentrional estado de Washington, en Estados Unidos. Es también la montaña con la que Phil Elvrum creció a los pies del bosque donde vivió de niño y la que le da nombre a su proyecto más reciente. Este es distribuido por su propio sello en extravagantes ediciones en cedé propuestas como una bella alternativa al omnipresente MP3. La última, Mount Eerie Pts 6 & 7, incluye un libro con fotografías tomadas en giras alrededor del mundo por el artista. Una excusa perfecta para dedicar este dossier a uno de los compositores más innovadores de la actualidad. Elvrum se hizo conocido gracias a The Glow Pt II (2001, K) de su banda The Microphones, un ya clásico álbum que acaba de ser reeditado en edición de lujo. El tercero de una saga de discos que comenzó con Don’t wake me up (1999, K) y continuó con It was hot, we stayed in the water (2000, K). The Glow Pt II integra elementos del lo fi experimental y de la sicodelia folk. Ello con un sonido que le debe mucho a los arranques psicoactivos en trance de los primeros Stereolab y My Bloody Valentine. Las influencias cuentan a los canadienses de Eric’s Trip (a quienes Elvrum versiona), ya que los Microphones incluyen métodos poco convencionales de grabación con un sonido distintivo en las tomas de guitarras y baterías, por ejemplo. Además, ellos emplean técnicas rústicas pero exploran las texturas de las mismas en vez de tomarlas como una limitación. En la adolescencia, Phil Elvrum (nacido en 1978) comenzó a registrar cintas caseras con su material. Luego, trabajaría en una tienda local de discos y libros para finalmente mudarse de su ciudad natal, Anacortes, a Olympia para asistir a la universidad. Elvrum abandona sus estudios, maravillado por el universo que rodea a K Records, el sello punk de Calvin Johnson, ex líder de la emblemática banda indie Beat Happening y fundador del Dub Narcotic Sound System. De hecho, fue en los Dub Narcotic Studios – a los cuales Elvrum tuvo acceso durante tarde en la noche hasta la mañana- que el músico grabó su primer disco, sabiamente llamado: ‘No me despierten’ (Don’t wake me up). Su último álbum bajo el seudónimo The Microphones se llamó Mount Eerie (2003, K), y es bajo este alias justamente que Phil Elvrum seguirá editando sus trabajos. Junto a otros grupos de amigos y colaboradores, como The Blow, Mirah y Little Wings, se consolida la fama de esta nueva oleada de lo fi (o baja fidelidad), que sigue a una primera camada compuesta por Lou Barlow (Sebadoh, Sentridoh), Beck –quien ha editado por K- y Daniel Johnston, y a una segunda compuesta por Eric’s Trip, Guided by Voices y grupos como Movietone y Flying Saucer Attack. Dentro de esta camada de nuevos grupos, The Microphones y luego Mount Eerie se hace un espacio gracias a dedicarle 4 meses al año a ir de gira por todo el mundo, y destacarse no sólo como un intérprete original sobre el escenario, sino también como productor y arreglador en los trabajos de sus amistades. Poco tiempo después de autodenominarse como Mt Eerie, Elvrum se embarca rumbo a Noruega, pasando allá el invierno del 2002 a 2003 en soledad. A su regreso, funda el sello por correo e internet PW Elverum & Sun para editar su material y libros de letras, los cuales despacha él mismo en cuidados envoltorios diseñados como objeto de arte para competir como piezas únicas frente al mercado digital. No Flashlight (2005, PW Elverum & Sun) es el primer larga duración de Mount Eerie, seguido por canciones antiguas reunidas en 11 old songs (2005, Idem). Entre singles y más álbumes, Elvrum llega a la conclusión de la saga Mount Eerie (empezada el 2003 con el último de The Microphones) con Mt Eerie, pt 6 &7, en 2007. Para 2008 tiene preparadas más ediciones en su particular estilo, cálido, soñador y envolvente. Phil Elvrum es quizás uno de los compositores más innovadores de la escena actual, que no teme adentrarse en la senda arriesgada y personal de sus precursores en el lo fi. Todos ellos (desde Eric’s Trip hasta Hood) se destacaron por la honestidad, intimismo y búsqueda sonora de sus trabajos, con una calidad emotiva y de texturas sónicas muy por sobre el promedio de las gastadas canciones ‘standard’. Es probable que los aires bucólicos, casi beatnicks, de Phil Elvrum y compañía (los cuales describen sus giras y encuentros con la naturaleza en un estilo digno de Jack Kerouac) tengan mucho de un cierto romanticismo basado más en el outdoors, en los parques nacionales, la montaña, la playa y los bosques que lo que se denominó new romantic en los ochenta, en el extremo opuesto: gusto sintético, urbano, de pelo lacado. La naturalidad (basta pescar cualquier carátula de los Eric’s Trip, o algunas como el Green Mind de Dinosaur Jr para comprobarlo) y la road movie como ingredientes de búsqueda y camino personal son elementos esenciales de este micro-movimiento del Norte más boreal de Estados Unidos y Canadá. Lejos también de la canción clásica de protesta, poseen un cierto nihilismo íntimo pero nunca colectivo, ya que el ser se abstrae y se encuentra en el medio natural que es justamente la ausencia de los otros. En la era ultra capitalista del todos contra todos, Elvrum, Little Wings y Mirah, responden: “sáquenme de la carrera de ratas y llévenme al bosque a soñar, donde valga la pena simplemente ‘estar’’’. Will Oldham, Palace Brothers y la mayor parte de la casa Drag City (basta mirar el nombre: ‘hundan la ciudad’) ya habían tomado esta postura, aunque con aires aún más reactivos y despechados, despecho que en The Microphones y Mt Eerie ha mutado tan sólo en un estado de ensoñación permanente con una mística muy particular potenciada por los narcóticos. “Fui un gran oso viejo alguna vez, y huí de Nueva York, y huí de California y de todo lo que brillaba”, cantaba Oldham… Discografía esencial 4 formas de poner un pie en la Era Elvrum Por Andrés Acevedo Blood (2002) Esta vez pondremos un paréntesis ilusorio al It was hot we stayed in the water (2000), de fuerza brutal e innegable, para enfocar la vista en Blood, trabajo limitado a trescientas copias, la primera edición de The Microphones fuera de K. Records bajo St. Yves, filial de Secretly Canadian (el segundo vinilo editado aquí es Little bird flies into a big cloud el mismo año). Blood nos permite hablar de la faceta errática y desentendida que Elvrum explorase en The Microphones. Es un registro imperfecto, abstraído, pero único en su forma de recolectar colaboradores al paso, fiel en sus intenciones naturalistas, en la mentalidad marginal y lo-fi de Elvrum, en su forma avanzada de caminar con el sol y la lluvia de la mano, y una explicación plausible de lo acabado que suena The Glow Pt II -muchos de sus temas se incubaron en Blood. Aquí Elvrum se mueve con indiferencia sobre su reciente trayectoria, mirando con cariño los primeros proyectiles de Tests hasta Don’t wake me up (ambos de 1999); tomando distancia de los drones profundos de Window (2000) y la catarsis de It was hot we stayed in the water, respira, toma aire para el siguiente paso. Un refugio evanescente donde los micrófonos cristalizan algo muy cálido y borroso. The Glow Pt II (2001) Podríamos hacerle el quite a The Glow Pt II, por ser demasiado emblemático, referenciado: sólo valga decir que The Microphones se tiende dulce y placenteramente en las redes de su mente universal y sus micrófonos capturan un viaje iluminado, un clásico inevitable. Tan conciente del gesto, Phil Elvrum depura su sonido para que cualquiera entre en su bosque indomable. Perfeccionista y visionario como fuese la aplanadora emocional de My Bloody Valentine al despuntar los noventa, se consuma un registro minimalista del caos y el ruido subjetivo- que no condensado en granizos furiosos como “Samurai Sword” o “I want to be cold”-, para clavarse en el espejo retrovisor del cambio de siglo con diamantes pulidos a mansalva. Destaca el liderazgo de Elvrum para dejar que sus colaboradores se fusionen con su registro fino, siendo la cumbre evidente de su imaginería melódica, un paseo coral por la frontera del peligro. Sin saberlo entonces, The Glow Pt II es un reflejo futuro y utópico de esa intención (todavía más) intimista y austera que emprenderá bajo Mount Eerie. Mount Eerie (2003) Último disco bajo el monitor The Microphones y futuro nombre de su nuevo alias creativo. Elvrum diría que había superado una primera fase, que también era un buen momento para cerrarla: que ya era un hombre nuevo. Para no dejar dudas, cierra con broche de fuego y no escatima en recursos personales de bajo, guitarra, pianos, teclados antiguos, batería y percusiones; suma trompeta y cowbell con Adam Forkner (que publica bajo White Rainbow y fundó Dark Yoga, entre otros) y una armada vocal amplia –figuran Calvin Jhonson y Mirah entre los habitués de la casa. Es un trabajo explosivo en su creatividad y su flujo interactivo, dinámico escollo de quiebres, frenazos y acertijos, collage colorido y bella forma de clausurar las primeras indagaciones recopiladas en Tests: la música es juego y desvarío. Mount Eerie Pts 6&7 (2007) ¿Se esconde Elvrum? Su discografía bajo Mount Eerie ha sido más esquiva, una decisión de mercado que comienza en su propio sello PW Elverum & Sun. Demasiado conciente de su arte, Elvrum baja el puente y se encapsula en otro castillo inundado por las mismas aguas. El océano es el mismo canta en No Flashlight (primer LP de Mount Eerie, 2005), el mismo de Don’t wake me up (1999) aunque se le quiera dividir en partes. Centrando la atención en las obras más difundidas, No Flashligt y Pts 6&7 (comos siempre hay colaboraciones, catálogos personales como 11 Old Songs del mismo año y varios epés, aunque no encuentre tan brillante el destartalado Black Wooden Ceiling Opening del presente año. Resulta particularmente veleidoso elegir entre una discografía en movimiento y giros constantes, pues todo depende de una posición subjetiva para escuchar a Elvrum. No flashlight es hermoso en su reducción de complejidad, con esa facilidad abismante de Elvrum para crear un mundo propio al manipular (sus) sonidos. Sólo decir que Pts 6&7 es más catatónico y profundo (esta vez gana la dispersión sobre la concreción), dogmático en esa cómoda estructuración de dos temas de casi quince minutos, paradojal para Elvrum quien suele desprenderse de vestiduras tópicas para escalar otra vez esa montaña arisca. El viento, la lluvia, las sensaciones borrosas que jalonan el ánimo. La orquesta interior.