Silver Jews – Lookout mountain, lookout sea (Drag city) Rodolfo Garcíaagosto 4, 2008Discos7 comentarios La vida alocada del songwriter David Berman por poco acaba con él. El sexto disco de su grupo Silver Jews, Lookout mountain, lookout sea, es el de alguien que viene de vuelta, y de muy lejos. El álbum fue hecho tras una tentativa de suicidio de un poeta y cantautor que ha vivido siempre al límite, abusando de todo lo que se pone en su camino: alcohol, drogas, medicamentos. Por eso, Berman toma por asalto y con espíritu punk a la música country, donde lo punk proviene justamente de esta autodestrucción, y del hecho de mirar la vida con aires propios: para Berman es mucho más punk tomar un género en desuso como el country y reinventarlo con letras nihilistas del corte de “En 1984 me hospitalizaron por acercarme a la perfección” o “Las carreteras son negras porque se llevan a la gente que nunca volverá“, que hacerlo con una estructura de power trío y guitarra con distorsión. Su crítica viene de larga data, cuando en el 2001 cantaba “El punk rock murió cuando el primer chico escribió punk’s not dead“, y luego en 2005 cuando titula su single como “Punks a la luz de las cervezas” (“Punks in the beerlight”). En cuanto a lo musical, la influencia del post punk de la primera época de R.E.M. es notoria (con temas como “Radio free Europe”, “So, central rain” y “(Don’t go back to) Rockville”) ya que Silver Jews poseen ese sonido limpio y sincopado de la banda de Michael Stipe, plasmado en canciones como “San Francisco BC” y “Party barge”. Esta influencia no es casualidad, ya que desde que Berman formó Silver Jews con unos tales Stephen Malkmus y Bob Nastanovich, R.E.M fue una referencia primordial con su sonido que retomaba el rock n’roll americano primigenio y letras muy despiertas. Malkmus formaría luego Pavement con Spiral Stairs y Nastanovich y, aunque no participan siempre de Silver Jews, Berman se vio en una posición frustrante luego de que la fama de sus amigos catalogara su banda como un simple side-project. Con el tiempo, el cantautor ha podido reafirmar su autoría y consolidarse dentro del panorama indie con voz propia. Las canciones de Berman se sostienen principalmente en las letras, ya que el hombre es además escritor, impartía una cátedra de literatura en Massachusetts y es más conocido en Norteamérica por su libro de poemas Actual air, que por su música. Ello, porque no va casi nunca de gira con su banda, mientras que sí ha hecho muchas en las que lee sus textos a través del continente. La lírica de Berman se remite a elementos simples y cotidianos, siempre con una perspectiva de jugar con los sentidos, un poco a la manera de Wim Wenders, quien es capaz de transformar la basura de la cultura norteamericana en poesía en su film París-Texas. “Life in a candy jail/ Peppermint bars/ Peanut brittle bunk beds and marshmallow walls /Where the guards are gracious/ And the grounds are grand/ And the warden keeps the data on your favorite brands (La vida en una cárcel de caramelo, con bares de chicle sabor a menta, camas de maní frágil y muros de malvadiscos, donde los guardias tienen gracia y el director de la prisión toma nota de todas tus cepas favoritas” (“Candy jail”). Del mismo modo, canta acerca de las desventuras de un baterista de bluegrass con un nombre anacrónico en “Aloyisus, bluegrass drummer”, apoyado por una melodía imparable con un piano honky tonk cabaretero. En “What is not but could be if”, el poeta se acerca a sus tendencias límites, donde la autodestrucción implica abismo pero también iluminación: “What is not but could be if/ We could be crossing/ This abridged abyss into beginning/ And failure’s got you in its grasp/ And you’re reaching for your very last/ Vicious beginning (Lo que no es pero podría ser si… Estaremos cruzando este abismo resumido hacia un nuevo principio y el fracaso te mantiene entre sus garras, y tú estás alcanzando tu último principio vicioso)”. Los vicios son un tema para él, luego de que su abuso de un medicamento llamado Xanax, cocaína y crack, junto con alcohol, lo tuviesen al borde de la muerte, tras lo que se acercó al judaísmo para redimirse. La increíble “Suffering jukebox” habla acerca de un Wurlitzer –otro elemento propio de la idiosincrasia fundacional de Estados Unidos– de canciones tristes en una ciudad feliz, donde todos prefieren hacerle el quite antes que afrontar la verdad. Ello no implica un descuido en las melodías, como lo demuestra “My pillow is the threshold”, con sus aires de spaghetti western a lo Ennio Morricone, con una buena tensión instrumental entre las guitarras y la batería. La desadaptación romántica aparece con fuerza aquí, donde el poeta desconectado sólo encuentra su reino en la almohada, en el país de los sueños: “I unplug all the neon/ Turn the ringer off the phone/ Throw my thoughts like tomahawks/ Into this world which I disown/ Because the pillow that i dream on/Is the threshold of a kingdom/Is the threshold of a world/ Where I’m with you (Desconecto todo el neón. Apago la campana del teléfono. Lanzo mis pensamientos como hachas tomahawk /hacia este mundo que no poseo, porque la almohada en la que sueño es la entrada a un reino, es el suelo de un mundo donde estoy contigo)”. “Strange victory, strange defeat”, con su toque irónico y su melodía liviana y pop, hace que Lookout mountain, lookout sea se ubique entre lo mejor del grupo, al lado de temas como “Tennessee” y álbumes como American water (1998, Drag City). La canción reflexiona acerca de unas ardillas inmersas en el mundo de la mediocridad que vienen para vengarse: “A tale is told of a band of squirrels/ Who lived in defiance of defeat /They woke up in the nightmare world/ Of craven mediocrity (Se narra el cuento de una banda de ardillas que vivieron desafiando la derrota. Ellas despertaron en un mundo de pesadilla, de mediocridad sedienta)”. Berman se ríe, además, de las revistas de rock que muestran sólo tipos con buena pinta: “¿Dónde han quedado los gordos, los pelados y los con aires de chivos”, se pregunta, aduciendo que esta victoria es en realidad una extraña derrota, donde somos incapaces de mirarnos y aceptarnos como somos, en una sociedad vergonzosa que esconde a aquellos que no están en el look. Baudrillard estaría bastante de acuerdo con su teoría de la trasparencia donde todo es parecer. “Open field” con sus aires sixties de pop mod a lo Serge Gainsbourg y Jane Birkin, es otra de la buenas melodías del álbum. Ambas canciones de este nuevo disco incluyen los excelentes aportes de Cassie, la esposa de Berman y vocalista femenina en Silver Jews. ¿Se puede escribir poesía y soñar mientras comes costillas con salsa barbacoa? Al parecer sí. Silver Jews vendrían a ser los poetas malditos aquí, con sus vidas de borderliners luego transcritas en canciones. Lookout mountain, lookout sea logra conmover con calidez y se sitúa entre el mejor material editado por esta banda desconocida, casi de culto, llamada Silver Jews, uno de los mejores y más auténticos productos en salir del ahora manoseado indie rock.