Capitalismo independiente Carmen Duartediciembre 25, 2003Columnas1 comentario Curso práctico de supervivencia femenina en el universo indie Cada vez me queda más claro que si se tienes plata se puede comprar virtualmente todo: el capitalismo y estilo de vida citadino están dependientemente unidos por Redcompra. Yo siempre pensé que había cosas que quedaban fuera de las transacciones descaradas, de los trueques, de los préstamos. Pero ya no estoy tan segura. Dime algo que no se venda y yo te diré una frase de un panfleto de Village de vuelta. ¿Es que acaso Bret Easton Ellis no fue demasiado lejos con American psycho? Al parecer detrás de las dudosas buenas intenciones o del comodín del sarcasmo autorreferente, mis contemporáneos y yo no seríamos más que unos yuppies trasnochados encubiertos, con el revival de los ochentas como la banda sonora perfecta para nuestra búsqueda del éxito. Horror. I want money, that’s what I want. Pubs con onda, productos cool, viajes, ropa, discos, más discos y más bares y más onda. Capitalismo independiente. Bajo perfil, sarcástico y despreocupado. Allure o desfachatez. Da lo mismo. Todos saben lo que quieren y cómo conseguirlo. ¿Es posible consumir estados de ánimos o sensaciones? No lo sé, aunque claro, uno compra o baja discos, y eso no es otra cosa más que un producto y un servicio. Esto es una industria señores, aunque lo que se transa es lo que mueve la vida de muchos. “Mysterious engines run/ to keep the dream from ending/ the clock obscures the gun/ to keep what’s worth defending/ the best of days/ the ones to remember are crumbling now/ the vandals come for rummage/ affordable trends in anxiety/ especially the ones that make you raw/ Portable men’s society!” Mientras escucho música mirando el techo, pienso en que Robert Pollard es algo como una fábrica de canciones, y claro, muchos le dijeron vendido por el par de discos que sacó Guided by Voices después de irse de Matador. Cerdo capitalista, popero comercial. Pero al recordar lo importante que fue la banda de Pollard para mi, especialmente Mag earwhig!, no puedo evitar sentirme nostálgica. Es como si Guided by Voices representara la necesidad de algunas bandas o de algunos compositores de hacer música para seguir viviendo, porque dejarlo implicaría morirse un poco. O hacerlo hasta matarse, como Elliot Smith. Y el escuchar lo que hacen se vuelve un momento privado, solitario por definición porque es casi imposible comunicar las sensaciones. ¿Cómo traducir el escalofrío que provoca una buena canción? ¿Cómo explicar los recuerdos, el mareo de estar sola y disfrutando cada nota? Y si eso ni siquiera puede traducirse en palabras, ¿cómo va a venderse? Pero se vende. Y la parafernalia que se ha construido alrededor también. La ropa, los lugares, los gustos. En la carátula de Mag earwhig! sale Pollard sin cabeza con un par de Converse. Yo puedo comprarme las mismas. Puedo comprarme las mismas cervezas que él toma y si tengo una cuenta abultada puedo viajar y comprar entradas para verlo en vivo. Y volver a Chile y en un local muy ondero en Santiago contarle a mis amigos que aunque ‘In Bob we trust’ se nota el paso de los años en su cara. Y probablemente pase a segundo plano luego, porque alguien habrá visto a las nuevas sensaciones vendedoras como Interpol o a The Rapture, y mi amigo con corte de pelo ochentero dirá que es lo mejor que ha visto en años. Y yo me quedaré sin contarles sobre las ganas que tenía de emborracharme con Pollard y tomarnos las cabezas entre las manos porque de verdad en esta sociedad de hombres transportables las tendencias que puedo pagar me ponen nerviosa.