Segunda entrega de Lovesongs, la columna mensual donde Carmen Duarte nos comenta una canción de amor. Este mes “American girl” de Tom Petty.

Tom Petty antes de ser TOM PETTY, esa figura sacrosanta en el canon de rockeros de más de cincuenta años, que tiene como gran mérito haberle dado nada menos que una dignidad atemporal a la canción rock norteamericana, fue un flacuchento rucio que escuchaba demasiado Rolling Stones. Porque Tom Petty (sin mayúsculas) fue alguna vez un chico de Florida devorador de la British Invasion, que descubrió el blues como rebote.

Para 1976, año que sale su indispensable debut Tom Petty & The Heartbreakers (Warner Bros), Petty sabe que logrará algo grande. El sonido de su disco debut, garage y poderoso en su entrega -que lo llevara a que inicialmente caiga dentro del saco del punk, tocatas en CBGB’s incluidas-, da luces en sus notas ácidas y sexies, que hay algo más trascendente que canciones de tres acordes. Cosas como “American Girl”

Si a TOM PETTY ha de reconocérsele la capacidad de hacer que casi cualquiera empuñe las manos con fuerza y cante un coro rock pop, como si le fuere la vida en eso porque no hay nada más importante y por un instante parece que nunca lo habrá, ese mismo PETTY debe darle las gracias al Petty que compuso “American Girl” al inicio de su carrera. Porque esta canción, tan idiosincrásica, perfecta en “El Silencio de los Inocentes”, desastrosa en la campaña presidencial de Hillary Clinton, es por sobre todo un tema sobre tener miedo. De creer muchas cosas y estar hecha pedazos. Es una canción de amor, pero esas que se cantan un poco borrachos, levantando los brazos al cielo, apretando los dientes, y por qué no bailando con la mirada extraviada.

Con sus riffs rockanrolleros, el tempo acelerado y un bajo blusero, “American girl” parece ser una tremenda canción pop rock, seductora, tan setentera en su acercamiento blusero electrificado. Pero es mucho más. “Bueno, ella era una chica americana/criada en base a promesas/No podía evitar pensar/ que había algo más en la vida en otro lugar/era un mundo grande después de todo/con un montón de lugares a los cuales correr/aunque tuviera que morir intentándolo/tenía una promesa la cuál debía cumplir

En la voz rasposa de Petty, aparece la imagen prototípica de la joven norteamericana con un sueño, escondida detrás de las meseras de Hopper, en las prostitutas asesinadas en las carreteras, en las universitarias que juegan beer pong. Para las cuales, de una u otra manera, todo -sin límite en el alcance- les parece posible porque aunque a muchos no les guste, para los norteamericanos es más real que para el resto eso de que “the world is yours.” Y de ahí que es inevitable pensar esa chica norteamericana también como un país, que se armó a punta de promesas y eslóganes y cuyos habitantes miran con los ojos muy abiertos como todo el resto del mundo es una posibilidad, una fantasía exótica quizá, pero una promesa legítima y al parecer tan real.

Lo cual no resulta ser así. “Bueno, estaba un poco helado esa noche/Ella estaba parada sola en el balcón/Sí, podía escuchar los autos pasar/por la 411, como olas estrellándose en la playa/ Y por un momento desesperado/Él se encaramó de vuelta su memoria/Dios, es tan doloroso cuando algo que está tan cerca/está todavía tan lejos de alcanzar” A las posibilidades infinitas, o a la ingenuidad de creer de que hay algo mejor en otro lado que nos salve de la no asumida miseria, aparece de sopetón -en una notable secuencia literaria- el recuerdo de una pena de amor pulverizadora.

En la soledad de estar enfrentada a la vida que hay allá afuera, esa american girl que antes tenía todo por delante se crispa al saber que hay algo que puede destruirla, porque las cosas no resultaron ser como ella pensaba. Como un lastre, todo lo que ella podría ser, queda en pausa porque no puede evitar constatar que tiene el corazón roto.

Porque son en esos momentos -que Petty describe con elegancia- donde estar con una misma se vuelve una secuencia donde el entorno hace de caja de resonancia y en el cual no queda más que reconocer los daños. Desgarrador en su simpleza, aparece de nuevo como fantasma en la canción el país y no la chica, orgulloso en su retórica de tierra de las oportunidades y estándar moral de la democracia y que casi más de veinticinco años después de que fue compuesta esta canción, se vio mutilado por el 11-S, Bush, Irak, Guantánamo y el gran desencanto que resultó ser Obama.

“American girl” creó un culto a su alrededor que decía que el tema contaba la historia de una joven universitaria suicida. Pero es más complejo que eso. Esa la historia de una desilusión amorosa que corroe hasta los cimientos, dejando sólo el temor de no saber ya quién se es y de estar enfrentada al momento de dejar de ser una pobre chica ilusa. “Tómatelo con calma nena, haz que dure toda la noche” Porque esa enigmática frase, que Petty repite con malicia, parece ser lo único que dice el hombre en cuestión y se transforma en la clave para entender que este sujeto no era más que un engatusador de un one night-stand.

Porque al final es una canción sobre una chica con el corazón roto, pero que también tiene sin quererlo una dimensión política amarga, como una suerte de resaca de saber al otro día, con la boca pastosa y los ojos resecos, que todo fue una gran mentira. Que hay discursos que no se van a cumplir y que la hegemonía no es tan vasta. Una maravilla.