Guía para entender una de las formas musicales más peculiares del siglo XX

IV.
Ahí viene la plaga…

En la música rock existen precedentes de trabajo con cintas en las piezas concretas […] de los álbumes Absolutely free, Lumpy gravy y We’re only in it for the money, de Frank Zappa […] y el trabajo de los Beatles en “Tomorrow never nows”, del disco de 1966 Revolver. “Revolution nº 9”, del White album, también está plagado de material tomado de la radio […]

Así se refiere el músico y crítico cultural británico Chris Cutler, en su tremendo ensayo Plunderphonia, a parte de la evidencia concreta del momento en que las aguas se cruzaron y el mainstream industrial comenzó a acusar recibo del “clima de experimentación y plenitud” reinante a mediados de la década de los ’60 (unos 40 y algo años atrás, no más). Cutler atribuye este interés por tomar sonidos a “la creciente independencia, confianza y autoconciencia de algunos músicos de rock, (la existencia de) una generación de músicos egresados de escuelas de arte (visuales o musicales) y la disponibilidad de equipos de grabación casera cada vez más accesibles en el mercado masivo”. (Cutler 1993,  Figueroa 2010 en castellano).

Lo mejor de todo es que tales aires de plenitud tampoco nos excluyeron: Los Mac’s samplearon a Bob Dylan en “Grados” (“Degrees”), segundo surco de su LP Kaleidoscope men (1967); Los Jaivas, en uno de sus tantos pasos radicales, pusieron en manos de Eduardo Parra un tocadiscos, el cual utilizó como reproductor en sí mismo o haciéndolo girar con la mano a distintas velocidades, incursionando también en un procedimiento de surco repetido, similar tanto al de la música concreta como al scratching hip-hopero (parte de este trabajo aparece testimoniado en Tocamos música de vanguardia, ¡y qué!, registro de una intensa improvisación disponible, por fin, en el primer volumen del ciclo La vorágine, de 2003).

En un terreno más colorístico, Congregación hizo uso profuso del disco tipo de efectos sonoros disponible en los estudios de grabación en aquel entonces, el que contenía, entre otros, el canto de un gallo que se escucha tanto al inicio de “Good morning, good morning”, del Sargento Pepper Beatle, como en el bellísimo disco-documental conceptual La población (1971) de nuestro buen Víctor Jara –quien, por si fuera poco, incluyó también la voz grabada de una de sus informantes, a modo de narrador testigo.

Como bien sabemos, este estimulante clima sufrió un parón en seco a partir de la dictadura, y no fue sino hasta mediados de los ’80 que nos encontramos, de nuevo, con este tipo de usos en nuestra música popular. Sin embargo, la película continuó desarrollándose en el hemisferio Norte: durante mediados de los ’70, el grupo de artistas visuales estadounidense The Residents (en la foto) editó dos trabajos que apelaban a tales coordenadas en forma y fondo. Uno de ellos es el LP Third Reich and roll (1975), construido en base a un medley de canciones que llegaron al hit parade entre los ’50 y ’60, las que fueron traspasadas y editadas en una grabadora de cuatro pistas. El resultado quedó -haciendo las veces de base- en una de las pistas, mientras las tres restantes guardaron las diversas variaciones que, a partir del medley, el colectivo se dedicó a registrar. El otro fue el single “The Beatles play The Residents”/”The Residents play The Beatles” (1977), que incluía una versión a-la-Resident de “Flying” en una cara y un collage compuesto de fragmentos de discos de los Fab Four al reverso, haciendo eco de las obras “Collage nº1 (Blue suede)” (1961) y “Omaggio a Jerry Lee Lewis” (1977), de sus compatriotas James Tenney (1934-2006) y Richard Trythall, respectivamente.

Pero no sólo ellos cortaban y pegaban tan intensamente…

Gerardo Figueroa (1969) es artista sonoro y tiene a su cargo el proyecto de investigación artística GFR Broadcasting System. Actualmente prepara la edición de varios discos online para la Universidad de Chile, Sheep, Pueblo Nuevo Netlabel y Michita Rex Records.