Seguimos con la serie de posts sobre Industria independiente, firmados por Diego Sepúlveda, director del Sello Cazador. En esta oportunidad, aborda el tema de la importancia de una escena en el contexto de la música independiente.

He intentado resolver esta pregunta muchas veces: ¿Qué es una escena?
Aún no he dado con una definición con la que me sienta cómodo y mucho menos una que pueda defender públicamente.

Sin embargo, creo que una escena es principalmente un número de elementos que se comunican entre sí con un objetivo en común. En este caso solventar económica y artísticamente un movimiento musical con raíces y exponentes claros.

Si bien una escena puede subsistir sin uno u otro de los elementos que pretendí clasificar en el artículo anterior, no puede sostenerse si éstos están en manos de unos pocos actores. Sencillamente porque es demasiada carga laboral para el tipo y tamaño de empresas que tenemos hoy en día dedicadas a estos asuntos.

Es importante reconocer el aspecto económico de una escena, pues si alguno de los actores de ella no ganan lo suficiente para seguir cumpliendo sus labores, se produce un efecto dominó que finalmente desemboca – entre otras cosas – en pánico generalizado, paranoia contra los medios de comunicación masiva y finalmente el surgimiento de una nueva corriente desprejuiciada en relación a la anterior. Ahora, esto último es necesario y bueno. No obstante, esta corriente puede irrumpir sin necesariamente la desaparición de la anterior en nuestra línea temporal, y lo que es peor, su propia desaparición bajo los mismos problemas que sufrió su generación anterior.

Entonces, ¿Cómo lo hace una corriente para sostenerse en el tiempo y al mismo tiempo permitir la aparición de nuevos protagonistas? Los cimientos son lo más importante al momento de construir una casa. ¿Cuáles son los cimientos del movimiento musical actual? es lo que debemos preguntarnos. Sin duda existen cimientos artísticos reflejados en los movimientos de finales de los ‘90 y principios del 2000, sumados también están los movimientos de mitad de la década pasada, que hoy – recién – están cosechando sus cultivos.

Pero, en el otro polo ¿Existen cimientos comerciales? ¿Tenemos ejemplos de modelos de negocios exitosos a los que tomar como referencia? ¿Existe algún sello o banda que haya logrado una independencia económica tal que le permita autosustentar sus producciones, sin la necesidad de postular a fondos gubernamentales o apoyos monetarios desinteresados de amigos y familiares?

Es por esto que la necesidad de comprender una escena como la relación estrecha entre los actores que hacen circular las ganancias que genera el “circuito musical” (definición que me parece más acertada por ahora que “escena”), se convierte en un hecho trascendental en pos del desarrollo de la base que permitirá a las bandas y sellos seguir levantando propuestas que se sostengan en el tiempo.

Desde ese punto de vista, contestando la pregunta inicial, debemos entender a la escena como el contexto común, poseedor de los aspectos básicos que aseguran la igualdad de oportunidades, en el que se desarrollan las bandas.

Si la industria independiente logra concentrar sus esfuerzos en la formación de una escena con todas o la mayoría de sus letras, ya no tendrá que pelear el espacio en esa posta que llevaron La Ley, Los Tres o Los Búnkers, sino correr su propia carrera, quizás menos masiva, pero cuando menos, suficiente para que sus participantes puedan dedicarse completamente a los menesteres artístico/comerciales del medio en el que se desarrollan.