Foto: Paniko.cl

Shogún regresa con su primer álbum en 5 años. Una buena ocasión para conversar con uno de los personajes más enigmáticos de la música chilena, quien muy rara vez toca en vivo y, menos aún, brinda entrevistas. El Brujo es sólo parte de las intensas actividades de este músico y productor, quien afina los detalles de los próximos discos de Gepe, Dënver y Javiera Mena. Este es el momento perfecto para ir un poco más allá en la personalidad de este creador incesante.

Cristián Heyne expone en Shogún su visión más personal de la música, lo que más le gusta hacer y, también, donde más se exige. Este músico y productor trabaja en jingles, ya que es socio de la empresa chilena más grande en el rubro, con una tremenda presencia mediática. También, en discos ajenos: armó los proyectos Supernova y Stereo 3, ha trabajado con personajes tan disímiles como Sergio Lagos o Javiera Mena, y es considerado como un rey Midas del pop.

Sin embargo, lo que lo consume es Shogún, su grupo, con su propia visión de las cosas, y, tal vez, un terreno de juego para moldear la música con sus propias manos. Muchas veces se queja del poco caso que le hacen algunos de quienes pasan por su conducción artística como productor –“hay gente realmente necia que no entiende para donde va su talento, por más que les digas”, precisa- pero, en lo suyo, tiene las cartas en la mano.

Cinco largos años tardó Heyne en hacer su disco nuevo, de poco más de media hora de duración. Torturado por sus propias obsesiones y perfeccionismo sonoro, El Brujo ha sido, lejos, el disco que más le ha costado hacer en toda su carrera. Para entrar en el universo personal de Heyne, hace falta entender, primero, de dónde viene. Sus héroes musicales son perfeccionistas extremos que manejan a la perfección ya sea su concepción del sonido en estudio y en vivo, ya sea en su composición de melodías y estructuras.

Por ejemplo, y de entrada, Kevin Shields de My Bloody Valentine, quien trabajó seis meses en el revolucionario álbum Loveless de su banda, ampliando los horizontes de lo que se entendía por rock hacia terrenos de un ruido abstracto como una nube. Luego, Tricky y Trent Reznor (Nine Inch Nails), dos obsesos de los métodos de grabación, de la búsqueda sonora y de nuevas combinaciones musicales para crear lenguajes nuevos. Finalmente, Robert Smith de The Cure, un compositor acaso genial y compulsivo.

VIDEO: Christianes – “Mírame sólo una vez”
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“Aquí en el Café del Patio, di mi primera entrevista, en 1990 a Guillermo Escudero (loop.cl), quien en ese tiempo hacía el programa de radio Música Marginal”, comenta Heyne. El cantante y guitarrista comenzó Christianes en 1989, a los 16 años, junto a Christian Arenas. Este grupo de new wave -con influencias del dream pop-, fue seguido por Shogún a mediados de la década de los ’90, un grupo acaso mucho más incisivo en su propuesta.

“Cuando partimos Christianes éramos muy chicos, y los primeros recitales, fuera del colegio –estábamos en el Manuel de Salas-, los hicimos donde está el club La Feria ahora, en el Trolley, y luego nos invitaron a unas fiestas Spandex”, indica Cristián. En su adolescencia, la primera vez que escuchó guitarra eléctrica en vivo fue donde un amigo thrasher que tocaba en el Manuel Plaza. Han pasado dos décadas.

-¿Cómo hacían música existencialista tan jóvenes?

-Yo supongo que tiene que ver con una tendencia que lo acompaña a uno para toda la vida, para bien y para mal (enfatiza este punto).

Christianes emerge en una época donde en el Teatro Esmeralda se montaba La Negra Ester, y tocaban bandas como Parkinson, Los Tres y Profetas y Frenéticos. A sus 17 años, Heyne observaba con los ojos bien abiertos lo que ocurría en las veladas donde los invitaban a tocar.

-¿Se topaban con Sien y otros grupos en la onda de ustedes?

-Es cierto que en esa época estaban varios grupos, como Sien y Lucybell, interesados en el mismo estilo que nosotros, pero nunca nos topábamos, ni conocíamos, ni tuvimos nada más que ver juntos. No sé si es tan raro esto de la música británica, si miras bien, era una tendencia que ya se daba en los ’60 en Chile.

VIDEO: Christianes – “Marfil”
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-¿Habían más grupos tributarios de los Beatles, en los noventa?

-Eso venía más de la escuela de Concepción, yo en Santiago nunca lo sentí así.

-¿En Santiago era más new wave, como Electrodomésticos?

-Sí, claro, estaba Electrodomésticos, y sobretodo (la disquería) Fusión. Ahí encontré, por ejemplo, el disco The Top o Carnage Visors junto a Faith, de los Cure. Era muy buena esa tienda, muy céntrica. Ésta era una tendencia homogénea, que abarcaba a distintas personas, pero que era puntual, ya que estas personas no se conocían entre sí.

-En esa época no había Facebook, sólo afiches…

-Claro, y dependiendo de dónde pegabas el afiche, sabías de qué clase de grupo se trataba, si era más alternativo, o más artesa.

-¿O metal?

-Sí, pero eso ya pasó. Yo creo que este otro tipo de música se rige por una moral distinta a la industria, como lo fue la Velvet Underground y Silver Apples. Independiente del hecho de que el neo liberalismo lo haya permeado todo.

Christianes terminó junto con la avanzada de multinacionales como EMI, en 1997, cuando comenzaron a fichar a varias bandas locales, les hicieron grabar discos, y luego rompieron contratos, muchas veces dejando los álbumes guardados en la bodega. Santos Dumont, los mismos Shogún que Heyne acababa de lanzar y otros más sufrieron una tremenda desilusión y una baja en su moral.

“No sé mucho que decirte”, dice Cristián. “Al analizarlo, uno trata de establecer porqué las cosas se dieron de esa manera, antes, durante y después. En varias oportunidades posteriores, me ha tocado toparme con instancias en las que he podido entender cómo funcionaba la industria, que en esa época invirtió montos para eso. No sé de quién es culpa. No puedo analizarlo racionalmente”, concluye Heyne.

VIDEO: Shogún – “Disco Baby ” (en vivo, 1996)
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-¿Te tocó de cerca?

-Mucho, ya que mis dos proyectos estaban involucrados. Con Shogún, estuvimos un mes dentro de EMI, durante 1997, y Disconegro salió en casetes y compactos.

-¿Te parece extraña esta tendencia en Chile hacia la new wave?

-Puede ser, aunque no sé por qué durante tanto tiempo la escena musical estuvo reticente a lo tradicional latinoamericano. Puede haber sido por razones políticas. Aunque, si lo miras bien ahora, hay gente como Gepe, como Chinoy o Camila Moreno que sí lo hacen y les sale muy natural. Y ellos tienen, igual, una voz introspectiva, y les sale tan natural como a Violeta Parra.

-No es impostado…

-Para nada. Ahora bien, yo creo que mucha de la música más elitista que hemos hecho muchos en Chile ha sido más impostada. Aunque tampoco sé si eso es malo, porque tocar una pieza de Chopin en nuestro país podría ser igual de impostado. Uno tiene que entender que hay dos visiones frente a esto, una que es proteccionista y otra que no lo es. Una que busca el patrimonio y otra que no. Cuando yo partí con proyectos pop a finales de los ’90, esto era muy mal visto, incluso más que ahora. Aquí no había pop. La fuerza que yo sentía para hacer eso es la misma que pongo en los discos que hago con Shogún, donde el último es, a veces, derechamente mala onda.

Hexagramas sónicos

Una pausa para pedir el almuerzo permite descubrir mucho mejor la personalidad de Cristián Heyne. Ya bordeando la cuarentena, Cristián trabaja encerrado en su estudio, que cuenta con una oficina en el primer piso y un subterráneo para laburar. Este hombre comenzó muy joven en la música, en un Chile que entraba en la democracia, con bandas emergentes que rechazaron la nueva trova para definirse por el post punk británico.

Hoy, Heyne sigue viniendo al Café del Patio, uno de los sitios emblemáticos de la cultura alternativa de los noventa, que sigue funcionando como un bello lugar con jardines y cuidados trabajos artesanales, en un estilo que combina muy bien lo naturista con un entorno relajado, como una pausa en medio de la vorágine capitalina.

VIDEO: Shogún – “El caos camina conmigo”
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Cristián es padre. Su hija Luna ya tiene trece años y recibe una educación Waldorf. Algo que él recomienda si prefieres que tu hijo vaya a lugares más artistas como El Patio que a almorzar en Sanhattan cuando sea grande. El músico aprecia la valoración donde el tiempo no es sólo productividad o dinero, sino vida, y menciona la división en septenios que hace el sistema Waldorf: hasta los siete años, una etapa del descubrir afectivo, luego, del sensorial (7-14 años) y, finalmente, del pensar (14-21). Además, Heyne aprendió en su época a leer las cartas del Tarot y del naipe español, así como los hexagramas del I-Ching, al punto de darle el nombre de uno de ellos a su compilado de rarezas llamado Fuego, el Aumento.

Cristián ya no bebe casi otra cosa que no sea agua, prefiere las ensaladas, la soya, el sushi, el aceite de oliva, la miel y el té verde, y charla con afabilidad, a años luz del ogro usualmente descrito por su imagen de ermitaño. Heyne es un convencido de que, de alguna u otra forma, puedes llegar a ser lo que quieres, o, en términos más iniciáticos, llegar a ser el que eres. Como él mismo con la música, que es su sustento diario, al tiempo que su pasión, o como su amigo Alberto Fuguet, quien ha logrado ser escritor, ambas actividades poco tradicionales en una cultura consumista.

Cristián posee su propio sello, Luna Records, que ha editado material de LEM, Icalma, Shogún y Diego Morales, en el que en su momento participaron Philippe Boisier y Ottavio Berbakow. Le carga dar entrevistas, ya que muchas veces lo llaman para preguntarle cuál es la mejor canción de los Beatles, o qué le pareció el disco de fulanito de tal. “Aparte, aunque fuera por Shogún, no es mucho lo que hago al respecto, incluso saco pocos discos”, explica Heyne. “He aprendido que como el 90% de las cosas que digo son broma, y el resto es derechamente mala onda, entonces, no me gusta mucho dar entrevistas”, analiza Cristián.

-¿Cómo?

-Por no tener otra vinculación con mi música sino la necesidad de hacerla, se me han ido presentando muchas dudas, si bien es cierto que hacer discos también era una necesidad, ahora me lo cuestiono. Pasaron cinco años desde que saqué La Rata.

VIDEO: Shogún – “Solo esperar”
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-Sacaste las Sesiones Nocturnas

-Sí, pero esos eran ensayos. Yo, tal vez por ser más viejo, tengo un cierto respeto por los procesos en la música, procesos que aplico en todos los discos, ya sea por encargo, que grabo, para mí o para otras personas. Eso implica tener un tiempo de pre-producción, de darse un espacio, de dejar que las cosas tomen el punto. Hay gente que graba discos en un día, y quedan bien. A mí me da miedo eso. Ello porque no manejo la mecánica de la música, no es por perfeccionista, sino porque no sé, y tengo que ir descubriendo en el camino.

-¿Cómo?

Hay muchas cosas de las que no tengo idea, y tengo que trabajarlas porque, si no, quedan mal. No sé en qué radica. Pero, lo que busco yo, y que pasó con el Esquemas Juveniles -que no sé si quedó sonando tan bien como todos dicen-, es un magnetismo y una intensidad. Ahí quedo contento. En el caso del disco de la Javiera, fueron muchas tomas y las primeras quedaron mal. Por eso me demoro tanto, porque tengo mucho miedo y respeto por el proceso.

-Ok

-Yo partí sacando el estudio de mi casa el año ’98, tenía una porta-estudio, y ahí grabé la mitad del Disconegro. Lo que pasó con EMI me hizo incluso cuestionarme si valía la pena sacarlo. Pero, bueno, a fin de cuentas, lo que busco con las grabaciones es la emoción.

-Pero eso es un intangible, algo muy fino…

-Para mí es como una brujería…

-¿Cómo cocinar?

-Siempre hago esa analogía. Cuando conoces un estudio, sabes cómo poner los equipos para lograr un sonido ‘x’. Si quieres uno distinto, entras muchas veces en la intuición, y ahí es donde viene lo de la cocina. Y es porque sí, porque se te ocurrió. Aunque esté avalado por muchos errores.

-¿Siempre te demoras?

-Cuando el proyecto lo finalizo yo, sí. En el nuevo de Javiera Mena, llevamos 2 años y, en el de Gepe, ya llevamos seis meses.

VIDEO: Shogún – “Culpa”
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La maldición del brujo

Cristián Heyne trabajó cinco años en su nuevo álbum, cinco años para sacar un mini LP de poco más de 30 minutos. Incluso, dudó en sacarlo. Lo ayudó Hugo Chávez (de la mítica disquería Background) en la producción y, en algunos teclados, Miguel Miranda.

-¿Por qué no lo querías sacar?

-Tiene muy pocas canciones. Al momento de empezarlo, pasé por una crisis absoluta. Me preguntaba para qué hacer más discos. Si llego a mi casa y me siento a escuchar música que encuentro que es tan buena que pienso en que para qué hacer más. Todavía me ronda mucho esa idea.

-¿Si eres ingeniero y tienes los temas, por qué no?

-Yo no soy ingeniero de sonido, soy periodista, entregué mi tesis el 1999-2000… bueno, pero volviendo, la acción de publicar algo pasa por una unidad. El primer disco de Velvet Underground es distinto al segundo y así. Yo creo que la música pasa así, por períodos. Un álbum es como una colección. A lo mejor hay personas que guardan sólo 3 temas de un disco en su Ipod. Conozco gente joven que me pide que no les grabe un par de temas, sino todo el elepé. Y para mí, eso tiene sentido. Si para el resto no, que se vayan a la punta del cerro. Esto tiene una intencionalidad distinta a las Sesiones Nocturnas, que eran grabaciones que hacíamos con Jorge Santis muy cansados, después del trabajo. Luego, lo que publicamos, eran las mezclas que hacíamos sobre la marcha para llevarnos en los autos y oírlas. Era algo flojo, y la flojera es muy negativa.

VIDEO: Shogún – “Ruinas”
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-¿Quisiste revertirlo en El Brujo?

-Sí, yo estaba bloqueado y le pedí ayuda a Hugo Chávez. Nos empezamos a juntar en febrero del 2006. Me pasó un sitar que tenía en su casa, y me mostró a John Fahey, a quien yo no conocía hasta entonces. En San Francisco, vi de la mano de un negro el tocar con ‘finger-picking’, y me emocioné mucho.

-¿Te marcó?

-Lo que yo le decía al Hugo era que llevaba todo el año 2005 haciendo temas, y siempre con los mismos recursos de toda la vida, la guitarra con efectos, con delay y reverb, y la máquina de ritmos. Y llegaba a unos resultados que me eran patéticos. Entonces quise cambiar, volver a algo que me emocionara. Por ello, me fue muy, pero muy difícil hacer este disco. 5 años. Recién a comienzos de este año, terminé de sacar temas. Todo el rato estuve quitándole temas. Para La Rata, quise hacer un disco de diez temas y, a última hora, vi que salía sólo un poco más caro ponerle otro cedé, y saqué veinte, lo que ahora pienso que me traicionó a mí mismo. Yo quería hacer como un disco más homogéneo, y acotado. Y no lo hice. Ahora, con Hugo, me di cuenta que podía lograrlo.

-¿De qué manera?

-Es que yo creo que los materiales implican mucho. Creo que es muy noble trabajar con pocos elementos. Fue un conflicto, y algo muy árido. Por energía, hubo muchos temas que hice en 2004 y 2005 que deseché. Ahora, lo mismo, no quiero hacer más discos heterogéneos.

Termina el almuerzo, al llegar al auto de Cristián, una mujer se le acerca y le pregunta si es Heyne. Él responde que sí. Ella le entrega un disco y le pide que lo escuche. Heyne lo pone en el auto. Es un grupo de jazz fusión, Heyne lo saca al cuarto tema, no le gusta el bajo.

VIDEO: Shogún – “Aún tengo tu olor” (en vivo, Noa Noa 2007)
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