Aunque para ellos sea un disco más, Daybreak da razones de sobra para creer que The Ganjas apunta cada vez más alto y certero. Conversamos con todos sus músicos y fuimos testigos de sus hazañas sobre el escenario, con y sin público.

Sábado 14 de mayo.
17:30. Prueba de sonido.

Todavía hay luz de día y una de las puertas laterales del Club Miel permite que cualquier transeúnte ingrese a un salón de grandes proporciones, poblado por algunos técnicos sobre el escenario y un chiquillo menudo, de ojos rasgados y cabellera ensortijada, que va de un lado a otro chequeando que todo marche bien. Es Alvaro Gomez, organizador del show y músico de Guiso, banda habitué de nuestra escena rock que esta noche celebra los cinco años del sello Algo Records, junto a sus insignes camaradas argentinos de Los Alamos y The Ganjas, que, en ese momento, hacen su prueba de sonido.

Aunque chequear guitarras suele ser un trámite rápido para dejar todo funcionando, Aldo Benincasa, Samuel Maqueira, Rafael Astaburuaga y Pablo Giadach están lejos de quedarse en eso. Tocan con la misma intensidad narcótica de sus presentaciones en vivo, dejando pegado a su público de tres o cuatro tipos y un niño pequeño acompañado de un joven de barba. Atrapado por el sonido apabullante, el niño seguramente piensa que esto es lo que se conoce como “un concierto de rock”. Y es cierto. El registro de The Ganjas se ha volcado a canciones más duras en su último y flamante trabajo, Daybreak (Algo Records, 2007), donde destacan el muro melódico y un sonido espeso, aunque sigan manteniendo sus trucos para crear melodías rotundas y flotantes.

Aldo comenta lo extraño de la sala donde será el concierto de esta noche, con divisiones en el techo que podrían comerse el sonido. Confía en que sonará bien cuando el lugar se llene de gente. Subestima el público que habrá pocas horas después.

18:00. Entrevista en Club Miel.

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Los cuatro músicos de The Ganjas toman asiento en torno a una mesa circular con asiento empotrado para conversar de su nuevo disco y su historia. Lanzan bromas sobre su posición de rockeros estrellas y los dardos vuelan hacia Maquieira, flaco, larguirucho y melenudo, quien sería el exponente “gay rocker” del grupo con un supuesto look tipo Placebo. Y aunque diste de ser un rockero tan estilizado, la cita tampoco es totalmente ajena. Samuel reconoce en esta nueva etapa un influjo especial del glam rock, tomados sobre todo de la era ochentera dark del Reino Unido (piensen en Jesus & Mary Chain, Spacemen 3, Ride y algunos más noventeros como Catherine Wheel). Cuando les pregunto por algún grupo musical que influya actualmente en su música, dejan bien en claro que sus raíces se tejen más atrás- no demoran en citar a Neil Young & Crazy Horse, Stone Roses o la sicodelia de The Verve entre sus gustos personales-. Definitivamente, son un grupo de otra época.

Sin olvidar sus influencias, ellos siempre hablan de su música desde su óptica. Rafael Astaburuaga, un actor cada vez más importante en el ritmo cadencioso y negro del bajo, cree que en The Ganjas se ejecuta rock sónico y dub desde una combinación que sólo puede ser propia. “Con Daybreak dimos con un formato más estructurado de canción, y nos desenvolvimos más cómodos con las herramientas que adquirimos en el camino. Aunque siempre se trate del ‘sonido Ganjas’ y nada más”, sostiene.

Daybreak es el resultado de un conjunto de canciones que fueron cobrando vida en los escenarios a lo largo de 2006, y que ahora viven su mejor momento. La madurez de estos temas se nota tanto en vivo como en el registro grabado, y eso también tiene que ver con el fiato acumulado y el aprendizaje desde sus inicios en 2000, pasando por su debut homónimo (2003) hasta Laydown (2005), un álbum más downtempo y atmosférico. Tal esfuerzo ha sido justo con la calidad de sonido que alcanzan en el nuevo disco, muy por sobre la media de los grupos de rock alternativo que escuchamos en el país. El artífice de las perillas ha sido uno de los suyos, Pablo Giadach (Casino), quien acompaña en segunda guitarra y está sentado durante la entrevista en un segundo plano. “Estamos muy contentos con el resultado, pero mentiría si vemos a Daybreak como una fase trascendental en nuestra carrera”, aclara Aldo. “Es un disco más, tan importante y auténtico como lo fueron las primeras jam sessions junto a Miguel Angel Montenegro (guitarrista, ex Yajaira), o aquel período de Laydown, donde participaba Luis Felipe Saavedra en teclados y melódica”, asegura.

A pesar de las distintas formaciones por las que ha pasado The Ganjas, nadie se lamenta por los cambios que han moldeado su sonido. Aldo: “Han habido ganancias y pérdidas, pero lo más importante es que cada una ha logrado registrar de una forma bastante precisa la esencia y el espíritu de la banda”. Y es que, en sus más tempranos inicios, ninguno se planteaba armar una banda de rock con todas sus letras. “Todo partió un poco como una broma, una reunión de buenos amigos que fue tomando forma y valor”, recuerda Samuel. “Cuando empezamos, la escena de rock que hoy conocemos no existía, y mucho menos las bandas que hoy ganan orejas en myspace, You Tube o fotolog”. Sólo poco tiempo después serían acompañados por los debutantes Guiso, encontrando en los distintos escenarios la cercanía con bandas como Hielo Negro. “Mi conclusión es que, haya escena o no, cada banda es la principal responsable de su propia historia“, afirma Aldo. “Hemos aprendido que muchas veces se requiere de una gran motivación para promover actividades de difusión y gestión que no se relacionan con lo estrictamente musical. Y no todos pueden hacerlo“. Para él es una lástima que haya desaparecido del mapa un grupo tan afín como Tsunamis. “Lo tenían todo para hacer lo que quisieran”, sentencia.

Es probable que, con Daybreak, The Ganjas haya alcanzado su formación más idónea, si tomamos en cuenta que a Samuel le interesa transmitir al público la sensación de ensoñación y el estado de hipnosis en que entran con sus canciones. Cuando vuelven a concentrarse en la tocata de la noche, Aldo confiesa que está feliz de que sean los primeros en abrir el show. Su experiencia es que el público está mucho más dispuesto a escuchar a las bandas y que los músicos, por otro lado, se encuentran igualmente despiertos, menos paseados por la cerveza y el trajín de la noche. Ahora sólo resta una ansiosa espera.

00:30. The Ganjas y la multitud.

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El panorama es completamente distinto pasada la medianoche. Hay una fila de veinte personas que esperan entrar. Al cruzar la puerta, se escucha el desplome de guitarras que marca el inicio musical de esta noche y del concierto de The Ganjas. Como era de esperar, el lugar está repleto a tal punto que los músicos se ven recortados sobre las cabezas y hay que forzar un espacio entre la gente. The Ganjas suenan sólidos esta noche y el público está igualmente paralizado con su propuesta. Las canciones se hilvanan sin problema, hasta que en la mitad de una de ellas, abruptamente, se viene la luz y el sonido abajo. Aldo sigue marcando el ritmo de batería a oscuras, y la gente agradece el gesto vitoreando con palmas y marcando el compás de tambores y platillos con alaridos. The Ganjas han venido para disfrutar con su música y su público no está dispuesto a aguar la fiesta.

La falla tarda unos cinco minutos en ser reparada y sigue el show. La sala atiborrada resulta asfixiante y salgo por una cerveza. Al volver es casi imposible volver a mi puesto de antaño, así que me quedo escuchando de lejos, donde el sonido llega más débil y difuso. Más tarde, como buen músico autoexigente, Aldo Benincasa se encuentra disconforme. Comenta que el sonido no estaba muy bueno y que sintió mucho más potente y enérgica la prueba de sonido, donde estaban más concentrados. Y también critica a la organización por no haber hecho el show en el salón principal, mucho más amplio y cómodo. Aldo sabe que son gajes del oficio y que lo importante es la vitalidad y el apoyo que los respaldan. Cerca de las dos de la mañana la gente sigue llenando el local, mientras Guiso calienta progresivamente los ánimos y prepara el cierre final para Los Alamos.