45 Megahertz: La noche de los discos vivientes Luis Felipe Saavedraseptiembre 15, 2010Entrevistas4 comentarios 45 Megahertz es una invitación a mover el dial y encontrarse con los programas más curiosos e interesantes de la radiofonía chilena. Iniciamos 45 Megahertz con un programa en extremo particular, conducido por una de las parejas más encantadoras de la radiofonía chilena. Uno de ellos es Carlos Reinoso, conocido por ser líder de Mostro, fundador del sello artesanal Horrible Registros y firmante de varios proyectos extravagantes de nombres tales como Las Babas del Diablo o Come Perro Fuma Gato. Quien lo acompaña es el conspicuo dentista Enrique Bravo Lamas, una suerte de institución en Valparaíso como conductor del programa “Aquellos años”, activo desde 1992, primero en la Cooperativa, luego en la Agricultura, y desde hace cinco temporadas en la Radio Valentín Letelier. Pero lo realmente particular de “La noche de los discos vivientes” no es este encuentro generacional, sino que es el único espacio radial en Chile donde toda la música que se programa sale del formato de disco más antiguo: el de acetato, también conocido como “disco de pasta”, “placa” o shellac, en inglés, y que gira a una velocidad de 78 revoluciones por minuto. Cada viernes por la noche y durante una hora, los especialistas Reinoso y Bravo ilustran, siempre de muy buen humor, sobre cada fonograma que programan, relatan historias y cuentan anécdotas sobre cómo los consiguieron. Suenan ritmos como foxtrot, cumbiones, sambas y zambas, vallenatos y tonadas, todos en registros de la primera mitad del siglo pasado, y que sólo pueden hallarse en este formato. No se trata, entonces, de puro fetichismo, sino que de auténtica arqueología musical, puesto que gran parte de lo que suena en “La noche de los discos vivientes” aún no ha sido digitalizado. -Nuestro programa surge por la responsabilidad de mostrar el patrimonio musical latinoamericano y mundial de principio y mitad del siglo veinte, y de la necesidad de preservar y difundir incunables fonográficos que nos remiten a la reivindicación de la memoria histórica-, manifiesta Carlos Reinoso, productor y conductor de “La noche de los discos vivientes”. -¿Cómo conociste al doctor Enrique Bravo Lamas y lo animaste a hacer un programa? -En 2007 llegué como invitado de piedra a una celebración de la Radio Valentín Letelier y, entre copas y humos, me presentaron a un mayestático personaje que me doblaba en edad y que radiaba en la misma emisora un programa llamado “Aquellos años” (activo, todos los sábados y domingos a las 9:00 horas). Esa noche, el personaje en cuestión mostró habilidades al bailar el foxtrot, llamó a la calistemia al dominar los boogie woogies y yo, por mi parte, le hablé del ritmo contagioso del cadencioso baión. A mediados del 2009 decidimos quemar el crossover generacional para concentrarnos en un programa que abarcara la memoria histórica musical bajo el alero de los hermosos discos de pasta. -¿A qué se refieren cuando anuncian que su programa dará “muerte a la dictadura del ritmo”? -Con la expresión “muerte a a la dictadura del ritmo” nos vestimos de enterradores para sepultar cualquier atisbo de baile pretencioso: el verdadero bailaor se mueve con un mambo, chachachá, boogie, foxitos cariñosos, marchiñas, mazurcas, sambas, farrucas, porritos o cumbiambas colombianas de los años ‘50. Al enunciar esto no queremos ir de socarrones, sólo es que a veces nos parece más honesto entregarse al frenesí de un festival de rancheras que moverse al ritmo de entidades sospechosas de la industrialización musical actual, léase indie, electro porradas, mainstrean pop adolescente y desarrollos de ése tipo que, a fin de cuentas, no poseen alma genuina. -¿Cómo desarrollan la labor pedagógica que persiguen? -Lo primero es contar a los lectores de qué se tratan estos incunables fonográficos. Los discos de pasta o acetato giran a la rápida velocidad de 78 revoluciones por minuto, mientras un single de vinilo a 45 y los long play son lentos: 33 revoluciones por minuto. Los discos de acetato son frágiles y abarcan sólo un tema por lado, lo que posibilita al músico entregar calidad rítmica y el dejo sublime del registro al ser grabaciones ortofónicas. Contamos con una vasta cantidad de plaquitas que nos fueron ofrecidas a manera de entierro luciferiano: una vez, caminando por el campo, he seguido la luz que me llevó debajo de un litre, pala en mano excavé y hallé hermosos objetos ofrecidos como discos de pasta. -¿En qué música se concentran? -Tratamos de radiar memoria histórica musical que tenga relación con el espíritu festivo y hacemos lecciones de historia social latinoamericana, expresada en precisas placas de contenido político. También, desenterramos folclor oscuro chileno y sudamericano, desde tristes chilenos hasta merengues no reaccionarios; y proto world music, como dabke, steel guitars de Hawái, swing japonés de los años ’40, etcétera. -¿Por qué sólo programan música de discos de 78 rpm? -En “La noche de los discos vivientes” nos rehusamos a radiar formatos digitales, cassettes e incluso vinilos, para ofrecer experiencias a 78 revoluciones por minuto que salen desde nuestro clásico chiche proto-tecnològico de 1958: nuestra tornamesa Winco. Es por ello que se recomienda seguir nuestro programa, porque rescata una experiencia real de oír y descubrir música ante el panorama del auditor actual y el paradigma de la digitalización sonora, donde usted no escucha música: escucha datos. -¿Recomendarías cinco joyas que suenen en tu programa? Porfirio Díaz. No confundir con el Porfiriato mexicano. Éste es el ilustre de Valparaíso, nunca reconocido por las políticas culturales de consenso en nuestra patria. Gracias a Porfirio Díaz, Chile conoció la Colombia indómita, el huayno y qué decir de la tradición tanguera. Hay una especie de sincretismo en él, cuando se le creía músico argentino. Todo esto, entre los años ’30 y ’50. Los Huastecos del Sur. Hilarante grupo santiaguino que exploró el foxtrot, el samba, baiones y valses; y mostraron los ritmos trascendentales de la clase campesina: el corrido y las rancheras. Lecuona Cuban Boys. La influencia de esta orquesta en la música de corte tropical en Sudamérica es de lo más curiosa: la Segunda Guerra Mundial les pilla girando por Europa, por lo cual, en vez de devolverse a la Isla, deciden instalarse en Uruguay, desde donde giran por el continente durante los cinco años que duró el conflicto bélico. Es tan grande su legado que sin ellos, por ejemplo, en Chile la Orquesta Huambaly o Los Peniques se hubieran quedado haciendo standards y swing. Spike Jones. El más loco de los norteamericanos en la década de los ’40. Cuando se habla de música ecléctica es necesario sacarlo a colación, tanto que entre sus clásicos se halla “Esa vieja magia negra” (“That old black magic”). Es seguro que Frank Zappa o los Captain Beefheart le oyeron a través de los gramófonos de sus tatas. Los Rítmicos Porteños. Grupo de Antofagasta que demuestra la importancia de los ilustres de Santiago: Los Estudiantes Rítmicos de la Universidad de Chile. Contemporáneos de éstos, pero estudiantes de primero de humanidades, adaptaron literalmente el particular estilo de los santiaguinos para ofrecernos versiones sicalípticas de foxes del Norte Grande. “La noche de los discos vivientes” Viernes, entre 21:00 y 22:00 horas Radio Valentín Letelier. En Valparaíso, 97.3 fm y 94 am En línea y en podcast, en www.radiovalentinletelier.cl