Benoît Pioulard: Ojos cerrados, corazón abierto Rodolfo Garcíamarzo 13, 2012Entrevistas0 Comentarios Tenemos otra exclusiva de Rodolfo García desde Suiza, esta vez nos presenta una conversación con el cantautor Benoît Pioulard. Fotos de Anneline Cachat y Studio 603 A los 6 años aprendió a tocar piano. A los 14 hizo su primera canción y a los 21 sacó su debut bajo una de las mejores disqueras independientes y pasó directo a los recuentos especializados. Su seudónimo francés le apareció en un sueño. Benoît Pioulard es un músico con una sensibilidad excepcional con tres álbumes bajo el brazo que oscilan entre el folk y lo atmosférico. Radicado en Inglaterra desde hace un par de meses, este norteamericano se acaba de presentar en dos conciertos íntimos en Vevey, Suiza. Su nombre apareció en 2006 entre los mejores discos del año de Super 45 para convertirse en un favorito de la casa. Se trata de su debut Précis, el que grabó con sólo 20 años. El álbum fue editado por Kranky, una de las casas discográficas independientes más respetadas (Deerhunter, Low, Windy and Carl, Godspeed you Black Emperor), quienes eligen con un gusto espartano a quienes quieren fichar. El folk nostálgico de este norteamericano posee un encanto fresco gracias a su sensibilidad y detalles sonoros inusuales. Thomas Meluch, alias Pioulard, tiene ahora 26 años y tres álbumes editados (siguieron Temper, el 2008, y Lasted, el 2010), más una serie de otras ediciones de mediana y corta duración. Su carrera partió grabando CDRs para su familia y amigos a los 17, para plasmar su debut oficial tres años más tarde. Estudió cine, mientras que la literatura y la fotografía amplían su espectro de intereses. No es raro que alguien a la salida de un concierto le diga ‘Ben’, creyendo que su seudónimo es su nombre real. Sus presentaciones en vivo son intensas, apoyadas en loops de guitarras y pasajes atmosféricos e instrumentales. Francia es el país que más lo ha solicitado para tocar. Ecos de lejos Benoit Pioulard comienza su concierto con un largo tema instrumental, tocando la guitarra con un arco de violín. Luego de esta introducción envolvente, comienza a cantar. Cada vez que abre la boca será para cerrar los ojos. Timidez, asegura. Hace sólo tres años que se decidió a tocar en vivo. En la sala hay 30 personas que llenan el pequeño espacio. A este estudio ubicado en Vevey, una ciudad al borde del lago Léman que hace frontera con Francia, en los Alpes, ha llegado gente desde varios cientos de kilómetros para ver el concierto. De Lyon y Marsella, por ejemplo. Hay uno que corea las canciones en primera fila, algo que a Pioulard le ha pasado sólo una vez con anterioridad. Instalado en Inglaterra (Sussex) donde se fue a vivir con su mujer luego de residir en Portland, Thomas Meluch ha hecho el salto para venir, bajo el llamado de Fred, un productor local que hace conciertos en su sala de grabación, el estudio 603. Para asistir hay que inscribirse en una dirección de email, con un cupo máximo de 30 personas. La intimidad del evento recuerda las giras de Smog y Cat Power hace 15 años, antes de que se volvieran nombres conocidos. Al día siguiente, Pioulard hace un instore acústico en la tienda indie de la ciudad, Quixotic Sounds, cuyos responsables organizan el festival Heartland cada otoño desde hace dos años. Lambchop, Howe Gelb, John Parish y David Pajo resuenan entre los nombres de la última edición. Sentado en un pequeño bar al frente de la tienda de discos, Benoit Pioulard contesta esta entrevista -a un volumen de voz tan bajo que a veces el audio se hace incomprensible-, minutos antes del show. Su próxima edición será junto a Rafael Anton Irisarri bajo el nombre de Orcas y saldrá vía Mörr Music, en abril. ¿Por qué elegiste el alias de Benoit Honoré Pioulard? El año pasado estaba trabajando en este disco llamado Benoît Honoré Pioulard plays Thelma, que salió como EP, y tenía un tipo de producción distinta a lo que hago normalmente, más instrumental. Puse el Honoré entremedio par no tener que cambiar el nombre por completo. ¿Y de dónde salió el nombre de Benoit Pioulard? Fue a partir de un sueño que tuve, mientras estaba tomando al mismo tiempo 4 ramos de francés en la universidad. Luego, utilicé ese nombre para unas canciones que grabé y le regalé a un amigo. Al final, decidí seguir bajo ese alias. Sorpresivamente, con el tiempo, me han tildado de preciosista por ello. ¿Hablas francés, entonces? Je parle un petit peu. Tomé clases de francés como durante 7 u ocho años. No lo hablo mucho a menos que me vea forzado, porque siempre me quedo pegado en alguna palabra que no puedo traducir. En París me hicieron una entrevista de una hora en francés y logré superar la prueba, aunque algunos amigos me soplaban las palabras que me faltaban. ¿Cuándo empezaste a tocar música? Cuando tenía 6 años, escuché un disco de Chopin, y le dije a mis padres que quería aprender a tocar piano. Una amiga de mi madre daba de clases de ese instrumento y comencé a aprender. Eso fue durante diez años. En algún punto, decidí que quería tocar guitarra, también. Empecé a hacer cosas con ese instrumento y mi primera canción la hice alrededor de los 14 años. Antes de eso, solía grabar versiones instrumentales malas de canciones que me gustaban. ¿Comenzaste tu carrera grabando discos en CDR? Sí, cuando tenía 16, ya me sentía cómodo con la composición y empecé a sacar ediciones en caset. Estaba muy motivado, entonces hice 3 álbumes entre mis 17 y 18 años. Se los regalaba a mi familia y a mis amigos. Sólo uno de entre ellos, por suerte, logró colarse en Internet, de alguien que lo subió. ¿Te sientes mal por ello? No, para nada. Quiero decir, es muy poco frecuente que vuelva a escuchar las cosas que hacía de adolescente, y me doy cuenta que había un montón de ideas de hacia donde quería llegar musicalmente y que varias de ellas vieron las luz al final en Précis. ¿Grabaste tú mismo las canciones de los discos que han salido a través de Kranky? Sí. Uso un micrófono, un mezclador pequeño y mi computadora. Paso un mucho tiempo experimentando con la forma en cómo captar el sonido, y manipulándolo a través de una máquina de cintas, también un sampler que tengo desde hace 8 años. No me gusta la presión que existe en un estudio de grabación, lo siento como si fuera un trabajo. Tienes un tiempo agendado, y en dos horas tienes que lograr hacer todo lo que tienes en mente. Si hay algo que adoro, es tomarme mi tiempo y explorar todas las posibilidades. ¿Cómo llegaste a firmar con Kranky? Creo que cuando empecé a mandar demos de mis canciones, a unos 14 sellos, pensé en Kranky como la opción menos realista. Me sorprendieron cuando me contestaron y me pedían más temas. Entonces pasé el verano de 2005 grabando seis o siete canciones más. Después de ello me dieron un contrato de grabación. Joe, Mr. Kranky, es muy inteligente, pues no gasta dinero en avisaje, sino que ha construido un público fiel gracias a la buena calidad de la música que saca. Me siento doblemente honrado, una porque me editan, y otra por ser parte de un grupo de artistas que escuché por siempre, como Labradford, Low y otros de Kranky. Cuando Deerhunter se fueron para 4AD, que es un sello mucho más grande, Joe estaba muy contento por ellos, porque pudieron dar un paso más allá, en ningún caso se ofendió o les tomó rencor. ¿Sigues ahí? He grabado un par de temas nuevos, desde que estoy en Europa. Todavía no se las he mostrado a nadie, vamos a ver cómo evolucionan con el tiempo, no hay presiones. ¿Qué te atrajo acerca de experimentar con la música y los métodos de grabación? No lo sé. Creo que me encontraba muy influenciado por la música que escuchaba. Another green world de Brain Eno fue un disco que me marcó. Es de principios de los ’70, tiene 14 canciones de las cuales sólo 4 o 5 son cantadas y tienen una estructura tradicional. Me di cuenta que se podía hacer un álbum así, siendo adolescente, y eso me atrajo mucho. Es una experiencia de escucha, de principio a fin. Me gustaban mucho Boards of Canada, porque grababan de una manera muy interesante, haciendo música electrónica envolvente, sin necesariamente golpearte la cara con un beat que te llega como una mole. También una banda que se llama The Microphones, a quienes llevo escuchando desde hace tiempo. Leí que se llamaban así porque hacían todo lo que se pudiera imaginar con un micrófono. Diario de vida Thomas estudió cine, en realización, historia y estética. Pero, no quería ser parte de esa industria. Tampoco quería ser profesor de ello. Escribe, también, aunque nunca ha publicado nada, excepto un par de historias, y ayuda a su mujer en lo que ella redacta. Guarda un diario de las cosas que le pasan. Cuando escribe algo que le gusta, generalmente lo transforma en una canción. “Mis álbumes son como diarios de vida, cuando los escucho, me remiten a lo que estaba viviendo en ese momento”, comenta Meluch. ¿Cómo sientes que han evolucionado tus canciones a través de los discos? Creo que los álbumes se diferencian a partir de la inspiración de la que surgieron. Los dos primeros son muy tristes porque tratan acerca del fin de relaciones sentimentales, o de cómo una relación que era feliz de repente se acaba. También, acerca de terminar la universidad y no encontrar tu lugar en el mundo, ni saber qué hacer con tu vida. Pero el proceso de composición siempre ha sido el mismo, en base a una idea musical que me anda rondando, y que plasmo agarrando la guitarra y cantando. Voy hilando palabras y frases musicales, ya es bastante natural para mí. Incluso en base a un silbido. Agarro mi grabadora y registro la idea, la que usualmente varía mucho hasta que llego a la versión final. ¿Eres un fotógrafo, aparte? Sí, lo soy. Usualmente, me gustaba mucho usar cámaras polaroid, pero desgraciadamente dejaron de producir películas de revelado. Hay una compañía en Alemania que hace algo similar, Impossible Projects, pero no es lo mismo. Ahora tengo cámaras digitales. Lo visual es importante para mí. Hice una sola exposición en el local de un amigo, pero nadie compró ninguna foto. Mis imágenes se pueden adquirir a través de mi sitio web (www.pioulard.com). Las fotos de mis discos las he hecho yo mismo. ¿La fotografía y la literatura han influenciado tu música? Seguro. Solía leer mucha poesía de TS Elliott cuando tenía 16 o 17 años, amo su trabajo, hay una tristeza muy bella ahí. Ahora me gusta mucho David Foster Wallace. Sus ideas me hablan mucho. ¿Cómo oscilas entre tus canciones más atmosféricas y las más convencionales? Siento una atracción muy fuerte por una música muy lenta e instrumental, del mismo modo que me atraen algunos cantantes folk, como Nick Drake, y cosas como Joy Division, encuentro que es música muy simple y poderosa, con mucha fuerza. También, música basada en cintas y loops. Me gusta jugar con esos conceptos. ¿Qué te parece tocar en Europa en comparación con Estados Unidos? Es muy distinto. Dado el tipo de canciones y de música que hago, hay muy poco agentes de giras que se dedican a ello en EEUU. Es muy difícil encontrar donde tocar. Aquí he sido muy bien recibido, tanto por quienes organizan los conciertos, como por el público. Me parece que aquí son más conscientes respecto a lo que estás mostrando, más despiertos. Girar es muy estresante, aunque me encanta viajar y conocer gente. Además, puedo hacer algo de dinero y el escenario en sí que forma el paisaje acá es maravilloso. En los Estados Unidos, no te pagan mucho, y la gente que te contrata ni siquiera te pregunta si tienes dónde dormir, tienes que encargarte de ello por ti mismo. ¿Has hecho giras por EEUU? Unas tres ahora. Pero, los conciertos no tienen buena promoción y te desanima el encontrarte con dos personas en el público, a veces. Otras, hay gente que habla durante toda tu actuación, sin que les importe lo que estás haciendo. Un show como el de anoche, donde hubo una muy buena respuesta de la gente, no me lo puedo imaginar en ningún otro sitio. Se notaba que era algo especial para ellos. Mi primera gira la hice con Windy and Carl, y ellos me decían que mientras más te alejas de casa, más eres apreciado. ¿Vivir en Portland influenció tu manera de escribir canciones? Yo creo que la única manera en que cambió, es el hacer muchos registros de campo de sonidos de trenes. En mis lugares favoritos en la ciudad, para yacer en el pasto y leer y escribir, siempre había ruido de trenes. Ello, además del ruido de una construcción que siempre llegaba a mi departamento. Era más un estado de ánimo, aunque allá hay muy buena música. Tenía amigos en bandas, aunque nunca me incorporé a la “escena” de esa ciudad. Veía gente tocar música a cada rato, hay un dicho que dice que “todo el mundo está en 5 bandas”. Aunque allá es difícil, debes llegar con tu disco a los locales, y te responden que a lo mejor podrías tocar ahí. Muchos comienzan su carrera teniendo que pagar el lugar donde tocan. Imagino que no has hecho eso… No. Una vez en Francia me pasó de tocar unas tres canciones en Bordeaux en una feria enorme de flores. Unos niños se sentaron a mirar, algunas personas se preguntaban quién era, otras escuchaban media canción y luego seguían comprando flores. No era como un micrófono abierto donde se te acerca a cada rato un tipo para preguntarte si todo está bien (con aires de que ya es hora de que te vayas). El efecto Pitchfork Maltratado por la red más leída de músia indie, Pioulard prefiere remitirse a los dichos de Frank Zappa: “Si te gusta bueno, y si no, bueno, entonces no”, e insiste en la necesidad de hacerse una imagen por sí mismo de lo que oyes. ¿Qué te pareció ser tratado de ‘idiot savant’ en Pitchfork? No lo sé. Fue la primera vez que alguien decía algo malo de mí. Era muy incoherente, pues si bien en la reseña el autor alababa mi disco, le dio una muy baja puntuación, como 5 o 6 puntos, sobre 10. Ser un idiot savant es alguien que no puede funcionar en la sociedad pero que es realmente bueno en ciencias, yo creo que quien escribió aquello ni siquiera sabía lo que quería decir la palabra de verdad. No creo que por ser torpe o tímido a veces merezca ser tratado de esa manera. Sobretodo en la revista de música más leída actualmente… Yo creo que quienes escriben ahí, no son necesariamente los mejores críticos en la escena. Creo que se quedan muy pegados con el hype, o lo que está en onda. Hay gente que se interesa de verdad en la música como un movimiento o fenómeno cultural y que respeto, como Simon Reynodls. A veces creo que la gente que no toca música no es la más adecuada para hablar de ello. Es mejor hacerte una imagen de la música por ti mismo. Hay algo triste que se llama el efecto Pitchfork, y es que los dueños de las tiendas de discos encargan o dejan de comprar discos según cómo son calificados ahí.