La reedición del catálogo completo de Shogún a través de iTunes nos dio la excusa perfecta para conversar con el esquivo Cristián Heyne acerca de las bambalinas de los Grammys, sus oficios como productor, de la consecuencia, de su música y de la que produce para otros.

Fotos de Rodrigo Ferrari

“Javiera siempre me molesta con esto… con que me gustan puras cosas chinas. Y lo divertido es que no son chinas”, dice Cristián Heyne mientras llega a la mesa una bandeja con sushi. Se refiere a Javiera Mena, una cantante que él ya define como su “socia” y que, como puede comprobarse líneas más abajo, Heyne admira sin tapujos, y por la razón más sencilla de todas: el avasallador talento de Mena.

Para entender la potencia de la declaración, hay que entender, un poco, al personaje que Heyne ha cultivado, tal vez sin quererlo del todo, a lo largo de su carrera: dueño de una presencia física casi amenazante, que es contrarrestada de inmediato por su manera pausada de hablar, casi narcótica, Heyne es por una parte, para mucha gente, un productor musical eficaz y obsesivo, capaz de entregarle a la industria productos irresistibles. Por otro lado, y quizá para menos auditores, es el autor, como Shogún, de discos de sofisticada fragilidad, en los que melodías complejas articulan sentimientos dolorosos, casi mutilados.

La persona -el personaje- de Heyne se completa con una fama de recluso que sólo se compara con la de Howard Hughes, con una obsesión por los rincones más oscuros del alma humana que lo pone a la altura de un Lovecraft criollo y con un olfato musical digno de Phil Spector.

Por eso, hay otro gesto igualmente importante, que fue el que motivó esta entrevista. Heyne, que no tiene miedo de criticar de la manera más dura su propio trabajo, anunció que hará pública toda su discografía a través de iTunes. Lo que no deja de ser llamativo, aunque tampoco significa que Heyne se haya convertido en otra persona. O en otro personaje. “No, no creo que yo vaya a cambiar. Dudo que me convierta en otra persona. Yo me siento cómodo así como soy”.

HACIÉNDOSE GRANDE DELANTE DE LA GENTE

¿Por qué decidiste recuperar tu repertorio? ¿Qué cambió?

No sé si sea culpa de los nuevos tiempos, pero definitivamente la música está ahí grabada y me parece esquizofrénico mantenerla oculta, escondida. No tiene sentido. O tal vez lo tuvo en algún momento, pero ya no. Hoy la discusión es mundial, y estoy contento de que toda la gente la pueda escuchar. Voy a subir todos mis discos a iTunes, pero no voy a reeditar nada en disco físico. Lo que pasa es que a mí se me pierden los discos. Nunca me ha importado el formato, y ahora menos que nunca.

Tus primeros discos tuvieron ediciones pequeñas… el que alguna vez editó un sello grande, hoy está descatalogado. El doble, La rata, lo vendías tú directamente y los posteriores los editaste vía MP3. ¿Esta es la primera vez que la gente tiene tan a la mano tus discos?

Sí, es la primera vez. Fue un proceso gradual. Con la distancia del tiempo, me doy cuenta de que mis discos fueron cada vez más inaccesibles, De Alma hice 50 copias, Six estuvo disponible por muy poco tiempo, y después Fuego, La rata y El brujo. Después de cortar mi relación con EMI fue todo cada vez más inaccesible.

Vamos a partir con El Brujo y La Rata, después Alma, Demonio, y con Disconegro voy a ver si llegamos a un acuerdo con el sello, porque como soy un productor de la industria supongo que hablo en otros términos con ellos. Y si no se puede, por último edito los demos de Disconegro, que se parecen bastante al disco final.

¿Y vas a tocar alguna vez? Digo, pensando en promocionar esta reedición

¿Volver a los escenarios? ¿Y para qué? Yo ya no toco en vivo. Bueno, tal vez alguna vez, pero no lo veo ahora. Tal vez eso sea un gesto relacionado con algo.

Pero cuando Gepe lanzó Audiovisión sí tocaste junto a él en el GAM.

Sí, es cierto. Me costó mucho hacerlo, estuve a punto de no ir. Pero es Gepe, y a él lo quiero mucho.

¿Y después de la excepción no hay nada más?

Para mí marca un momento, por lo menos. No sé qué viene después. O sí sé, estoy sacando un disco nuevo, tengo algunas canciones, y una idea para el arte. Lo que está pasando ahora, con la libertad y el control que un músico tiene para distribuir su música, es revolucionario. Yo lo veo desde otro lado, también. Soy arte de los comités del Latin Grammy, este año participé en el Core, que es el comité de revisión de los discos presentados al pop. Estuve escuchando a todos los nominados de cada país.

¿Y cómo son esas reuniones? ¿Qué hace la gente, escucha todos los discos que salieron ese año?

Todo lo que los sellos, la industria y los independientes presentan: yo mismo presenté los discos que produje.

Siempre me han llamado la atención las categorías de los Grammys, suenan demasiado inventadas como para que gane alguien: “mejor intérprete de pop masculino en un musical o película animada”…

Es que esas categorías la academia (del Grammy) para poder organizar los premios de algún modo. Y bueno, lo que te decía, el año pasado había mucha resistencia a decir, en estos círculos, que la industria estaba en problemas. Pero ya no, está aceptado. Los agregadores permiten que cualquier persona, en cualquier parte del mundo, pueda escuchar cualquier cosa. Todo.

Eso fue útil en Mena, el segundo disco de la Javiera: saber que no necesitábamos a nadie nos hizo ahorrar mucho tiempo e intermediarios: en 24 horas vimos cómo la gente ya lo estaba comprando. La distribución es mundial: escuchas y pagas con tu tarjeta de crédito. Y como este gobierno se ha encargado de que todos tengamos una tarjetita…

¿No te preocupaba antes que tan poca gente tuviera acceso de verdad a tu música? Hay una paradoja en eso de publicar pero esconder después…

Me he encontrado con tanta gente que me pregunta cómo conseguir mis discos… pero creo que eso es un problema más bien para mi psicólogo. Es un paso necesario en mi cabeza, un paso de madurez. Y espero seguir así por un tiempo largo. No espero nada más. Nada. Que la gente que quiera escucharlos, los escuche, eso es todo.

ESTOY RODEADO DE VIEJOS ESFÍNTERES

¿Te parece que la industria chilena tiene cabida para cosas como tu música? Como productor, ¿cuál es tu opinión sobre la industria?

En Chile la industria es más bien artesanal. Hay fenómenos muy masivos, como Américo o Manuel García, artistas populares, que funcionan en sus conciertos y con su público, y que da para hablar de que aquí hay algo parecido a la industria. Pero son casos puntuales. Yo entiendo que una industria mecaniza los procesos y crea hábitos de consumo. Aquí no hay nada de eso.

Aunque con Javiera Mena decidimos trabajar al estilo “vieja escuela” ahora recién para su nuevo single: editar discos físicos y dejarlos en las radios, armar insertos de prensa… porque aunque no necesitemos esos canales de distribución, lo que va quedando de nuestros medios de comunicación funciona todavía con los códigos de antes.

¿Piensas que tus discos como Shogún habría tenido una suerte distinta si hubieras hecho esa pega?

No, para nada. No me molesta haberme aislado de los procesos que significan que uno es un artista en Chile. No es fácil. Y lo veo día a día con las personas con las que trabajo. Estoy súper cómodo con la manera en la que he hecho las cosas. Probablemente lo que más me incomodó fue estar en los Christianes, sobre todo cuando comenzó a funcionar como una banda. Pero no me arrepiento de ninguna decisión. Suena muy cliché, pero es cierto: he aprendido de todo lo que he hecho. Encuentro entretenido producir discos sin pensar en el mercado de acá.

En 1997, cuando hice el Disconegro, tenía la intención de hacer algo bueno, estaba toda esta fiebre por “gustar afuera”. Y en ese tiempo, además, estaba la imposibilidad absoluta de que alguien de afuera llegara a escucharte. Yo siento que salí de la universidad, un poco, cuando abandoné esa manera de pensar las cosas. Los Gepes, las Javieras, los Michita Rex, todos ya no tienen esa mentalidad, esa desesperación. Uno lo entiende cuando ve a Javiera o Álex Andwanter cantando en Monterrey ante un público que corea sus canciones, que se las sabe de memoria.

Esta es una gran época. Nunca en la historia se había consumido tanta música como ahora, y es muy grato que ya no existan esos viejos esfínteres de la radio que controlaban todo con su pésimo gusto.

Hablando de gusto. ¿Cómo escoges a los artistas con los que trabajas?

Las cosas que yo produzco siempre han tenido un techo. Y los discos que no he hecho yo, y que me gustan… yo sé que si las hubiera producido yo habrían quedado peor. Por ejemplo, Gepe me mandó hace poco una canción que grabó en el computador de su casa, con el mismo micrófono con el que habla por Skype. Y yo creo que esa misma es la versión que va a quedar en el disco, a pesar de que después grabamos otra que supuestamente era mejor. Creo que va a emocionar igual.

A mí me gustan la emoción, la fragilidad, la intensidad. Claro que todo depende de las intenciones del proyecto. Pero al final es la emoción, todo es la emoción. Eso que hace que alguien cantando algo que es irrepetible. En una canción cualquiera, la toma con más errores probablemente es la que más funcione.

LA COMIDA ES PRIMERO, LA MORAL VIENE DESPUÉS: EL CREDO DE UN PRODUCTOR

Alguna vez hablamos de eso y recuerdo que me dijiste que había algo obsceno en la repetición perfecta, en actuar una emoción ante un público. Si no me equivoco, desconfiabas de eso, de ese fingimiento…

Yo no tengo un rollo moral con eso como productor. Como artista sí. Mira, el año pasado fui a dar una charla ante productores musicales… fui porque me pillaron volando bajo. Pero fui igual, y me di cuenta, mientras presentaba mi trabajo, de que veía las cosas de manera muy distinta entonces… como artista, digo.

Tus ambiciones como artista, en ese sentido, nunca han entrado en conflicto con tus intereses como productor… quiero decir, en este contexto de “diálogo mundial”, cualquiera puede aspirar a ser famoso, y como productor, tú puedes lograr que así sea… pero con tu música nunca hiciste eso.

Siempre va a ser independiente. Ni Álex ni la Javiera nunca le van a hacer la competencia a Pitbull o Shakira. Supernova, por otra parte, sí apuntaba a ese mainstream. Ahora, Javiera y Gepe son unos iluminados. Y todos los artistas de su generación tienen cosas buenas, Fernando Milagros, el disco de Camila Moreno está quedando bueno, Dënver tienen una capacidad melódica envidiable, Álex es muy prolífico… pero Javiera y Gepe me generan una sensación que es inexplicable.

Yo creo que las letras de Javiera van a ser algún día el objeto de análisis sesudos. Gepe y la Javiera no son conscientes de lo que hacen: nada en ellos es pose. Se acercan con pureza a su arte, y cuando posan, hasta les sale mal. Yo creo que hay que tratar de emocionar con el arte, con lo que uno hace. Eso es todo.