Se hizo esperar pero, finalmente, sobre el cierre del 2004, llegó la esperada edición de Después (EMI), la nueva producción de Daniel Melero. Tras varios años de silencio musical –Vaquero apareció en el 2001– el ex líder de Los Encargados apuesta por un 2005 más en contacto con un público que lo ha extrañado demasiado. Sin dudas, Después es el disco del año en Buenos Aires.

La mayoría de los encuentros con Daniel Melero se dan cita en “La Barra”, una fonda atendida por españoles muy cercana a su departamento, frente a la estación de trenes de Retiro. Allí el músico juega de local, comparte chistes internos con el mozo, Ramón, y responde los saludos de los vecinos que pasan por la vereda y lo reconocen.

Esta vez no será la excepción; incluso, en un momento la charla se verá interrumpida por el guitarrista de Babasónicos, quien le trae un disco autografiado por toda la banda (¡cada uno firmó la foto de su cara!) para un “chico que trabaja en el supermercado de mitad de cuadra”.

Lo cierto es que luego de esperar ansiosamente todo el año, llegó el momento de disfrutar de Después, un disco heterogéneo que combina un gran hit como ‘Amor en pie’ con tremendas canciones como ‘Besar’, ‘Nadie sabe amar’ y ‘Sin respuestas’, y con cortes que presentan una novedosa impronta dub, como ‘Redes vivas’ y ‘La llamada’. El álbum, además, tendrá su versión ampliada en cinco discos que incluirán “tres gigabytes y medio de información”, para los que se queden con ganas de más.

Bajo el amparo de su banda, un grupo de jóvenes músicos que lo estimulan a mostrarse cada vez más activo, a Melero se le nota contento, satisfecho con un nuevo trabajo que lo vuelve a ubicar en el lugar que se merece.

—¿Por qué se hizo esperar tanto esta nueva producción?
—Éste es el disco en el que me he tomado más tiempo para hacerlo. Quizás haya sido producto de estar muy desorientado, pero de manera disfrutada. Lo bueno de todo esto fue que al pasar mucho tiempo, musicalmente fui atravesando por diferentes cosas y esa diversidad quedó reflejada en las canciones, e incluso hasta en la tapa del disco. Creo que esta diversidad es lo que lo diferencia de mis discos anteriores, que se cerraban en una sola temática (Piano, Tecno, Vaquero).

—¿Qué reglas internas utilizaste para tener claro cuál era el momento de cerrar este disco?
—La mayoría del tiempo estoy grabando, pero hay un momento en el que me doy cuenta de que entre todo lo que grabo hay una idea. Por suerte algunos tenemos la vanidad de expresar esas ideas públicamente, y esa vanidad nos indica que nuestra opinión puede transformarse en un disco. En este caso, esto pasó a fines del 2002 a través del trabajo online con dos músicos jamaiquinos (Jah Riddim y “The Source”), a quienes conocí navegando punto a punto computadoras con información de géneros musicales. Les pasaba texturas y ellos me devolvían líneas de bajo y batería grabadas en su casa. Así surgieron los primeros dubs del disco. Luego aparecieron algunas canciones que me resultaron interesantes. Todas estas cosas, en vez de chocar, comenzaron a convivir con un trabajo más profundo realizado con lo músicos.

—¿Cuál fue la ingerencia de tu nueva banda en la producción del disco?
—Este es el disco en el que mis músicos (Leonardo Santos, Yuliano Acri, Gonzalo Campos y Germán Lentino) tuvieron mayor participación. A punto tal que diría que ellos son un grupo de productores al que amalgamo como si fuera un director de arte.

“Mis ideas son las que más me aburren. Me atrae mucho más ver cómo articulo una idea de otro dentro de un contexto que determino. Y creo que, en definitiva, en este disco me transformé en un posproductor de los productores de Melero, aunque esto suene medio maradoniano…”

—¿Y por qué elegiste la opción de editar además un disco quíntuple?
—Al aparecer los músicos con sus ideas, a mí se me ocurrieron nuevos métodos de producción. Así es como tomamos temas muy distintos para reproducirlos entre sí. Del encuentro entre dos o tres canciones surgió una cuarta que nos trajo la posibilidad de apuntarles a las demás los sonidos utilizados en esta última, o compartir sonidos en temas que empezaron a formar nuevos híbridos.

Este sistema permitió que se produjera una evolución natural de los sonidos y de las canciones, que derivaron en el material de estos cinco discos.

—Tuviste pocas pero buenas experiencias en vivo en el 2004, ¿vas a tocar un poco más este año?
—Sí, y en esto mucho tienen que ver aquí también mis músicos. Ellos me protegen mucho y, más allá de su juventud, son tan dúctiles que podemos salir a tocar sin listas de temas. Aunque tengamos un lineamiento general, el show va teniendo un desarrollo que tiene más que ver con cómo nos afecta el público o cómo lo afectamos nosotros.

“Además, el convencimiento de que lo que pasa es cierto y válido es lo que me renueva las ganas de tocar. El espectáculo es ver la entropía que hay con los músicos y el soporte debe estar en la música y su teatralidad, lejos de la parafernalia lumínica y escenográfica de estos tiempos de festivales. Creo que muy pronto vamos a estar aburridos de ver gente manipulando perillitas. La música volverá a ser teatral y, como espectadores, vamos a querer más espectáculos sin red”.

—¿Por qué ahora sí tenés un sitio en internet (www.danielmelerodespues.com.ar)?
—Poner una página web implicaba para mí estar a la altura de mi discurso en contra de las mayorías de las páginas. No hay nada más aburrido que entrar al sitio online de un artista. Pero esta vez encontré en Leonardo Santos –baterista de la banda y diseñador gráfico– a alguien que estéticamente y tecnológicamente puede manejar el tipo de recursos que a mí me interesan.

“Así es como me convencí de tener mi página, que irá mejorando lentamente con cosas como “el invitado sonoro de la semana”: alguien va a poner cinco temas y quiero que Ramón –el mozo- sea uno de los primeros. Una especie de voyeurismo sonoro social en el que se mezcle gente que tiene una relación profesional con la música con otros que sólo la disfrutan”.

—¿Pensás que estás rindiendo examen con cada disco?
—Creo que más que nada esto me pasó con Vaquero. Con ese disco hice algo que siempre me gustó: trabajar con ideas que no tienen hype. Hubo gente que, tan focalizada en la tendencia, llegó a creer que no me daba cuenta de que estaba haciendo un disco con sonidos que podríamos denominar “comunes”. Pero muchos no quisieron mirar si eso, en definitiva, era un mensaje. En ese caso, como ahora, a mí me pareció valiosa la idea y la llevé a cabo.

“Nunca hice las cosas para ser de vanguardia; en el mejor de los casos, soy contemporáneo. De todas maneras, la mayor presión siempre me la meto yo. No me preocupa cambiar entre disco y disco, pero sí me interesa que lo que estoy tratando de decir valga la pena. Si tengo esa vanidad, ahí hago un disco”.

Procesos, decepciones, revoluciones: sus ideas según pasan los años

“Los que dicen que no soy músico tienen razón, de alguna manera. A veces usamos la misma palabra para designar cosas distintas. Cuando el teatro se pudo registrar en un filme, pasó a llamarse cine. Cuando la música se pudo grabar, no cambió de nombre. Mi música está totalmente ligada a los procesos de grabación.” (Clarín, 1993)

“Estoy convencido de que el rock de hoy está ocurriendo en una habitación, en manos de tres o cuatro haciendo algo que no imaginamos, y que va a traer consecuencias dentro de un tiempo. Lo que entiendo por rock nunca es masivo. Creo que es elitista, pertenece a una elite de decepcionados, de músicos que no saben para dónde ir y que están buscando un renacer del espíritu de su música; tiene que ver con gente trasnochada que no sabe qué hacer con su vida.
(Página 12, 1999)

“Desconfío de la capacidad de la música rock para hacer revoluciones. Creo que las revoluciones ya no pasan por el rock sino por otros lados. El uso del internet, por ejemplo, es un lugar por donde estoy seguro que puede llegar la próxima revolución cultural y social. Tampoco creo en la experimentación en el campo de la música, porque ya fue desde el silencio de John Cage a la cacofonía de Sonic Youth, mientras que en el medio existió la canción, la electrónica y los sonidos de los instrumentos acústicos tocados de manera perversa”. (Agencia TELAM, 2001).

Fundamental Melero: una minibiografía

1986: Se edita tardíamente Silencio, el disco debut de Los Encargados, quienes se habían formado en 1981. Incluía entre otras canciones: ‘Orbitando’, ‘Sangre en el volcán’ y Tratamente suavemente’. Ese mismo año participa, en teclados, en el disco Oktubre, de Los Redondos.

1988: Llega Conga, su primer disco solista. Para esa época además comienza su acercamiento a Soda Stereo, con quienes participa en tres discos: Canción animal (1990), Rex mix (1991) y Dynamo (1992).

1992: Forma una dupla con Gustavo Cerati para presentar Colores santos, y se convierte en uno de los productores preferidos de las nuevas bandas de la movida sónica. En todos estos años, por sus manos -como productor o como encargado de la mezcla– han pasado bandas como Todos tus Muertos, Babasónicos, Los Brujos, Avant Press, Leandro Fresco, Victoria Mil, Los Látigos, Entre Ríos y Suavestar, entre otros.

Entre 1994 y 1996 surgen dos discos imprescindibles para cualquier fanático de la canción pop: Travesti y Rocío.

En 1998 accede a producir al grupo viñamarino Canal Magdalena y en el intertanto edita dos álbumes en Chile: 1 (aparecido en el 2003 como M) y 2 (que luego se publicaría en Argentina como Piano).

Luego, lo más conocido: Piano (sus canciones despojadas se resignifican a través del piano y su voz), Tecno (su particular visión de la electrónica en el ¡2000!) y el más reciente –y mirado por muchos de reojo- Vaquero.