Heima quiere decir “en casa” en islandés y estar en casa es entrar al Atlántico y hallar la isla más pura de Europa. Es el hogar de los músicos de Sigur Ros, que luego de años en gira, vuelven para hacer una serie de conciertos gratuitos en diferentes espacios públicos. Las cámaras están allí para registrar el fenómeno que resulta este peregrinaje en la singular comunidad de Islandia. La consecuencia es Heima, el documental de Dean DeBlois que el Cine Arte Alameda está proyectando sólo por una semana y fue estrenado exitosamente el pasado jueves 22 de mayo.

“He sido un fan de la banda por muchos años. Me acerqué a ellos a través de su manager, le dije que era un realizador y quería trabajar algún día con Sigur Ros, tal vez en una película”, cuenta DeBlois al teléfono con Super45. En enero del año pasado, lo llamaron para contarle que habían intentado hacer un documental sobre la banda, pero que no les gustó el resultado. Así que estaban buscando a alguien que se encargara de la película y le diera una forma, las imágenes de la gira estaban registradas. “Miré todas las grabaciones y comprendí que la historia era la de una banda que había viajado a través del mundo por siete años”, recuerda.

Mientras Sigur Ros dejaba sus sonidos expansivos en Japón, Estados Unidos, Canadá, Francia, Portugal, Alemania, Italia, sucedían cosas en Islandia. El pacífico pueblo nórdico estaba dividido entre quienes querían a toda costa el desarrollo de un país industrializado y confiaban en que la fundidora de aluminio y las represas que alimentan esta industria, revitalizarían la economía local creando trabajos, tal vez en los fiordos del este e invirtiendo la tendencia a emigrar. Pero había quienes preferían explorar otras opciones o vivir una vida rústica, antes que romper glaciares, secar cascadas, ahuyentar a los búhos y destruir evidencias arqueológicas de leyendas épicas.

DeBlois quería mostrar Islandia hoy como una fotografía y evidenciar sus contradicciones. “Hay mucho dinero entrando a Islandia, se están deshaciendo de las casas viejas, vendiendo la naturaleza, tratando de convertirse en una gran ciudad cosmopolita. Se está perdiendo mucho y los muchachos de Sigur Ros lo entienden. Por eso la película intenta celebrar lo que es grandioso de Islandia y lo que eventualmente se perderá”.

Esta era la atmósfera cuando los músicos de Sigur Ros volvieron a tocar en galpones, escuelas y praderas de Islandia; en shows acústicos, eléctricos, íntimos y masivos. Llegaron cientos de personas de todas las edades a escuchar las agudas melodías que salen de la voz de Jónsi Birgisson y el bajo de Georg Hólm, sumergiendo en sus cuerdas la espesura de la música de Sigur Ros, refrescada por el teclado de Kjartan Sveinsson y la intensidad en la batería de Orri Páll Dýrason.

“No se dieron cuenta que se iba a transformar en un gran evento que unió al país. Eso es lo que pasó. En la mitad de los conciertos hubo diarios que empezaron a decir que el esfuerzo de montar estos conciertos gratuitos estaba uniendo al país. Esa era la historia que valía la pena contar”, cuenta Dean.

Eso se transmite en Heima, a través de los rostros alcanzados por la música intimista de Sigur Ros; la complicidad del pueblo de Islandia entre ellos y la alusión a sus vidas inmersas en la naturaleza, tan propia, es manifiesta en las imágenes del documental. Flashbacks del origen de la Tierra en medio de cada uno de los largos y envolventes temas de Sigur Ros. Imperdible.