Músico y productor, la distancia de una vida en Berlín no le impide mantenerse vinculado a la cantautoría y el pop hoy en marcha en Chile. A punto de viajar a Santiago para un nuevo encargo de trabajo, Mowat observa la actual cantautoría local como un vibrante desafío laboral y creativo.

Texto y fotos: Marisol García

Al revés de la norma en los productores, es muchas veces Mowat quien se acerca a los músicos con quienes le interesa trabajar. Fue lo que sucedió con (me llamo) Sebastián, junto al cual preparó hace dos años el aplaudido El hambre; y también con Leo Quinteros, cantautor con el cual ha levantado ya tres discos, incluyendo el quieto y cálido Antártica (2013) y el tarareado Los accidentes del futuro (2007). También su sociedad reciente con Colombina Parra (“Berlin song”) o más distante con Chinoy (Que salgan los dragones, 2009) han sido las de un productor curioso, que, en sus palabras, considera a la música también como «un cauce de información. Estar al día es parte de mi trabajo».

Es un detalle relevante enterarse que esa cercanía no es geográfica. Mowat vive hoy muy lejos de la escena de cantautoría de la que busca estar al tanto, y a la que moldea con encargos constantes desde al menos 2007. Llama barrio a Wedding, en la parte norte de Berlín, ciudad a la que llegó hace una década. Luego del paso por la carrera de Música en la Universidad de Chile, en la capital alemana se perfeccionó primero con estudios de composición y dirección de orquesta. Hoy es un convencido defensor del autodidactismo.

«La formación musical académica me dio muchas herramientas, pero mi interés principal estuvo siempre en el cruce —explica—. Hay músicos que se enfocan en la tradición, y no salen de ahí. Mi mirada es que es la actividad de los creadores contemporáneos, con los que puedes rodearte día a día, la fuente de aprendizaje fundamental».

En parte por eso, y pese a la distancia, el nuevo pop chileno no deja de parecerle «vibrante», además de una fuente de trabajo inagotable. De aquí a fin de año debiesen conocerse sus trabajos recientes con la banda hardcore Tenemos Explosivos y con los cantautores Diego Peralta y Felipe Cadenasso. Están, además, sus encargos extranjeros, como para la española Laura López Castro, los berlineses Godmother o el británico David Gaffney. A una década de su salida de San Bernardo, hoy Mowat es un profesional de la música a tiempo completo. Su mirada informada y su entusiasmo aportan en práctica y en teoría a cómo pensamos las canciones que hoy se están haciendo en Chile.

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Las alianzas con Mowat suelen exceder el tiempo originalmente contemplado. Con gente como Cadenasso, por ejemplo, el músico y productor ha estado ocupado en dos cauces: la mezcla de su próximo disco solista y, a la vez, el trabajo en un álbum a dos cabezas compositivas:

«Lo he dicho antes pero para mí Cadenasso desarrolla lo que puede considerarse el nuevo folclor chileno. Su estilo no es exactamente el de la trova, es más sorprendente y pop que eso. Es muy estimulante para mí tener cerca a un músico como él».

—El trabajo para su disco a dúo ha sido a distancia.
—Claro, como el de Brian Eno y David Byrne [se refiere al disco Everything that happens will happen today, de 2008]. Jamás pensé que iba a funcionar escribir poesía junto a alguien, y así lo hemos hecho. Comenzamos a enviarnos versos por correo, en una dinámica de envío y respuesta. Se produjo algo muy interesante.

En otra dinámica, el venidero Colombina & Mowat afirmó también al músico y productor en una creación a dúo. El disco es una colección de canciones del propio Mowat con textos y voz de Colombina Parra («la mayoría de los instrumentos fueron grabados en Berlín, con la excepción de su voz que la grabé en un viaje a Chile»). En la ex Los Ex, el músico dice haber encontrado «una voz personal, sorprendente. Es estimulante el desafío que ella le impone al trabajo que emprendemos, que nunca ha resultado cómo yo podría haberlo esperado. Lo digo en el mejor de los sentidos».

—Pareciera como si las colaboraciones que emprendes derivan en una relación creativa más profunda que la que debiese darse en un encargo profesional. ¿Tendrá que ver con que tú también eres músico?
—No lo sé, pero es cierto que en mi trabajo se han solificado relaciones. Con el Leo [Quinteros], por ejemplo, no necesitamos ni buscarnos: coincidimos cuando los dos sabemos que se está forjando algo. Soy muy fan de su música, y casi necesito trabajar con él cada cierto tiempo. Pero, a la vez, eso no quita que siga buscando otras cosas. Si alguien se me acerca porque escuchó un disco mío y le gustó se trabaja con una ventaja ya avanzada.

Mowat publicó hace cuatro años el disco Anglia. En 2008 había debutado con EP#1. Son dos trabajos de guía electrónica y a la vez vocal (con un fino trabajo de armonías, como en “Trampas para oso”), que intrincan programaciones, guitarra y piano. Las palabras salen allí casi siempre en castellano, y los pasajes sonoros integran ánimos dispares, a veces quietos, a veces agitados. Son discos quizás sorprendentemente apegados a la canción para provenir de un productor, pero a la vez con prolifidad de recursos y atmósferas como para circunscribirlos puramente a la trova.

El músico considera que su autoexigencia como compositor es también la de una escena que hoy resulta excepcionalmente desafiante.

—Hay algo que pasa ahora en Chile, algo súper interesante —estima—. Para mí es impresionante, porque incluso estando acá en Europa descubro cosas chilenas que me vuelan la cabeza, y que probablemente son más interesantes que lo que pueda escuchar en Berlín. No puede negarse que el medio musical chileno es precario, pero también creo que ha crecido tanto que hoy puede pelear de igual a igual con cualquiera. Sinceramente, me siento como bendecido por estar cerca de esta generación específica de músicos.

—¿Tanto como para viajar con más frecuencia a Santiago?
—Me encantaría pasar medio año allá. Son cosas que sueño, que no puedo concretar todavía. Al menos, por ahora, mi decisión es mantenerme cerca. La música chilena es hoy mucho aprendizaje para mí.

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Mowat según Leo Quinteros, Colombia Parra, Felipe Cadenasso y (me llamo) Sebastián.

Leo Quinteros: «Mowat tiene la habilidad de adecuarse a la dinámica personal del que está grabando; por lo menos, en mi caso. Cuida el proceso desde un punto que no es invasivo. En mayor o menor medida los nervios de los intérpretes se expresan en caprichos: que apágame la luz, que si hay o no hay algo para tomar, que súbeme los audífonos, que qué fea esa silla, etc. Mowat sabe manejar esas situaciones y, al mismo tiempo, mantener el control de la grabación como algo separado. Está atento a lo que está grabando; no al plug-in que está usando. En resumen: sabe que una sesión de grabación es más que sólo grabar.

Lo otro, es lo que hace como ingeniero. Antes que mezclara Antártica, hizo una residencia en Francia, algo así como un workshop de mezcla. Ahí creo que vio algo que se nota en su trabajo: las mezclas son muy pulcras pero muy libres a la vez; tienen movilidad, no son estáticas. Una de las cosas que me llamó la atención cuando lo conocí, fue que había estudiado dirección de orquesta; o sea, puede ofrecer una mirada general, al todo, a la música, que no es algo en si misma sino un resultado. A veces, cuando uno graba, te fijas en muchos detalles, porque todo está en construcción, y alguien que mantenga la mirada general —del resultado, de lo qué esta sonando finalmente— es fundamental. Give it up for Mowat!».

Colombina Parra: «Con él hice un trabajo que no he hecho con nadie. Me mandó unas canciones y me dijo que quería que yo las cantara. Las escuché y me apropié de ellas de inmediato. Algo en su composición me sedujo y me hizo experimentar dentro de misma una nueva manera. Nunca he aceptado ninguna comunión con otro músico porque no me gustan las uniones creativas forzadas, que por lo demás son muy comunes en el ambiente musical. Y aunque siempre les he hecho el quite, aquí había un trabajo sensato y delicado al que había que prestarle atención.Trabajamos a distancia: él en Alemania y yo en Chile. Hicimos un disco que está guardado y que en algún momento aparecerá a la luz».

Felipe Cadenasso: «Cualquier músico que trabaje con Mowat está en una posición ventajosa. Ordena el proceso, lo conduce, es eficiente, tiene un gran entusiasmo por llevar las cosas adelante y creo que saca lo mejor de la propuesta. Es un lujo trabajar con él. Tenemos en común el gusto por los timbres cálidos, más opacos, sin abusar de los brillos. Respetamos la dinámica en la música; “el aire”, como se dice.He aprendido muchas cosas de Mowat, y me resulta imposible separar lo personal de lo profesional ya que en este caso van de la mano. Lo primero es su entusiasmo por la música, por las composiciones y el sonido. Más que por las enseñanzas, colaborar con él ha sido inspirador».

(me llamo) Sebastián: «Trabajar con el Mowat fue súper genial. En el proceso aprendí muchas cosas sobre producción de las que no tenía idea. Además, siempre estuvo dispuesto con cariño a conversar y a escuchar mi visión de la música y a ponerse a disposición de mis ideas. Él me metió el bichito de tocar con una banda más tradicional, y que es lo ahora estoy ocupando en la grabación de mi disco nuevo. Por si eso fuera poco, gracias a él conocí a gente excelente que me ayudó mucho y con la que hasta hoy soy amigo y tocamos juntos; gente como Ítalo Arauz, Cadenasso, Antonio del Favero, Natisú, La Tienda Nacional y muchos máximos del mundo indi. El Mowat es un bacán y nuestro trabajo dio frutos hermosos».