Hungría se llama el esperado segundo álbum de Gepe. Más pop y experimental que Gepinto, pero no menos amable. Canciones que entregan respuestas simples y emociones en bruto. Un compositor sensible, en su hora cumbre.

Encerrado en su estudio de grabación, Daniel Riveros decidió intentarlo por última vez. Era la enésima toma que hacía para ‘Elegancia y transmisión’, una vieja canción de guitarra y voz a la cual seguía sin darle forma. Sentado frente al micrófono, volvió a rasguear las cuerdas y, al llegar al estribillo, musitó las palabras “una tragedia”. Ahí ocurrió lo impensado: una parte del techo acústico del estudio cedió y se desplomó sobre su cabeza, derribando parte de las instalaciones y obligando a suspender las grabaciones. Él, se salvó de milagro. La canción, no.

–El tema quedó fichado para siempre -recuerda-. No hubo manera de volver a retomarlo. Se volvió yeta y tuvimos que dejarlo fuera…

Lejos de las supersticiones, el instinto es un lugar común en el imaginario de Riveros, más conocido en el mundo musical como Gepe. Hace cuatro años, cuando emergió en la reducida escena musical chilena, lo hizo con un estilo muy lejano a la formación teórica y los esquemas tradicionales. Desde su inusual fórmula de tocar la guitarra con acordes inventados, hasta su capacidad de fusionar el compás de las cuecas con el rock en el dúo Taller Dejao, se transformó en el arquetipo del artista inquieto y desideologizado capaz de nutrirse de búsquedas sonoras a pulso. Primero, a través de un puñado de canciones desprolijas que dieron forma a su prematuro EP 5×5; luego, en las melodías reposadas del alabado y consagratorio Gepinto; y hoy, con el pop más experimental de Hungría, su nuevo disco, uno de los lanzamientos más esperados del primer semestre del año.

“Es obvio que existe una presión extra por responder a las expectativas que forjó Gepinto”, reconoce Gepe, mientras toma un jugo de papaya sentado en un bar de Providencia. “Pero mentiría si se volvió una carga adicional. En el estudio, soy un obsesivo por naturaleza, y me preocupo de todos los detalles, incluso de los que van a venir después, como la puesta en vivo”. En esta ocasión, Gepe tomó el camino más largo: llamó al productor Vicente Sanfuentes (a.k.a Original Hamster) y decidió ingresar al estudio sin ideas preconcebidas. Si en el pasado, temas como ‘Guinea’ o ‘Namás’ habían brotado en cosa de minutos, ahora la búsqueda de nuevas melodías se prolongó por semanas, incluso, meses. Este fue el caso de una base electrónica que estuvo a punto de ser abandonada en varias ocasiones por no lograr dar con la letra adecuada. Recién luego de tres meses, salió humo blanco: el resultado se llamó ‘Celosía’, el primer single del disco.

“La principal diferencia de este álbum con los anteriores está en la calidad de la grabación. Gepinto lo registramos de manera casera, mientras estaban reparando el edificio del lado. Si le pones atención, hasta quedó el ruido de las máquinas de fondo. Para Hungría, aunque fuera voz y guitarra, siempre tenía un mínimo de quince micrófonos alrededor. El resultado me tiene muy contento, lo siento como un disco mucho más universal. Incluso, en unas semanas va a salir editado en Japón”.

–En ‘Celosía’ se nota harto la mano de Vicente Sanfuentes. ¿Cómo nació la idea de trabajar con él?

Lo conocí en el Festival Mutek, hace un par de años. Siempre tuve la idea que el disco tenía que ser una experiencia distinta al anterior y el hecho que él manejara otros códigos terminó siendo una ventaja. Vicente es un tipo que te da mucha seguridad y maneja una cantidad impresionante de recursos. Fue como derribar varios prejuicios: al final, no me importaba nada que probara con samplers medios funkies o escuchara James Brown todo el día. Además, todas las sesiones terminaban en asados o fiestas.

 

–A primera vista, el disco se divide en dos mitades: las piezas más elaboradas (‘Esgrima’, ‘Celosía’) y las tonadas emparentadas con tus discos anteriores. ‘Hebra Prima’ recuerda mucho a ‘Torremolinos’ de Gepinto

Puede que se vea de esa forma, pero aquí no hubo descartes de otros discos. Casi todas las canciones fueron compuestas el 2006, salvo ‘Esgrima’ y ‘Samoriseva’ que son de comienzos de este año. En ese sentido, Gepinto fue un proceso muy distinto, ya que eran temas que venía tocando desde hacía mucho tiempo y los grabé en un par de días. Ahora partimos de cero y demoramos cinco meses. El proceso fue mucho más lento y pensado.

–El disco tiene varios puntos altos, pero ‘357’ debe ser una de las más piezas más emotivas que hayas escrito…

Esa se me ocurrió en el metro. No tiene un significado en particular, aunque me puede recordar a los niñitos del colegio, que van con los elásticos en la fila. No sé, eso de “Nosotros partimos de 3/partimos de nuevo en 5 y 6/ luego asomó un 7 que no se qué/ que traía un hilo amarrado a un pie”. En mi caso, la mayoría de las veces la letra aparece primero que la música. Le tengo mucho cariño a escribir, y debe ser porque es lo que más me cuesta y, al mismo tiempo, lo que más rápido se me olvida.

–Sin embargo, tus letras suelen ser abstractas. Da la impresión que son postales más que historias…

Siempre me ha gustado jugar con las palabras y esconderlas. De ahí nacen ‘Celosía’ o ‘Samoriseva’. Igual yo lo veo como un proceso de largo plazo. Bob Dylan ha sacado treinta y tantos discos y, cuando escuchas sus letras, ya conoces muy bien su lenguaje. Yo creo que, por mi quinto o sexto disco, voy a poder hablar con propiedad de una estética propia.

–En un principio, el disco se iba a llamar ‘Hornopirén’, otra palabra con “h”…

Sí, pero la palabra era tan larga no cabía en ningún diseño. Al final quedó ‘Hungría’, como un juego con las ‘i’ y la ‘a’ que están presentes en la mayoría de los temas.

–Aunque la canción más bien se trata de una mujer…

Ja,ja, sí, que bien que lo notes. Bueno, he ahí un ejemplo de no revelar todo de manera tan literal.

Antes del lanzamiento oficial programado para este viernes, Gepe ya atesora una anécdota cuando le preguntan por el recibimiento de su segundo larga duración. “La semana pasada me llamó el embajador de Hungría para concertar una reunión conmigo. Pensé que me iba a demandar por usar el nombre de su país sin permiso. Pero fue todo lo contrario: me felicitó y reconoció que el disco le había encantado. Hasta me llenó de libros, licores y chocolates”.

El alcance masivo que pueda tener Hungría es uno de los aspectos que más lo entusiasma. “En este disco, siento que el elemento folclórico está más camuflado que en Gepinto. Yo hablaría de una transición a medio camino entre la inspiración folclórica y una más pop. Igual todo ese proceso se dio súper inconsciente. No es que vaya cerrando etapas, porque nunca he dejado de componer canciones. Ahora mismo tengo otras quince, que podrían dar forma a otro disco y, probablemente, sonaría muy distinto”.

–Siempre has señalado que tus primeros referentes fueron bandas norteamericanas como Sonic Youth o Dinosaur Jr. ¿Qué viste en el folclor para un cambio de paradigma tan radical?

Lo que me cautivó fue su naturalidad y el que se trata de una música súper desprejuiciada. Y con esto, abarco no sólo a lo chileno: si bien son la media influencia la Violeta, Gabriela Pizarro y las hermanas Castillo, por el otro lado están Eduardo Mateo y Simón Díaz. Además que, hasta ese momento, todos los grupos que me gustaban eran en inglés, por lo que el que las letras fuesen en castellano, lo hacía mucho más interesante.

–En Chile, el término independiente suele asociarse equívocamente al tocar de manera precaria y tocar un techo limitado de difusión. Cuando uno traspasa esa frontera, suelen aparecer los prejuicios. A estas alturas, ¿te sientes un artista popular más que un representante de la escena independiente?

Me considero un artista popular de sello independiente. Me gusta trabajar con Quemasucabeza y creo que voy a estar ‘en la quemá’ harto tiempo con ellos. Más allá de la libertad creativa, lo mejor es la posibilidad de hacerlo con amigos. Con respecto a las críticas, hay de todo. La otra vez alguien decía que la introducción de ‘Celosía’ era igual a ‘The Run’ de Air y es posible que le ponga atención a estos detalles, por más que encuentre que son nada que ver. Pero si son pelambres, no queda otra que reírse. Sin ir más lejos, en Super 45 me pelan harto…

–Desde 5×5 has trabajado con distintas formaciones en vivo. Para la presentación de Hungría reclutaste a Milton Mahan de Dënver y a Danae Morales, de Golden Baba. ¿Qué buscabas esta vez?

Básicamente quería tener una banda que cantara y que, al mismo tiempo, pudiesen tocar la mayor cantidad de instrumentos. A mí me carga tener que dar órdenes o indicaciones teóricas, no me manejo mucho en eso. Al Milton le pasé el lote de canciones y, en menos de un día, ya las había sacado todas. Lo mismo con la Danae. Además los conozco hace tiempo y son mis partners.

–El año pasado, Javiera Mena lanzó una especie de manifiesto generacional con una canción como ‘Al siguiente nivel’. ¿Te sientes un referente similar?

Yo le canto a mis amigos, no a una generación. Eso de vestirme con un ropaje latinoamericano lo encuentro medio ridículo. Lo que sí creo es que esta generación post-2000 es súper desprejuiciada y capaz de alimentarse de mezclas permanentes. Por ese lado, me siento muy identificado.