No hay ni asomo de ironía en la forma meditada que adopta Jens Lekman para analizar sus propias canciones. Ese temple, sin embargo, revela un fondo bastante gracioso cuando el cantautor detalla sus fuentes de inspiración, su opinión de la música sueca y los disparatados rumores sobre su biografía. Al teléfono desde Río de Janeiro, el hombre de “A postcard to Nina” dice que este sábado mostará en Chile el tipo de trabajo en vivo que nunca debió abandonar.

El borde ancho entre el absurdo más torcido y el romanticismo altamente idealizado es el que viene transitando Jens Lekman desde la primera composición suya que editó como un single de veinte copias, hace nueve años. Comparaba allí al amor juvenil con los insectos, y en los años siguientes -subiendo por una pendiente larga, que hoy, a los 28 años de edad, lo tiene convertido en uno de los cantautores más conocidos de Suecia- esa mirada oblicua de la realidad y sus graciosas paradojas no ha hecho sino acentuarse; gentileza, según explica en esta entrevista telefónica, de su gusto decidido por la comedia.

– Suelen ser tus letras las que se llevan todos los aplausos en los comentarios sobre tus discos. ¿Es algo en lo que efectivamente pones un cuidado especial?

-No creo que mis letras merezcan ganarse ningún premio. No las considero poesía, aunque sí las trabajo como lo haría un dramaturgo. Siempre me han inspirado mucho los comediantes. Es eso lo que más me gusta para que las historias funcionen: el humor y la agilidad en los diálogos. El tipo de versos que compongo proviene de sentimientos muy genuinos, y, como los comediantes, intento cerrar cada historia con un remate ingenioso. El último verso es siempre muy importante.

– ¿Qué tipo de comediantes te atraen?

– Cuando viví en Australia me convertí en un fan de Chris Lilley, un humorista que tenía los programas “We can be heroes” y “Summer heights high”. Es difícil explicarte ahora qué es lo que hace; hay algo de mockumentary en su trabajo. Mucha de la comedia hoy en televisión es horriblemente estúpida. No me gusta cómo se burlan de los personajes. Creo que en la buena comedia siempre hay compasión, aunque los personajes sean malos, torpes, narcisitas… siempre hay un tratamiento empático hacia ellos, y es eso lo que más me atrae.

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Muchas de las canciones de Jens Lekman contienen referencias a psicólogos y terapias. Le pregunto por aquello, y dice que prefiere no entrar en eso, que es “algo muy privado”. Es innegable la facilidad con que su romanticismo aún juvenil toma de pronto el desvío del humor negro, refleje eso o no algún trauma insondable. En “When I said I wanted to be your dog”, Lekman canta «Cuando dije que quería ser tu perro / no era que te estuviera coqueteando / Sólo quería lamer tu cara / lamer esas gotas de días de lluvia». En “Higher power” recuerda los escarceos durante una misa junto a una chica que usaba una polera de Nietzsche: «Ella me dijo: “Pongámonos una bolsa plástica sobre la cabeza / y luego besémonos y eso hasta que nos venga un mareo que nos bote a la cama”. / Estuvimos en el cielo por cinco o seis minutos, y luego nos desmayamos / Yo estaba tan enamorado, que pensé que ya sabía de qué se trataba el amor».

– Los periodistas suelen describir tus letras como muy witty, que es una palabra que no tiene traducción al español. ¿Es witty lo que escribes o buscas lograr otro efecto?

– Me llaman witty, me llaman quirky… y no sé bien qué quieren decir con eso. Se me hace que quieren compararme con el viejo gracioso en un bar, que hace canciones malas frente a su piano. No es para nada lo que yo pretendo. Yo no soy comediante, soy músico. No intento ser divertido, sólo uso el humor para darle realismo a mis canciones o hacer que el diálogo fluya mejor.

– Es gracioso que estuvieras tantos años zafándote de las comparaciones con Stephen Merritt, de Magnetic Fields. Decías que apenas lo habías escuchado. Sin embargo, acabas de grabar una canción suya: “Yeah! Oh, yeah!”.

– Claro, y fue una coincidencia que, al final, me hizo pensar: “Esto los confundirá aún más”. La verdad es que me lo pidió Tracy Thorn (Everything But The Girl), que es una buena amiga. Y cómo iba a negarme.

– La suya debe ser una de las mejores voces que existen.

– Yo la adoro. En mi pieza de hotel, en Londres, grabamos luego otra cosa; una canción mía que ella cantó. Es algo tan especial para mí, que he decidido que no voy a editarla jamás.

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– De los covers que te he escuchado, el que grabaste para el compilado Four songs me parece de los más interesantes. ¿Por qué te interesa el trabajo de Arthur Russell?

– Lo que me encanta de su trabajo es que no trata de sonar inteligente. Russell hizo lo que él quiso. Si un día quería hacer disco, pues bien; y al otro hacía jazz, y luego algo lo-fi. Creo que mientras lo que se escuche sea tu propia voz, no importa si estás rodeado de samplers, orquestas, cuerdas o lo que sea. Cuando yo trabajaba en ese cover, me llegó su último disco (Love is Overtaking Me), y cuando escuché esas canciones country… pues calzó completamente con lo que yo pensaba de él.

– O sea, la libertad de formas y géneros te resulta fundamental.

– Es que, ¿sabes qué? Veo mi música, o la música en general, de un modo casi conservador: no me interesa crear nuevos sonidos. Para mí la música es, más bien, una forma de storytelling, y estoy muy feliz de quedarme quieto con mis canciones mientras el mundo gira alrededor. Si mañana quiero hacer un disco de piano, pues no es tan importante. Lo importante son las historias, y cómo se relacionan con el mundo.

Su concierto de voz y guitarra en Santiago tendrá como único apoyo las programaciones de Viktor Sjöberg. Una pérdida, podría pensar quien haya visto en YouTube sus sets semiorquestados de detallistas y múltiples arreglos. Lekman, por el contrario, cree que ese formato austero es el mejor modo de verlo en vivo.

«Me ha tomado siete años descubrirlo, pero ya sé que así es mejor», describe. «La gente piensa que cuando trabajas con material pregrabado, como samples, queda menos espacio para improvisar, pero es todo lo contrario. Con una banda, no hay mucho que puedas hacer una vez que ya ensayaste, porque tendrías que negociarlo todo de nuevo. Ahora, en cambio, le digo a Viktor: “Tira algo más acelerado”, y ya. Todo resulta más espontáneo. Así solía trabajar yo en mis inicios y nunca debí abandonarlo. Es un sistema que, en esta gira, hemos ido perfeccionando aún más».

Los reportes biográficos de Jens Lekman desperdigados por internet acopian una serie de datos curiosos, en su mayoría falsos: «Una vez le pedí a un amigo que subiera mentiras y cuentos graciosos a mi biografía de Wikipedia. Me divierte mucho», explica. Pero hay un dato que es rigurosamente verdadero y que, por asociación, termina conectando su infancia a nuestro país.

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– Aprendiste a tocar guitarra practicando “Guantanamera”.

– Ahá.

– Y probablemente te gusta algo de música latinoamericana. La brasilera, por ejemplo.

– Claro, conozco bastante. Toda la tropicalia, por supuesto. Pero ahora en Brasil me ha costado conocer cosas nuevas. A dónde voy pido que me muestren qué están haciendo las bandas jóvenes, los chicos de 17 años… pero me pasan discos de bossanova de los 60 que yo ya escuché, ¿sabes? Música chilena también escuché bastante. Cuando era niño, muchos de mis amigos en el colegio eran chilenos, hijos de exiliados. Cuando nos juntábamos los fines de semana, escuchábamos sus discos.

– ¿Recuerdas algún nombre?

– No, la verdad. Mis padres de seguro, sí.

– Los periodistas suelen obsesionarse por dar con la fórmula mágica del pop sueco, pero yo no te preguntaré por eso…

– Muchas gracias.

– Sin embargo, me interesa saber cuál considera un músico sueco que es el mayor malentendido sobre el pop de su país.

– Mira, yo creo que la gente piensa que en Suecia tenemos una tradición muy larga de pop, lo cual es completamente equivocado. Cuando viajo, me doy cuenta cómo ciertos lugares están determinados por su historia musical, como Brasil, donde la música que se hizo hace veinte o treinta años es tan importante, que la gente no puede dejar de tenerla como referencia. El nuevo pop sueco surgió hace, no sé, siete años. Antes de eso, Suecia era el lugar más aburrido del mundo en cuanto a música. Nunca nadie en Suecia escuchó Abba: eso era para los americanos. Entonces, de pronto surgen todas estas nuevas bandas y cantautores, y mi generación se dio cuenta de que podíamos hacer lo que quisiéramos. Eso es lo que más me gusta de la música sueca actual: que nadie está preocupado de que se supone que tienes que ser cool. Eso me encanta.

VIDEO: Jens Lekman – “Sipping on the sweet nectar”