Joseph Mount, el cerebro detrás de Metronomy, nos cuenta cómo descubrió la música en su pueblo natal, por qué los tres años entre The English riviera y Love letters no importan tanto, y cómo nunca ha perdido de vista la necesidad de hacer bailar a la gente.

–Creciste, en Totnes, un pueblito de Devon, Inglaterra, en los 80s… ¿cómo fue eso?
Fue más bien en los 90s, por lo menos ahí fue cuando empecé a salir, es la época que más recuerdo. Era un pueblito chico, un mundo bien pequeño, con clubes chicos. Los carretes eran más bien en el campo, con amigos.

–¿Y cómo te encontraste con la música ahí?
Creo que comencé a aprender batería cuando tenía diez años, y a esa edad es un asunto más bien físico, lo hacía por el ejercicio más que por otra cosa, casi como jugar a la pelota. Sólo mucho más tarde me conecté con la música de una manera más interesante.

–Fue bien visceral tu primera relación con la música, entonces.
Sí, pero lo bonito de la música es que, cuando eres joven, es un asunto del cuerpo, no te interesan tanto las letras ni la estructura, sencillamente sientes ganas de bailar, y cuando haces música, a esa edad, es lo mismo, haces lo que quieres. A esa edad, la relación con la música es muy simple.

–Leí por ahí que le compraste tu primer computador a tu padre…
Sí, cuando tenía como dieciséis años.

–Sí, pero ¿por qué te lo vendió? ¿no te lo podía regalar nomás?
Tienes que pensar que en esos días los computadores eran mucho más caros de lo que son hoy, y el computador no era suyo, era de la empresa para la que trabajaba. No me lo podía dar gratis. Pero creo que al final fue para mejor, uno aprende lecciones de esa manera. Si quieres hacer algo, te tiene que costar lograrlo. Si crees que puedes hacer música, no te pueden regalar todos los instrumentos. Uno aprecia más las cosas que cuestan, se esfuerza más.

–Como remezclador, has producido versiones para muchísima gente, desde DNTEL hasta Lady Gaga…. ¿qué es lo que te hace escoger una canción para hacer un remix?
La verdad no he hecho muchos remixes últimamente, pero sí hice muchos cuando estaba comenzando. Y no tenía mucho filtro, es cierto, hacía casi cualquier cosa que me ofrecieran, más que nada por la plata y la vitrina que significaba eso. Para mí, la verdad, era una oportunidad de convertir una canción de alguien más en algo que a mí me podría gustar. Lo que más me interesa es remezclar canciones con las que puedo jugar, hacer algo divertido.

En ese trabajo, y en tus composiciones, ¿te sigue importando lo que te gustaba de la música al principio, la capacidad de hacer a la gente bailar?
Sí, ese es el asunto. Cuando uno crece, se hace más cerebral, inevitablemente, uno siente que puede hacer cosas nuevas, desafiarse uno mismo. Entonces, el asunto de hacer bailar a la gente deja de ser lo más importante. En vivo, de todas maneras, lo que más importa es la energía primordial, física de la música.

El disco que te puso en el mapa fue The English riviera… ¿eras consciente de estar haciendo un disco más grande?
Sí, lo que pasa es que yo pensaba que el disco anterior, Nights out, ya era un tremendo disco. Creo que poca gente lo escuchó de la manera que lo escuché yo, la mayoría pensó que era un disco calmado, sencillo, como para escuchar en el dormitorio. Y para The English riviera, quería hacer algo que fuera mucho más profesional, como una especie de reacción ante eso. Igual, uno nunca sabe lo que la gente va a pensar acerca de lo que uno hace, pero aposté por un sonido más grande. Y cuando toqué esas canciones para la gente del sello, Because, fue recién ahí que me di cuenta de que ellos compartían mi entusiasmo. Así que fue medio planeado, medio gracias a la suerte.

–Pasó un buen tiempo entre ese disco y tu último trabajo, Love letters… ¿la culpa fue de las giras?
Es divertido, porque al final no es que me haya tomado mi tiempo, de hecho, no me demoré nada. The English riviera fue muy exitoso, y eso me obligó a irme de gira un buen tiempo, y yo encuentro que tomarse un par de años entre discos es un tiempo de lo más aceptable. Y yo tampoco quería sacar un disco que me pareciera terminado a medias. Un día de estos me voy a demorar unos diez años en sacar un disco, y ahí sí que la gente va a poder decir que me tomé mi tiempo. Tres años no es tanto.

–¿Te gusta la posición de control que te da el ser el único compositor de Metronomy?
Definitivamente. Es la única manera en la que puedo hacerlo, es la única manera en la que puedo entregar un sonido personal, emocionante. Para eso, tengo que estar en control de la composición, la producción, todo. No me imagino a Metronomy de otra manera.

–Hablando de eso… ¿de dónde viene tu música? ¿qué es lo que te mueve a componer?
Todavía me inspiran las mismas cosas de siempre. Pensar en un sonido, en una sensación, para mí siguen siendo cosas que disfruto. Es un placer convertir esos esbozos en sonido. Para mí es un intercambio muy simple entre la interioridad de uno y el resto del mundo, no hay mucha planificación ni teoría detrás de esto. Para mí, es tener una idea, y buscar una melodía que te haga sentir de la manera que quieres sentirte. La mayoría de las veces juego con un computador y algunos loops, otras veces comienzo con la guitarra o el teclado… puede pasar de las maneras más inesperadas. Nunca me propongo escribir con algún método. Me gusta sorprenderme a mí mismo.

–¿Qué podemos esperar de tu presentación?
Nos entusiasma mucho la idea de volver, y estar más tiempo para poder experimentar Chile de la manera que merece. Vamos a tocar mucho, y a pasarlo bien, creo.

–¿Y de qué depende que ustedes lo pasen bien sobre el escenario?
No quiero presionar a nadie, pero depende del público. La responsabilidad de que hagamos un buen show es de ellos, nosotros siempre estamos dispuestos a dejarlo todo sobre el escenario, y si sentimos que la gente tiene la energía adecuada, eso vamos a hacer. Es un esfuerzo conjunto. Es un asunto comunitario.

Metronomy + Ali B & The Mayan Warrior

Jueves, 27 de noviembre
Teatro Italia – 21:00 Hrs.

Entradas a la venta por sistema Puntoticket y sin recargo en disquerías Needle y Sonar.
Precios: Preventa $22.000 – General $25.000 (Valores sin recargo)
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