Esta es la historia de cómo Perrosky grabó Tostado, un disco que los llevó a trabajar en el centro del mundo con Jon Spencer y Matt Verta Ray.

ESCENA 1: NOCTURNO DE NUEVA YORK

Brooklyn, exterior, noche

La esquina de Manhattan ave. con Boerum st.

La calle tiene edificios bajos, arbolitos en la vereda. La calle se anima con el bullicio de conversaciones que brotan desde un local de comida china, Asian Fusion, ruido que se mezcla con el son cubano que flota desde algunas ventanas donde cuelga ropa que aun no se ha secado. En la vereda, dos personas caminan llevando instrumentos musicales. Las dos personas escuchan pedazos de conversaciones de los peatones que se cruzan con ellos. Mucho español. Algo de coreano. Casi nada de inglés.

East Williamsburg, el barrio por donde caminan estas dos personas, está empezando a vivir el lento proceso que los gringos llaman “gentrificación”. Originalmente un reducto de inmigrantes, hoy hierve de una vida nocturna que no figura en las guías de turismo. East Williamsburg tiene cierto encanto caótico. Se está poniendo trendy. Los vecinos más viejos se quejan de que se está convirtiendo en el nuevo corazón de Hipsterville.

Las dos figuras que acarrean instrumentos musicales se detienen en uno de los locales más ruinosos de la cuadra. Don Pedro parece una cruza bastarda entre una fonda y el CBGB’s. Desde adentro brota el denso sonido de algo que podría describirse como heavy metal si la precaria amplificación del lugar dejara distinguir entre los ruidos que provienen de los instrumentos y los que son culpa de la falta de mejores equipos.

Las dos personas son Álvaro y Alejandro Gómez. Van de chaqueta y corbata, con la impronta de bluesmen latinos que es la expresión formal del sonido eléctrico y sucio de su dúo, Perrosky. La chica de la boletería, con el pelo furiosamente teñido de rojo, les pregunta qué hacen ahí. “Venimos a tocar”, responde Álvaro. “Imposible”, responde ella. “Esta noche sólo tenemos programadas bandas metal”.

Don Pedro está a medio llenar de chilenos. Alguien programó las dos cosas la misma noche en el mismo lugar. Hay una conversación en la boletería. La escena tiene una amabilidad incómoda. Al final, Perrosky sube al escenario, iluminado desde atrás por luces de árbol navideño que cuelgan de la pared. “Thank you for the waiting”, dice Alejandro, mientras se acomoda en el cuello el soporte de la armónica. “We are the chilean indians”.

Y así, por fin, comienzan a tocar. Pero esta historia comienza antes. Comienza con una llamada telefónica.

ESCENA 2: “LA MÚSICA FLUYE EN USTEDES”

Santiago, interior, día

En un departamento suena el teléfono. Esta conversación ocurre en una mezcla de inglés y español.

– Aló.
– Hola, habla Jon Spencer.
– Hola, qué tal.
–  Hey, escuchamos el disco que nos pasaron cuando estuvimos en Chile con Matt.
– Qué bien, ¿qué les pareció?
– Queremos que se vengan a Nueva York a grabar con nosotros en febrero. ¿Puede ser?

Silencio.

“Lo que pasa es que no teníamos canciones ni plata”, recuerda hoy Álvaro. Y cuando reunieron las dos cosas, tampoco estaba tan claro el camino que llevaría a Tostado, el largo que Perrosky editó este año. “Cuando cerramos todo, Spencer nos dijo que se tenía que ir a un matrimonio a España a la mitad del mes, y nos dijo que podíamos grabar con Matt Verta Ray y mandarle nuestros progresos, que él mezclaba todo después. Pero lo que a nosotros nos entusiasmaba era la idea de la comunión, de vivir juntos el proceso”.

Jon Spencer, más conocido como el líder de Blues Explosion y Heavy Trash, había sido expuesto al blues malicioso de Perrosky durante su visita a Chile el 2009. De ese intercambio de discos salió la llamada telefónica, la invitación, y la necesidad de ponerle fechas y disciplina a un proceso que normalmente es más relajado. “Cuando vino Heavy Trash se nos ocurrió ampliar nuestro espectro, nos gustó la idea de buscar sonoridades nuevas, teníamos la sensación de estar un poco siempre en lo mismo. Heavy Trash conjugaba varios sonidos con los que nos identificábamos, cosas de ahora como el sonido ruinoso de Bloodshot Bill o clásicos del blues como Hound Dog Taylor o Charlie Feathers… Spencer escuchó la primera canción de Tostado, y dijo ‘destruyamos esta weá’”, recuerda Alejandro, sin vehemencia, siempre hablando con precisión y pausas, siempre como en el paréntesis que hace mientras está perdido entre otros dos pensamientos. “Teníamos dos semanas para grabarlo todo, y llegamos al estudio con algunas ideas muy claras, pero también muy abiertos a todo. Fueron días de trabajo muy intenso, ocho horas todos los días, grabar en la mañana y mezclar en la tarde”.

Tostado, el producto del viaje y la colaboración entre Perrosky, Jon Spencer y Matt Verta Ray, abre con la apocalíptica “Todos quieren llegar”, una melodía que invoca el fin del mundo entre imágenes de predicadores desquiciados y codicias sin nombre. Parece un eco de viejos blues que adelantaban los castigos del cielo para los pecadores, pero hecho hoy. Desde el fin del mundo, pero ejecutado desde el centro del mundo. De Chile a Nueva York.

“Igual son canciones que se nos ocurren, nomás. No es que piense demasiado en cosas como ‘ah, ahora voy a escribir sobre esto de esta manera’. “Todos quieren llegar” salió sola, fluyó bastante bien y al final me gustó el significado agresivo que terminó teniendo”, dice Alejandro.

Álvaro recuerda con entusiasmo esos días aperrados pero felices, de grabaciones exigentes, de tocar con pocos ensayos y de canciones que tomaban forma en cosa de horas. “Ellos preguntaban qué onda, de qué se trataban las letras. Spencer se hacía una idea y trataba de buscar el sonido de eso, de plasmarlo. Pasa que cuando uno escucha algunos discos de Jon Spencer, como ACME, uno tiene la idea de que son discos armados con mucho edit, como computadores… a mí Spencer me dijo el primer día ‘nada de computadores, los computadores son para revisar el mail’”.

Alejandro resume así el clima de distensión colaboratiova de las sesiones con Spencer y Verta-Ray: “Por ejemplo, los arreglos a los que llegábamos en las sesiones de Tostado eran espontáneos, de repente uno grababa un piano o una percusión para ver qué pasaba. Matt nos dijo una vez ‘la música fluye en ustedes’”.

ESCENA 3: “BO DIDDLEY LATINO”

Santiago, interior, día

Dentro de un estudio de grabación que se nota nuevo, Álvaro y Alejandro conversan sentados en un sofá.

La casa de Algo Records está remodelada. Aquí fue donde The Ganjas grabaron su primer disco, y todos los que vinieron. Aquí Ramires! grabaron las canciones de su seguidilla de EPs y Guiso cambió los computadores por las máquinas de cinta, hace años que parecen una eternidad y no son tantos, para definir el sonido análogo que se transformaría en la firma de los grupos de Algo Records. En un living que hoy es otro estudio de grabación, alguna vez hubo fiestas que parecían no tener final.

Alejandro define sus días junto a Spencer como una “clínica de grabación análoga”. Dice que fue “muy intenso todo, terminamos agotados pero felices, fue como trabajar con científicos locos, buscando la conexión de no sé qué cable en la consola para lograr un sonido. Una de las cosas que le dije a Spencer para tratar de caracterizar adónde queríamos que fuera nuestro sonido es que queríamos sonar como una especie de Bo Diddley latino, con guitarra a lo Elvis”.

Tostado es el tercer disco que edita Perrosky este año, si contamos Campante y sonante, una sesión que Perrosky grabó para la revista en línea POTQ, y Son del montón, una colección de canciones viejas y nuevas que llenan el espacio entre Tostado y Doblando al español (2008). Algunas de esas canciones datan de las sesiones del debut del dúo, El ritmo y la calle (2007).

Álvaro se explica así esa profusión de discos: “Antes uno cuidaba más el disco, tenía toda una idea de hacer un single, grabar un video, salir en la radio. Ahora nos motiva más la inmediatez, sacar las canciones al tiro. Sacar tres discos en el año puede parecer un desperdicio, pero con la idea correcta detrás sale bien”. Porque lo cierto es que los tres registros tienen personalidades distintas: sesión, lados B, el larga duración propiamente tal. Alejandro suma: “Uno se pone quisquilloso, empieza a pensar que una versión de alguna canción no es la definitiva, que es un esbozo. ‘Esto es un demo, no es la canción que yo veo’. Y el arte es circunstancial. Una pintura tiene su momento. Una canción tiene lo mismo, un momento, la intensidad con que uno canta es otra. Y nos aburrimos de esperar tanto entre un disco y otro”.

Más tarde va a haber otra fiesta en la casa. Para inaugurar los nuevos estudios. Asado y cervezas. Van a estar los mismos de siempre, y algunas varas nuevas. Músicos. Amigos. Bandas nuevas y otras no tanto. Músicos que tocan en tres o cuatro. Álvaro recuerda que en una sesión en el estudio de Jon Spencer en Nueva York un día pasó casualmente por ahí el guitarrista de Wilco. Y otra vez se toparon con uno de los bateristas de Iggy Pop. Alejandro tiene razón cuando dice que una de las motivaciones del viaje a Nueva York era ver si allá se hacían las cosas de otra manera y se da cuenta de que no: “La escena allá era un poco como Algo. De otra manera, sí, con nombres más grandes, puede ser… pero no era muy distinto”.