Phil Elvrum (Mount Eerie/ The Microphones): Sonidos para películas imaginarias Rodolfo Garcíaoctubre 18, 2012Entrevistas0 Comentarios Desde Europa, nuestro colaborador Rodolfo García nos envía una entrevista exclusiva a Phil Elvrum, que este año con su proyecto Mount Eerie ha publicado los álbumes Ocean roar y Clear moon . En medio de una gira junto a Earth, el músico nos habla de su carrera y motivaciones. Fotos de Mehdi Benkler Phil Elvrum es el hombre tras Mount Eerie y The Microphones. Un multi-instrumentista talentoso apasionado por los métodos de grabación, este norteamericano de 34 años ha cautivado a la escena independiente con sus experimentos sonoros inspirados en la baja fidelidad no como algo precario, sino, como él mismo plantea, como un mundo de posibilidades. Su estilo gravita entre canciones folk introspectivas y evocadoras, y la exploración de texturas y ruido. Cuando Elvrum tenía 20 años, Calvin Johnson, el dueño de K Records y miembro de Beat Happening (una banda fundacional dentro del indie rock que influenció desde Yo La Tengo a Nirvana), le prestó su estudio para que plasmara las canciones de su proyecto The Microphones. El resultado no se hizo esperar. Su disco The glow Pt. II (2001, K Records) es desde ya un clásico ineludible, que ha marcado a gente que va desde Benoit Pioulard hasta Protistas. Años más tarde, Phil Elvrum emprendería dos giros sustanciales. El primero, cambiar su nombre de artista a Mount Eerie para ir aún más lejos en sus experimentos. El segundo, dejar K Records para fundar su propio sello, PW Elverum and Sun. Ello le implicó volverse más confidencial, y editar su arte según sus propios términos, los que incluyen publicaciones en vinilo y hasta un libro. Un último dato: la naturaleza (bosques, montañas) y el contacto con ella (outdoors, acampar) es un elemento central en la música de este compositor. Impasse en la frontera Phil Elvrum casi pierde la oportunidad de tocar junto a Earth (banda a la que acompaña en esta gira por Europa) en la ciudad de Lausana, Suiza. A la hora convenida para realizar esta entrevista en el club Le Romandie, el hombre detrás de Mount Eerie no está. “Problemas con la aduana”, dicen en el local. Retenido en la frontera durante horas, el norteamericano llega justo a tiempo para cenar y tocar su set en solitario, acompañado sólo por su guitarra y efectos. El show es intimista y deja al auditorio ensimismado. El repertorio incluye todas las aristas de la música de Mount Eerie, desde lo acústico hasta los arranques de sonidos expansivos más ruidosos y atmosféricos. Los temas pertenecen a los dos álbumes que Elvrum edita este año: Ocean roar y Clear moon. Una vez terminado el show, podemos pasar a la entrevista en camarines, mientras de fondo suena Earth, quienes ya han empezado a tocar. ¿Por qué estuviste tanto tiempo en la aduana? Los agentes en la frontera registraron el bus y encontraron los artículos que traía para vender: vinilos, poleras, algunos cds y libros, un poco de todo. Me pidieron declararlo y pagar los impuestos, o dejar una garantía en efectivo que me sería devuelta si es que la cantidad de mercancía, al momento de salir, era la misma que al entrar. Entonces, tuve que gestionar la garantía y en eso me demoré. Es triste porque con mi sello discográfico tengo muy mala distribución y no creo que ninguna tienda aquí tenga mis discos. Además, el 50% de las ganancias de la gira vienen del merchandising. El cantante se muestra sorprendido de que algunos de sus discos hayan llegado hasta Chile (a la tienda Sonar) y declara que le encantaría tocar en el país algún día. Pregunta si es como Suiza, con montañas. Ante la respuesta afirmativa, el músico comenta que él viene de una pequeña ciudad al lado de una montaña (Anacortes), que colinda también con el mar, una región con islas. El nombre Mount Eerie lo sacó de una de esas montañas. ¿Por qué pasaste de tu antiguo alias de The Microphones al de Mount Eerie? Eerie en inglés tiene un doble significado, por un lado es un nombre propio y, por otro, es un adjetivo. Significa ensoñado, pero un poco oscuro y fantasmal. En ese momento sentí que era un nombre muy apropiado para la música que estaba haciendo. Para mí, también, era importante ligar mi música al lugar, al monte Eerie…quiero decir, que mis temas suenen como estar ahí. ¿Es ese monte el que aparece en la portada de Wind’s poem? Se ve nevado… Así es, aunque nieva un día al año y ahí es cuando tomé la foto…Hay montañas ahí que están nevadas todo el año, ya que es al norte, en el estado de Washington, pero Mount Eerie es una pequeña colina. Tiene una pared rocosa muy pronunciada que la gente acostumbra escalar. Yo lo hice un par de veces de adolescente, pero prefiero ir hacia las montañas más grandes como Mount Baker y acampar. Es un área impresionante. En los discos tocas todos los instrumentos… Sí. Esta gira la hago tocando yo solo, también. Esto empezó como un proyecto de estudio, para grabaciones. Entonces, la versión en vivo es muy distinta a los discos. A veces, me ocurre de formar una banda para tocar en vivo, pero incluso así suena distinto a los álbumes. Estoy muy contento porque al finalizar esta gira formaré un grupo de verdad. Tengo varias canciones nuevas y dos discos por salir. Haremos una banda con amigos de mi ciudad y saldremos de gira. Son dos discos de Mount Eerie que salen por mi sello. Están listos, esperándome en casa. ¿Editarás sólo vinilos? Sí, con un enlace para descarga. Nada de CD. Siento que los discos compactos se convirtieron en algo extraño: en algunos lugares los venden y la gente los compra, pero cada vez menos. Creo que el público está más que nada descargando por Internet, o comprando vinilos, o ambos. Tus discos previos como Lost wisdom o Wind’s poem salieron en CD… Es cierto, pero eso fue una suerte de experimento, para ver si la gente los compraba. Algunos lo hicieron, pero no muchos. Aún tengo un montón de copias apiladas en casa. ¿El vinilo se vende más? Sí, lo hace. De hecho, creo que mis fans son gente que prefiere el vinilo. Por eso, además, intento hacerlos dentro de un embalaje que sea realmente bonito. He hecho un libro de fotografías del tamaño del vinilo que acompaña un disco. 80 páginas. Fue un experimento extremo, pero me gustaría seguir en eso, hacer más libros. Éstos ofrecen un montón de posibilidades, más que el vinilo o los discos compactos. Eso es sólo música, pero ¿a quién le importa la música? (se ríe). Es fácil distraerse de la música. El libro que hice ya tiene 10 años. ¿Hay una relación entre tus fotografías y tu música? De todas maneras. Mucho. De alguna manera, cuando estoy grabando o escribiendo canciones, ello es algo muy visual para mí. Estoy pensando en un paisaje o en un color. Siempre en imágenes. Y ni siquiera una imagen fija, tal vez algo más cinemático: movimiento, luz y sonido. Sí, en mi mente, cuando estoy registrando música, hay una imagen completa que llena mi cabeza, yo sólo estoy haciendo los sonidos que la acompañan. Tus letras son visuales o cinemáticas, como sobre la luna, o estar dentro del agua… Creo que con mis canciones intento crear un momento muy específico y quiero que el auditor se inmerja en ese instante que tal vez yo experimenté. Siempre describo los detalles y a partir de ello tal vez quien escucha puede tener el mismo clic que yo, el mismo instante de claridad. Tus canciones varían entre lo delicado y sonidos más brutos… Sí, aunque cuando estoy haciendo una canción, no pienso en ella en términos de tranquilo o fuerte, sino que ambas instancias a veces se dan dentro del mismo tema. Eso sí, pasé por un período de tres años cuando estaba escribiendo sólo con mi guitarra y cantando, estilo folk. Ahí, me concentré más en escribir las letras, que en la producción, es otra categoría de canciones. Hablando de producción… ¿Empezaste tu carrera grabando en los estudios de Calvin Johnson? Antes de eso, empecé a grabar cosas en casa cuando era un adolescente. Sólo para divertirme. Tenía un estudio casero. Ahí es cuando empecé el proyecto The Microphones, grabando cintas. Luego, me mudé a la ciudad de Olympia, donde están los estudios Dub Narcotic de Calvin Johnson, cuando tenía 19 años. Ahí hice lo mismo: seguir grabando. Es un proyecto de grabación y de estudio, por eso se llama The Microphones. ¿Te divertías experimentando con las distintas maneras de colocar los micrófonos? Absolutamente. No era ni siquiera música: eran sólo experimentos de grabación, feedback, capas y ver cómo es que funciona el sonido. Todavía sigo experimentando. Ahora tengo un estudio llamado “Nowhere” y, desde hace dos años, otro que se llama “The unkown”. Los últimos dos discos fueron grabados ahí. Es una iglesia antigua y grande en mi ciudad. Es muy bonita, con una acústica increíble, y mucho eco. Entonces, si quieres grabar algo sin eco, no puedes. Lo que esta bien para mí, me gusta ese sonido gigante. En cuanto a los experimentos de estudio, la primera vez que oí a The Microphones me recordó a unos maestros en ese arte: Eric’s Trip…luego vi que habías hecho una versión de una de sus canciones y un disco (Lost wisdom) con la bajista, Julie Doiron… Sí, son mi banda favorita. Los adoro. Fue la primera vez, al escuchar un grupo cuando era adolescente, en que me di cuenta que se podían hacer cosas distintas gracias a los métodos de grabación. Puedes usar ese proceso como “el instrumento”, y hacerlo sonar loco y extraño, utilizarlo como una herramienta. Eso cambió totalmente mi manera de ver la música y, también, usar herramientas muy básicas. Por lo tanto, es como una versión punk de grabar. Ya sabes, la idea punk de que no necesitas un equipamiento ‘profesional’, no necesitas saber cómo tocar música, tan sólo lo haces. Hazlo tú mismo y haz lo que sea que quieras. Fue ese sentimiento el que me impulsó a realizar registros, a hacer que sucediera, a experimentar y ver que todo es posible. Esa idea es muy excitante. ¿Cómo fue grabar el disco con Julie Doiron? Fue genial. Salió todo tan fácil y rápido. Ella es una cantante excepcional. Las armonías que hace le salen de manera natural y son tan raras, porque nunca ocupa las notas obvias. Estuviste en contacto con Calvin Johnson, grabaste para su sello K y usaste sus estudios de grabación. ¿Cómo fue la experiencia? Yo crecí en Anacortes, que es una ciudad pequeña, en la que no sucede mucho, sobretodo cuando eres un adolescente. Había una tienda de discos, cuyo dueño era un tipo llamado Brett, Brett Lunsford, que tenía una banda con Calvin, Beat Happening. La famosa banda de K records. Eso era durante el período del grunge, y con mis amigos éramos muy fans. Del tipo “¿me puedes dar tu autógrafo?”. Nunca los vi tocar en vivo porque era muy joven. Empecé a dar vueltas por su tienda y él me abrió todo un mundo de grabaciones y hacer fanzines. Él me puso en contacto con Johnson y me alentó a hacerlo. Así que me mudé a Olympia, y Calvin vio que yo estaba haciendo cosas por mí mismo y que era un apasionado de las grabaciones. Entonces, me dejó usar su estudio. ¿Cómo sucedió eso? No lo sé, tan sólo me pasó las llaves. Supongo que vio que era serio al respecto y que realmente era un apasionado por ello. Yo no quería hacer ninguna otra cosa con mi vida, estaba obsesionado. Él es muy generoso. El proyecto de K records es acerca de mejorar el mundo, sobretodo Olympia. Hacer que las cosas sucedan para la gente. No todo el mundo, pero para quienes hacen las cosas por sí mismos. ¿Grababas de noche? Al principio, sí. Grababa muy tarde, cuando cerraban el lugar. El primer disco que saqué por K Records se llama Don’t wake me up y fue grabado de madrugada. Recuerdo el sentimiento de grabar esos temas. Tenía 20 años y siempre estaba muy cansado y hambriento. Era la primera vez que vivía fuera de casa, y andaba merodeando por las calles, comiendo sólo galletas. En un momento, empecé a despertarme muy temprano. Grababa al salir el sol. Eso era muy bello, impresionante, con un feeling radicalmente distinto. El disco The glow Pt. II lo grabé a esa hora. ¿Todavía grabas temprano? Sí. No al alba, pero los dos últimos discos fueron grabados de mañana, ya que es una hora muy especial para grabar. Es extraño y me gusta. Sientes que todo se abre y para mí es especial, me inspira.