Después de casi 20 años dando vueltas con decenas de alias distintos y siempre bajo el alero de Warp, Plaid se aburrieron de editar sus colecciones de canciones. O eso cuenta, entre bocados de provoleta, Andy Turner, la mitad de este dúo londinense.

Un hombre de lentes, peinado como bibliotecario, se sube al escenario de Industria Cultural casi a la hora convenida, y en treinta segundos hace que uno se olvide que, en los discos, Bibio está más cerca del folk que de la pista de baile. El tipo de lentes se llama Scott Wilkinson y es uno de los últimos fichajes de Warp Records. Wilkinson, alias Bibio, deja que sus discos se traten de la manipulación electrónica de guitarras acústicas, aunque sobre el escenario se dedica sistemáticamente a llevar a primer plano los ritmos que en sus trabajos de estudio están ahogados, o son simples viñetas.

Bibio hace bailar a la gente como Prefuse nunca quiso hacerlo el jueves. Es sábado 17 de octubre y entre frecuencias feroces que parecen anunciar la llegada de Godzilla, Bibio suelta una avalancha de beats tras otra. Dos horas más tarde, cuando el dúo Plaid aparece en el mismo escenario, su propuesta más delicada y abstracta deja fría a la gente que hasta hacía unos minutos bailaba con frenesí. Pero es cosa de acostumbrarse: el talento de Andy Turner y Ed Handley se explica a sí mismo y no tiene deudas que pagar en la pista de baile.

Hablando de acostumbrarse, dos horas antes acompaño a Plaid y Bibio a comer a una parrillada antes de la presentación. Al principio, sentados en una larga mesa-té-club, me hacen sentir tan bienvenido como un mal olor. Después, entre platos, puedo conversar con Andy Turner, la mitad de Plaid.

– Puede parecer una pregunta estúpida, pero tengo que hacerla: ¿Por qué en todas su fotos posan como cadáveres?

– Nunca lo había pensado. Es cierto. Tienes toda la razón, de hecho, pero no creo que sea intencional. Ninguno de los dos es religioso, pero tal vez tenemos una especie de obsesión. La verdad no es una pregunta para nada tonta. Pasó que durante muchos años estuvimos en Black Dog Productions, y una de las cosas en las que creíamos era que no teníamos que hacer fotos de prensa, que eso era para gente que se creía una estrella y que nosotros preferíamos darnos a conocer sólo por nuestra música. Y bueno, al final esto de no tomarse fotos también se convirtió en una moda, así que decidimos tomarnos fotos feas.

– En sus principios junto a Ken Downie tenían un montón de alias, por lo menos unos 10 nombres distintos entre los tres…. ¿por qué era eso?

– Lo que pasa es que éramos mucho más prolíficos entonces. Y queríamos editar todo lo que hacíamos. Por ejemplo, cuando editamos Mbuki Mvuki, en 1991, Plaid era un proyecto paralelo de Black Dog. El primer disco que editamos como Black Dog en Warp, Bytes, lo sacamos cuando estábamos firmados por otro sello, y eso también nos obligaba a tener varios alias. Cada uno tenía un nombre, Ed era Close Up Over, yo era Balil, o algo así, ya ni me acuerdo, y teníamos mucho material entre todos, creo que eso tuvo la culpa.

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-¿Cómo componen ahora?

– Siempre hacemos las cosas de manera independiente uno del otro, es difícl trabajar como una banda tradicional. O sea, no hacemos jams. Todo el rato estamos partiendo y parando, igual los dos tenemos gustos similares y la mayoría de las veces funciona. Uno llega con un esbozo y lo completamos entre los dos. Y es muy bueno trabajar con Ed, porque respeto mucho su opinión. Plaid es un esfuerzo colectivo.

– Hace unos años ustedes editaron una colección de remixes, Parts in the Post, que tenía de todo, desde Björk a Grandmaster Flash… ¿cómo escogen a quién remezclar?

– Nos tiene que gustar el original, y sentir además que podemos desarrollar algo a partir de eso, llevarlo a alguna parte. Igual tampoco elegimos, nos llaman, en primer lugar, no es que seamos algo así como los reyes del remix con los que todo el mundo quiere trabajar.

– ¿Cuál es tu visión de Warp como sello?

– Bueno, me ha permitido tener una carrera musical. En el instante en que firmamos por Warp nuestras ventas se multiplicaron por 10. Hemos estado desde el principio del sello, y nos encanta que nos hayan permitido lograr esto.

– Los periodistas, muchas veces por flojera, hablamos de “el sonido Warp”… ¿te has sentido limitado estilísticamente por estar ahí?

– Contractualmente, Warp puede influir en el veinte por ciento de nuestra producción musical, pero en la práctica tenemos la libertad de hacer lo que queramos. A veces sugieren un orden distinto para los tracks de un disco, o pequeños cambios aquí o allá, pero la verdad es que las pocas veces que intervienen siempre suman, es bueno tener un tercer punto de vista sobre algo que es tan cerrado entre dos personas.

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– ¿Cuál es tu opinión de la evolución de Warp? Porque en veinte años han pasado desde la electrónica de raves a cosas más abstractas, a fichar a bandas tan distintas como Battles o Maxïmo Park

– Personalmente no me gusta toda la música del sello, aunque eso da lo mismo. Warp tuvo que evolucionar porque no es una especie de caridad para amantes de la IDM, es un negocio como cualquier otro, y eso implica diversificarse, y eso los ha llevado no sólo a firmar bandas distintas, sino a abrir una división de películas y a abrir Bleep, la tienda de música digital.

– Ustedes hicieron la banda sonora de una película de animación japonesa, Tekkinkinkreet… ¿cómo salió eso?

– El director, Michael Arias, nos llamó, porque nos había visto en Nueva York y le gustamos. Nos gustó mucho trabajar con él en ese proyecto, de hecho hicimos poco después otra banda sonora para él, de una película con actores esta vez, nada de animación: la película se estrenó en Japón a mitad de este año y el disco con la banda sonora saldrá por Warp antes de fin de año, creo.

– Ya ha pasado bastante desde Spokes, su último disco… ¿para cuándo el próximo?

-Hemos estado trabajando en una colección de canciones que quizá entreguemos a Warp, pero la verdad estamos discutiendo mucho acerca de no editar un disco nunca más.

– ¿Cómo?

-Me gusta, personalmente, la idea de diseñar piezas para eventos en vivo, componer algo para una presentación, y luego editarlo en una cantidad limitada de copias que la gente pueda comprar a la salida de la presentación, si quiere, o que se puedan subir a una página web. Pasa que nuestra música siempre está evolucionando, y muchas veces cada pieza tiene una historia que no termina cuando ese track queda grabado en un disco. Aparte, ya nadie compra discos.

-Es cierto, pero si no fuera por los discos, nunca habríamos conocido su música en este extremo del mundo.

-Pero ahora está la red. Esta es una época muy interesante para la música, y muy difícil para los músicos, Conozco a muy pocos que son capaces de mantenerse a sí mismos, y no creo que eso vaya a cambiar en el futuro cercano.