Hoy se estrena Boda negra, el nuevo álbum de La BIG Rabia, dúo chileno residente en Sevilla. Horas antes de que lo presenten en vivo en Granada, conversamos con el vocalista Sebastián Orellana.

Hace un año La BIG Rabia fijó su residencia en Sevilla como una apuesta a la expansión de su música. Se percataban desde algunos años que su camino podía estar por allá. Primero solo grabar el disco y ver cómo iba. La intuición era certera porque han generado bastante interés y no piensan volver por un buen tiempo. De participar nuevamente en el festival Monkey Week y recorrer Granada, Jirón y muchas otras localidades, el dúo de Sebastián Orellana e Iván Molina iba haciéndose un nombre en aquellas tierras.

Todo este trabajo hoy se corona con Boda Negra, el primer álbum de La BIG Rabia grabado en España y con un sello local, Happy Place Records. La placa fue producida por Paco Lamato (Pájaro) y el mismo Sebastián Orellana.

Aún con esas guitarras exquisitas y baterías precisas, la colección de canciones pasa por estados de despecho, de soledad y amor. Aquí el bolero le ha ganado la batalla al rock and roll, en ese equilibrio que tiene la banda entre aquellos dos estilos. Sin que sea algo malo porque es una propuesta enriquecedora como refrescante. Si su disco anterior homónimo dejaba un gusto desolador, en Boda negra prevalece un sentimiento de esperanza incluso cuando se hable de desencuentros y abandonos.

–El disco suena más romántico que los anteriores, menos rockero, la veta del bolero pareciera tener mayor presencia. ¿A qué se debe eso?
–Creo que personalmente es porque uno va encontrando la comodidad en términos de interpretación. Uno va pasando por etapas. En un principio fue la psicodelia, después el rock & roll, después el rock a secas. Esto se da por buscar una originalidad. Siento que llevar el bolero al rock & roll es hacer algo más propio, y que se interprete con guitarra y batería lo hace más rápido. Diferenciarse de la escena con este estilo se hizo súper natural. Además siempre lo tuve presente. A mi casa siempre iba a un señor a tocar guitarra a mi casa y lo acompañaba. Cuando llegué a Santiago empecé a juntarme con músicos que compartíamos el mismo lenguaje, me empezó a gustar Cecilia. Ella tenía acordes y estructuras súper similares. A medida que vamos viviendo más cosas, se hacen más cosas. El día de mañana puede ser cumbia. Cerrarse a un género es la muerte para un músico.

–Da la impresión allá han tocado mucho más seguido que en Santiago, ¿cómo lo ven reflejado en sus shows en vivo?
–Yo lo siento al revés, que tocaba mas en Chile. Acá estamos partiendo de cero. Seguimos siendo los mismos de siempre y tenemos claro que es eso lo que queremos proyectar.

–¿En la escena sureña de España el sonido de ustedes se ve original? ¿En qué se diferencian de las otras propuestas?
–Sí, o sea, les gusta el rock que hacemos. Acá nos ven como mexicanos, no entienden mucho, pero “flipan” como dicen acá. Después de cada show se acercan diciendo que somos buenos. Nos diferenciamos de lo demás, porque acá no hay nada de eso. De repente algo con cumbia. De a poco se está haciendo ruido y va creciendo la cosa, como para vivir tranquilo en la vida por primera vez.

–¿El desamor presente en el disco fueron vivencias personales o propias no más del género? Hay lejanía, dejarse, etc.
–No, generalmente las temáticas son vivencias reales, porque la música tiene que ir con discurso verdadero sino pierde credibilidad, no se completa. Todos hemos pasado por una ruptura, y es lo que más me inspira para escribir canciones. Dejé a mi hijo de tres años y la decisión no fue fácil de tomar. Pero acá nos pueden pescar más que en Chile. Podríamos haber elegido México u otro lugar, pero fue España. En el sello nos están tratando súper bien, y se están moviendo para hacer hartas cosas. En Chile sólo podía empeorar, así que por ahora nos quedamos aquí.

Escucha Boda negra a continuación:

*foto: Joaquin Aneri