El 14 de junio presentará junto a su banda en la Sala del Ángel su más reciente disco, Are we there. Antes, la cantautora conversó con nosotros acerca de los orígenes de su música y de cómo cantar para los amigos puede ser una manera de encontrar la salvación.

Uno de los adjetivos que más aparece en entrevistas y perfiles de Sharon Van Etten es “valiente”. Tal vez porque en sus canciones los sentimientos se van deteriorando, y porque en ellas relata sin miedo, con aterradora precisión, cómo el amor se va convirtiendo en otra cosa. Tal vez porque se pregunta si queda algún lugar adónde ir una vez que las emociones son delatadas como una mentira, y ni la soledad ni el sexo ofrecen una respuesta. Tal vez sea, sencillamente, porque es una mujer que se expone un poco, sólo lo que hace falta, en la letra de cada una de sus canciones.
“Hay que hacer las cosas de manera más personal. Hay que convertirlo en una obra”.

—¿Recuerdas cuándo empezaste a componer?
Cuando era niña gravitaba hacia varias cosas, tocaba varios de instrumentos, y empecé a escribir mis propias canciones cuando estaba en la media. La verdad no nacieron tanto como canciones, no sabía lo que estaba haciendo. Mi mamá me regaló un cuaderno cuando yo era adolescente, para tener una manera de desahogarme. Yo no me daba cuenta, pero era muy cerrada de joven, y mientras exploraba mis sentimientos, estaba aprendiendo a tocar la guitarra, y empecé a acompañar esas palabras con acordes, pero no tenía idea de lo que estaba haciendo.

—¿Alguna de esas creció contigo, se transformó en una canción de tu adultez?
– No, la mayor parte eran canciones de amor bien tontas. Hace poco me encontré con un puñado de canciones que escribí y grabé cuando tenía 20, más cercanas al country, y eran canciones bien angustiadas, comparadas con lo que escribo ahora… y es raro escucharlas, sueno más joven, pero también sueno frustrada. Sueno como si no estuviera en control de lo que estoy haciendo, que es algo que estoy aprendiendo recién ahora.

—¿Sientes que superaste esa frustración?
—Creo que todo el mundo tiene cierta cantidad de frustración, y creo que una buena parte de eso proviene de que no somos capaces de expresar siempre lo que pensamos, todos vivimos procesos y emociones que las palabras no reflejan del todo. Pero bueno… la vida es frustrante a veces, nomás.

—¿De dónde viene la oscuridad de algunas de tus canciones?
He tenido, como todo el mundo, una historia complicada. He luchado contra relaciones abusivas, he estado entrando y saliendo de terapia durante los últimos tres años, tratando de superar eso, y aprender a vivir como una mujer adulta con ese tipo de cosas. Mucho de lo que escribo tiene que ver con sanarme a mí misma, con entender las cosas que pasaron, con seguir adelante. Y ojalá que la manera en la que reflexiono acerca de mi historia haga que otra gente se pueda conectar con mis canciones. Esa conexión siempre es difícil.

—¿Compones para conectarte con la gente?

No, no las escribo para eso. Pero las comparto para eso, para conectarme con el resto. Yo escribo para sanarme a mí misma, y sentirme mejor, y elijo compartir algunas.

—Leí en alguna parte que Kyp Malone, de TV on the Radio, se impresionó mucho porque en tus comienzos lograbas aquello que toda la gente que toca en bares sueña con hacer: conseguir que la gente se quede en silencio, escuchando.

Bueno, en un mundo ideal la cosa sería así, sí. Pero la mayoría de las veces, en mis comienzos, eso nunca pasó, nada que ver. Ojalá. Lograr eso cuesta mucho, y claro, en algún momento ocurrió, y me sentí conmovida. Y no sé de dónde venía mi impulso una noche, pero resultó, nomás. Yo simplemente estaba tocando mi música para sentirme mejor, en lugares a los que me invitaban a tocar, algunos amigos. Es así de simple, me gusta tocar mis canciones, me gusta estar con amigos. Muchas noches la gente no paraba de conversar, y bien fuerte, mientras yo cantaba. Y hay que hacerse fuerte y seguir adelante, porque entre el gentío igual hay un par de personas que vinieron a verte, que te quieren oír. Y un día encontré un excelente lugar para tocar, en el que me sentía muy segura, se llamaba Zebulon, en Brooklyn. Y bueno, hoy ya no existe, cerró, pero fue el primer lugar que me nutrió, me acogió, me permitió tocar lo que quería, una vez al mes, invitar a mis amigos… y ese fue el momento en el que la sala comenzó a guardar silencio.

—Sobre Are we there… ¿estabas preparada emocionalmente para el éxito que tuvo?

Jamás imaginé que ese disco iba a ser recibido con una respuesta tan entusiasta. Obviamente me jugué mi alma y mi corazón en esas canciones, como en todo lo que hago, pero no me esperaba una recepción tan buena como la que tuvo.

—¿Y cómo se siente?

Es sobrecogedor. A veces se hace difícil, porque una recibe una presión que antes no tenía, así que tiene pros y contras. Me siento muy afortunada por los excelentes comentarios, las críticas, las entrevistas, las ofertas de presentaciones… pero emocionalmente es abrumador, todavía me estoy acostumbrando a aceptarlo.

—¿Te ha hecho eso cambiar en algo la manera en la que compones?

La única reticencia que ha nacido con esto es, nuevamente, cuán personales son mis canciones. Y he tenido que aprender a escribir de una manera más distante, a separarme a mí misma de lo que hago. Mis canciones son muy personales, y hay gente real en las letras de cada canción, y algunos sabrán lo que significa cada una. Cantar eso para un público que no tiene por qué saber del significado de cada una de mis canciones puede ser bien extenuante. Por una parte está muy bien, porque quiero que la gente se conecte con la canción, no necesariamente conmigo… a veces me cuesta terminar un set completo cuando la emoción se vuelve demasiado intensa. Así que sí, cuando estoy en mi casa, escribiendo… en realidad las letras son mi refugio, las melodías son las emociones. Todo eso es muy mío, no lo voy a ocultar, pero tengo que aprender a distanciarme.

—¿Te sientes parte de una generación de cantautores? ¿eres cercana a tus pares?
No sé si a otros cantautores. Pero sí estoy rodeada por un grupo de músicos muy diversos, lo que es fantástico. Creo que la camaradería que nos une viene de la lucha que damos, de la pasión que tenemos por hacer giras y entenderlas como un estilo de vida. Así es como nos conectamos los músicos de mi generación, y es una necesidad, porque no ganamos demasiado con las ventas. Y los sellos, a veces, lo único que nos dan es buena onda. Es difícil para todos, pero seguimos haciendo música porque es lo que nos apasiona. Las giras son nuestra manera de sobrevivir, y de continuar creando. Sí, me siento muy cercana a mis pares, y siento que compartimos una lucha cotidiana, y aprendemos juntos.

—¿Necesitas de la música para sobrevivir?
Creo que no estaría aquí si no hubiera tenido la música de mi lado. Me salva.