Este sábado 14 de noviembre llega a Chile en su versión solista uno de los pioneros de la música electrónica. Simeon Coxe se presentará en el Centro Cultural La Perrera celebrando el sexto aniversario de la tienda de discos Needle.
Por Camila González y Sergio Soto

Simeon Coxe y Danny Taylor llegaron arriba de una nave espacial hecha por ellos, llena de botones y perillas. Llegaron produciendo un sonido que nunca antes había sido escuchado en la música de su tiempo, especialmente en alguna que mantuviera la estructura convencional de una canción.

En la parte posterior del disco debut de Silver Apples (Kapp Records, 1968) se señala: “Reproducir dos veces antes de escuchar”. Esto llegaría a definir y describir la música creada por el dúo neoyorquino que distaba de la escena musical de la época. En 1969, un año después del lanzamiento de su disco homónimo, sería la primera vez que el hombre pisó la luna. Un pequeño paso para el hombre pero un gran salto para la humanidad.

Así como algunos nos cuestionamos los pasos de Neil Armstrong, todavía volvemos al pasado preguntándonos cómo sería el presente si contáramos otra historia. Si bien no podemos cambiar el pasado, Silver Apples nos muestra otra realidad: vuelve una y otra vez, como si hubiese estado presente durante todo el tiempo, desde su nacimiento y luego hacia muchas direcciones, tiempos y espacios diferentes. Siempre dando los primeros pasos en la luna. Esos sonidos los encontramos en todos lados y en ninguna parte. Fueron presente de muchos pasados y aún son nuestro presente sin la necesidad de resignificarse o tecnologizarse. El sonido es sonido y la experiencia, experiencia.

Primeros sonidos

En una época donde la contracultura se encontraba liderada por The Beatles y Bob Dylan, Simeon Coxe entró al escenario del Café Wha? en Nueva York con un oscilador. Uno de sus amigos era músico clásico y cuando se emborrachaba tocaba el mismo aparato junto con discos de Beethoven. Una noche, Coxe hizo lo mismo pero con un disco de rock. Hasta ese momento, la manipulación y experimentación con sonidos se quedaba en espacios “doctos” como fue el caso del programa de la BBC Radiophonic Workshop.

Su primera gran presentación fue en 1969 en Central Park en Nueva York ante 30 mil personas. Coincidentemente, el festival celebraba la llegada del hombre a la luna. Los presentes los miraban sin entender, “como si fueran de Plutón” por sus sonidos nuevos e inesperados. No podemos dar cuenta de las reales impresiones del momento, pero suponemos que el choque no es tan distinto a lo ocurriría si le pasáramos un audífono a nuestros padres acostumbrados a las armonías de Silvio Rodríguez, o bueno, en su defecto, a Cecilia Echeñique en navidad.

Los cuerpos presentes no sólo estaban sometidos a la reflexión que supone la estimulación musical, si no a la vibración de estos sonidos en su interior. Vuelve el sordo Beethoven a escena. Otra vez, como toda “vanguardia”, los límites a los cuales estaban acostumbrando eran constantemente perturbados. Para el dúo su música se debía constituir como una experiencia más allá de lo auditivo: “sentir, aplaudir y bailar”.

Simeon Coxe responde nuestras preguntas desde algún lugar del ciberespacio.

—¿Extrañas algo de hacer música hace 40 años?
—En verdad no extraño nada. Todo es mucho más divertido hoy. En ese tiempo estaba explorando alrededor de osciladores pesados, frágiles y poco confiables, usando mis propios amplificadores porque los sistemas de sonido de donde tocaba eran pobres y debía grabar en estudios donde los ingenieros y productores nunca habían escuchado música electrónica. Por tanto, muchas veces era un ambiente muy hostiles ante la idea de esto. Todo es más fácil y aceptable hoy.

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El renacimiento

Hasta hace unas décadas la historia de Silver Apples parecía haber durado lo que dura el ruido de un trueno, inscribiéndose a un par de años a fines de los 60s. Sin embargo, en 1994 el sello alemán TRC compiló sus dos discos, largamente descatalogados, en un sólo CD que hizo renacer el interés por el atemporal sonido del dúo. Era el tiempo en que el llamado “post rock” había derivado en una revalorización de nombres dejados de lado por la historia oficial de la música popular. Con decenas de bandas desde Chicago a Berlín citando a Neu!, Steve Reich o Juan García Esquivel como influencias, era el momento ideal para que un joven entusiasta de nombre Xian Hawkins rastreara a Simeon Coxe y le convenciera de volver a activar a Silver Apples. Esta nueva encarnación, que presentaba además a Michael Lerner, alcanzó a grabar dos discos Decatur y Beacon (ambos en 1998) hasta que Danny Taylor (retirado de la música y dedicado a las artes visuales) apareció sorpresivamente en un show con las cintas del inédito The garden bajo el brazo.

La alineación original de Silver Apples alcanzó a presentarse algunas veces en vivo hasta que un accidente automovilístico dejó a Coxe postrado por varios años. Para cuando ya estuvo lo suficientemente recuperado para volver a los escenarios, Danny Taylor moría inesperadamente el 10 de marzo de 2005.

En septiembre del 2007, Simeon Coxe comenzó a a presentar la versión solista de Silver Apples, presentándose en festivales como el All Tomorrow’s Parties o realizando conciertos en lugares que durante los 60s nunca tuvo la oportunidad de tocar.

Músicos connotados como Beck, Beastie Boys, Stereolab o Portishead han señalado a Silver Apples como influencia importante en su producción creativa. En octubre de 2011, Coxe fue invitado a tocar “We carry on” en el escenario con Portishead.

—¿Por qué crees que a partir de la década de los noventa se renovó el interés en su obra?
Creo que en los noventas fue aparente que la música electrónica no era algo temporal y la gente comenzó a explorar sus raíces. En ese sentido, mi música se convirtió en un punto de referencia, pero mi principal interés es lo que estoy haciendo ahora, no ayer.

Buscando un orden

En sus inicios, el dúo no tenía idea que sus experimentos estaban siendo revolucionarios o vanguardistas. Para Simeon, sus experimentaciones sólo eran para divertirse y hacer música con sus nuevos juguetes-osciladores. “Fue mucho después que comencé a escuchar a otras personas decir que era original. No tenía un punto de referencia en el momento para saber si estaba adelantado a su tiempo y tampoco estaba interesado en eso. Honestamente sólo estaba siendo un niño en una caja de arena electrónica” nos cuenta.

—¿Cómo influyó haber creciendo en Nueva Orleans, una ciudad caracterizada por el R&B y el jazz, en tu forma de entender la música y en tu propio proyecto musical? ¿Qué tanto hay de eso en lo que haces?
Nunca he estado muy interesado en el jazz tradicional presente en Nueva Orleans, sin embargo, cuando era un adolescente solía escaparme de los partidos o bailes del liceo para ir a la calle Rampart a escuchar Fats Domino, Dave Bartholomew, Big Mama Thornton, Joe Turner y otros que tocaban en bares. Muchas veces era la única persona blanca ahí pero a nadie le parecía importar.

—En internet hay algunos cuadros pintados por ti. ¿Desde cuando que pintas? ¿Llegar a eso a través de la música o al revés? ¿Cómo crees que se relacionan o diferencian?
Yo era pintor mucho antes de ser músico. Cuando me fui de mi casa para ir a vivir a Nueva York a comienzo de los sesenta era con la intención de ser un pintor famoso, no un músico. Tuve un éxito menor en galerías y hasta mostré mi trabajo en el Museo de Arte Moderno (MOMA) pero descubrí que podía pagar mis cuentas como música y cantante en cafeterías y pronto ya lo estaba haciendo a tiempo completo. Sin duda hay una correlación entre ambas para mí.

La búsqueda del orden no es entonces un capricho a la hora de mencionarlo como parte de su obra. Como ha indicado “tanto mis pinturas como mi música expresan esa búsqueda”: el orden en la aleatoriedad. Es lo peligroso que puede ser un juego cuando no se conocen ni las reglas ni los límites.

Coxe cuenta que sigue usando sus osciladores, pero también nuevos programas para manipular y energizar las formas de aquellas ondas básicas. La música de Silver Apples pareciera ser que se nos escapa, la búsqueda del orden en las improvisaciones a las cuales se someten los instrumentos musicales -de naturaleza electrónica- y esa fijación en las formas básicas, alcanzan su gran rendimiento gracias a la propia estructura que el mercado musical nos ha propuesto.

Sin embargo, no deja de hacer música para discos, ni para gente común. La gracia, como una vez dijo una gran fan con los ojos brillando, es que siguen haciendo música “comercial”, siguen manteniendo el modelo, los tiempos, la estructura, los parámetros de la industria. Como si la estuvieran engañando, como si estuvieran presentando, atractivo, algo que no nació para serlo. Hoy, a más de cuarenta años del lanzamiento del primer disco, aún se pueden decir esos clichés que nos despiertan los viejitos que parecen del espacio. Que sus sonidos aún se mantienen en límites difíciles de identificar. Que son el futuro y que nunca pasarán de moda.

Las transformaciones radicales en la música, de la mano de Silver Apples, ocurrieron hace casi medio siglo y siguen ocurriendo desde el mismo frente. Como un collage, como todos sus discos, como la experiencia “program” que nos deja nostálgicos, sobreestimulados, que repite y repite sonidos diferentes en tiempos comunes, que muestra esa mirada analítica del espacio desde muchas perspectivas. Canciones y experiencias que siempre pueden ser traídas desde un lugar no tan lejano, porque a pesar de que se nombre siempre a Plutón, William Butler Yeats lo deja claro a través de su drama haciendo distinción: “Y cogeré hasta el fin de los tiempos. Las plateadas manzanas de la luna, Las doradas manzanas del sol.”

Silver Apples en Chile
Encuentro de música experimental presentado por Needle
Sábado 14 de noviembre 19:00 horas – Centro Experimental Perrera Arte
$20.000 (tickets aquí)
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