En los casi dos años que han pasado desde que Felipe Cadenasso editó El movimiento (Cápsula, 2009), las canciones que lo componen se han hecho mayores. Él mismo ha encontrado un lugar para su voz en el tiempo que lleva presentando esta música en vivo.

Este tiempo no ha sido en vano tampoco, Cadenasso ya tiene más de 30 canciones compuestas que serán sus dos próximos discos, uno solista y uno nuevo de Matorral. Y El movimiento es un disco que casi está cerrando su ciclo, pero del que quedan cosas por decir. Más sobre la manera en que estas canciones relacionan lo inmenso y lo miscroscópico, las emociones y la historia de una familia que podría ser la de cualquiera. Pero es mejor que esa historia, la del disco y la que hay detrás, la cuente Cadenasso.

Con Matorral estábamos tan atrasados con Resonancia en la zona central (Cápsula, 2007) que quería hacer algo nuevo, y preferí sacar este con mi nombre antes de hacer uno más de Matorral. Trabajar con Leo Quinteros ayudó harto en ese sentido, fue muy bueno, nos encontramos cuando nos teníamos que encontrar.

Yo compongo harto, y en esa época, mucho más, y como no sé leer música, grabo en una casetera. Y de repente tengo casets de hace años, y encuentro una idea de un minuto que nunca usé. Claro que también hay cosas ahí que nunca usé y que no valen la pena. El Movimiento tiene muchas canciones que en ese momento eran nuevas, pero también recupera varias más viejas. Es más íntimo, sí, suena más hecho en el dormitorio, más nocturno también. Bueno, yo compongo de noche y creo que eso se nota. Siempre compongo solo con la guitarra, se me ocurre una melodía y pienso en la armonía. Eso es lo primero.

En las letras, hay mucho. “El movimiento”, por ejemplo, tiene que ver con la permanencia, con moverse, ser parte de algo mayor… no la escribí pensando en Chile, pero es un poco así, Chile es un país de quietismo, de transiciones lentas, todo es un poco así, tiene que ver con el miedo a moverse y con el descubrimiento de algo maravilloso detrás.

Las canciones nacieron así, en la soledad de la pieza. “La araña” se trata de mirarse la mano y sentirla ajena, se trata de la vejez, del paso del tiempo, de la inutilidad de los esfuerzos. “Una vuelta más” tiene que ver con los juegos familiares, como cuando un adulto agarra a un niño de las manos y le da vueltas y vueltas, como un carrusel. Tiene que ver con los problemas de una familia, también.

“Convicción”, la primera del disco, tiene una orquestación media rara, con el piano, la guitarra eléctrica detrás… la clave del tema es el verso que dice “siente un soplo eterno, a veces te vuelvo a mirar”, es como esos momentos en que estás solo y te quedas mirando nada, y se te aparece algo demasiado grande. El mundo, pongámosle, no sé. Tampoco es como que haya una investigación detrás. Pero esos momentos en los que te sientes más pequeño y más grande a la vez. Eso pasa con varias canciones de El Movimiento, que tienen que ver con la soledad, con la observación de las cosas, con estar perdido en algo demasiado grande. Es como que te fuiste a buscar algo y ya no sabes qué estás buscando. Este disco es más introspectivo, sí, mira más hacia dentro que hacia afuera. A mí hasta me han dicho que es un disco esquizofrénico.

Cuando quería grabar, armé una banda y una vez, después de tocar, nos juntamos con Leo y me dijo que “El movimiento”, la canción, se la imaginaba grabándola en la Biblioteca Nacional… y yo ambiciosamente quería que el disco entero fuera eso, una sesión grabada en un espacio grande, con esa acústica, con registro en video y todo. Al final nunca se hizo así, pero que el Leo tuviera la misma imagen que yo me hizo darme cuenta de que teníamos que trabajar juntos.

El disco lo grabamos en varias sesiones en una casa, y fue bien afortunado. Cuando uno graba con un grupo de personas cercanas, en condiciones así, con esa concentración y con la acústica del lugar, se logra transmitir un ambiente sonoro, hay un registro de eso que queda y que se siente.
Puede que el disco tenga de todo, desde cosas con más referencias clásicas, o hasta barrocas, pero puta, soy fanático de AC/DC, o de los Rolling Stones, y también me gusta Gustav Mahler, cosas así. Y de todo lo que escuchas se te van quedando cosas en la cabeza, al final no sabes de dónde. No es que uno tenga un plan de hacer referencias ni nada.

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En vivo es distinto: me pasó que este disco podía cantarlo de otra forma, y tenía ganas de hacer eso en las presentaciones, no cantar tan fuerte ni pararte en el escenario de tal manera, defenderte con la voz nomás. Pasa que con un grupo como Matorral puedes estar en Constitución 61, por ejemplo, donde hay otra gente que no necesariamente te va a ver, y te defiendes con el volumen, terminas tocando cualquier cosa muy fuerte, la gente te aplaude y sientes que hiciste tu pega. Pero con este repertorio, más acústico, más frágil, tienes que tener más control de tu cuerpo, no hay tanto delirio de la gente.

Ahora hago mejor el falsete que cuando grabé el disco, tuve que aprender a despegar la voz del fondo musical. Darle más protagonismo, atreverme a quedar solo delante de los instrumentos, más expuesto, sí, pero también con más confianza en lo que hacía. Fue una pega hacer eso, pero encontré un lugar para mi voz. Tal vez tiene que ver con que crucé la barrera de los 30.

Este disco es el que me tiene más satisfecho. Los de Matorral ya no los puedo escuchar. Porque fueron grabados de manera muy precaria, no teníamos grandes conocimientos técnicos, éramos más lanzados nomás. Este está mejor presentado.

Quiero grabar este año, tengo unas 30 canciones que he escrito en este tiempo, para repartirlas en dos discos, uno solista y uno de Matorral. Y no sé exactamente qué divide un grupo de canciones del otro. Podría decir cualquier cosa, hay algunas canciones que están más cerca del vals, o de una identidad, ése podría ser uno. El resto podría ser el disco de Matorral, pero no sé. Un disco de Matorral o lo que venga va a ser mucho más cercano a este sonido, al de El movimiento, que a lo anterior.

Pero no es tan fácil. Lo que pasa es que la industria que debería rodear a la música es muy pequeña. Uno está obligado a la autogestión. Muchas expresiones artísticas dependen de cuánta plata tengas. Si miras hacia atrás, por ejemplo, gente como Los Blops jamás habría podido grabar su música si hubiera crecido en una población. En Chile es así. Y ya no sufro por eso. Es sólo la cancha en la que me tocó jugar.

Fotografías: Rodrigo Ferrari