Creemos en la libertad de expresión. Creemos en eso que cualquier persona pueda opinar sin censura previa sobre lo que le de la gana, y convertirlo en trolleo, arte o en una declaración de principios. Sabemos además, como melómanos, que la mejor música sale de quienes hacen uso de ese derecho fundamental a incomodar lo que se da por canónico. Por eso mismo respaldamos que sea un derecho de todos, en cualquier ámbito, aunque a veces nos traten de hacer creer que hay ciertas personas más iguales que otros al momento de opinar.

Nuestro compañero Rodrigo Ferrari fue formalizado por crear una cuenta de parodia en Twitter sobre Andrónico Lucksic, uno de los empresarios más ricos de Chile. La cuenta, que estuvo activa del 2010 al 2011, era una joda que se reía de lo que nos reímos todos: de ese absurdo inconmensurable que es que tan pocos tengan tanto. Pero Andrónico Luksic no le encontró la gracia. En su declaración en la fiscalía, leída en la audiencia de formalización, comentó: “espero que esto sirva como un precedente para que no se tome la identidad de una persona con el fin de desmerecerlo y perjudicarlo, lo que encuentro peligroso y además cobarde.”

Nosotros creemos lo contrario. Que si esto es un precedente, lo es de en cuanto a abuso en materia de persecución legal por el empleo de nuevas tecnologías. Que es un precedente de limitación de la libertad de expresión y de la posibilidad de crítica, lo que nos parece grave en la era de las redes sociales. Donde tenemos a fiscales accediendo a información privada a través de Twitter y VTR sin la debida orden judicial. Que tiene a un sistema judicial haciendo avanzar una causa absurda solamente porque el afectado es una figura de relevancia nacional, en una disparidad de poderes que nos parece ridícula. Una democracia se torna ridícula cuando no protege a sus ciudadanos e incluso el aparato estatal apoya a un poderoso.

No queremos más casos como los de Aaron Swartz o el de las Pussy Riots. Somos un medio digital y creemos en que Internet tiene un potencial enorme para que la gente se comunique horizontalmente, sin los fantasmas de adolescentes demandados por una millonada sólo por bajar música o twitteros encarcelados por reírse un poco. Porque acá, si alguien es culpable de algo, es la parte acusadora por no tener sentido del humor ni del ridículo.