Definitivamente, 2019 es un año que no quiere darnos tregua. Las últimas (malas) noticias llegan desde la ciudad de Waller, en Texas (Estados Unidos), donde el músico, cantautor y artista visual Daniel Johnston murió de un ataque cardíaco la noche del martes 10 de septiembre, según confirmó su ex manager, Jeff Tartakov.

Nacido en Sacramento, California, y criado junto a sus cuatro hermanos mayores en New Cumberland, West Virginia, Johnston comenzó a grabar canciones artesanalmente en sus últimos años de secundaria, a fines de los 70s, premunido de su voz, un piano, un órgano y un radiocasete.

Tras graduarse de la secundaria y pasar brevemente por la Universidad Cristiana de Abilene, se mudó a Austin, Texas, donde comenzó a hacerse un nombre en la escena underground de la ciudad gracias a sus conciertos y sus sencillas canciones sobre el amor idealizado/no correspondido hacia su eterna musa, Laurie Allen; referencias más o menos veladas a la religión, advertencias sobre el demonio o sobre personajes de comics como el Capitán América o el fantasma Gasparín, quienes siempre representaban valores como la amistad o la bondad. Sus casetes, editados e ilustrados por el mismo, circulaban de mano en mano entre los fans, que esperaban el anuncio de cada nuevo show para abarrotar los pequeños locales en los que se presentaba.

Un primer gran espaldarazo le llegó en 1985, cuando el programa The cutting edge de MTV realizó un programa especial sobre la nueva música de Austin, donde el bueno de Daniel fue puesto en vitrina y llegó a tocar en el festival texano Woodshock, a fines del mismo año. Desgraciadamente, en esa época empezaron a aflorar los primeros síntomas de inestabilidad mental, y, tras un mal viaje de LSD en un concierto de Butthole Surfers, su conducta se hizo cada vez más errática y delirante. Diagnosticado con esquizofrenia y trastorno bipolar, tan pronto estaba grabando en New York junto al productor Kramer (1990, Shimmy Disc, 1989) o colaborando con el líder de Half Japanese en el disco Jad Fair & Daniel Johnston (50,000,000,000,000,000,000,000,000,000,000 Watts Records, 1989; reeditado en 1993 por Paperhouse Records como It’s spooky), como protagonizando episodios psicóticos que lo ponían en peligro tanto a él como a los demás: Tristemente conocida es la ocasión en la que, en 1990, volviendo de un festival junto a su padre en un avión monoplaza, Johnston sacó la llave de contacto del aeroplano y la arrojó por la ventana. Sólo la pericia del padre, un ex piloto de la Fuerza Aérea estadounidense, evitó la tragedia, y Daniel fue nuevamente ingresado en un sanatorio tras el incidente.

El desaparecido Kurt Cobain fue otro de sus grandes valedores, al aparecer en 1992 usando una camiseta con el diseño de portada del álbum Hi, how are you: The unfinished album (Autoeditado, 1983) en los premios MTV Music Awards o mencionando Yip/Jump music (Autoeditado, 1983) en sus listas de discos favoritos. Pese a estar internado en ese momento, Johnston se encontró en medio de una guerra de ofertas de parte de sellos que deseaban contratarlo: Su enfermedad le llevó a rechazar la oferta de Elektra Records solo por ser la casa disquera de Metallica, quienes, en su opinión, eran sirvientes del demonio y deseaban matarlo (aunque años después los citó en una canción de su proyecto The Lucky Sperms). Finalmente, Atlantic Records salió triunfante, editándole en 1994 el ábum Fun, obra producida por Paul Leary (Butthole Surfers) que fue su debut y despedida en las grandes ligas: Con solo seis mil copias vendidas hasta 1996, Daniel fue despedido y volvió a la independencia, donde no faltó quien le tendiera la mano: Jason Pierce de Spiritualized, Yo La Tengo, Bright Eyes, The Flaming Lips, y hasta el mismísimo creador de The Simpsons, Matt Groening, lo invitaron a colaborar en distintos proyectos.

Durante la década siguiente, nuestro hombre lanzó obras como el álbum doble The late great Daniel Johnston: Discovered Covered (Gammon Records, 2004) que incluía un disco con versiones a cargo de gente como TV On The Radio, Gordon Gano, Teenage Fanclub con Jad Fair y Tom Waits, entre otros, y un segundo disco con Johnston interpretando las versiones originales de las mismas canciones; protagonizó el imprescindible documental The devil and Daniel Johnston (Jeff Feuerzeig, 2005), trabajó en la opera rock Speeding motorcycle junto a una compañía teatral de Texas; expuso sus ilustraciones en galerías de Londres, New York y Sacramento, además de embarcarse en giras por Europa y Estados Unidos.

En los últimos años, editó su primer libro de cómics, Space ducks – An infinite comic book of musical greatness (BOOM! Studios, 2012), continuó tocando en vivo mientras su salud se lo permitiera y fue objeto de Hi, how are you Daniel Johnston? (Gabriel Sunday, 2015) una breve película sobre su vida financiada, entre otros, por Lana del Rey.  En medio de ese torbellino fue que pudimos disfrutar de sus canciones en vivo en 2013, cuando se presentó en la Ex Oz de Santiago en un show tan tenso como sobrecogedor.

Cuatro años después de visitar nuestro país, anunció que dejaría de tocar en vivo luego de una breve gira de cinco fechas, en donde fue acompañado por miembros de Wilco y Built To Spill como banda de apoyo. Reinstalado en casa de sus padres, y consagrado por décadas a una poco saludable dieta de hamburguesas, papas fritas y gaseosas junto a un tabaquismo impenitente y una diabetes cada vez más severa, continuaba haciendo/grabando música con la esperanza de poder editar sus canciones por algún sello que le permitiera dedicarse solo a crear, dándole nuevas vueltas a su sempiterna obsesión por The Beatles y The Beach Boys.

Nos queda la infinita ternura y fragilidad se sus canciones, junto con un nudo en la garganta que -quizás- vaya aflojando con el tiempo. Buen viaje, Daniel, descansa en paz. Esperamos que el verdadero amor te haya encontrado al final.