Jorge González en vivo
Auditorio Museo de Bellas Artes
Martes 30 de octubre

Fotos por Rodrigo Ferrari

Si tu apellido no es González ni Tapia

El auditorio del Museo de Bellas Artes tiene una atmósfera particular. Probablemente porque suele ser escenario de artes escénicas, espera a Jorge González con la solemnidad propia de la performance. La presentación del sanmiguelino incluirá un repertorio de canciones que conocemos de memoria, un público militante y el carisma acostumbrado. Una apuesta perfecta.

Pese a que sus discos más importantes datan de hace más de un par de décadas, la versión 2012 de González está lejos de ser un ejercicio de nostalgia. No se trata sólo por la colección de himnos generacionales, sino también por una actitud hacia un público que ha sabido crecer junto a él.

Mientras algunas estrellas viven de la remembranza nostálgica hacia un pasado glorioso, Jorge González se sostiene digno sobre los hombros de aquello sobre lo que es imposible renegar, para intentar explicar -sea con banda, sea solo acompañado por su guitarra acústica- como es este mundo hoy bajo la mirada de un ex-prisionero. Es esa mezcla de ingredientes, algunos clásicos, otros más frescos, la que hace que sea muy difícil imaginar un mejor show chileno en vivo que el que pudimos ver en el Museo de Bellas Artes en una calurosa noche de octubre.

Quizás todo esto sea producto, además, de lo que proyecta la banda desde el escenario, en la que sea probablemente la mejor formación que haya acompañado jamás a Jorge González. Una batería mucho más presente que en cualquier registro original con ese artículo de lujo llamado Pedropiedra, el bajo de Jorge Del Campo en un preciso segundo plano, y el complemento perfecto de la voz y guitarra de Gonzalo Yáñez (una rareza que siempre pareciera que se viene bajando de una cápsula del tiempo estacionada en la Plaza Ñuñoa circa 1997), hacen de la banda una apuesta ganadora no sólo en el papel.

A otros enseñaron secretos que a ti no

Aun cuando nadie podría dudar del carácter icónico de Jorge González, es curioso el respeto que ha mostrado nuestra cultura popular por el repertorio de Los Prisioneros. Si bien ha habido esfuerzos, aunque fugaces y algo fallidos, de reinterpretar este legado, da la impresión que no puede ser sino Jorge González quien puede deconstruir con éxito canciones como “Amiga mía’”.

Es difícil pensar en mejores bandas sonoras para el movimiento estudiantil que “El baile de los que sobran” o un momento político más adecuado para redescubrir la brutal actualidad de “No necesitamos banderas”, pero curiosamente son gemas que parecieran trabajar mejor a nivel subconsciente que a gritos en la calle o, por qué no, en el estadio. A final de cuentas, la música de Jorge González siempre ha sido música punk con una curiosa intimidad, y su presentación en vivo rescata con cuidado todas esas sutilezas.

Y al despertar el sol me llega sólo a mí

La crítica ha sido muchas veces injusta con Jorge González, destacando, y de paso dejando aquello en la retina del espectador, los momentos de rabia y oscuridad del pasado antes que su innegable talento compositivo.

Salvo por el momento en que a mitad del show hizo referencia al uso de cámaras digitales, Jorge González se ve feliz, completo, en el escenario. Una alegría que se hace contagiosa incluso en los momentos más introspectivos de la presentación, donde González entiende la magnitud de la conexión con su público y se muestra especialmente generoso con el repertorio escogido.

Verlo interpretar sus canciones en vivo ayuda a recordar que sería imposible pensar en el pop chileno de los últimos años sin la feroz influencia estética de Jorge González. Y acá otra paradoja. Salvo un par de comentarios sobre la importancia de Corazones (1990), ha habido poco reconocimiento explícito de la nueva camada de músicos chilenos por la influencia de Los Prisioneros, aún cuando es posible encontrar conexiones más o menos obvias en el Gepe de Audiovisión y, en una de las sorpresas del 2012, Ases Falsos.

El show de Jorge González, además, sirve para ponerlo en contexto. Con la actualidad de sus canciones, y lo que entrega sobre el escenario, pareciera implícitamente reconocer también que su lugar en nuestra música popular es formar parte de un caudal que avanza junto a él; no como un tótem observando desde la orilla lo que sucede a la distancia. Probablemente es ello lo que explica el inesperado homenaje a Javiera Mena en una preciosa versión desnuda de “Esquemas juveniles”, hacia el final del show.

Entre la generosidad para con un público que está allí para escuchar también las que son sus propias canciones, es que construye Jorge González algo bien parecido a él mismo. Algo inescrutable, brillante e imperdible.

Revisa acá la galería de fotos del show, tomadas por Rodrigo Ferrari, o en nuestro Facebook.