Estuvimos el sábado pasado en el concierto que los canadienses Junior Boys ofrecieron en Espacio Broadway. Carmen Duarte nos comenta aquí los pormenores del show.

Las fotos son cortesía de Claudia Jaime (Club Fauna)

Al atardecer, algo no estaba bien. Nubes muy oscuras para marzo, el viento que castiga sádico a los asistentes demasiado piluchos, un rayo que se cruza perfecto por detrás del escenario, mientras Junior Boys resiste arriba con la cabellera de su vocalista Jeremy Greenspan convertida en un nido. En el cielo, las luces de los aviones cruzan  parpadeando opacas. Algo estaba ocurriendo, quizá parecido a un mal presagio.

No para Junior Boys. Aunque tuvieron que superar una interrupción técnica que cortó su largada a ganador y hacia el final del show, el sonido crepitante de una salida saturada, el dúo canadiense -ahora convertido en un trío con la inclusión de un certero baterista- entregó precisamente lo que se esperaba de ellos: clase, drama y pulcritud. Con temas de su repertorio completo, y con puntos altos en “Parallel lines” (con la que abrieron), “Double shadow”, “In the morning”, “A truly happy ending” y “Banana ripple“(con la que cerraron), el show de Junior Boys pareció por sobre todo concienzudamente ejecutado.

Con una coordinación perfecta entre Matt Didemus y Greenspan, y con una batería que sonaba fría y seca tal como aparece en sus grabaciones, sobre el escenario la banda pareció encontrar espacios no sólo para sonar fieles a sí mismos. Además, lograron traducir en vivo un sonido ambicioso en su control total y aún así dar lugar para abrirse sónicamente: apoyándose en el sonido en vivo de una guitarra, llegaron por un breve momento a una casi imposible improvisación fuera del formato de maquetas.

Un show intrigante, que se sostenía en la asombrosa voz de Greenspan. Tan perturbadoramente sexy en vivo como en su discografía, en vivo transitó una gama que iba desde el tono gemelo exacto al de Roland Orzabal de Tears for Fears, pasando por el susurro hipnótico hasta llegar a un falsetto inagotable, que lo tuvo al final del  recital asomado al público repitiendo como un mantra agudo “Now you see me go”.

Fue un recital breve. Quizá porque parecía, en modalidad de desastre, que no era totalmente improbable que un pequeño tornado invadiera un entorno diseñado para un remojón despreocupado. Y quizá por lo mismo, las expectativas del público no eran muchas y una mayoría pareció más enfocada en conversar sobre el fin del verano y sus fiestas, sujetándose sus sombreros de pana mientras se sacaban fotos.

Junior Boys necesitaba un público mejor que ese, uno que llevara el termostato de esa experiencia sudada y destemplada que es un recital en vivo. Con muchos de los asistentes demasiado volátiles, la banda tuvo que contentarse con una naturaleza que parecía haberse vuelto loca, lo cual pareció sentarles bastante bien.