Justice + Modeselektor en vivo
Jueves 3 de mayo
Teatro Caupolicán

Fotos por Álvaro Guerra

En la intersección de 10 de Julio con San Diego, un trío de jóvenes con chaqueta de cuero, pelo engominado y cara de asustados, se acercan a un repartidor de pizza y le preguntan si sabe dónde está el Estadio Caupolicán. Le comentan que andan medio perdidos, que nunca habían venido para este lado de Santiago y que van a Justice.

El repartidor de pizza se ríe, les dice que están cerca, que sigan caminando por San Diego y que, lo más probable, es que haya un lote grande afuera del Teatro. El trío de jóvenes agradece al repartidor y sigue caminando en dirección al Teatro Caupolicán, cambiando su actitud temerosa por una más excitada, lo que los lleva a “cantar” unos temas de Justice en mitad de la calle.

No mentía el repartidor: contrario a lo que sugería una tardía promoción del evento y un aparente desinterés de la “masa hipster” (sic), el Caupolicán se repletó. Tampoco era falsa la excitación con la que el trío se alejó de este: al interior del teatro, muchos preguntaban sobre los horarios, las chaquetas y poleras alusivas al dúo francés eran una constante y mucha gente “cantaba” temas de ellos. Por lo mismo, lo que el trío chileno Matanza estuvo haciendo sobre el escenario (en formato DJ set) pasó casi desapercibido. El corte de su actuación fue repentino y ni aplausos hubo para ellos.


Fotografías por Álvaro Guerra

Todo lo contrario ocurrió con Modeselektor. Aunque el público hubiese querido ignorarlos, no lo habría logrado. Cada tema que el dúo alemán presentó anoche, hizo retumbar el Teatro Caupolicán con esos bajos gruesos, atronadores, que hacían vibrar cada centímetro del cuerpo.

A su imponente sonido, hay que sumar lo carismáticos y comprometidos que se mostraron con el público, lanzando champaña, jugando con los efectos de las voces, haciendo pantomimas sobre sus temas, en resumen, armando una verdadera fiesta. Lo de Modeselektor, que quede claro de una vez, no fue dubstep ni techno, pero a medio camino entre uno y otro estilo, el ecléctico set con que se presentaron en nuestro país, quedará instalado en nuestras cabezas y oídos por un buen tiempo.

Lo de Justice, sin embargo, requiere más análisis. Al parecer, el público se dividía entre quienes esperaban mucho de ellos (la fanaticada dura) y los que no esperaban nada del dúo (un servidor y varios más). Los primeros, por lo que comentaban al término del show, salieron algo decepcionados: no sonaron tan fuertes como se esperó (el rumor decía que los vecinos alegaron por el fuerte volumen de Modeselektor), las reversiones de los temas en vivo hacían que su repertorio perdiera fuerza (pasaron colados los megahits “D.A.N.C.E.”, “DVNO” y “We are your friends”) y el dúo se mostró muy lejano (por no decir drogado).

Los segundos, quedaron algo más que impactados con la puesta en escena de los franceses (¡tremendo juego de luces!), la tensión que lograron crear en algunos momentos (el dramático inicio con “Genesis”, la cruz abriéndose en dos para dejar a la vista un sintetizador) y las apabullantes versiones de “Audio, video, disco” y “Stress” (el momento más intimidante de toda su presentación, con luces rojas por todos lados).

Con todo esto como antecedente, ¿es Justice una banda que vale la pena? En vivo, pareciera que sí, ya que sus méritos visuales son bastante mejores que los musicales. Pero quienes esperaban encontrarse con la reencarnación más certera de Daft Punk o algo del empuje que The Chemical Brothers presentan en vivo, mejor olvídenlo: Justice tuvo los cinco minutos de fama correspondientes con su primer disco y ahora sobreviven a duras penas. Es hora de bajarlos del podio en el que se encontraban y decir, sin miedo, que en 5 años más, nadie se acordará de ellos. Ni siquiera el trío de jóvenes ABC1 mencionados al principio de esta crónica, quienes tuvieron que bajar del barrio alto para ir a verlos. A estos, al menos, les quedará la satisfacción de que conocieron la calle San Diego y caminaron ¡de noche! por 10 de Julio.