Con la edición de su última actuación ante un público (The Olatunji concert, 1967), nos vuelve a la memoria la etapa creativa menos apreciada de John Coltrane: el quinteto avant-garde. Con estos apuntes, el jazz de vanguardia (el jazz) hace ingreso en los dominios musicales de Super 45.

El 17 de julio pasado se cumplieron los 34 años de la muerte de John Coltrane, el más grande de los tenoristas modernos de todos los tiempos. Una figura única e irrepetible en el jazz. Fue el cuarto innovador del instrumento rey del sincopado: Antes que él estuvieron Coleman Hawkins y Lester Young durante la era del swing de los treintas, luego Sonny Rollins en el hard bop de los cincuentas, y finalmente John Coltrane en el avant-garde durante los sesentas. Para muchos avezados estudiosos y oidores, una vez que Coltrane falleció, el jazz, como género musical, también se fue a la tumba.

Tal vez ésta sea una opinión demasiado fundamentalista, pero no deja de ser considerable: A partir de 1967, año en que un cáncer lo fulminó en cosa de días, el jazz optó por seguir otros caminos, de la mano de un Miles Davis totalmente direccionado hacia los sonidos eléctricos del rock. El jazz acústico, conducido por el lenguaje del bop fue desplazado a un tercer plano. Después de Coltrane, durante tres décadas, nadie tuvo la profundidad, la sensibilidad ni la capacidad para darle la vuelta de tuerca necesaria a una música que como género hoy parece estar totalmente agotada.

El sello Impulse sabe lo que vale Coltrane. Siempre lo supo. Desde 1961, fecha en que se hizo cargo de su música, durante la etapa más trascendental y prolífica de su obra. Fue justamente entonces cuando Coltrane demostró su enorme presencia en subestilos jazzísticos muy diversos aunque unificados por una trascendental conexión espiritual: el hard bop, el post bop, la música modal, el free jazz y el avant-garde fueron revisados, respaldados y remodelados por sus soplidos.

Cada vez que “Trane” (apodado así como una analogía entre sus solos y el arrollador paso de un ferrocarril) quiso ingresar al estudio, lo hizo con el visto bueno de la compañía. Por eso es que hoy no parece un despropósito la aparición de la serie completa de reediciones de la obra de Coltrane al mando de su cuarteto clásico. Sin embargo, resulta muy interesante la publicación de un trabajo en especial que expande aún más su catálogo: The Olatunji concert. Un histórico registro documental de la que fue su actuación final sobre un escenario, y que por lo demás nos traslada a un contexto muchas veces olvidado. Se trata de la última de sus etapas de creación, la menos comprendida, entre 1966 y 1967.

Fue el 23 de abril del ’67, en el Babatunde Olatunji Center (un centro que la comunidad africana de Nueva York había construido en honor del percusionista nigeriano Babatunde Olatunji). Ahí, Coltrane se presentó con su nueva banda, la última que dirigió y que lo acompañó hasta la muerte. Ya habían pasado los gloriosos años de su cuarteto clásico (en el período 1960-65, con McCoy Tyner en el piano; Jimmy Garrison en el contrabajo; y el enorme Elvin Jones en la batería). Ahora se rodeaba de un quinteto de exploración de vanguardia de tal nivel, que Coltrane debió luchar contra este nuevo escenario. Gran parte de los adeptos no fueron capaces de comprender la dirección musical que había tomado su música al ser influido por los vuelos atonales de hombres como Eric Dolphy, Albert Ayler, Archie Sheep y Pharoah Sanders (quien finalmente se convirtió en su brazo derecho en este último quinteto).

Coltrane no tardó en superar a sus inspiradores. No sólo demostró que era posible efectuar solos de 30 y 40 minutos en una pieza de jazz, sino que además obligó a otros músicos del avant-garde a prepararse mental y físicamente para interpretar estas maratones sin descuidar la línea central. ¿Imagina usted lo que significa soplar un saxofón durante 40 minutos sin perder el tempo, la armonía y la musicalidad?

Este conjunto tenía a Pharoah Sanders en el saxo tenor y la flauta traversa, su mujer Alice Coltrane en el piano, Rashied Ali en la batería y al único sobreviviente del antiguo cuarteto, Jimmy Garrison en el contrabajo. Pertenece a la quinta etapa en la evolución musical de John Coltrane. Su historia se segmenta en una primera fase, en el período 1947-54 (cuando formó parte de grupos como la Dizzy Gillespie Big Band y el Dizzy Gillespie Sextet); una segunda en 1955-56 (siendo el tenorista de planta del quinteto clásico de Miles Davis); una tercera en 1957-59 (como miembro del cuarteto de Thelonious Monk, período en el que tuvo la libertad necesaria para extender, desarrollar y afinar sus solos), una cuarta etapa en 1960-1965 (al mando del cuarteto clásico), y finalmente esta última parte en su historia plagada de drogas duras, interminables presentaciones y una intensa fe en Dios.

El conjunto grabó álbumes históricos en la avanzada contemporánea. En esta lista figuran Live at The Village Vanguard Again! (1966), Live in Japan (1966), Stellar regions (1967), Interstellar space (1967, en duetos con el baterista Rashied Ali) y Expression (1967, su última obra). The Olatunji concert posee el valor de ser a partir de ahora el sexto registro de este quinteto. En él se exponen los paradigmas del jazz exploratorio de alta combustión, con sesiones de largo aliento a través dos piezas (29 y 35 minutos respectivamente) que dan cuenta de aquel distintivo fuego interior y un amor profundo que Coltrane, malherido y todo, aún estaba capacitado para sentir y experimentar apenas tres meses antes de su muerte a los 41 años.