El año recién pasado se cumplieron cuatro décadas desde la aparición de Five Leaves Left, el primero de los tres discos que editó en vida el cantautor inglés Nick Drake. Esto sirve como la excusa perfecta para presentar un necesario homenaje a un artista que durante su corta vida ofreció más preguntas que respuestas, pero que dejó un legado que no sólo ha sobrevivido al ingrato paso del tiempo, sino que cada vez cobra más fuerza. Lo que aquí se expone son sus hojas de vida menos conocidas: desde su infancia hasta la gestación de un disco que sigue presentándose tan atemporal como inmortal.

“Los hombres de fama nunca podrán encontrar el camino hasta que el tiempo haya volado lejos del día de su muerte. (…) Nadie te conoce aparte de la lluvia y el aire, pero no te preocupes, porque todos ellos se pararán y te mirarán cuando te hayas ido. (…) Árbol frutal, abre tus ojos a un nuevo año. Todos sabrán que estuviste aquí cuando te hayas ido”.

Pocas líneas resumen de mejor manera la vida y obra de Nicholas Rodney Drake como éstas, extraídas de “Fruit tree”, uno de sus tantos poemas convertidos en canciones. Sin embargo, y a pesar de estar incluida en su disco debut, éste es un mensaje que se relaciona más al Drake abatido y taciturno de los últimos años. Antes de eso, quienes lo conocieron recuerdan a un hombre, si bien tímido y de pocas palabras, feliz de vivir y emocionado con la oportunidad de desarrollar su pasión de manera profesional. Un hombre que no sólo no le tenía miedo a la fama, sino que íntimamente sentía que la merecía.

Nick Drake nació el 19 de junio de 1948, en la ciudad de Rangoon, ubicada en el país entonces conocido como Birmania, hoy Myanmar. Rodney, su padre, se encontraba en ese país desde los años ’30 trabajando como ingeniero. Ahí conoció a Mary Lloyd, su futura esposa, una mujer con una gran sensibilidad artística y cuyas composiciones musicales serían de gran influencia para su hijo. En el seno de la familia era conocida como Molly. Tanto Nick como Gabrielle -su hermana mayor- nacieron en ese lugar, que para la llegada del primero ya llevaba unos cuantos meses independizado de Gran Bretaña.

Dos años después, los Drake se mudaron de vuelta a casa, en la zona de Tanworth-in-Arden, cerca de Birmingham. Ese lugar sería fundamental en la vida de Nick, ya que ahí fue donde se crió, vivió su infancia y donde pasó sus últimos días. Las únicas imágenes en movimiento que existen de Nick Drake son de esta etapa -entre los últimos meses de Birmania y los primeros años en Inglaterra-, gracias a grabaciones familiares.

Poco hacía presagiar su destino durante sus años escolares. De niño y durante su pubertad, Nick Drake era prácticamente lo opuesto al cliché del músico atormentado: tenía un buen rendimiento escolar y ya había desarrollado un creciente interés por el deporte, estableciendo un record en las 100 yardas planas que aún perdura y capitaneando al equipo de rugby local. Sin embargo, una de las características que se acentuaría con el paso de los años ya podía entreverse, según recuerda su papá: “En una carta, el director del colegio nos dijo que Nick era un gran alumno y deportista, pero que nadie lo conocía muy bien. Eso resume muy bien su vida. Nadie conocía muy bien a Nick”.

Ya a los 16 años, el deporte había dado cada vez más paso a la pasión que marcaría su vida: la música. A esa edad ya había formado su primer grupo y tocaba en la orquesta de su colegio. Los instrumentos que dominaba eran el piano, el clarinete y el saxo, mientras que sus gustos se inclinaban por el lado del jazz y la música clásica. A los pocos meses, Drake compró su primera guitarra. Estos últimos dos detalles marcarían fuertemente el sonido propio que terminó buscando en sus discos.

El interés por la música no era algo ajeno a su familia. Tanto su papá como Molly, su mamá, constantemente escribían canciones. Según recuerda su hermana Gabrielle, Nick era reticente a admitir la gran influencia que recibió -casi inconscientemente- de las composiciones de su madre. Esto se pudo comprobar gracias a Family Tree, un compilado editado en 2007 que incluía una serie de grabaciones caseras de Nick Drake antes de dedicarse seriamente a la música. Aparte de covers y versiones preliminares de algunos de sus éxitos, dos canciones –“Poor mum” y “Do you remember?”- son de autoría de Molly Drake. Las reminiscencias de estructura asoman a los primeros segundos, además de formas de cantar bastante similares.

A pesar de haber bajado considerablemente su rendimiento académico los siguientes meses, Drake recibió una beca para estudiar literatura inglesa en Cambridge. Emocionado, aceptó, pero antes –a principios de 1967- decidió irse por seis meses a la universidad De Aix-Marseille, en Francia, toda vez que la traducción del francés al inglés era parte importante de lo que serían sus estudios. Este viaje probaría ser vital en su futuro. Aquí no sólo incursionó por primera vez con la marihuana y el LSD, sino que también desarrolló la técnica en la guitarra que imprimió en sus discos.

Según recuerdan sus amigos en esta época, Drake tenía muy poco interés en lo académico. En vez de eso, pasaba horas y horas probando distintas afinaciones y arpegios, mientras tocaba canciones de algunos de los artistas más representativos del folk británico de la época, como Bert Jansch o Jackson C. Frank. Durante este viaje surgieron algunas de sus primeras composiciones, como “Strange meeting II”. Además, era común que, para ganar algo de dinero, fuera con sus amigos a tocar por dinero en las calles del centro de la ciudad.

Antes de volver para enrolarse en la universidad, Nick decidió hacer un último viaje con sus amigos. El destino era la ciudad de Marrakesh, en Marruecos, en busca de evadir la rutina y, por supuesto, de drogas y diversión sin límites. Una anécdota en particular de este viaje demuestra que la versión más tímida de Nick Drake todavía no se manifestaba. Él mismo la describió en una de las tantas cartas que mandaba a su casa: “Vimos a los (Rolling) Stones comiendo en un pequeño restaurant y Bob (uno de sus compañeros de viaje), mostrando una vez más su personalidad, se acercó y les dijo que yo quería tocar la guitarra para ellos. Sorprendentemente aceptaron, así que fui y les mostré algunas canciones. Después nos sentamos a conversar con ellos y fue muy interesante escuchar algunas de sus historias íntimas”.

Cambridge y la gran oportunidad

A los meses después, en octubre, Drake ya estaba en Cambridge. A pesar de encontrarse sumamente desilusionado y de prestar muy poco interés a los estudios, el ambiente ahí dentro demostró ser crucial en su definición como músico. Contrario a lo que muchos de sus fanáticos creen, en su primer año de universidad Drake tenía varios amigos, que lo describen como introvertido, pero que una vez que se daba a conocer tenía un gran sentido del humor.

El siquiatra Brian Wells, amigo cercano de Drake en esta época, lo recuerda como una persona con un extremo interés por lo estético, algo que se manifestaría tiempo después en sus letras, muy ricas en referencias a sus días de contemplación del entorno en el que vivía. El mismo Wells derriba otro de los mitos en torno a Drake: su vida amorosa. Sabido es que no se le conocieron parejas estables, a pesar de generar una buena cuota de interés en el sexo opuesto, pero el siquiatra reveló recientemente que “ciertamente no era virgen. Creo que tuvo relaciones esporádicas, pero simplemente no le interesaba dar detalles de sus conquistas”.

Musicalmente hablando, a estas alturas Nick Drake ya había compuesto una buena cantidad de las canciones que aparecerían en su disco debut. Además, por estos días ya había mostrado varias en presentaciones en el circuito universitario. A fines de 1967, ya habiendo terminado su primer trimestre en Cambridge, apareció la oportunidad que dio inicio a su carrera profesional.

Poco antes de Navidad, el nombre de Nick Drake aparecía en un festival de beneficencia que duraba 24 horas, en el que destacaban los nombres de los norteamericanos Country Joe and the Fish y del inglés Ashley Hutchings, miembro de Fairport Convention, probablemente el grupo más importante del folk británico de la época.

Dos cosas llamaban profundamente la atención a todos quienes vieron presentarse a Nick Drake. La primera la recuerda Hutchings, quien para siempre podrá jactarse de ser quien descubrió al joven cantautor: “Lo musical estaba bien, pero lo que realmente me impactó fue él como persona, su presencia sobre el escenario. Se paraba muy rígido y tocaba de manera muy sencilla. Era un joven apuesto y alto (medía un metro 92), que producía un gran contraste con la extravagancia que se veía en esa época”.

Terminada su presentación, Hutchings se acercó a Drake y lo felicitó. En algo que no acostumbraba a hacer, le ofreció presentarlo con Joe Boyd, un joven productor y manager norteamericano que se encontraba muy inmerso en la escena folk inglesa. Boyd, de 25 años, había sido label manager de Elektra, pero acababa de fundar Witchseason, su propio sello y agencia de artistas. La incipiente compañía tenía un trato de distribución con Island, empresa a la que Drake ya había mandado un demo, sin los resultados esperados.

Así recuerda Boyd su primer encuentro con el joven Drake: “Apareció en mi oficina con un abrigo largo y negro, manchado con cenizas de cigarro. Tenía unas manos enormes y manchadas con nicotina. Me dejó su demo y se fue rápidamente. Poco rato después lo puse”. El cassette tenía las canciones “I was made to love magic”, “The thoughts of Mary Jane” y “Time has told me”.

Después de escucharlo, Boyd quedó impresionado. A pesar de detectar variadas influencias, describió la esencia de lo que escuchaba como “misteriosamente original”. El productor no dejó de escuchar las tres canciones repetidas veces ese día. Impresionado, llamó a Drake para pedirle otra reunión, esperando que ésta fuese más larga.

Al día siguiente, un callado Nick Drake cruzó otra vez la puerta. Nervioso, miró y escuchó atentamente los planes que tenía Boyd. Al rato, tocó algunas otras de sus canciones para él, ahí mismo en su pequeña oficina. Aquí saltó el segundo punto de interés, que se sumaba a su impronta. Boyd recuerda: “Mirándolo de cerca, la fuerza de sus dedos era impresionante. Cada nota sonaba muy fuerte, casi dolorosamente, además de muy clara. Yo había estado cerca de Robin Williamson, John Martyn, Bert Jansch y John Renbourn, pero ninguno podía igualar la maestría de Nick para ese instrumento. Después de terminar una canción, cambiaba la afinación de la guitarra y procedía a tocar algo igual de complejo, pero en una estructura de acordes totalmente distinta”.

El entusiasmo de Boyd crecía y crecía. Ahora necesitaba encontrar la forma de traspasar el talento que tenía al frente al estudio. Así comenzó el trabajo de lo que se llamaría Saturday Sun. Contrario a lo que pueda creerse popularmente, la inspiración en Leonard Cohen era mucho más logística que musical. A pesar de no ser un fanático de su trabajo, a Drake no dejaba de llamarle la atención algo en particular sobre el canadiense: en febrero de 1968, Songs of Leonard Cohen, su disco debut, había vendido la impactante suma de 100 mil discos, sin que el cantautor se tomase siquiera la molestia de hacer una gira promocional. Ésta era la gran oportunidad que Nick Drake había estado esperando por años.

Five Leaves Left

La primera decisión importante ya estaba tomada. Las grabaciones se llevarían a cabo en el estudio Sound Techniques, ubicado en el acomodado barrio de Chelsea, en Londres. Co-fundado por el veterano John Wood –que trabajaba en la división de música clásica del sello Decca- el mítico lugar albergó sesiones de artistas como Pink Floyd, Elton John, The Who, John Cale y Jethro Tull.

Dos aspectos fueron claves en esta elección. En lo musical, Wood había trabajado dos años, junto a Joe Boyd, en el LP In My Life, de la cantante Judy Collins, uno de los primeros discos de folk contemporáneo en usar arreglos de música clásica. Y en lo práctico, por esos días Boyd trabajaba ahí mismo en Unhalfbricking, el tercer disco de Fairport Convention.

Las sesiones no serían nada de fáciles. A pesar de caracterizarse por haber grabado rápidamente con grupos como Pink Floyd, Incredible String Band y los mismos Fairport Convention, Joe Boyd se tomó su tiempo con Nick Drake. Con él todo era mucho más interrumpido. Grababan un par de canciones, las analizaban, esperaban unas semanas y luego veían qué podían hacer con ellas. Parte de esto se debía a los constantes bloqueos que sufría Drake. Cuando eso pasaba, no quedaba más que terminar las sesiones y retomar en otro momento.

Musicalmente, era necesario agregar varios instrumentos. Así fue como fueron apareciendo varios artistas sugeridos por Boyd. Entre los que más participaron estaban el guitarrista de Fairport Convention Richard Thompson y el pianista Paul Harris. Ninguno de ellos convivió en el estudio con Drake; incluso, las partes de piano de este último fueron grabadas en Nueva York por el mismo Boyd.

Danny Thompson, bajista y tecladista, sí estuvo en el estudio con Nick presente. Y a diferencia de Boyd, quien lo trataba con guante de seda para no causar ningún contratiempo, lo molestaba y le sacaba varias carcajadas. Así y todo, Drake nunca les exigió que hicieran algo determinado. Todas sus peticiones eran hechas a través de Boyd. Así ocurrió también con Rocky Dijon. El interpréte de las congas de “Sympathy for the devil”, de los Rolling Stones, grabó –con bastantes problemas- en “Three hours” y “Cello song”.

Los instrumentos más básicos estaban grabados, por lo que ahora el problema pasaba por los arreglos orquestales. Ésta fue una de las mayores piedras de tope en las grabaciones. Algo en lo que estaban de acuerdo Drake y Boyd era en que no querían que sonar muy rimbombantes. Ejemplos para esto les sobraban: discos como Sgt. Pepper’s, Pet Sounds y los primeros trabajos de Tim Buckley y Van Morrison. Cuando llegó la hora de elegir al encargado, Nick Drake sacó finalmente la voz.

Richard Hewson, el candidato de Boyd, no resultó. Sus sobrecargadas composiciones –creadas para ser tocadas por 15 músicos- chocaron con lo que Drake tenía en mente. Internamente, él tenía un solo candidato y así se lo hizo saber a Boyd: se trataba de Robert Kirby, uno de sus mejores amigos de la universidad, quien había visto de cerca la evolución musical de Drake y estaba muy al tanto de sus constantes juegos de acordes, tiempos y afinaciones. Kirby –que hasta su muerte, en octubre del año pasado, trabajó con artistas tan diversos como John Cale, Elvis Costello, Elton John y The Magic Numbers, entre muchos otros- era un músico amateur, por lo que no convencía para nada al productor. Sin embargo, la firmeza en la petición de Drake hizo que finalmente le diera una oportunidad.

Con una fuerte inspiración en lo que hizo George Martin con los Beatles, Kirby había desarrollado un meticuloso estudio de las técnicas de Drake. Anotaba cada nota de cada cuerda, se fijaba en cada contramelodía y en cada cambio que hacía la harmonía principal y luego escribía cómo se veía la inversión correspondiente.

Las sesiones con los arreglos de Kirby fueron muy profesionales. Cinco eran las canciones que necesitaban de sus servicios. En la primera sesión, cuatro fueron grabadas por completo, con todos los músicos –incluido Drake- tocando en vivo. La ansiedad de Boyd y John Wood era evidente. Luego de “Way to blue”, que se grabó primero al ser la más fácil para todos, ambos se miraron incrédulos. Estaban absolutamente fascinados.

Luego siguieron “The thoughts of Mary Jane”, la citada “Fruit tree” y “Day is done”, esta última inspirada en “Eleanor rigby”, de los Beatles. Todo iba perfecto, hasta que llegaron a “River man”. La segunda canción del disco era, según Boyd, la obra principal del disco para Drake. A pesar de ser una de las pocas composiciones hechas para afinación normal, su estructura predominantemente de 5/4 fue mucho para Robert Kirby. Ahora era necesario buscar ayuda profesional.

Boyd sugirió inmediatamente a Harry Robinson, un veterano compositor de musicales y bandas sonoras para cine y televisión. El productor viajó junto a Drake a la zona rural de Barnes Common, a las afueras de Londres y hoy reserva natural, a visitarlo. Ahí, Drake le tocó la canción y le dijo exactamente lo que quería lograr con los arreglos. Robinson asentía y anotaba. Boyd recordaría después que nunca había visto a Drake tan seguro y demandante de lo que quería.

La grabación se hizo en vivo, con Nick Drake rodeado de 12 músicos dirigidos por Robinson. Los arreglos, según el mismo músico, fueron hechos pensando en una participación preponderante de violas, para así darle a “River man” la calidez y fuerza que Nick Drake le había exigido. La sesión sería recordada por años, tanto por Boyd como Wood, como uno de los mejores momentos musicales de sus vidas.

Luego de largos meses, el disco estaba terminado. La masterización fue hecha por Simon Heyworth, hoy una eminencia en el tema, mientras que la distribución de las canciones estuvo a cargo de Boyd y John Wood, para que los dos lados fuesen equivalentes. El arte –que no dejó del todo contento a Drake- fue hecho luego de una sesión con el fotógrafo Keith Morris, quien fue el único fotógrafo que acompañó la carrera de Drake. La mitad del trabajo estaba hecho. Poco sabían los involucrados que, irónicamente, ésa sería la parte más fácil.

El camino perdido

Finalmente, el nombre elegido por Drake para su debut fue Five Leaves Left, una poética alusión que –según la crítica que hizo la revista Melody Maker- todo fumador entendería: cuando un paquete de papelillos de cigarro estaba pronto a acabarse, se podían ver cinco hojas.

La fecha de lanzamiento original era julio de 1969. Por problemas en la post-producción, Five Leaves Left finalmente vio la luz el 1 de septiembre, casi un año después de iniciadas las sesiones de grabación, por el cada vez más influyente sello Island, gracias al acuerdo que tenía con Witchseason. El disco vendió cinco mil copias.

Mucho se ha especulado sobre la decepción que produjo el producto final en Nick Drake. Su hermana Gabrielle ha contado muchas veces la historia de cuando Nick abrió la puerta de su pieza, dejó una copia del disco en su cama y se fue. Muchos han interpretado esto como una actitud de vergüenza, pero años después la aclaró: “Nunca lo hizo de esa forma. Es sólo que Nick era persona muy modesta, que no le gustaba adularse a sí mismo. Eso era típico de su generación, pero finalmente creo que estaba muy orgulloso del disco, y con justa razón”.

Island y Joe Boyd no se asustaron con la baja cantidad de discos vendidos. Eso era normal para la escena folk en Inglaterra y cada vez tenían más claro que lo que había pasado con Leonard Cohen había sido único. Además, lo único que tenían que recuperar era la inversión de cuatro mil libras. A pesar de tratar de conseguir un contrato para su distribución en Estados Unidos, país en el que confiaban que Drake conseguiría una audiencia fiel en el underground, los esfuerzos de Boyd nunca rindieron sus frutos.

La prensa tampoco fue de gran ayuda. Las críticas fueron dispares y Nick Drake sólo dio una escueta entrevista en vida, hecha por el periodista especializado en folk inglés Jerry Gilbert y publicada el 13 de marzo de 1971, en la revista Melody Maker. Lo que más puede sacarse en limpio fue el desagrado que tenía el músico por tocar en vivo. Justamente ésa fue la causa principal de su fracaso comercial.

La única forma que tenían los músicos folk de lograr la fama era tocando en vivo. La poca prensa, las bajas ventas y la nula rotación en las radios eran comunes, por lo que muchos tocaban repetidas veces y en varios lugares, para así ganar la mayor cantidad posible de seguidores. Esto, sin embargo, desagradaba de sobremanera a Drake.

A diferencia de otros sellos más grandes, Witchseason no tenía el dinero suficiente para contratar gente que acompañara a Drake. Varios usaban distintas afinaciones, pero para eso tenían varias guitarras y un roadie que se las pasaba entre canciones. Nick Drake, en cambio, viajaba solo. La estrategia había funcionado con Fairport Convention y la Incredible String Band, pero fracasó con Drake.

Por si esto fuera poco, la timidez de Drake se comenzó a hacer evidente sobre el escenario. Los cantautores sin recursos se valían de chistes y una directa conversación con el público mientras cambiaban las afinaciones de sus guitarras. Por su parte, Nick Drake se limitaba a mirar el suelo en silencio, tomándose varios minutos entre canciones. Si la gente en el público empezaba a hablar, perdía la paciencia y dejaba el escenario.

Fue en esta etapa en la que el sueño de la fama se comenzó a esfumar para el cantautor. Fue éste también el momento en el que su timidez se agravó por culpa de la frustración, algo que quedó plasmado en sus dos discos posteriores. Sin embargo, “Fruit tree” parece ser el inicio de la resignación de un músico que probablemente siempre supo que ése no era su momento.

Recientemente, la cantautora y actriz Linda Thompson –quien estuvo varias veces en el estudio al ser la entonces novia de Joe Boyd y luego la esposa del guitarrista Richard Thompson- resumió de la mejor manera posible el legado de Nick Drake. “Es imposible que su música me produzca tristeza. ¿De qué manera puede ser triste el arte tan bien hecho?”. Porque, aunque haya sido muchos años después de haberse ido, si hay alguna certeza hoy sobre Nick Drake es que al final todos supieron que efectivamente estuvo aquí. Y que además lo hizo como pocos.

Nota al pie: Una gran parte de las citas e historias de este reportaje fueron recopiladas de la edición de la revista Mojo de junio de 2009, un especial de aniversario del sello Island y el documental A Skin Too Few, además de diversas publicaciones sobre el artista en Internet.