Revisamos la segunda jornada del festival Lollapalooza 2013. Un domingo de menor asistencia pero de shows tan interesantes y contundentes como los del día sábado. Pase a revisar.

Por Macarena Lavín y Gabriel Pinto.

Fotos por Rodrigo Ferrari.

La afluencia de público durante el segundo día del festival Lollapalooza fue mucho menor. La culpa de ello la tuvo la irregular oferta de artistas que se presentaba esa jornada: ¿en serio valía la pena poner en el lineup una banda de nicho como Keane, solo para satisfacer a su club de fans? ¿se merecía Deadmau5 uno de los escenarios principales? ¿puede una banda como The Black Keys cerrar un festival de esta magnitud? ¿no tenía Franz Ferdinand los méritos de sobra para hacerlo? Muchas de estas preguntas (y varias más) quedarán sin respuesta, está claro. Pero son puntos que la organización del festival tendrá que considerar para el próximo año.

Por que si, queremos que un festival de esta magnitud se siga realizando. Pero queremos que mejore año a año. Que crezca. Que acepten las críticas. Que los errores cometidos en esta edición, no se repitan en la próxima. Que sigan manteniendo el área de prensa igual y mejor que la de este año. Y en consecuencia con lo anterior, que tengan más cuidado con los medios a los que acreditan. En resumen, que todo sea más, mucho más, y diez veces mejor. Nos vemos en Lollapalooza Chile 2014. (GP)

En orden alfabético, lo más destacado de la jornada del domingo.

GARY CLARK JR: un senior del blues.

Para todos aquellos que aún comparan a Lollapalooza con Woodstock, este Gary Clark Jr. vendría siendo el mejor ejemplo y punto de unión. El tejano trae consigo el blues con largos solos a veces y todo su costumbrismo sureño de Estados Unidos; un gran  rock & roll  con “Don’t owe you a thang”; y el soul excepcional de “Please come home” y “Black and blue”. Es  en estos últimos temas donde más brilla, demostrando que es una de las voces más bellas que pudimos ver en Lollapalooza. (ML)

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FOALS: la reunión de los salvajes

Lo primero que hay que dejar claro es que Foals tendría que haber sido en un escenario más grande que el Playstation Stage, porque en la explanada al costado de la cúpula no cabía un alma más.

“Es bueno estar de vuelta” dice el vocalista Yannis Philippakis. La primera vez fue abriendo a los Red Hot Chili Peppers hace dos años. Rara combinación, pero que dejó echadas las raíces y bien profundas, porque es de los públicos más unidos que hay en el festival.

“Esta es nueva, ¿cómo se llama?” bromea Philippakis cuando ya ha empezado sonar la canción y todos gritan “¡My number!”. Así el show sigue en crescendo como también lo hace “Late night” en sí misma. Es ahí donde el cantante saca la mejor voz del concierto, usando la respiración de todo el cuerpo, como se debe. En “Providence”, entonces, nos pide ponernos más salvajes, y es cosa de decir esas palabras para que se convierta en realidad. Ya estamos en la jungla y nos mantendremos bailando y saltando hasta que se acabe. (ML)

FRANZ FERDINAND: quemando esta ciudad

Ya serán casi 10 años que bailábamos “The Dark of the Matinee” y  “Take me out” en fiestas. Ahora en la explanada del Parque O’Higgins éramos miles en la misma fiesta y apenas se podía bailar o avanzar frente a Franz Ferdinand.  Pero una se las podía arreglar bien para participar de la euforia y una nostalgia que se hace presente. El final estuvo anunciado con “Good Bye lovers & friends” en una larga versión, que seguía invitando al baile interminable: “I can’t stop feeling/I won’t stop feeling/ you leave me here on my own/ die on the floor/you can´t feel anymore”, cantaba Kapranos, haciéndonos sentir que nadie se estaba divirtiendo como nosotros.

Luego, toda la banda jugando en la batería fue una de las postales de la presentación de los escoceses en “Outsiders”, lo que les valió un bis, algo poco común en este festival.  Y ahí vino el desenfreno. No podía ser otra sino que, “This fire” que literalmente hizo explotar el incendio en una verdadera fiesta rave. Tal como dice la canción, todos fuera de control ellos y nosotros. (ML)

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NAS: la gloria

Alguna vez el hip-hop dejó de ser lo que era. Fue a fines de los 90s, cuando la gran mayoría de los rappers decidieron convertirse en empresarios de sí mismos, grabando su nombre e imagen en llaveros, zapatillas, camisas y cuánto merchandising existiese. Como un huracán que arrasó una ciudad, el mercado se llevó todo lo que importaba en el hip-hop: la reflexión, la rabia y la cordura.

Con la presentación de Nas el día domingo, parecía que nada de esto hubiese pasado. El neoyorquino se plantó en el escenario y, alejado de cualquier parafernalia absurda del hip-hop actual, se dedicó a rapear tema tras tema, sin respiro, haciendo pequeñas pausas para detenerse en su obra más reciente (en uno de los grandes momentos de su show, dedicó la maravillosa “Daughters” a su hija) pero, por sobre todo, enfocó gran parte de su show a repasar el imbatible Illmatic ¿De qué otra manera podría haberse presentado? Nas es consciente de que su Illmatic es un disco que no pierde vigencia con el tiempo y que hoy más que nunca, hablar de la naturaleza humana en un ambiente hostil, no es una tontería.

“Life is shit and then you die”, decía Nas a principios de los 90s. Sonó el domingo y la gente la coreó como si en realidad lo creyera. 20 años después, un Nas adulto, padre, con su vida armada, repite a lo largo de todo su show “Life is good”: no es una contradicción, sino un reflejo de lo que significa ser consecuente a lo largo de toda una vida. (GP)

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La luz de PERROSKY

El escenario Claro se fue llenando a medida que avanzaba el madrugador show de Perrosky, el único grupo chileno que estuvo invitado a Lollapalooza Brasil. El dúo mostró mayoritariamente las canciones de Vivos, su disco recién lanzado en marzo. Álvaro Gómez le daba a los platillos hasta con maracas amarillas, en canciones como “Tú y yo”, tan celebratoria y especial para  brindar con amigos.

Con nuevos fans que se maravillaban con las guitarras de Alejandro “Perro” Gómez, fue una fecha inolvidable en los anales de Perrosky, que lleva tantos años en escenarios más pequeños. Entonces una canción como “Luz” adquirió todo un nuevo sentido para esos fieles seguidores que también estaban ahí: “Mira quien está al lado, mira bien a tu lado, alguien te va guiando, y te va a acompañando, aún no se ha cansado, pegado a un costado, fíjate bien por si no lo has notado”. Dedicada también a ellos, “La pena va a pasar” fue una de las más viejas de su repertorio y la última en tocar. Pero ya a esas horas no había ni sombra de pena. Una vez que terminaron el show,  nadie podía borrarles las sonrisas de las caras a los hermanos Gómez. (ML)

PROTISTAS: triunfo moral

Con un sonido impecable, que permitió apreciar todos los matices que el quinteto despliega en vivo, Protistas consiguió sacar adelante, y de muy buena manera, un show que parecía tener todo en contra: un pésimo horario (que topaba con las presentaciones de Franz Ferdinand y Bad Brains), un escenario difícil (el ignorado Teatro La Cúpula) y un público mínimo (no más de 200 personas). A Protistas, por suerte, nada de esto les importó.

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Desde el inicio de su show –  en el que invitaron a Camila Moreno –  hasta el último acorde que tocaron-, Protistas supieron mantener la tensión y atención de los asistentes. Desplegaron, por partes iguales, cálidas melodías y murallas de sonido, sin que unas perdieran fuerzas en desmedro de las otras. A Álvaro Solar se le vio más contenido que en otras ocasiones y eso, aunque parezca extraño, alimentó la potencia de su sonido. Si el otro año Protistas vuelven al Lollapalooza, que sea en un escenario más grande. Se lo merecen. (GP)

RVSB: subbajos al poder

Aunque entraron a última hora al lineup del Lollapalooza, debido a la cancelación de Feed Me, RVSB no defraudó. No había que ponerlo en duda: mal que mal, bajo estas iniciales se esconde el proyecto de los productores y DJs nacionales Raff y Bitman. Quienes tuvieron oportunidad de verlos (y bailar con ellos) en el Movistar Arena el día domingo, fueron testigos de que lo suyo va más allá de la anécdota de verlos djear jen conjunto: desde la selección de música hasta la la clase de turntablismo que realizan en vivo, nada en el show de RVSB parece ser dejado al azar.

Entre temas de juke, future garage, trap y kuduro, el dúo coló además parte del material que compone su disco editado el pasado 19 de marzo, Raff vs Bitman (Nacional Records), el cual sigue la línea de sus sets: bajos profundos y percusiones hiperkinéticas que tienen como objetivo poner a bailar a quien se cruce por delante. El “¡viva Chile!” que gritó el público al final de su presentación fue la confirmación que, cuando se lo proponen, nada podrá impedir que RVSB dejen la grande. (GP)

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THE BLACK KEYS: ha sido hermoso

Ya no quedaban pies que resistieran ni hojas de cuaderno que aguantaran a la hora que otro dúo guitarra-batería se subió al escenario. Eran Black Keys, uno de los grupos más esperados de las dos jornadas. Salvaje, contenida, potente. Así suena “Howlin’ for you” y las miles de personas que llenan la explanada, sonríen y cantan por fin. “Hi, baby”, saluda Dan Auerbach.

“So long/ Why’d it take you so long?” le cantamos a Black Keys, que se demoraron tanto en venir a este país. Pero ya está, nos sentimos dichosos. Ahí ya nos olvidamos de la espera de todos los años y de todo el día para verlos. Y viene el siguiente hitazo de El Camino, su más reciente álbum, “Gold on the ceiling”, para pasar a “Thickfreakness” con un clásico sonido motoquero con su única guitarra, y desemboca en un blues. Tras un bello desfile de guitarras, Dan  Auerbach canta una de los temas más sobrecogedores: “Little black submarines”, que nos remonta al rock setentero, como Tom Petty, por ejemplo, y que llora líneas así: “I should’ve seen it glow/ but everybody knows/that a broken heart is blind”.

Así el concierto se apila una canción mejor que la anterior, y de repente “Tighten up”, que hace sufrir, y sentir empatía con su compositor cuando canta “Someone said true love was dead/And I’m bound to fall, bound to fall for you”.

“Gracias por quedarse con nosotros esta noche”, dice el cantante justo antes de “Lonley boy” la más esperada de la noche, “ha sido hermoso”. (ML)

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TORO Y MOI: de menos a más

Lo decíamos en el reporte previo al festival: el formato banda no es lo mejor para las intrincadas melodías postdisco de Toro y Moi. Temas como “Talamak” o “Still sound” (que sonaron esa tarde), sonaron desinflados, faltos de fuerza, sin alma. Para colmo, a Chaz Bundick le cuesta parecer cómodo con su música si el sonido no lo acompaña. Y acá falló en más de una ocasión.

Por suerte, el repertorio lo arma para ir de menos a más, dejando los temas más bailables (más Prince-escos) para el final. No es que salven el show, pero al menos el sabor final es menos amargo cuando se atreve con el disco-house de “I can get love” (sacada de su EP Freaking out) o despacha ese hit maravilloso que es “Say that”. (GP)