Con una versión que superó con creces los problemas de las ediciones anteriores y un line-up que se alzó por sobre la media de los mismos, el festival Lollapalooza Chile parece haber despejado casi todas las dudas con respecto a su capacidad de producción y congregación. Sin embargo, aún no ha podido responder una pregunta que, para del desarrollo de una próxima versión, sería inevitable hacer: ¿es Lollapalloza Chile una experiencia social o un festival de música? No es que ambas sean excluyentes, pero el ethos de un festival que se llama a sí mismo “el más grande de Chile”, debiese optar por definirse dentro de un marco sobre el cuál explayarse, sin recurrir a juicios sobre los asistentes, sus motivaciones o cualquier otra circunstancia ajena a lo que la organización del festival pretende con éste (digamos, más allá de las monetarias).

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Por lo mismo, tratar de entrar en generalizaciones sobre lo que fue bueno o malo, sobre lo que “había” que ir a ver o incluso sobre la dudosa elección de los cabezas de cartel, están apenas suscritas a lo subjetivo y no a un contexto grupal. Digámoslo de una vez: las probabilidades de que el adolescente revolucionado en hormonas comparta la misma opinión que una persona quince años mayor que él, son mínimas. Seguir ofreciendo una experiencia colectiva que se afirma, sin mucho sustento, en la cantidad de fotos pixeladas que puedas subir a Instagram o los vídeos de mala calidad que circulen por YouTube, es algo tan cuestionable como la misma selección de artistas.

Ah, sí. Porque en el festival también tocaron bandas, DJs y proyectos solistas. Que es lo que acá (también) nos importa.

SÁBADO: LA NADA
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En comparación con el line-up del día domingo, la primera jornada del festival Lollapalooza Chile se veía algo floja. Enfocados en satisfacer las inquietudes de los miles de adolescentes que disfrutan del “sabor del mes”, el efectismo de nombres menores como Capital Cities o Ellie Goulding parecía hacer eco en las hordas eufóricas y saturadas de hormonas que acudieron a cantar sus canciones. Reflejo similar a lo que se vivió en el Arena del Parque O’Higgins, en donde poco importaba quién estaba sobre el escenario, mientras el baile no parara. Fue precisamente en este lugar, donde apareció una de las primeras sorpresas del festival, Flume. Tal como Flying Lotus o Jamie xx, el DJ y productor australiano logró entregar una visión más amable y armónica del dubstep, en donde los distorsionados samples de hip-hop vieja escuela y las vibrantes líneas de bajo, junto a unas oníricas visuales, fueron los principales protagonistas.

La elegante clase de bass music que el australiano dio, contrastó dramáticamente con la explosiva sesión que Baauer entregó minutos después. Si en Flume todo era sutilidad y atmósferas, Baauer optó por entregar un set de trap y grime escandaloso, en donde no escatimó recursos ni hits (sí, hasta sonó el “Harlem shake”) pero al que, de un momento a otro, le disminuyeron el nivel de los graves. Aunque no mermó mayormente el ánimo de los presentes, algunos aprovecharon este momento para ver qué pasaba en los otros escenarios. Fue ahí donde apareció otra de las revelaciones de este festival.

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El jovencísimo Jake Bugg (¡20 años!) maneja como pocos el legado que Ray Davies y compañía entregaron en su momento. Sin demasiados aspavientos, el inglés atacó su breve pero consistente repertorio de cándidas canciones de pop sesentero ante una audiencia que, entre el escepticismo y la curiosidad, se acercó al Playstation Stage.Y si acudir a un sin expectativas al show de un artista nuevo es un riesgo, el salir con la firme convicción de que se ha visto algo sólido, más allá de los gustos personales, es algo para celebrar. Sobre todo en un festival en el que muchos artistas se venden como oro y terminan siendo pirita.

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Una hora después, Phoenix aparecían en un Claro Stage jugando por sobre seguro: con un público entregado en absoluto a su repertorio y un sonido impresionante, poco tenían que perder. Enfocándose en sus dos últimos trabajos (Bankrupt! y Wolfgang Amadeus Phoenix), Thomas Mars y compañía entregaron un show potente, en el que el entusiasta baterista jugó un rol fundamental, dando sustancia a algunos temas que, de otra manera, hubiesen sonado más que sosos. Sin embargo, y cuando más encendido estaba su show, el sonido les jugó una mala pasada y todos los instrumentos empezaron a acoplar, sin que se diferenciara una nota de la otra, dejando la estupenda labor del baterista en segundo plano. Ni las bizarras versiones de “If I ever feel better” o “Too young” se salvaron de esto. Una pena.

Para muchos, el verdadero cabeza de cartel del día sábado era Nine Inch Nails. Y con justa razón: lo que Trent Reznor y su banda hicieron sobre el Coca Cola Stage, hizo ver como niños de pecho a cualquier otra banda del día. Con un setlist en donde los sintetizadores y las máquinas de ritmo se tomaron el poder, NIN entregó un impresionante show en donde el espíritu de Throbbing Gristle y los mejores momentos de la EBM se hicieron presentes. Sin abusar de hits (no sonaron “Closer”, ni “Only” ni “The perfect drug”), Trent Reznor manejó cada minuto del show con una precisión inigualable. Cuanto más fría se hacía la noche, NIN parecían más dedicados en crear una atmósfera lúgubre y densa, en donde no faltaron los guiños a la banda sonora de “La red social” ni a sus trabajos más recientes. Aún así, la incendiaria última media hora, con “Copy of a”, “The hand that feeds”, “Head like a hole” y la cada vez más solemne “Hurt”, fueron lo mejor que se vio y escuchó ese día.

 DOMINGO: EL TODO
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Si el día sábado, la oferta de artistas era algo pobre, el domingo ocurrió todo lo contrario. Es más, los topes de horario obligaron a muchos a elegir entre Lorde o a Pixies; e incluso a tomar partido por tres shows, como fue el caso de Julian Casablancas, Savages y Vampire Weekend. Por suerte,nada impidió que Ana Tijoux destacara entre toda la oferta del mediodía. Consolidada hace algunos años como una de las exponentes más brillantes del hip-hop nacional, la ex-Makiza fue con todo a presentar su más reciente y loado trabajo, Vengo. Mientras muchas bandas chilenas se enfocan en entregar una propuesta despolitizada y sin discurso, lo de Tijoux se ubica en la vereda opuesta, sin que por ello deje el sentido del espectáculo a un lado. Con reflexiones sobre el hecho de ser mujer y madre; sobre la contingencia política internacional y nacional; y sobre las cada vez más presentes injusticias sociales, Ana Tijoux entregó un show liberador que, sin caer en el panfleto, logró sacar aplausos y gritos de apoyo desde lo más hondo del público. Desde acá, todos los respetos del mundo.

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A nadie le cabe duda que  Johnny Marr es una leyenda viva y que su discografía reciente tiene mucha más solidez que la de, digamos, Portugal The Man. Tampoco quedan dudas del increíble guitarrista que es y que hoy, 30 años después de que su carrera con The Smiths haya terminado, sigue haciendo sonar esas canciones como solo él puede.  Ni siquiera la relativa desilusión de no ver a Bernard Sumner sobre el escenario cantando “Getting away with it”, de Electronic, fue problema alguno para su presentación. El  principal problema con Marr y su banda de apoyo, es que son la mejor banda de covers de The Smiths que existe en el mundo…  con el peor vocalista posible. Porque la costumbre obliga a uno a escuchar cada canción de los ingleses con la voz barítona de Morrissey y no con los alaridos de Marr.  ¿Se reunirán Marr y Morrissey alguna vez para girar juntos y quitar cualquier sabor amargo de la boca? Eso esperamos.

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Por suerte, las nuevas generaciones inglesas todavía tienen mucho por delante. Mientras algunos iban a ver el comentado desastre que fue la presentación de Julian Casablancas, otros optaron por correr hacia Savages, quienes fueron la gran sorpresa de esta jornada. Sí, es cierto que Savages parecen el enésimo refrito del post-punk brumoso, made in Joy Division/Siouxsie. Pero una cosa es copiar y la otra, hacerlo bien. Y más aún: una cosa es copiar bien y la otra, muy distinta, es hacerlo con actitud. Savages tienen actitud de sobra: vestidas de riguroso negro, lo de las inglesas respira oscuridad, violencia y ruido. El cuarteto inglés ofrece un combo impresionante, en donde la afiladísima guitarra crea atmósferas hostiles para que la parte rítmica (bajo y batería), profundice en esta sensación abrumadora y palpitante. Por supuesto, nada de esto importaría si su vocalista no gritara/cantara como una Patti Smith poseída por el demonio, ni si sus letras no hicieran hincapié en el machismo circundante. Faltan líneas para escribir lo que son Savages en vivo. Solo basta decir que por algo Win Butler, parte de Café Tacvba y hasta un sudoroso Julian Casablancas, corrieron a verlas.

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Vampire Weekend, al menos en actitud, son la otra cara de la moneda de Savages. Si el cuarteto inglés apuesta por la incorrección y el desorden, los neoyorquinos son correctos estudiantes universitarios. Los más aventajados de la clase, claro. Sin poder el ver el show en su totalidad, la impresión que dejó Vampire Weekend en su última media hora, no es pobre pero si incompleta. Son grandes hacedores de canciones, mejores músicos aún y contaron con uno de los sonidos más impecables del festival. Sus canciones tienen esa característica de permanecer atrapadas en el tiempo para ser escuchadas una y otra vez (¡qué bonitas se escuchan “Oxford comma” y “Giving up the gun” en vivo!). Pero, y acá se puede culpar a la impresión que causaron Savages, a Ezra Koenig y compañía les sobra en corrección lo que les falta en pasión.

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Quienes no habían visto a Pixies el año 2010, tenían la oportunidad de sacarse la espina del costado en esta ocasión. Con el costo eso sí, de sacrificar la presentación de Lorde, quien dio uno de los mejores shows del festival. Dicho eso, lo de Pixies sin desilusionar, pudo haber sido mejor. Si empiezan su show con “Bone machine” y siguen con su repertorio más heavy (“Head on”, “Isla de Encanta” y “U-mass”, entre otras), uno esperaría que a medida que pasaran los minutos, todo fuera in crescendo. Pero hay una verdad ineludible: los años le pesan a Black y compañía. A mitad de su presentación tienen que bajar revoluciones, colar algunos temas de sus mediocres nuevos EPs y aguantar sobre el escenario lo que más puedan. Que ataquen “In heaven”, “La la love you”  e incluso “Where is my mind?” con cierto desgano, es algo imperdonable. Más, si al igual que con Phoenix el día anterior, el Claro Stage volvió a jugar una mala pasada en términos de sonido.

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New Order es una gran banda en vivo. Prometieron un killer set  of songs y lo cumplieron: aparecieron joyas como “Your silent face”, “586” y “The perfect kiss”; presentaron el primer tema nuevo en nueve años (“Drop the guitar”); hicieron bailar a todos los asistentes con “Blue monday” y “Temptation”;  y en un acto de cursilería suprema en el que proyectaron sobre la pantalla un “Forever Joy Division”, saquearon por enésima vez el legado de Ian Curtis. Si este último tiempo, Peter Hook se ha dedicado a decir “fuck New Order over in any possible way” es por algo que, imagino, tiene que ver con el respeto a la memoria de lo que fuiste y al envejecer con dignidad. ¿New Order es una gran banda en vivo? Bueno, sí.  Mientras sigan dependiendo de sus bases programadas y no de la ahogada voz (ni del ego) de Bernard Sumner, lo son.

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Las últimas palabras en esta reseña son para Arcade Fire que, lejos, fue lo mejor del festival. Por puesta en escena, por sonido, por canciones, por emoción, por comunión con el público… Sí, a veces suenan a los Talking Heads, otras a música de misa y en algunos momentos, se acercan peligrosamente a ser U2. Todo es cierto. Todos los mitos que cuentan sobre Arcade Fire son ciertos. Hacen un homenaje a Pixies (Win Butler agradece a Pixies y luego realiza una versión acústica de “Wave of mutilation”) y luego hacen otro a costa de Johnny Marr con la versión que el español Mixel Erentxun realizó de “There’s light that never goes out”. Con ese trasfondo, se puede decir que son el pasado, el presente y el futuro de la música independiente y eso no es, ni por si acaso, algo bueno pero si muy emocionante. Pero bien… ¿alguien recuerda el comentario que se hizo en este sitio sobre la primera visita de Sonic Youth a Chile? ¿no? Puede revisarlo acá. Algo así pasó con Arcade Fire.

Sábado (Acá todas las fotos del Día 1)

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Domingo (Acá todas las fotos del Día 2)

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