Macarena Lavín revisa acá el camino al primer disco de Orange Juice, la banda que puso a Glasgow como foco de atención, que trepó para ser escuchada y terminó entrampada por el hype de la prensa musical.

Orange Juice es un grupo de bajo perfil por donde se lo mire: sonido sucio, éxito escaso y letras de amor de perdedores. Su revival también es conocido por pocos. Esta semana se cumplen 30 años de la edición de You can’t hide your love forever, de esta banda fundacional del pop escocés o del indie pop. De esta manera los describió Alex Patridies en The Guardian algunos años atrás a propósito de la edición de The Glasgow school. El disco, una reedición de canciones del grupo publicado por Domino Records, fue avalada probablemente por su fan más entusiasta: Alex Kapranos, líder de Franz Ferdinand.

El estado general de la música en Glasgow a fines de los ’70 estaba atestada de punks, y que “gracias” a sus desórdenes cerraron algunos teatros para otros eventos. La banda de Edwyn Collins, en cambio, se portaba bien y se vestía distinto al resto. En vez de chaquetas de cuero, usaban tweed y sandalias; mientras que reemplazaban las cervezas durante los ensayos por jugo de naranja (de ahí el nombre). El cantante recuerda que les gritaban maricas, y que no los entendían, que era un poco trágico, pero que hasta le gustaba que los abuchearan en el escenario.

La música de Orange Juice pudo haber sido un “momento revolucionario en la historia de la música popular” (Keith Negus). Lo fue en su ciudad donde formaron uno de los primeros sellos independientes de Glasgow, Postcard Records. El grupo, junto a su manager y amigo Alan Horne, darían forma a la leyenda con un eslogan que rezaba así: “el sonido joven de Escocia”. Los singles editados en vinilo tenían una estética norteamericana del viejo oeste y cincuentera a la vez. Los referentes musicales no eran la excepción. En la colección de Edwyn Collins había Northern  Soul (movimiento soul que tuvo máximo auge a finales de los ’60 en Manchester), David Bowie, Velvet Underground, Patti Smith y Talking Heads.

Alan Horne aportaba con Love, Kinks y los Doors. Siguiendo a Keith Negus, las formas musicales se transforman y cambian de diferentes maneras en distintas partes a lo largo del mundo y Orange Juice tomó esas influencias diez años más tarde. Por eso fue tan refrescante y funcionó como una novedad, pero no fue más que un diálogo con música más antigua y en otro lugar del mundo. A este diálogo entra el punk, pues aunque Edwyn Collins consideraba heavy metal a Sex Pistols, le sirvió para tomar seguridad: “Cuando el tour White Riot vino a Escocia, me sentí apelado por The Buzzcocks y Subway Sect porque estaba al nivel de nuestra técnica y me podía relacionar con lo que ellos estaban haciendo”.

Las dos caras de la difusión

Alan Horne intentó que Orange Juice sonara en el programa de John Peel, pero sin encontrar una respuesta certera del aclamado DJ lo insultó por sus gustos de música oscura como Echo and The Bunnymen y le dijo que Orange Juice era la música del futuro. Puso “Falling and laughin” sólo una vez por insistencia. En la prensa escrita tuvieron mejor fuerte. Periodistas de la NME viajaron de Londres a retratar este nuevo sonido de Glasgow.

Antes de la publicación de su primer disco, la revista inglesa NME estaba a sus pies regalándole frases teñidas de hype como este párrafo: “Cierra tus ojos e imagina un sueño anglo soul. Imagina una cultura pop pegajosa captando la magia etérea de las Supremes, Taveres o All Platinum. Imagina a Lou Reed prefiriendo las tiendas de segunda mano en vez de dealers basurientos. Imagina que todas esas cosas fantasiosas se convirtieran en una extensión de la realidad y piensa en Orange Juice”. (NME, Septiembre, 1981). Con razón, Edwyn Collins terminaría por arrepentirse de la confianza que le tomó a la prensa musical.

Los singles editados por Postcard Records entre 1980 y 1981 fueron Falling and laughin, Simple thrilled honey, Poor old soul y Blue boy, distribuidos por Rough Trade y con este último Orange Juice vendió 19 mil copias. Rough Trade financió You can’t hide your love forever pero Horne se lo vendió a Polydor en febrero de 1982, tentado por los beneficios que podía traer una casa disquera grande. “Éramos jóvenes e impresionables”, diría Edwyn Collins más tarde. La NME escribió: “‘Falling and laughing’ y ‘Upwards and onwards’ son gemas de luz típicas del pop moderno. Si fueran tocadas en la radio durante el desayuno en vez de Soft Cell o ABC, tal vez alguno de nosotros podríamos llegar al trabajo a tiempo”.

No se puede esconder el amor a este disco. No para siempre. El segundo álbum los hizo llegar a los charts, pero su sonido pop se ablandó más de lo que el indie toleraba. Tal vez nunca alcanzó la pureza y la acogida del primero, pero nos dejaron con “Rip it up (and start again)”. Como dice el título de esa canción, Orange Juice no paraba de reinventarse y dejar la comodidad a un lado.

Treinta años después y cientos de bandas influenciadas por ellos –incluida The Smiths, que nunca lo reconoció- se puede decir que escuchar este disco sigue generando la misma energía para levantarse por las mañanas y animarse a cualquier hora del día. Tan fresco y ácido como lo es un jugo de naranja.