Como siempre no es tarea fácil escoger lo mejor del año según nuestros colaboradores. Este año no fue la excepción. Pero aquí por fin está nuestro recuento 2011, con los álbumes más destacados del año de acuerdo al criterio de nuestro equipo.

Desde hace varias temporadas que la elección de los mejores discos del año para el staff de Super 45 no resultaba tan consensuada. Por supuesto que siempre estaban los matices respecto a si cierto disco era o no un bluff, o si la animadversión contra los personajes era suficiente como para hundir sus respectivas obras. Aun así, el resultado nos dejó conformes, lo que para un grupo tan heterogéneo de personas como son las que conforman nuestro staff, ya es un logro en sí mismo.

Algunos puntos a destacar. La continua irrupción de artistas muy jóvenes que destacan desde sus primeras obras. Esperamos que –tal como ha pasado en temporadas pasadas- no queden ahí y logren desarrollar algo más allá que un debut prometedor. La confirmación de Nicolas Jaar como un personaje mayor dentro de la música popular en todos sus frentes. Y esto dicho sin un ápice de chauvinismo (malentendido, por lo demás). Los músicos chilenos siguen entregando excelentes discos pero empezamos ya a buscar por más nombres que ensanchen nuestra todavía endeble escena. Los nombres clásicos del indie siguen haciendo discos que emocionan hasta la médula. Por último, no hay nada malo con volverse un adulto y reconocer que ese sonido que antes te recordaba a tu padre hoy te hace sentido.

Invitamos a nuestros lectores a compartir sus opiniones sobre nuestra lista recordando siempre que esta es la opinión de Super 45, ni más ni menos. (Cristián Araya)

45. The Horrors – Skying (XL)

Estos británicos la tenían dificil tras el excelente Primary colours (XL, 2009). La banda aligeró su propuesta de rock ruidoso, dándole más énfasis a las atmósferas y potenciando la base rítmica, creando su propio Screamadelica, su madchester del siglo XXI. Un disco más pop y rítmico que su antecesor, donde la voz de Faras flota entre las texturas de los teclados, quizás el instrumento mas importante del álbum. (Boris Orellana)

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44. Josh T. Pearson – Last of the country gentlemen (Mute)

Austero, confesional y rotundamente honesto, Last of the country gentlemen, expone las miserias de un hombre que enfrenta la culpa y el desamor, con un disco que abre la herida para exponer su interior sin ninguna vergüenza. Con actitud espartana y composiciones desnudas, Pearson y su guitarra, naufragan buscando redención. Buscando respuestas que no encontrará. Y aunque se esfuerce por decir “lo siento” con cada canción, Dios no responde y ella tampoco. (Enrique Moraga)

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43. Gil Scott-Heron & Jamie xx – We’re new here (XL)

Debilitado por su condición de VIH positivo, el pasado 27 de mayo Gil Scott-Heron pasó a mejor vida. Su muerte, sin embargo, no pudo haber dejado mejor legado que I’m new here, el disco que trajo a Scott-Heron al ruedo, tras 16 años alejado de las pistas. Tras su edición, I’m new here pasó a manos del novel productor Jamie xx, quien decidió reconfigurarlo en su totalidad, dotándolo de nuevas capas sonoras. Así, y alargando aún más el testamento del poeta de Chicago, nace We’re new here: potentes líneas de bajo, ritmos asociados al house y el dubstep por partes iguales, capas de ruido blanco y el omnipresente discurso de Scott-Heron unificando todo. Si la revolución no iba a ser televisada, con ayuda de Jamie xx, podrá ser, al menos, escuchada. (Gabriel Pinto)

42. Danger Mouse & Daniel Luppi – Rome (Capitol)

No deja de ser elogiable que un ejercicio melancólico de spaghetti western y muros de sonido a loPhil Spector (¿otro mas?) seconvierta en un disco redondo y ecléctico, que logra unir a Jack White y Norah Jones en un mismo universo musical y fílmico. Recuerdan a Last Shadow Puppets, Ennio Morricone y las baladas de Nino Bravo, música de otras décadas que logra sonar fresca y nostálgica. Sin duda esta dupla talentosa compuso la banda sonora del año 2011. (Boris Orellana)

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41. M83 – Hurry Up, We’re Dreaming (Mute)

Hacer un álbum doble siempre cabe el riesgo de caer en la megalomanía, pensando que cada gesto grabado es un acto de genialidad e inspiración y extendiendo el tiempo de duración a distancias insufribles. Los auditores, apaleados, claman por edición y los artistas, extraviados, reclaman incomprensión. La nueva entrega de los franceses M83, comandados por Anthony Gonzalez, comparte el mismo deseo: hacer un disco doble expansivo, donde las canciones funcionen como impresiones y que sean deliberadamente desiguales en su aproximación. Hay pop lujoso para la pista de baile de primer nivel (las insuperables “Midnight City” y “Reunion”), pasajes más experimentales o con vocación épica  (“Year one, “One UFO”, “Steve McQueen”) y las locuras de rigor esperable de este tipo de entrega (“Raconte-Moi histoire”). Ambicioso, el álbum sobresale por el nivel de madurez compositiva de la banda, y la evidente efectividad que han alcanzado en sus melodías. Por eso mismo es inevitable pensar que si Hurry up, we’re dreaming hubiese sido un disco unitario, de seguro hubiese estado peleando los primeros lugares de este ranking. (Carmen Duarte)

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40. Nils Frahm – Felt (Erased Tapes Records)

El joven compositor alemán Nils Frahm alcanza con Felt, la belleza sónica a través de la simplicidad del piano humilde, sobrio y simple. La gracia de Felt es que pese a lo concreto de su propuesta –casi escuetas líneas de piano acompañadas de algunos instrumentos acústicos y electrónicos- la emotividad que evoca alcanza niveles épicos pero a escala de dormitorio.

Felt es un disco instrumental muy íntimo y que crea mini mundos que podrían existir simplemente sobre una cama sobre la cual se mira por la ventana, invocando a través de sus nueve piezas una narrativa abstracta pero cercana: la de los grandes discos instrumentales que se configuran como soundtracks de películas, que no necesitan existir físicamente sino en la imaginación. (José Luis Báez)

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39. Joe Henry – Reverie (Anti)

El duodécimo trabajo de Joe Henry, y cuarta entrega para Anti, continúa el camino trazado por Blood from stars (2009). Desafiando términos y adjetivos, el productor/compositor abraza las raíces de la música americana hasta forjar algo tan personal, que no queda más que tildar esto como “canción de autor”. Un término mezquino para un disco que se mueve con una soltura sorprendente entre estilos clásicos y que evoca, en cada una de sus canciones, el espíritu libre del jazz y el folclor americano. (Enrique Moraga)

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38. Deerhoof – Deerhoof Vs. Evil (Polyvinyl)

Los buenos de Deerhoof siempre cumplen. El rol de niño genio desbordado tomó en Deerhoof Vs. Evil cierto rumbo más disperso que su genial antecesor Offend Maggie, apostando por un tono algo más oscuro, pero también más plástico que de costumbre. Por supuesto no falta en este disco el ya clásico desborde creativo de la marca Deerhoof, que toma canciones que podrían ser “normales” en una realidad paralela (como podrían ser por ejemplo “Behold a Marvel In the darkness”, “The merry barracks”, “Secret mobilization”) y las transforma en entretenidas mutaciones con toda clase de sonidos extraños, densas progresiones de acordes y atmósferas enrarecidas.

Deerhoof Vs. Evil  es un disco cuidadosamente producido, brillante y por sobre todo entretenido, pero que paradójicamente parece intrascendente. Deerhoof ya hace rato que son geniales por lo que ya sus logros quizás no nos desafían mucho. (José Luis Báez)

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37. Feist – Metals (Cherrytree)

La mejor manera que Leslie Feist encontró para volver a sacar un disco luego de su exitoso álbum anterior (The reminder, 2007) fue dejar que el tiempo pase. Que su presencia se disolviera hasta que pocos la recordaran -misión imposible, por cierto- y así retornar sin esa tremenda expectativa puesta sobre ella. Metals funciona entonces como Automatic for the people lo hizo para R.E.M en su momento. Una continuación sombría donde no aparecen los hits inmediatos pero que se va metiendo bajo la piel tras cada pasada. Feist ha logrado entonces esquivar la presión del éxito y seguir escribiendo desde esa posición a medio camino entre el romanticismo perdido y el desencantamiento cínico. La única razón por la que este disco no está más arriba en esta lista, es simplemente porque salió cuando el año ya se escapaba y no hubo suficiente tiempo para apreciarlo como corresponde. (Cristián Araya)

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36. Atlas Sound – Parallax (4AD)

Aquí suenan Brian Eno, Suicide, Stereolab y hasta Spiritualized, filtrados en un refugio acústico, donde la melancolía de las cuerdas se mezcla con texturas electrónicas y donde los teclados y las percusiones amplifican la sensación de extrañeza y belleza de este trabajo.

La voz de Cox, suena cada vez más expresiva y libre de efectos y esto es prueba de su comodidad dentro de un proyecto aislado, que parte desde la timidez más severa hasta llegar a lugares de férrea confianza y comodidad. Es en esta contradicción donde Parallax habita y triunfa. Porque esto es, a falta de términos, pop que confunde y altera la percepción de las cosas. (Enrique Moraga)

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35. The Decemberists – The king is dead (Rough Trade)

Tras sus desvaríos “progresive rock meets Fleetwood Mac”, la pandilla de Colin Meloy regresa a sus raíces, rememorando los primeros R.E.M. y el folk a la Neil Young. El disco más americano de una banda que se reencuentra con sus tradiciones country, con arreglos que potencian la imaginería costumbrista de la letras de Meloy. (Boris Orellana)

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34.  Junior Boys – It’s all true (Domino)

Elegantes, bajo perfil y distantes, este dúo canadiense ha sabido formarse en su carrera un sonido idiosincrático, tan pulcro y a veces glacial como el sonido de Pet Shop Boys y con la efectividad de los coros de Duran Duran. Todo, con más clase que cualquiera de sus compañeros de generación amigos de los sintetizadores.

It’s all true, su cuarto disco, puede considerarse un logro mayúsculo por su concepción, ejecución y producción. Con un sonido inmejorable y más sólidos que nunca en su acercamiento a ese pop distante y metálico que siempre habla de algo íntimo, casi volcánico esta vez en su despecho y la amargura de saber que inevitablemente las cosas van a salir mal, Junior Boys esta vez parece haber atado todos los cabos sueltos, firmando un excelente disco sobre cómo salir parado grácil después del desastre. No será lindo escuchar la verdad, no será fácil caer hasta el fondo, pero vaya que sonará bien. (Carmen Duarte)

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33.  Bon Iver – Bon Iver (4AD/ Jagjaguwar)

La cantidad de tiempo invertido para debatir sobre el estilo de vida, nuevas amistades, corte de pelo, marca de camisas leñadoras, afiliaciones políticas, visiones religiosas y nimiedades varias de Justin Vernon, tan sólo han desviado la atención de un grandioso segundo disco que, como los que saben, no repite el esquema de su también grandioso debut, sino que lo lleva a un punto diferente. Canciones llenas de capas de teclados y efectos de estudio que envuelven su voz hasta un punto donde muchos no están dispuestos a seguirlo. Por momentos, Vernon suena más grande que la vida misma (el track inicial puede ser un shock para los que gustaron de su aspecto más intimista) y aunque no siempre resulta triunfador -su ímpetu hace que algunas canciones no estén a la altura del conjunto- nadie puede decir que no puso absolutamente todo en juego.  (Cristián Araya)

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32. Fernando Milagros – San Sebastián (Quemasucabeza)

En cada uno de sus discos Fernando Milagros se supera a sí mismo. Vacaciones en el patio de mi casa (2007) era pausado, casi totalmente acústico y personal. Luego con el segundo, Por su atención, gracias (2009), logró -valga la redundancia- una mayor atención del público chileno e internacional. Su proceso de maduración en un principio parece simple: pasó de cantar sentado, a pararse sobre el escenario acompañado de una banda. Así consiguió hacer que la atmósfera se transformara en una muralla de sonido en el estudio y en vivo.

Este nuevo disco carece de canciones con el enganche pop de sus antiguas “Reina japonesa” o “Avenida Perú”. Sin embargo, tiene dos tipos de tendencias musicales en las que se aleja cada vez más del folk anglo para, digámoslo en castellano, acercarse al folclore latinoamericano, con referentes como Violeta Parra o Atahualpa Yupanqui. (Macarena Lavín).

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31. Balam Acab – Wander/wonder (Tri Angle)

Alec Koone, el novel geniecillo que se esconde tras el alias precolombino que es Balam Acab, ya anunciaba en el EP See birds (Tri Angle, 2010) que su saga sería por lo menos interesante. Y no nos equivocábamos, porque el productor oriundo de Pennsylvania ha llegado a su debut largo precedido sólo de elogios y buenas noticias.

Koone aporta al colectivo Tri Angle una mirada prístina, personal y con simpatía nerd de la producción de ritmos, llenos de pequeños detalles y loops que crean una atmósfera de ciencia ficción, sostenido a todo momento por voces que se ralentizan o aceleran dependiendo del bpm del tema (nunca es muy elevado), de ahí su comparación con Burial, aunque lo suyo no sea el dubstep ni el hip-hop, por lo menos no en sus respectivas convenciones. (Freddy Olguín)

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30. Cat’s Eyes – Cat’s Eyes (Downtown)

No le bastó a Faris Badwan (The Horrors), con editar uno de los discos más importantes del año junto a su banda, también se dio el lujo de asociarse en una “pareja dispareja” con la cantante de ópera Rachel Zaffira, rememorando los muros de sonido a la Phil Spector, los rincones góticos de los ochentas y las baladas lisérgicas de Nico. Sin duda el álbumde pop atmosférico del año. (Boris Orellana)

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29. Smith Westerns – Dye it blonde (Fat Possum)

Smith Westerns son tres adolescentes de Chicago que sin vergüenza alguna usan, interpretan y deforman lo que de seguro escucharon en casa de sus padres. Mientras su primer disco (The Smith Westerns, 2009) tenía un tinte más garage, Dye it blonde -probablemente gracias a la producción de Chris Coady, el cerebro tras el excelente Teen dream de Beach House- es un gran disco de rock adolescente. Melodías a la T. Rex, Bowie y unos efectos de guitarra que suenan demasiado a George Harrison, componen un disco que lejos de sonar como un pastiche deforme, regala canciones frescas y melodías pegajosas llenas de coros adorables. (Claudio Ruiz)

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28. The Streets – Computers and blues (Atlantic)

El último disco de Mike Skinner, niño prodigio del UK garage, que a través de una década retrató los excesos y miserias del ciudadano común inglés, es una noble y orgullosa despedida, broche de plata para su saga, que comenzó en 2002 con el a estas alturas clásico Original pirate material, uno de los puntos más altos del hip-hop británico. Skinner declaró este año que The Streets no va más, pero antes nos dejó Computers and blues, donde expone muy bien su ética en el micrófono, adecuándose a los tiempos y jamás perdiendo la emotividad e ironía. (Freddy Olguín)

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27. Pedropiedra – Cripta y vida (Quemasucabeza)

El debut homónimo de Pedropiedra fue un fino pop rock cargado de datos autobiográficos al hueso, que casi lo hacían atragantarse de tantas palabras que cantaba en una sola línea. Ahora no es tan directo, pero no por eso menos ácido. Cripta y Vida, su segundo disco, da un paso más en el pop entregando mayor versatilidad, pues las canciones están llenas de arreglos ricamente melodiosos, que van matizando las canciones mezclando estilos como el funk y el disco. Como en el notable primer single que abre el álbum, “Vacaciones en el más allá”. También hay pop californiano de los sesentas y en menor medida, rock. (Macarena Lavín)

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26. TV On The Radio – Nine types of light (Interscope)

Sin dejar de sonar a ellos mismos, TV On The Radio nos brinda su trabajo más luminoso, con letras menos agrestes, centradas en la problemática de las relaciones amorosas, pero tratadas con un enfoque distinto al acostumbrado y con una lucidez que ya se quisieran los relamidos reyes de la balada AM/FM.

Explorando una faceta más amable, la banda nos aclara desde el principio que su paleta sónica permanece tan amplia como siempre: la mezcla de soul, post punk y rock aderezada con secuencias electrónicas queda ahora al servicio de medios tiempos como “You” o “Forgotten”, en donde la opresiva percusión se mezcla con las atmósferas de guitarras y teclados produciendo un cálido ambiente, un refugio en donde dan ganas de permanecer mucho tiempo. (Pablo Meneses)

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25. Explosions in the sky – Take care, take care, take care (Temporary Residence)

Compuesto antes de entrar al estudio y grabado de forma atípica en comparación a sus antecesores, Take care, Take care, Take care es a la fecha, el trabajo más sorprendente y arriesgado de Explosions in the Sky, donde ya no se siguen los mismos patrones al trasladar directamente el sonido desde sus cabezas al disco (sin preocuparse en si se pueden tocar o no en vivo), se incorporan nuevos elementos y lo que no es un hecho menor, incursionan en la producción audiovisual con la edición del primer videoclip de la banda en doce años. (Andrea Faúndez)

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24. Gang Gang Dance – Eye contact (4AD)

Después de haber experimentado con todo estilo musical (pseudo-electrónico) disponible, incluyendo su versión propia de hip hop, Gang Gang Dance pasa de The Social Registry/Warp a 4AD y, parafraseando a los gringos, the rest will be history. Digo esto sin temor a repetir o equivocarme porque este álbum, el primero para 4AD, es una joyita. Bellamente producido, mucho más enfocado en un tema (con la excepción de un par de canciones), y con canciones muy, pero muy buenas. Eye contact será, sin duda, uno de esos discos que estará en el top ten del año para muchos. (Oscar Vega)

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23. Wild Beasts – Smother (Domino)

La banda británica mantiene los ingredientes de siempre: falsete frágil, guitarras cristalinas, base rítmica contenida y letras que hablan de la soledad. Tras el exitoso Two dancers (2009), nos presentan un disco que refresca su sonido con arreglos más delicados y elegantes; donde las letras son aún más flagelantes que en sus entregas anteriores. (Boris Orellana)

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22. Wilco – The whole love (dBpm)

Con The whole love, Wilco, han conseguido volver a la coherencia, cohesión y entrega de Being there (1996) y Summerteeth (1999), sin renunciar a esa inquietud sonora que los caracteriza desde su inicio. Con la formación más solida a la fecha, los Wilco de 2011, se pasean entre estilos con una soltura que asusta, en un trabajo donde se les nota cómodos y a gusto. La mejor banda americana del último lustro recupera terreno y, lejos de sentirse satisfechos, siguen en busca de la piedra filosofal del rock y el pop. Canciones como “Black moon”, “Whole love” o “Art of almost”, confirman lo escrito. Gigantes. (Enrique Moraga)

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21. Thurston Moore –Demolished toughts (Matador)

En este nuevo disco solista, esta vez producido por Beck, Moore aparece en un formato acústico que no tiene mucho más que guitarras y cuerdas. Construyendo las bases rítmicas más por la intensidad de los rasgueos (“Mina loy”) y sacando el máximo provecho a la suave voz de Moore (“Blood never lies”). Cómodo y suelto, Demolished thoughts no es un disco que abiertamente quiera demostrar muchas cosas. Más bien, es el ejercicio de un compositor aventajado explorando distintos formatos, despojándose de la pirotecnia. Y como bonus, pasarlo regio. Ahí está como prueba la muy quinceañera “Space”, que tiene a Moore cantando de cómo se va de paseo por el espacio y lo persigue la policía espacial. Un grande. (Carmen Duarte)

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20. John Maus – We must become the pityless censors of ourselves (Ribbon Music)

Melancolía fantástica pero con el peso de una turbia neblina. John Maus es uno más en la larga lista de nostálgicos, reviviendo teclados ochenteros y producción lo fi –muy difícil escapar del fenómeno en estos días-, pero este álbum destaca porque dosifica balanceadamente aspectos de la muerte y la vida. Canciones pop que al mismo tiempo son densas y bailables; porque Maus es como un guardia de cementerio que organiza la mejor fiesta en el lugar. Hay tremendas canciones como “Cop killer”, “Street light” y “Quantum leap”, donde se juega al doble efecto de lo siútico, de lo absurdo y bailable, que entrelaza con la oscura y grave voz de Maus, evocando psicosis, violencia y decadencia, pero de una manera irresistiblemente pop. Disco para el ataúd. (José Luis Báez)

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19. Real Estate – Days (Domino)

Real Estate han limado las asperezas de su primer trabajo, y entregan con Days, un sucesor digno de todas y cada una de las alabanzas que la prensa especializada les ha dedicado. Con estructuras melódicas más complejas, pero con menos espontaneidad, este trabajo, continúa entregando joyas que recuerdan a Galaxie 500, Luna o al lado más amable de The Velvet Underground, donde la luz va y viene y el ruido blanco cubre como niebla cada uno de los tracks. Una verdadera sorpresa. (Enrique Moraga)

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18. Fakuta – Al vuelo (Michita Rex)

En Al vuelo, el disco debut de Pamela Sepúlveda, hay una combinación de elementos inesperada. Por un lado está el pop de sintetizadores, en apariencia perfecto y helado en su ritmo, que evidencia el oficio alcanzado para crear atmósferas nunca obvias que dan la base a canciones con vocación de cuatro minutos. Superpuesto, y permeando el disco completo, está la propuesta de Fakuta de melodías cándidas, donde el desamor aparece sutil a través de metáforas elegantes de la decepción (“Virreinatos” y “Armar y desarmar”), el escapismo como una posibilidad colectiva y democrática (“Aeropuertos”) y la búsqueda de un auto descubrimiento de manera tenaz (“Mi casa” y “Segundando”). Atractivamente femenino, Al vuelo es un disco de autor, que hace un uso admirable de sus recursos -los coros de The Laura Palmers definen el tono del álbum y las programaciones de De Janeiros aportan en su solidez- y que confirma con esta nueva exponente privilegiada, esa sensación de ensoñación que parece estar suspendida en el panorama del pop chileno: “todo está sucediendo”. (Carmen Duarte)

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17. 13 & God – Own your ghost (Anticon)

Todos los caminos llevan a 13 & God. Basta con buscar en la compleja ruta creadora de Markus Acher (The Notwist) y Adam “Doseone” Drucker (Themselves, Subtle), para reconocer múltiples objetivos en el grupo, que acostumbra reunir en un solo volumen rock indie, rap  y electrónica. Reconociendo a este combo como algo más que la simple suma de los proyectos que los entrecruzan y evitando los facilismos comparativos, 13 & God son una maravilla híbrida llena de sorpresas. Own your ghost es un retorno necesario, el eslabón perdido entre el pop melancólico de The Devil, You + Me (Domino, 2008) de The Notwist y la psicodelia hop del ExitingArm (Lex, 2008) de Subtle. (Freddy Olguín)

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16. Bill Callahan – Apocalypse (Drag City)

Aunque no es un disco fácil, Apocalypse confirma la vigencia de Callahan como compositor e intérprete. A diferencia de sus pares, más preocupados de encontrar, mediante devaneos de dudosa inspiración experimental, una identidad perdida hace años (sí, como Will Oldham, compañero de armas de Callahan en Drag City), o de coquetear de manera infructuosa con el mainstream (he ahí el lamentable e irrisorio caso de Bon Iver), Bill Callahan sigue siendo un autor consciente de su entorno y de las posibilidades de la música country/folk. Apocalypse, es un áspero diamante que, aún sin pulir, sigue teniendo un valor incalculable. (Gabriel Pinto)

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15. Low – C’mon (Sub Pop)

C’mon vuelve a las raíces de Low. En su disco nuevo, el trío de Duluth ha dejado atrás el quiebre reflejado en Drums and guns (Sub Pop, 2007), un álbum compuesto tras la ruptura del equilibrio mental de Alan Sparhawk (voces y guitarra). C’mon parece reunir elementos de todo lo que ha experimentado hasta ahora, en una faceta accesible que sigue la veta de The great destroyer (Sub Pop, 2004). Las capacidades de Sparhawk y su esposa Mimi Parker (voz y batería) se han expandido a través de los años, desde el minimalismo de sus inicios hasta sus experimentaciones atmosféricas e intimistas en Secret name (Kranky, 1999) y Things we lost in the fire (Kranky, 2001). (Rodolfo García)

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14. Julianna Barwick – The Magic Place (Asthmatic Kitty)

Equipada con poco más que una Loop Station, Julianna Barwick fabrica colchones drónicos a través de reverbs y loops vocales melancólicos y cristalinos. El acercamiento desnudo e hipnótico de sus trabajos anteriores (Sanguine de 2007 y el EP Florine de 2009) es complementado en The Magic Place con nuevos instrumentos que entregan un carácter más orgánico a sus composiciones, alteradas en favor de estructuras más cercanas al pop pero siempre reducidas a sus elementos esenciales. En un lugar intermedio entre el trabajo de Animal Collective, Grouper y el Music For Airports de Brian Eno, The Magic Place es un disco evocador, cautivante e inquietante. (David Salinas)

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13. Gruff Rhys – Hotel shampoo (XL)

Tras el excéntrico nombre en honor a su colección de botellitas de shampoo, Gruff (lider los sicodélicos Super Furry Animals) edita su tercer álbum solista, un disco maduro, donde da paso al pop soleado de los Beach Boys y los hermosos arreglos a lo Bacharach. Hotel shampoo es un disco lleno de melodias agridulces y atemporales: pop con todas sus letras. (Boris Orellana)

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12. Peaking Lights – 936 (Not Not Fun)

El dúo formado por el matrimonio Indra Dunis y Aaron Coyes desde la deconstrucción misma, da vida a una serie de sintetizadores que plasman los diferentes ruidos provenientes de la cabeza de Coyes. Particularidad que hace de 936 un disco que desde su arte de tapa, se convierte en una inyección hacia una dimensión desconocida. Un viaje de cincuenta minutos con escalas por ritmos como la psicodelia, el dub, el chill, la electrónica y el krautrock. En absoluta sintonía con la tranquilidad de la voz de Indra, 936 está plagado de atmósferas relajantes y narcóticas (“All the sun that shine”, “Birds of paradise dub versión”), cuyas ondas, ritmos y estructuras caleidoscópicas son capaces de recordar desde Cal Tjader (“Amazing and wonderful”) a Kraftwerk (“Marshmellow yellow”). Sin duda un disco marcado por un vanguardismo y singular romanticismo, que lo convierten en una pieza única e insuperable. (Andrea Faúndez)

11. Mogwai – Hardcore will never die, but you will (Sub Pop)

Los escoceses disminuyen la intensidad de las guitarras y las continuas subidas y bajadas a las que nos tienen acostumbrados, en pos de una prevalencia de melodías y un desarrollo algo diferente a lo que venían mostrando en sus últimos trabajos. Vuelven a contar con la producción de Paul Savage, el mismo que les produjo Young team (Imperial Records, 1997) y se nota el fiato que alcanzan bajo su mando, sonando muy prolijos en la cohesión grupal, más que en la ejecución, que es una característica permanente en ellos. Cierto, puede ser más trabajado que inspirado, como por ahí deslizaron algunas críticas, pero demanda una oída diferente a lo hecho desde Mr. beast (Matador, 2006) en adelante, pues Hardcore will never die, but you will reserva sus cartas y no va al ataque de inmediato, parodiando estrategias futbolísticas. (Rodrigo Salinas)

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10. Oneohtrix Point Never – Replica (Mexican Summer)

El reconocimiento que ha tenido Daniel Lopatin estos últimos años está lejos de ser un mero capricho de la crítica: mal que mal, Lopatin (bajo el alias de Oneohtrix Point Never) ha sido responsable de varios de los momentos más interesantes que la electrónica ¿experimental? ha dado en los últimos años. Si con Returnal (Meho, 2010), OPX había logrado llevar el drone y la música ambiental hacia terrenos más amables, en Replica ha llevado este ideario sonoro un paso más allá, tomando elementos de la música contemporánea (el maravilloso paisaje noise con intervenciones de piano que se asoma en la titular “Replica”), tribalismo africano (“Nassau”, “Up”) y sampleos de comerciales ochenteros (“Sleep dealer”). Sin la omnipresencia metal de Sunn O))) ni el dejo new age de Grouper, Oneohtrix Point Never desarrolla un trabajo más sólido y contundente en torno al drone, que parece acercarse, sin temor, hacia el pop. Un pop ruidoso y apenas penetrable, pero pop a fin de cuentas. (Gabriel Pinto)

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9. Cass McCombs – Wit’s end (Domino)

El cantautor (o trovador, si lo prefieren) de las catacumbas regresa y este año no entrega uno, sino dos álbumes que si bien tienen fantasmas y crisis comunes que los emparentan y en algunos casos confunden, es en este Wit’s end -el primero del año- donde describe de manera brillante la soledad y la nostalgia, con canciones tan tristes como perfectas. Basta escuchar “County line” o “Pleasant shadow song” para adentrarnos en su claustrofobia curiosamente accesible, grata y hasta peligrosamente adictiva. Porque si existe un tipo oscuro que sabe de verdad hacer buenas canciones, ese es McCombs. (Freddy Olguín)

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8. Washed Out – Within and without (Sub Pop)

Con arreglos vocales, sintetizadores y ritmos por momentos mecánicos, Within and without es un disco guiado por el deseo de transmitir una atmósfera más que la preocupación por la estética. Quizás por eso el anhelo de teletransportarnos a una playa exótica en el medio del trópico sea prácticamente inevitable al escuchar canciones como “Echoes”, “Soft”, “Amor fati” y “Before”. A lo largo de los cuarenta minutos de este álbum (repartidos entre nueve canciones), Washed Out logra hacernos sentir a través de “You and i”, “Far away” y “Within and without”, que realmente la cursilería del amor no está tan mal ni es tan vergonzosa como creemos en un principio. (Andrea Faúndez)

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7. Kurt Vile – Smoke ring for my halo (Matador)

Smoke ring for my halo marca el retorno de Kurt Vile después de dos años de su debut en Matador. En su cuarto disco, son las guitarras las protagonistas de un sonido vintage y simple, memorable de clásicos de la vieja escuela como Velvet Underground, Tom Petty y Bob Seger. Blues, rock y psicodelia son claramente parte del sistema central del álbum, donde por cerca de cuarenta y cinco minutos Vile reafirma su trasparente influencia y devoción por el sonido de épocas pasadas. Cada arpegio salido de sus dedos demuestra que la filosofía del “menos es más” sigue siendo válida. Pero no se engañen, porque a pesar de su sencillez, Smoke ring for my halo no es un disco fácil y perfectamente tendrá a sus devotos seguidores y detractores, seducidos desde el primer acorde o quizás pareciendo un disco repetitivo y pasado a viejo. Acá, claramente optamos por lo primero. (Andrea Faúndez)

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6. Tim Hecker – Ravedeath, 1972 (Kranky)

Ravedeath, 1972 pretende musicalizar la muerte de la calidad musical a costa del sacrificio de lo análogo. El avance en la tecnología y la preponderancia de los formatos digitales ha abierto muchas posibilidades, ante las cuales nos regocijamos, pero al final el consumo rápido es lo que nos ha conquistado y la “la fiesta de la muerte” sería para Hecker lo que nos queda. Todo empieza con “The piano drop” (“La caída del piano”, que también está representada en la foto de la portada del disco, donde se ve a alumnos del MIT, que iniciaron en 1972 el ritual de destruir un piano, lanzándolo desde lo alto de un edificio), corta pero espectral introducción que con su sonido distorsionado y entrecortado inmediatamente fija el tono del disco, y donde la elección del órgano como el último símbolo triste de lo ya casi extinto, de lo análogo, es muy bien aprovechada. (José Luis Báez)

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5. Nicolas Jaar – Space is only noise (Circus Company)

El primer largo del jovencísimo Nicolas Jaar parece venir de vuelta de todo: no es jazz, pero sus piezas están adornadas por ligeros detalles de piano que rememoran al fenecido Miles Davis; no son canciones de música contemporánea, pero el silencio en sus temas cumple un papel tan fundamental como lo hizo en su momento para John Cage; ni siquiera es hip-hop, pero Jaar ha dotado a sus canciones de un groove infeccioso, que por breves momentos lo acercan al rap de radiofórmula. Sí, es un lugar común a estas alturas del año, pero no por eso menos cierto: Space is only noise es, sin duda, uno de los mejores discos del año. (Gabriel Pinto)

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4. PJ Harvey – Let Englang shake (Island)

Con Let England shake (Island, 2011), Polly Jean Harvey ha dado un salto al vacío. Las guitarras lucen más tímidas que nunca, y la inglesa de Dorset se volcó a arreglos pop y punk que suenan retro, como si este disco fuese en realidad el primero de su carrera y lo hubiese grabado a finales de los ’80. Ello pues suena New Wave, al estilo de Beat Happening, incluso de Echo and the Bunnymen, Suzanne Vega o Cocteau Twins (“The glorious land”, en particular). (Rodolfo García)

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3. James Blake – James Blake (Universal)

Lo de James Blake es un caso bien especial. Un joven músico inglés de apenas 22 años y que de la nada sale a deslumbrar a la crítica especializada y a entusiastas musicales, el año pasado –con el single CMYK y el EP Klavierwerke– y haciendo algo que hace un par de años atrás nadie en el ámbito de la música independiente hubiera imaginado: la mezcla de todo un aparataje vocal muy ligado al soul con una instrumentación predominantemente electrónica, exploratoria y también minimalista. La combinación funciona y su disco homónimo es uno de esos raros casos de pop sofisticado, pero al mismo tiempo universal, con la capacidad de unir a diversos públicos muy disímiles entre sí. (José Luis Báez)

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2. Destroyer – Kaputt (Merge)

Destroyer debe ser unos de los proyectos más interesantes que se consolidaron en los ‘00 y que hoy tiene a Dan Bejar –el mismo que firmaba las mejores canciones de The New Pornographers- como el artista a los que algunos acudirán sin vacilación en borracheras o en momentos de iluminación. Dan Bejar se está volviendo ese tipo de cantautor y Kaputt inevitablemente lo deja más cerca. Porque Bejar en este álbum aparece como un artista aventajado, que ha sido capaz de entroncar su ímpetu y su ambivalente persona en un disco de pop de elegante factura. Una estelar primera escucha para quienes no lo conozcan. (Carmen Duarte)

Encuéntralo en Tienda Sonar a $12.900 (CD) – $18.900 (LP)

1. The Weeknd – House of balloons (Autoedición)


La irrupción en la alicaída escena R&B del joven Abel Tesfaye alias The Weeknd, más que provocar extrañeza por su inusual y fulminante éxito (facilitado gracias a las redes sociales y una que otra ayuda del rapero Drake), produce una sensación de honesto alivio y entrega una luz de esperanza para el género. Reciclando las mejores ideas de la electrónica actual (allá un sub-bajo dubstep, por acá un sintetizador chillwave e incluso un elegante uso del autotune), la interpretación de The Weeknd está más enfocada en devolver sensualidad al género que en sorprender por su amplio registro vocal, más cerca de la fenecida Aaliyah que de Rihanna o Ciara. La andrógina voz de Tesfaye, es el perfecto complemento para las cachondas y exquisitas bases que corren a lo largo de House of balloons, su álbum debut de libre descarga. (Gabriel Pinto)

 Tienda Sonar está ubicada en Galería Las Palmas, Local 017, Providencia, Santiago

Y fueron los mejores:

2010 // 2009, parte 1 y 2 // 2008, parte 1 y 2

Gráfica por Ignacio Mardones.