Robaba cintas para producir sus películas al tiempo que vivía de un seguro de desempleo en Francia… Con historias simples y pocos medios, Luis Briceño ha logrado hacer de su agencia audiovisual Metronomic una de las más interesantes y creativas de París. De paso por Santiago como parte de los Encuentros Internacionales de Música Actual (EIMA), Briceño aprovechó para proyectar sus películas (entre las que se incluyen clips de destacadas figuras de la electrónica como Ms John Soda y Console) en la sala SCD, hacer de dj en la Biblioteca de Santiago y conversar acerca de su trayectoria con Super 45.

En el universo de Luis, las calles de París se mezclan con las de Santiago, las citas a ciegas son de una violencia inusitada y los osos de peluche le escriben cartas de reconciliación a sus conejas. En sus historias, el cineasta utiliza elementos simples con resultados intensos: la vida afectiva de un caracol que sale de la ciudad para encontrarse con los suyos, un robot que controla a un humano por joystick, una joven perseguida por una “máquina invisible”…

Con elementos de bajo presupuesto pero de una enorme creatividad, Briceño ha logrado llamar la atención de un sistema al cual ignora. Instalado en Francia desde la década de los ’90, tras dejar estudios de ingeniería en Chile este nativo de Osorno decidió dedicarse al cine y crear la agencia Metronomic, en 1999. Gracias a su vinculación con el club electrónico Batofar, Luis se relacionó con músicos arty de vanguardia, de sellos como Morr Music, y grabó videoclips para Lali Puna y Notwist, al tiempo que desarrollaba sus propios cortometrajes y producciones para publicidad.

Lali Puna: ‘Micronomic’

La agencia Metronomic la fundó con un grupo de amigos con los que estudió cine en la Universidad de Montpellier, en la que aterrizó luego de llegar a Francia el ’92. En este colectivo se turnan las tareas: dirigir, hacer de asistente, montajista, editor, guionista, etc. Aunque no sea la especialidad de cada uno, van aprendiendo a asumir distintos roles, sacando provecho de la aproximación a veces intuitiva hacia el medio.

Luis contesta la preguntas con la mirada inquieta, siempre despierto. Nos reunimos a conversar en el café Normandie, luego de su presentación como dj Muleta en la Biblioteca de Santiago el día anterior, para la inauguración de la muestra de fotografías “Handsome”, de Philippe Lebruman. Alto, flaco y desgarbado, a sus 35 años Briceño se jacta de seguir viviendo como estudiante, sin responsabilidades de familia y entre fiesta y fiesta con sus amigos parisinos. Entre ellos, Memo Dumay de Pánico, a quien ha tenido que echar a las siete de la mañana de su casa, en dudosas condiciones. Con él y otros partners fundó el grupo Panamericana, dedicado a la más tradicional cumbia proveniente de América Latina.

Briceño critica la falta de originalidad y desplante de las creaciones audiovisuales chilenas: según él, son siempre complacientes y tratan de aparentar algo que no son. Además, defiende su postura de ingresar desde el margen -a través de la diferencia- al sistema de los medios.

Plasticina en Cannes

-¿Cómo empezaste tu carrera?
-Entré a estudiar para ser ingeniero en 1990. Tenía el típico temor de los jóvenes de acá, eso de que “si no estudio esto me voy a morir de hambre”. Pero no me llenaba. En eso me metí a un taller de cine, y descubrí que era lo que más me convenía. Así que decidí partir. Yo no tenía mucha plata, pero sí la nacionalidad francesa. Una vez allá, entré a Letras con mención en Cine, una carrera muy teórica, con historia del arte y del teatro, análisis de películas… Luego me compré una cámara y empecé a hacer videos con unos amigos. Sin embargo, nunca resultó nada serio. Así que me lancé solo. En ese momento, decidí subir a París a probar suerte con videos de animación, aunque yo no sabía dibujar y el formato de plasticina no estaba en boga. Entonces, estudié sonido para dibujos animados y trabajé en ello unos tres o cuatro años.

Como “todo el mundo”, aclara Luis, él quería “revolucionar la industria”, pero se encontró con estructuras formateadas y comerciales que lo limitaban. Al final, era más fácil para él: bastaba seguir el esquema y todo salía muy rápido. A pesar de ello, era ese lado desafiante el que buscaba, así que dejó el trabajo para dedicarse a sus películas en Súper 8 para bares y clubes.

-Era muy divertido, pues recién estaban apareciendo los formatos digitales y nosotros hacíamos todo a mano, incluso teníamos un sistema para sincronizar las pistas de sonido con las de audio y a veces nos equivocábamos con la sala llena de gente. Nos hicimos conocidos de esta manera, y nos empezaron a llegar propuestas para la televisión. Hacíamos todo con muy pocos medios aunque con una óptica divertida, que era lo que le daba valor al asunto. De esta época datan unas historias que hicimos con unas papas, Wilde Kartofel o la Papa Salvaje, que es del ’96… Un amigo la mandó a un concurso tiempo más tarde, y ganó.

Esto le permitió recibir algún dinero y ser transmitido por Canal Plus, un canal innovador dentro del espectro francés. Con este impulso, Briceño dejó de trabajar y se dedicó de lleno al proyecto de un cortometraje con plasticina durante un año.

-¿Cómo lo hacías para vivir?
-Allá existen muchos beneficios sociales, entre ellos el seguro de cesantía, que te permite tener el mínimo para subsistir. A este corto, Los Pájaros en Jaula no Pueden Volar, le fue muy bien. Fíjate que la primera proyección fue en Cannes y luego pasó a Annecy, que es el festival de animación más grande del mundo. Pude ganar dinero con ello, lo cual no es poco decir tratándose de un cortometraje. Me hice un nombre, me llegaron muchas propuestas de publicidad, las cuales rechacé.

-¿¡Rechazaste!?
-Sí, es que por un lado están los euros, y por el otro, el amor propio. En Francia es un poco distinto: no te mueres de hambre. No estás tan propenso a ser un mercenario como en Chile. En Europa también pasa esto, hay muchos que se dedican a hacer videos o largometrajes para demostrar que pueden hacer publicidad. Para nosotros es un poco distinto. Nosotros filmamos por las ganas de hacer películas y eso nos llevó a trabajar con gente que nos gustaba mucho.

Electric President: ‘The invisible grand machine’

Admirados amigos

-¿Cómo llegaron a trabajar con todas estas bandas tan cotizadas?
-Lo primero que hicimos fue con Console (el proyecto de Martin Gretschmann, sonidista de Notwist), con ’14 zero zero’, el cual se transformó en un hit en Europa. Lo que pasó es que nosotros siempre rondábamos por una sala mítica de electrónica que habían abierto en París, el Batofar, que los tres primeros años traía artistas muy puntudos. El caso es que hicieron un festival con gente de Berlín (Schneider Tm, To Rococo Rot), y entre ellos estaba Console. Yo lo conocía a través de un amigo alemán, y era de muy bajo perfil en ese tiempo cuando aún no había sido editado por Matador Records. Yo usaba lentes en la época, llegamos al Batofar y Gretschmann tenía los mismos lentes que yo. Así que me puse a conversar con él, y le conté que hacía animaciones y Martin me preguntó si podía hacer su próximo clip. Trabajamos sin recursos, con una cámara que un amigo nos prestaba de ocho de la noche a las ocho de la mañana y con material de recuperación. A final de año, en una revista alemana llamada Spex, muy popular, salimos entre los cinco mejores lugares de los clips internacionales después de Chris Cunningham/Aphex Twin y Björk. El video fue un éxito y lo pasaban a cada rato en las teles alternativas. No lo podíamos creer. Lo distribuyeron por Virgin y Martin exigió una parte para nosotros. No era mucho, pero para nosotros era un montón. No teníamos productora y nos repartíamos los billetes “uno para tí, otro para tí…”. Esto nos permitió fundar Metronomic.

Console: ‘Magnolia’

A través del contacto con Gretschmann, surgió lo de Notwist (Martin es amigo y sonidista de la banda), cuyo clip ‘Pick up the phone’ fue otro éxito mundial; y, a través de Notwist, Lali Puna, para quien grabaron el video de ‘Micronomic’, un hit más. Luis está feliz de trabajar con la escena que más le gusta, la de la electrónica indie o indietrónica, como la han llamado algunos críticos. Sin embargo, ve difícil el futuro de los videoclips: “Nadie tiene dinero para algo que sabes no será mostrado en la tele. Los canales alternativos han disminuido y el único futuro que tienen ahora los clips es You Tube, así que ya no hay presupuesto”.

Notwist: ‘Pick up the phone’

En cuanto a París, Briceño describe a la ciudad luz como “un gran museo” en el que la innovación es poca y todo está sujeto al mercado. Concuerda de hecho con constatar el patético escenario musical de la chanson, siempre tan autorreferente, tradicional y vacío con respecto a Berlín y Londres, donde la experimentación y las búsquedas son años luz más avanzadas. Dice no conocer a la promesa que levanta un poco la perspectiva: Sylvain Chauveau, el compositor minimalista. Y resulta divertido darse cuenta de que uno de los mejores actos en el país, Matt Elliott, es británico.

-¿Qué puedes decir de tu amistad con Lali Puna y Notwist?
-Son personas increíbles que tienen un talento muy especial. Ellos han llevado la música a otro nivel, y es curioso ver cómo están igual de desamparados que uno. Sobreviven como pueden, incluso se llevan lo que les dan como cathering para poder comer durante las giras. Es algo que me indigna un poco, ya que lo que ellos hacen es tan bueno…

-¿Qué puedes contarnos de Batofar?
-El club funcionó justo en los años que para mí fueron los mejores de la electrónica, hasta como el 2002. En esa época tenías a Sutekh, los primeros Mùm, la gente de Morr Music… Fue una verdadera explosión. Es un privilegio para mí tener amigos como Thomas Morr o Markus Acher de Notwist. Es como cumplir un sueño de adolescente: establecer lazos con los artistas que admiras.

Ms. John Soda: ‘Number one’

-Eres dj. ¿Tocaste alguna vez ahí?
-Sí, incluso fui residente y ello me permitió viajar a otras ciudades como Nueva York como miembro del staff del club en gira.

-¿Qué otros lugares has visitado?
-Me han invitado a festivales de cine en Brasil, donde la onda es total. He filmado en Berlín y he venido a Chile a dictar unos cursos en colegios. Estuve haciendo clases en la Alianza Francesa de Santiago, pero mi mejor experiencia fue irme a repetir el taller con niños de diez años en una escuela rural mapuche. Es impresionante la capacidad que tienen. Me inventaron una historia de un monstruo que muere al chupar los sesos de su propia hija. Yo quedé impactado, es fuerte.

-¿Qué te inspira para crear?
-La vida misma. Me inspiro mucho en lo que estoy viviendo en el momento, como lo de Notwist, cuya historia tan simple de un oso que le grita a su coneja de alguna manera funciona a niveles bastante profundos. Yo mismo atravesaba una ruptura en ese momento y pude plasmar lo que sentía. De cierta forma, cuando estás creando, vives con tu película el día a día.

-¿Drogas?
-La verdad es que para crear, no mucho. Está el típico cuento de que te fumas un pito y todo sale mejor, pero para mí generalmente los chistes resultan solamente mientras estás volado, así que prefiero no usarlos en estas ocasiones.

-¿Piensas editar algo con Panamericana?
–Tenemos un disco en camino, aunque Diego, nuestro tecladista, abandonó el barco, ya que se devolvió a vivir a Chile.

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