Triple Entente
Mostro y Matías Aguayo mejoran y mejoran, si es que eso es posible.
Viernes 14.03.2014

Fotos: Carlos Molina

“Todavía no tenemos nombre… si se les ocurre algo, pasen a hablar con nosotros”, se despidió Matías Aguayo después de la primera de dos presentaciones seguidas junto a Mostro en el anfiteatro del Bellas Artes el viernes pasado. Aguayo, siempre más locuaz que Jaime Reinoso, en la batería, y casi tanto como su hermano Carlos, funciona como lo más parecido a un vocero del trío, más que nada porque Carlos, o Cerebro, suele hablar por un micrófono con gruesos efectos, o se comunica con el público a través del hilarante diálogo que entabla con un conejo de peluche.

Puede que resulte poco novedoso decir que la alianza entre Aguayo y Mostro debe contarse entre las más inesperadas, y también entre las más felices, del panorama musical de por acá. De alguna manera impensada, tal vez apenas explicable por la devoción que tanto Aguayo como Mostro sienten por la efectividad del ritmo como medio de comunicación, sus sonidos sumados se combinan para producir algo superior, un juego sonoro en el que cada uno de los componentes se mantiene pulcramente separado del próximo, más o menos como en uno de esos cócteles en los que brebajes de diferentes densidades flotan uno sobre el otro.

por Carlos Molina B. http://carlosmolina.cc/

El encuentro de ambos proyectos es un ejercicio acerca de cómo pueden dialogar dos lenguajes sonoros. Así, la sexualidad violenta de Mostro contrasta con la sensualidad fotogénica de Aguayo: donde los Reinoso proponen brutalidad y una inteligente insumisión, Aguayo invita al baile con sinuosas frecuencias que buscan más seducir al oído que violentarlo.

Esta comunión ocurre entre letras que hablan de drogas y cementerios, de bailes y almas en pena, de huir de una policía que irrumpe en fiestas que no deberían haber acabado. De tráfico, pasión y un par de cosas más, y que delimitan un extraño terreno fronterizo entre el primer mundo y el tercero.

por Carlos Molina B. http://carlosmolina.cc/

Lo interesante es que Mostro + Matías Aguayo no aparentan ser un accidente de improvisación: cada tiempo está aquí medido, cada canción revela que los tres comparten cierto humor, a ratos cáustico, a ratos hedonista, y que su unión, lejos de ser forzada, es cómplice y alegre. Lo pasan bien sobre el escenario, aunque de maneras sutilmente diferentes: mientras Aguayo baila y sonríe como si estuviera permanentemente en el centro escénico de una pista de baile, los Reinoso son todo concentración devota: ellos están en un laboratorio, Aguayo está de fiesta.

Si cada presentación del trío tiene algo litúrgico, Aguayo representa en su trance a los misterios gozosos, y Mostro a los dolorosos.

Resulta inútil pensar en esta combinación en términos de dominio. Porque a ratos, podría parecer que Mostro es la banda de Aguayo, o que él está invitado como frontman a Mostro. Pero claro, definir a una banda desde ese punto de vista, suponiendo una dualidad de roles, un quién-manda-a-quién que no existe más allá de la cabeza del que escribe, no se parece en nada a lo que ocurre sobre el escenario, que es, simplemente, una coincidencia afortunada y bailable.

por Carlos Molina B. http://carlosmolina.cc/

Quizá por ese equilibrio líquido, en tensión cambiante y permanente que se da entre los Reinoso y Aguayo, uno puede hablar de Mostro y Matías Aguayo como dos entidades diferentes que coinciden en un punto determinado del espacio-tiempo, una instante que es a medias colisión y a medias colaboración, un instante que se intuye irrepetible.

Tal vez por eso sea mejor que no tengan otro nombre que el de los ingredientes de la mezcla. Mostro y Matías Aguayo. En el orden que cada uno quiera mencionar.

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