Apuntes personales y aleatorios, a modo de bloc de notas, sobre la realización de NMC. Pop de guitarras en Chile. Esta es la segunda parte de tres que publicaremos en estos días a modo de registro de cómo fue.

Foto: Rodrigo Ferrari – Música sin flash

Lee la primera parte de esta crónica acá.

Hubo varias reacciones ante la invitación a participar en el compilado. Efusivas algunas, cautas otras. Si algo tuvieron en común, en la mayoría de los casos, fue la rapidez. Era cosa de escribir un mensaje en Facebook para tener, de manera instantánea a veces, una respuesta. Vino una tanda de reuniones en distintos lugares. Con Urban Monk nos encontramos en el Café Literario, ellos fueron muy buena onda y nos llevaron de regalo el cedé de A lua, gesto que atesoro porque, aparte de ser una edición lindísima, tenía claro que en esta escena hasta los más amigos pagan por sus discos o entradas. Con Playa Gótica nos reunimos en el Tavelli de Manuel Montt; Fanny Leona, su vocalista, resultó ser en persona tal como la imaginaba: cuando llegó, propuso que rompiéramos el hielo conversando sobre qué tipo de vaginas nos gustaban, una técnica sorprendentemente efectiva para entrar en confianza.

El menos accesible: Claudio Gajardo de Patio Solar. Me daba la impresión de que no estaba ni ahí, y si parecía interesado en algún momento, a la hora de ponerle fecha y lugar a una junta volvía a contestar de un modo entre indiferente y distraído. A esa altura, ya había comprendido la magnitud de Temporada, su calidad de futuro clásico, y tenía muchas ganas de conocer a la persona detrás de las canciones. Por último, pensé, si no quiere sumarse al compilado, al menos ya nos vamos a ubicar para hacer alguna nota o entrevista después. No me propuse ir a convencerlo, sino ir a saciar mi curiosidad respecto al autor de esa música que, de tan azucarada y rayana con lo cursi a ojos de un cínico, da la vuelta y se torna corajuda en estos tiempos de autoconciencia exacerbada. Le dije que nos viéramos en La Florida, sin Heyne y en el ambiente menos formal posible, y nos encontramos en Walker Martínez con Colombia. Pensando en la letra de “Costanera”, que se queja de que “el viento no deja prender este porro”, me motivé a pasar antes a Los Copihues por unos lucazos. Nos sentamos en el pasto y al rato creo que le quedó claro que yo no estaba ahí para venderle nada (una de dos: te vuelas con paragua o presentas un proyecto) porque se fue acortando la distancia.

Después de conversar un rato, Claudio me invitó al ensayo de unos amigos, sin especificarme quiénes. Lo seguí hasta una casa por ahí cerca. Entramos, subimos al segundo piso y pasamos a una pieza. En ella, un calor infernal y El Cómodo Silencio de los que Hablan Poco (menos Yaney Salgado) tocando. Cuando terminaron, nos saludamos y me preguntaron quién era, en qué andaba. También si me gustaba el emo, lo que dio pie a hablar un poco de Cap’n Jazz y de lo cortavenas que es el primer disco de Finch. Quedé invitado a una tocata en esa misma casa en la que estarían El Cómodo Silencio de los que Hablan Poco, Autitos Chocadores, Insectos Paralíticos y Siempre Llueve al Atardecer. Prometí ir y así fue. Esa tarde pude conversar con el dueño de casa, el papá de Vado, que me contó que nunca le habían pedido permiso para hacer tocatas en su patio. Que él llegaba y de repente se encontraba con un turro de gente vacilando música en su casa. La de esa noche fue una presentación hermosa. Amigos compenetrados cantando con ECSDLQHP y la banda muy en su elemento. No se me va a olvidar.

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Me encanta la teoría de los seis grados de separación, especialmente si se aplica a la música. Permite establecer conexiones que avalan la teoría, a la que adhiero, de que todo tiene que ver con todo. De que la música se relaciona entre sí por mucho que algunos se esfuercen en delimitar fronteras. Hay pocos eslabones entre, por ejemplo, Cómo Asesinar a Felipes y David Gueta (!!!). La masterización de Colores y cadáveres de CAF fue realizada en Nueva York por Adrian Morgan; Adrian Morgan también ha trabajado con Aloe Blacc; Aloe Blacc es el que canta “Wake me up” de Avicii (donde toca guitarra Mike Einziger de Incubus, por cierto); Avicii colabora en “Sunshine” con David Guetta.

En la escena que cubre NMC. Pop de guitarras, ni siquiera es necesario esforzarse o ser un sabueso para encontrar nexos entre bandas. Ninguna se vende por separado: si te interesa una y la vas a ver en vivo, terminas conociendo a otras sí o sí porque las tocatas incluyen la presencia de varias. Es más, tampoco es requisito salir de la casa para ampliar la lista. Si entras a la cuenta de Facebook de Las Olas y revisas sus fotos de perfil, vas a toparte en cuestión de segundos con afiches llenos de nombres como Paracaidistas, Niños del Cerro o Playa Gótica, y otros que no aparecen en el compilado como Pujem o Dolorio y los Tunantes. Los mismos Dolorio, cuando los conocimos, nos mostraron a Mi Andrómeda, y en realidad, casi todas las bandas con las que hablamos les prestaban ropa a otras y las recomendaban.

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Sería maestro que Heyne, en su calidad de periodista titulado, se animara un día a escribir su propio artículo sobre este primer NMC. No puedo hablar por él, pero puedo contar que lo vi trabajando como hormiga obrera, pendiente hasta de asuntos tan ajenos a él como pasar a buscarme y dejarme en auto cuando yo no tenía plata en la Bip! para cubrir tantas salidas a reuniones. A grandes rasgos, fue un facilitador: puso a disposición del proyecto su valiosa red de contactos, además de su firma y las buenas voluntades que giran en torno a ella. Llevar la buena nueva musical fuera del nicho siempre fue uno de los objetivos principales de toda la iniciativa, y su involucramiento resultaba fundamental para aspirar a esa meta. Contar con él era como tener un multipass igual que Leeloo de El quinto elemento, una tarjeta de libre acceso que abría puertas que yo ni siquiera hubiese pensado en golpear.

De repente, las brechas generacionales se redujeron y nombres que aparecían en clásicos discos chilenos se transformaron en aliados. Chalo González pasó una jornada completa masterizando sin cobrar un peso, muy interesado y entusiasta, según lo que cuenta Heyne, por ayudar al surgimiento de otra camada de músicos. Por otro lado, Caco Lyon prestó Estudios del Sur para que Paracaidistas grabaran “Posmodernismo” y, aprovechando el impulso, otro par de canciones, incluida una versión de “Nihilismo” que les salió tan buena que provocó una reacción en Heyne digna de Bielsa: pasó de su serenidad habitual a golpear una mesa y gritar como loco “¡Eso! ¡Eso, conchesumadre!”.

El día que pasamos en Estudios del Sur, cerca de Melipilla, fue uno de mis favoritos del proceso. Llegamos temprano, tipo 10, y la banda no entró a grabar hasta unas seis horas después. Entre medio, la parte que tiende a ser olvidada incluso por los entendidos: todo el trabajo duro que conlleva una grabación. Vi a cada implicado (Heyne, Fernando Herrera, Francisco Holzmann) analizar variables, probar equipos, enchufar cables en máquinas incomprensibles para mí. Los dos minutos con 19 segundos que dura “Posmodernismo” tomaron mucho rato de conversación, un turro de decisiones técnicas, un montón de paciencia. Yo ahí, callado, tomando apuntes, me sentí un testigo privilegiado. Volví a mi casa esa noche con un renovado aprecio por el oficio de hacer música. Ésa fue la tónica de armar NMC. Pop de guitarras en Chile.

Lee la primera parte de esta crónica acá.