Of Montreal en Chile
Viernes 29 de junio
Teatro La Cúpula

Fotos por Rodrigo Ferrari

Una clase sobre cómo dominar un escenario: Of Montreal en La Cúpula a escala humana.

Kevin Barnes siempre ha parecido estar en guerra consigo mismo. De alguna manera, sus canciones festivas y su interés por la música de baile parecieran contradecir la facilidad con la que las letras de Of Montreal se entrometen en profundidades como la carencia de sentido en los rituales de la religión, la esterilidad de los discursos filosóficos y las complicaciones del amor, sólo por nombrar los tópicos más recurrentes en sus canciones.

Entonces, resulta que la apuesta de Barnes y los suyos de concentrarse en la fiesta para sus presentaciones en vivo y dejar la meditación para la escucha con audífonos tiene todo el sentido del mundo. Porque Of Montreal, a pesar del caos que invocan en el escenario, de los bailarines con trajes de lycra y los colores ácidos que se proyectan al fondo son estrategas. Saben, quizá avisados por la producción, que su disco más escuchado acá es el octavo de su carrera, Hissing fauna are you the destroyer?, y se dedican con ahínco a repasar sus cumbres.

Saben, también, que como en estos tiempos ya no hay rincones oscuros en la discografía de nadie, lo que les conviene es sazonarlo todo con canciones que tal vez hayan sonado poco, o no todo lo que deberían, como “Forecast fascist future”. No es que todo este cálculo sea evidente: la apariencia de espontaneidad es clave en un buen anfitrión, y Barnes sabe perfectamente cómo llevar una fiesta.

Y aquí conviene considerar la escala que tiene La Cúpula en el contexto de una gira de tamaño mundial. Porque para nuestro circuito puede ser un recinto grande, hasta difícil de llenar, pero de seguro para Of Montreal es un escenario de mediana escala, que les exigió reducir su pirotecnia, controlar los excesos, descansar más en el repertorio que en la cantidad de maquillaje.

Ver a Of Montreal en vivo es paladear esa dualidad siempre en conflicto consigo misma, es darse cuenta de la astucia de la banda como entertainers sin que importe demasiado el tamaño de la tarima, es dejarse llevar por la fiesta, nomás. Y dejar las lecturas complicadas para el momento en que haya que enfrentar la neblina y el frío de allá afuera.

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