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Foto: ©Philippe Lebruman

Además de ser el guitarrista para artistas connotados como Dominique A, Polar, Miossec y Françoiz Breut, Olivier Mellano es un compositor e intérprete talentoso que mantiene un sinnúmero de proyectos que van desde la musicalización de películas, la música clásica, el hip hop, el pop (con Bed, cercano a The Sea and Cake) y el rock. La energía es la misma, y la despliega con una sensibilidad apabullante que rescata lo mejor de sus ídolos Radiohead o los primeros Pink Floyd. Para él la música debe ser capaz de conmover a quien sea, aplicando al mismo tiempo vanguardia y popularidad.

Ad portas de su concierto en la Corporación Cultural de Las Condes, Mellano aprovechó para adelantarnos un poco sobre su sofisticado menú de esa noche, en el marco de los Encuentros Internacionales de Música Actual. Citas al bossa nova, al punk rock a Blonde Redhead, y a las mismísimas campanas de los Sagrados Corazones de París, bajo la forma de un caleidoscopio de luz sónica.

Centro Cultural Las Condes (el mismo que acogió el año pasado a Holden y Javiera Mena para la primera versión de Eima). Un escenario gris con pantalla blanca al aire libre. 5 guitarras esperaban como fusiles; entre ellas, 2 Fender Jazzmaster (la favorita de grandes como My Bloody Valentine, Sonic Youth, Robert Smith…), y una caja de efectos en una maleta, antigua, análoga, además de un Twin Reverb (un amplificador capaz de crear un muro de ruido, o wall of sound, para los angloparlantes): lo necesario para que un guitarrista con talento logre un sonido poderoso sin necesidad de una banda, como Jeff Buckley o Neil Young.

Conocí a Mellano en el progama Perdidos en el Espacio, más precisamente en la sala de control de Radio Universidad de Chile, la noche anterior. Jaime Baeza, conductor del programa, me había invitado a pasar, y Philippe Boisier, organizador del Eima, me presentó al francés, quien musicalizaría el clásico de Murnau, La Aurora, al día siguiente en Las Condes.

-¿Harás lo de Neil Young para Dead man de Jarmusch?
No, es mucho menos country.

-¿Le quitarás la reverberancia enorme y la distorsión a concho?
No, será con una reverb a full y mucha distorsión…

Una conversación intrigante, si uno considera que por los parlantes de la emisora suena en esos momentos una obra de Olivier para 8 guitarras eléctricas y un coro clásico. Como resultado, lo más parecido a la música del Apocalipsis.

Al día después, el lugar es idílico. Alrededor del anfiteatro, las sillas blancas esperan ansiosas su público, sobre un pasto verde cortado perfecto, con árboles grandes y frondosos rodeándolo todo. El set lo completa una arquitectura moderna y minimalista que encaja muy bien con la propuesta de esta noche. Luna in Caelo prueba la batería, mientras Olivier espera su turno. Un repaso de mi parte al disco de Polar, el songwriter para el que Mellano colaboró en su álbum Bi-Polar: “Kill my fears (Mato mis miedos)” susurra el británico en los audífonos, puesto firme a la espera de la entrevista.

Cables y más cables en el suelo… ¿Estará la música realmente ahí? ¿En los cables, en las cuerdas de la guitarra? ¿En los paños de una batería, esperando ser descubierta por una mano con los sentidos alerta?

Olivier comienza a tocar: loops, distorsión y mucha reverberancia. Su música no es un chiste, y no me extrañaría que ya esté sordo como un topo con tanto ruido. Un par de acordes y la conclusión es aplastante; es un músico, uno de verdad. Con seis cuerdas suena tan fuerte, tan amplio y complejo como una catedral. Un sonido puro y etéreo. Misterio, pasión. Los parlantes callan.

Para tal intimidad y desnudez del alma, bastan sólo los pequeños retornos del escenario. Poco roots aquí. Más bien una guitarra a ratos desbocada, punk (como la de los mejores Blonde Redhead), otros enigmática y, por momentos, lisa y llanamente trágica. A lo más un blues enfermizo de cuando en cuando. Se parece a Mick Turner, el genio tras las seis cuerdas en Dirty Three.

Tantos nombres en mente, en realidad, como un flash en un segundo: el Boxhead Ensemble, Codeine, Chris Brokaw, Dutch Harbour, Shannon Wright, sólo lo mejor… Recuerdo las palabras de un amigo bajista cuando su camarada en la guitarra se compró uno de esos modelos: “La jazzmaster ¡Ouchh! Tiene que gustarte la bulla que mete..“. Escucho a Mellano y nada que decir, es EL SONIDO.

Lo más impresionante, es que se detiene como si nada, como si acabara de servirse un vaso de agua y se lo tomara lenta y tranquilamente, ajeno a la maravilla que recién terminó de crear. Como si no fuese más que un niño jugando con sonidos y secuencias de acordes.

Dejamos el set para dirigirnos al Tavelli, donde Olivier ordena ravioles para afirmar su estómago, resentido tras unos mariscos en la quinta región. La cercanía de las montañas le deja boquiabierto, mientras que Phil Lebruman, el fotógrafo de la muestra ‘Handsome’, aprovecha para tomarle unas fotos que capten la luz hermosa, dorada y a ras de piso que brinda este bello atardecer estival. Ambos se fijan en un par de guapas mujeres en la mesa de al lado. Philippe, quien estuvo aquí mismo el año pasado, está conmovido. Se siente extraño y al mismo tiempo familiarizado con el lugar. “Sabes, hay sitios en París que frecuento menos”, confiesa. Mellano suelta un pequeño puchero, mañana a esta misma hora, estará en Sao Paulo, rumbo al frío del Norte, otra vez…

Has escrito piezas de cámara, tocado con intérpretes de la Nouvelle Chanson Française, incursionado en la música experimental…¿Cómo lo haces para abordar tantos estilos distintos?
Yo creo que es una voluntad mía de no encerrarme siempre en una misma rutina, y el hecho de que escucho todas las músicas que hago: rap, clásico, rock, pop…Es una forma de satisfacer mi interés por cada una de ellas. Personalmente considero que no es difícil pasar de lo clásico al hip hop, ni que sean muy distintos, pues estimo que tienen una energía muy común entre ambos: hay puentes que se tejen en la escritura, en la armonía, siempre encuentras algo, la misma tensión…son fórmulas diferentes pero el fondo es el mismo. Como me dedico 100 por ciento a la música, encuentro un poco aburrido quedarme con un solo aspecto.

¿Cómo fue tu formación?
Comencé a tocar violín cuando tenía seis años, en la escuela de música. A los 16, empecé a tocar guitarra. Quería probar algo distinto, y era más fácil para hacer rock. Luego entré a una facultad de musicología cuando llegué a Rennes, en Bretaña, con la idea firme en la cabeza de no hacer más que música, montar grupos…

¿Cuál ha sido tu recorrido como músico?
Cuando llegué a Rennes, me tomé el asunto más en serio, pero antes ya había formado bandas en el colegio. Hacia 1989-1990, creamos un sello con unos amigos, con el que sacamos unos siete álbumes, entre ellos algunos de mi propia banda. El sello se llamaba Rose Céleri, y el grupo Venus de Rilles, que era rock un poco experimental y con algo de electrónica. Luego me fui de gira con Miossec y ahí es cuando comencé a vivir de la música. Después, me tocó partir con Dominique A, al tiempo que tocaba con otras personas, como Françoiz Breut, y me dedicaba a mis propios proyectos más personales, como mi banda que se llama Mobiile, que tengo desde la secundaria, hacia 1987, con Gael Desbois. Hace un par de años, le di vida a mi proyecto clásico, y un montón de otras cosas, como Psychic Lyrical, mi grupo de rap; Bed, que es más pop; Letitia Shériff, que es pop-rock (se parece a PJ Harvey, si quieres verlo de esa manera).

¿Qué pasó con el violín?
Ya no lo toco más, paré definitivamente.

¿Cuáles son tus experiencias más memorables como compositor-intérprete?
Bueno, últimamente, fue conocer a los intérpretes clásicos que le dieron vida a mis composiciones. El hecho de que algo que escribiste sobre un papel lo veas puesto en escena fue majestuoso, además que aquí se trataba realmente de grandes y connotados músicos franceses. El escuchar las piezas por primera vez, a manos de ejecutantes de primer nivel y en un lugar tan bello como la antigua catedral de Tours fue increíble.

¿Qué opinas de lo que se llama la nueva canción francesa, con respecto a las restricciones tradicionales de la antigua?
Bueno, yo no escucho mucho la nouvelle chanson, pero tengo la impresión de que la nueva canción es tan conservadora como la antigua, y que sus cultores no toman muchos riesgos como debiesen, aparte algunas grandes excepciones, como Dominique A, quien me gusta mucho, o el rapero con el que trabajo, Psychic Lyrical. En general, creo que es copiar un modelo, el modelo de Dominique A o de Miossec; el resto no es más que repetición. En paralelo, hay en Francia cosas realmente buenas, pero que no caen en el saco de la Nouvelle chanson.

¿Quiénes?
Por ejemplo, The Married Monk y otros intérpretes que cantan en inglés. Me gusta mucho Casen, un tipo que hace un rap muy duro, pero que considero excelente. Hay un montón de grupos: MLF Trio, Delta Link Orchestra, Telescopic, gente que no se dedica a la nouvelle chanson, pero que hacen una música de una riqueza mucho mayor, como Sébastien Schuller…Hay mucha gente dedicada a hacer música increíble, pero que no cabe en ese estilo.

¿Qué cosas te inspiran a la hora de componer un tema?
Indirectamente estoy inspirado por un montón de cosas que escucho, las que son muy variadas: música brasileña, la música clásica estoniana o contemporánea…Cuando compongo no me hago muchas preguntas, sino más bien trato de crear algo que me den ganas de escuchar y luego en cuanto a las influencias, si las resiento mucho, trato de ir para otro lado.

¿Y en el área personal?
¡Ah! Ufff, en realidad, no juego mucho a las adivinanzas, es muy raro que una melodía llegue así por sí sola…es más bien algo que quiero probar. Me digo: “Esto sonaría bien con guitarras eléctricas”, o “Este ensamblaje estará perfecto”, o “Mira, este sonido es el que quiero lograr…” Los textos son generalmente lecturas o cosas cotidianas, pero para las melodías es algo mucho más abstracto.

¿Cómo se te ocurrió crear una pieza para ocho guitarras eléctricas y un coro clásico?
No recuerdo mucho como vino esta idea. En la época no habían muchos loopers aún, pero me agradó el concepto de actuar por acumulación, saturando el tema a través de repeticiones hasta tener la imagen de que ya no se trataba de guitarras eléctricas, sino sentir que se estaba formando una gran pasta espesa de sonido. Algo que pudiese asemejarse a órganos de iglesia con una textura que encuentras generalmente sólo en la música sinfónica. Siempre me ha interesado sacar de contexto los instrumentos, como por ejemplo el clavecín, que es un instrumento barroco pero que puede adquirir un timbre muy electrónico. Es una idea de buscar un sonido un poco diferente.

¿Es el arte de componer un arte solitario?
Mientras más avanzo en mis experiencias, más creo que sí. Aunque cuando trabajas con una banda, se da una suerte de ping pong, de emulación, y nacen partes que jamás se te habrían ocurrido. Pero, finalmente, a medida que progreso en mi trabajo, más me doy cuenta de que me gusta hacerlo solo para controlar todo y para llegar exactamente adonde quiero ir. El trabajo en grupo está muy bien, pero siempre se trata acerca de hacer concesiones, y a medida que ahondo en mi carrera de músico, más me cuesta hacer estas últimas. Puedo hacerlo con algunas personas con las que me relaciono, como los Bed o con Mobiile. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, me es más difícil aceptar algo que no me convenga.

¿Qué es lo que genera el arte de componer? ¿Cosas que oíste antes, ideas que se te ocurren? ¿Qué es lo que gatilla este proceso?
Supongo que ante todo es un deseo que no puedes controlar. Es una necesidad, una suerte de terapia. No podría decirte porqué lo hago, salvo que no podría dejar de hacerlo y que no sé hacer otra cosa.

¿Cuál es la diferencia entre concebir una pieza e interpretarla?
Bueno, cuando tocas estás al servicio de una energía, que hayas compuesto o no la pieza o que acompañes a alguien: estás en una suerte de presente, envuelto en un proceso energético de alguna forma físico. Mientras que la composición es un proceso interno muy fuerte, vas a buscar cosas al fondo de ti mismo en una suerte de disección de tu ser… Son actividades que no tienen nada que ver. Ahora, donde éstas pueden tener un punto de unión es cuando improvisas. Ahí es la conexión perfecta, es el instante mismo de la creación, pero al mismo tiempo es el pánico y el vértigo.

¿Cómo haces para quebrar el molde del compositor clásico que no se atreve a ensayar cosas nuevas, mientras que tú sí te arriesgas?
Para mí es un poco distinto, porque vengo del mundo del rock y del pop. En el medio clásico, es mal visto alguien que tenga estos orígenes. A los periodistas y críticos, sobretodo, les cuesta aceptar que uno pueda venir desde otros horizontes.

¿Qué música escuchas actualmente?
Como te comentaba, aprecio un montón la música brasileña, me gusta mucho Arto Lindsay, pero también oigo bastante rap de la west coast, así como grupos nuevos como Clouddead o Out Hud, y en el pop, cosas como Radiohead. En cuanto a la música clásica, prefiero lo que hace gente como Arvo Part, que es música contemporánea pero no cerebral, sino que siempre está ligada a la emoción. El barroco me gusta mucho. El último Blonde Redhead…es que también hay tantas cosas que salen en los diarios con unas críticas espectaculares, y luego las escuchas, y voilà, nunca fueron tan buenas como lo anunciaban…

¿Cuáles son tus instrumentos favoritos, y en virtud de qué los eliges a la hora de componer un tema?
No tengo realmente instrumentos preferidos. Hay algunos que me gustan menos, como los bronces, aunque se pueden hacer cosas increíbles con ellos. Me pasa más que imagino un sonido, y me digo, “esto sonaría mejor con guitarra eléctrica”. En realidad, me centro mucho en este instrumento.

¿Qué colores, o texturas, son tus preferidos?
No veo el sonido en términos de colores, sí de texturas. De hecho, el título de mi disco clásico hace referencia a ello, se llama La Chair des Anges (La Carne de los ??ngeles), y en ello se basa el álbum, en la trasmutación: lo corpóreo y lo etéreo, y en como una cosa pasa de aérea a líquida y así. Eso es lo que busqué reflejar en las composiciones, los cambios de estado. Por ejemplo, formar esta pasta con las guitarras eléctricas, hasta hacer algo casi palpable. O pasar desde esto hacia algo muy aéreo, con voces, que apenas se pueda atrapar.

¿Cuál es el resultado qué buscas frente a un público?
La verdad es que no es algo preconcebido, aunque sí sé que es en extremo importante. Lo que sí, trato de hacer algo que satisfaga todos mis criterios críticos y de evitar lo que se hace normalmente en la música comercial, que es tomar al público por un imbécil y creer que lo que le des se lo va a tragar igual. Al contrario, mi objetivo es conmover y llegar al oyente, trato de no nivelar hacia abajo.

Justamente, tu música es muy conmovedora…
Es el punto de partida. Lo que hago es una música muy directa, sin tics o segundos sentidos, que sea de llegada inmediata, utilizando recursos dramáticos.

¿Tocas seguido en vivo?
Sí, bueno, entre las giras con Dominique A y mis otros proyectos, aunque trato de calmarme un poco para tener el tiempo de sentarme a componer e ir al estudio.

¿Cómo podrías definir a tu público?
Justamente, como hoy en el Centro Cultural Las Condes, cuando toco al aire libre en Francia, hay toda clase de personas, desde gente de edad hasta niños, incluso personas de todos los gustos musicales. Lo que me maravilla es que cuando esto ocurre, todos, pero absolutamente todos, salen conmovidos por igual…Aunque no escuchen la misma música, se sienten tocados de la misma manera. Eso es lo más gratificante de todo. De todas formas, lo que intento hacer es a la vez algo muy de punta, de vanguardia, pero al mismo tiempo que llegue y que sea accesible para todo el mundo, es algo que han logrado grupos como Radiohead, con una capacidad que admiro mucho, u otros grandes como los primeros Pink Floyd, de lograr ese punto de encuentro entre lo más rebuscado a nivel de innovación y que sea también muy popular. En este sentido, hay realmente una búsqueda.

¿Qué puedes decir de tus colaboraciones con Dominique A, Yann Tiersen, Polar…?
Con Yann Tiersen fue muy corto, algunas cosas…hicimos sólo un disco juntos. Bueno, cada nueva colaboración no tiene nada que ver con la anterior.

Has tocado en 25 álbumes…
Ya no los cuento (ríe)…No sé, siempre cada cosa nueva es radicalmente distinta, y depende de la persona con quien colabores, de tu lugar en la banda…Y, de alguna manera, la música sigue siendo la misma, siento que compongo con el mismo tipo de energía.

Las luces se apagan. Las sillas están todas ocupadas. Silencio. Olivier comienza a tocar al ritmo de la película. Tenía razón. Con su instrumento es capaz de emocionar hasta las piedras, escondido en la penumbra de la proyección en blanco y negro. La cinta es tal como la había descrito, absolutamente moderna, con una pareja del campo que descubre la ciudad. Y desde 1927 hasta ahora, el concepto de urbe no ha cambiado en nada, con sus fiestas, brillo eléctrico, transporte público, multitudes de desconocidos en las calles y esas aventuras fortuitas y apasionantes como cada roce con una piel extraña y ajena. El ritmo es frenético y la música de Mellano encaja a la perfección con el tema universal de una pareja que sufre la infidelidad y la supera. El francés interpreta todo con mucha emoción, concentrado al máximo, con olas de distorsión que lo inundan todo, compartiendo con todos los asistentes ese estado de gracia en el cual se sumerge, cual el nadador de Azul Profundo…Hay seres que no son de este mundo, ángeles carnales, como él mismo los describe con sus melodías y que habían sido vislumbrados antes por el gran Wenders. Polar sigue en mente con otra frase: “My pain is yours, I want you to share it with me/ Your pain is mine, I want to share it with you (Mi dolor es tuyo, quiero compartirlo contigo/ Tu dolor es mío, quiero que lo compartas conmigo)”.