Peter Murphy en vivo
Viernes 29 de junio
Teatro Caupolicán

Fotos por Rodrigo Ferrari

 

Tendrán más estilo, gastarán más horas frente al espejo y visitarán la ducha con mayor asiduidad, pero la fauna gótica no se diferencia mucho de, digamos, la motoquera cuando celebran sus rituales preferidos. Aunque me exponga a un par de colmillos en mi cuello o sólo a un ligero desdén (y a un rápido movimiento de capa antes de retirarse), se puede decir que la presencia del vocalista de Bauhaus en una fiesta Blondie, algo de parque temático tenía. Como un concierto de Grand Funk Railroad en un aniversario de los Hell’s Angels, lo del viernes 29 en el Teatro Caupolicán estaba tan cerca de la postal que daba algo de pudor.

Excepto, claro, que el anfitrión entrara con ganas de revivir su legado sin perder la conexión con un sólido presente. Y que derrochara entusiasmo, cantara algunas fantásticas canciones y se prestara para ese delirio mezclado con nostalgia que se respiraba en el ambiente. Al final de cuentas, que tirara de esos hilos de la memoria, jugara con ellos y nos lo devolviese hecho una rosa.

Si algo tenía el Peter Murphy marca 1982 era confianza en sí mismo. Junto a una tremenda-tremenda voz y a un histrionismo algo exasperante. Treinta años después, los elementos se mantienen, pero matizados por unos ciclos de reconocimiento y desinterés público, de esos que fortalecen el espíritu. Por la espalda aún firme del inglés pasó el explosivo inicio de Bauhaus y su agrio final; el sorpresivo éxito solista de Deep (1990) y la indiferencia posterior; incluso un celebrado regreso de la banda madre para terminar, cómo no, en un nuevo agrio final.

Así, cuando el dueño de la franquicia vampiresca comienza la última gira de Bauhaus en Coachella 2005, colgado de los pies (cero metáfora, ya se sabe), estamos hablando que la línea entre el autotributo y la autoparodia, por fin se han confundido. Y lo que sale de ello, en pleno 2012, es un cantante de excepción con más teclas que tocar que sólo las oscuras. ¿Y el histrionismo? Ahora sí, funcionando a las mil maravillas.

Lo que se escuchó en el Teatro Caupolicán tuvo esa variedad de matices, transformándola en una fecha memorable. Murphy mostró lo satisfecho que está con Ninth (2011), interpretando buena parte de su contenido (“I spit on roses”, “Memory go”, “The Prince and old lady shade”, entre otras), pero recalando sin problemas en lo más festejado de su carrera solista (“Strange kind of love”, “Cuts you up”, “All night long”), junto a una generosa porción de Bauhaus (“Hollow Hills”, “In the flat field”, “Stigmata Martyr”, la fantástica “She’s in parties”).

Hubo algunos problemas de sonido, que fueron acompañados de una extensa galería de gestos del cantante, cierta impericia del mismo cuando cogió la guitarra (versus la solvencia de la banda comandada por Mark Gemini Thwaite) y, quizás, algún pasaje instrumental de más (esa versión eterna de “Subway”); pero nada que empañase un reencuentro de lo más emotivo. Uno como para ensombrecerse de pura felicidad.

Revisa la galería de fotos del show, tomadas por Rodrigo Ferrari, en nuestro Facebook o acá abajo.