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DOMINGO

El domingo ya teníamos varias lecciones aprendidas. En clave ochentera, diríamos que la forma de esquivar el maldito sol del sábado nos la enseñó la sabiduría Axl Rose hace algún lustro: para rockear, a veces hace falta una bandana y un rayfilter. Check. Otra cosa que aprendimos fue a utilizar nuestra simpatía y hacernos amigos de los guardias de amarillo, particularmente en La Cúpula, para poder tener acceso a backstage. No sabíamos las sorpresas que el destino nos tenía reservadas en unas horas más. (El relato es de Claudio Ruiz, las fotos de Rodrigo Ferrari).

Luego de buscar sin éxito CDs pirateados para lanzarle a Quique Neira, nos retiramos al escenario a esperar a La Mala Rodríguez (12:30 horas. Elipse) que, luego de más de 40 minutos de retraso, apareció ligera de ropa como si eso minimizara el enfado del público que la esperaba. Bueno, hay que reconocer que a algunos se nos olvidó el atraso apenas la vio aparecer.

Lo lamentable es que buena parte del público de la Elipse se perdió el comienzo del increíble show de Javiera Mena (13:15, Arena). La alineación anunciada ya permitía esperar algo importante: con Gepe en batería, un cavernícola Diego Morales y la aparición fantasmal de Cristian Heyne en la mesa de sonido. Técnicamente, fue un aluvión sonoro. Además de presentar todos sus hits, más de cinco mil personas terminaron coreando Sol de invierno en un apronte más que sólido para la gira que la lleva a España. Javiera está jugando, por fin, en la primera división.

Luego del show de Fother Muckers (14:15 horas), vino el caos en La Cúpula, que demostró ser un lugar mal diseñado para albergar shows masivos en vivo. Por momentos se tornó incontrolable la presión de quienes legítimamente querían un lugar para ver por primera vez en Chile el show de Devendra Banhart (15:30 horas. La Cúpula). Cientos de personas haciendo fila mientras dentro aún no terminaban los Muckers a tablero vuelto, dio paso a especulaciones y la aparición policial que demostró que la ecuación Carabineros más Rock es igual a escándalo y desorden. La policía se tomó ridículamente el lugar, haciendo imposible el trabajo de la prensa (nos desalojaron del backstage y, naturalmente no pudimos permanecer en el teatro pese a estar dentro,  incluso paparazeando a Devendra y su novia), mientras la seguridad privada hacía agua por todos lados, a cargo de sujetos tan prepotentes como inoperantes. La policía anunció por altavoz que se cancelaba el resto de los shows allí, lo que provocó a posteriori que en su esperado regreso, Cat Power (17:00 horas) cantara con el teatro a medio llenar pese a haber una fila de personas esperando por una butaca.

Permítanme compartir una historia personal. Las pésimas condiciones de seguridad del recinto nos hizo enfilar con antelación hacia el plato fuerte del festival, la banda más grande salida alguna vez desde Oklahoma City, The Flaming Lips (16:30 horas, Elipse). Pero hicimos algo distinto. Aprovechándonos de los superpoderes de nuestras pulseras verdes, logramos entrar -no me pregunten cómo, porque no podíamos estar allí- al backstage del escenario desde el cual en veinte minutos más Wayne Coyne saldría en una bola transparente para caminar sobre el público. Nos encontramos de pronto frente a frente con el simpático ejército de lolos y lolas disfrazados de naranjo y la Mujer Maravilla. Lo sabíamos, eran los bailarines de The Flaming Lips, y nosotros subiríamos con ellos. Costase lo que costase.

Y así fue. Subimos y, sin que nadie se diera cuenta de nuestra presencia clandestina nos ubicamos en el lugar más seguro y menos expuesto de todo el escenario: la mesa de sonido de Kanye West (?). No les voy a decir que fue una experiencia religiosa ni que quedamos roncos de tanto cantar, tampoco les voy a decir que bailamos y que todavía no se nos borra la sonrisa de felicidad de la cara. Que fuimos los camarógrados del chistosito David Arquette. Bajo cualquier circunstancia hablaría muy mal de nuestra labor, dado que nuestro trabajo como reporteros nos lo tomamos muy en serio. Pero el punto es que sí, tanto arriba como abajo del escenario quedó claro que estuvimos frente a un momento clave del festival.

Producto de un desperfecto técnico la banda no pudo salir por la vagina gigante de la pantalla, pero -como dice el manual que hemos leído una y otra vez- Wayne Coyne salió desde su mítica bola de aire y caminó entre el público mientras la banda azotaba los instrumentos con la intro de “The Fear”. El resto fue una verdadera, real, concreta, y colectiva fiesta, que incluía confetis, disfraces, globos multicolores y una versión maravillosa de Do You Realize?, coreada por la multitud. Hicimos una encuesta en el comité editorial de esta revista y cerca del 76% de ellos lloraron mientras cantaban. Después de presenciar esto había que cerrar todo e irse a casa.

Pero luego de una espera perfecta para el nivel de adrenalina antes descrito, vino el turno de Kanye Omari West (21:00 horas, Elipse).

West apareció de rojo furioso y dos kilos y medio de cadenas bling-bling para entonar de entrada “H.A.M”. Cuidadísima curatoría de canciones, que incluyó absolutamente todos sus hits, incluyendo varios de Late Registration, obviamente de My Beautiful Dark Twisted… y hasta de The College Dropout. Delirio total para un público que no se movió un milímetro (a diferencia de lo que pasó el sábado con The Killers), que entonó los coros y rapeó duro con los momentos más encendidos de la noche: “Gold Digger”, “All of the Lights”, una tremenda versión de “Power” y obviamente “Runaway”. El final de todo previo al encendido de las luces lo marcó “Stronger”, donde casi se vino abajo recinto con una interpretación de West que nos costará mucho olvidar. Para un artista acostumbrado al éxito, al bombardeo mediático y a la tontera, por partes iguales, terminar cantando que lo que no lo mata lo hace más fuerte fue más que suficiente.

Un cierre de lujo con Kanye West que coronó un festival que, si no es por las lamentables descoordinaciones de La Cúpula, habría sido perfecto. Nos llevamos con nosotros imágenes de más de veinte shows, las aventuras del mejor show que se haya visto en muchos años en Chile con The Flaming Lips. Nos llevamos también el excelente ambiente del público, la entrega de casi todos los artistas, y el respeto de buena parte de los que asistieron. También nos llevamos, ni perdón ni olvido, una declaración de guerra para los defensores de la funesta cancha VIP. Que me perdonen los nostálgicos, pero ahora sí que de verdad Chile tiene festival.

También vimos a (conceptos rápidos de Macarena Lavín, Cristian Araya, Claudio Ruiz, Gabriel Pinto y Freddy Olguín):

La Mala Rodríguez (Elipse)

La gran decepción del festival, tanto por los atrasos como por esa faceta rockera que no venía al cuento. Lo único salvable, el outfit.

Toy Selectah (Arena)

No paró nunca. La pelota arriba todo el rato, metió una remezcla de “Estrechez de Corazón” y tenía mucho sentido del humor para mezclar. Mención aparte la fanaticada mexicana que lo fue a apoyar (bandera y todo incluido), a la cual les dedicó un par de rancheras.

Ghostland Observatory (Arena)

LASÉRS Y HUMO EN EL 2011. Cuma Award.

Fother Muckers (Cúpula)

El carisma de Briceño se come el escenario. Viéndolos en vivo se entiende el porqué de su culto subterráneo.

The Drums (Cúpula)

El cantante Johnattan Pierce parece un niño de 12 años, pero muestra esa arrogancia de muchos cantantes de Manchester al pararse en el escenario. Súmenle reverencias y gesticulaciones que recuerdan a un Jarvis Cocker de 1995 y movimientos al estilo de Freddy Mercury o Ian Curtis (era que no). Sólo ver esas expresiones corporales provoca contagio y aunque los pies de uno no quieran más guerra, termina bailando y cayendo también a sus pies.

Devendra Banhart (Cúpula)

Las versiones de Seahorse y Like a child valieron todas las pellejerías que uno tuvo que pasar por conseguir sus 30 cm2 en la Cúpula. Porque el flaco tiene personalidad, toca un kilo, su banda lo sigue hasta la muerte y se pone los sostenes que le tiran las minas. Crack.

Janes Addiction (Elipse)

Se abre el telón y aparecen dos suicide girls colgando desde unos ganchos fijados en la parte superior del escenario, como trapecistas del infierno. Sonaba fuerte. Perry sigue cantando igual. Rock californiano con harta teta y harta peshuga. Cuma Award.

Kanye West (Elipse)

Le jugó en contra el sonido. Se arregló sólo en los últimos 6 temas pero:

1) No se secó el sudor hasta después del 5º tema y no tomó agua hasta pasados los 45 primeros minutos.

2) Sabía manejar los tiempos a la perfección, intercalando hits del ayer (All Falls Down y Jesus Walks [tremendos los POM POM POMPOMPOM] como highlights) con los de ahora (Power es un tremendo tema en vivo).

3) Se trajo a Pusha T para que rimara en Runaway.

4)  Si el sonido hubiese estado mejor, seguramente el show hubiese sido perfecto. Un gran artista que se lleva 8 de 10 jumbitos.