Había varias decenas de medios acreditados. Nuestra acreditación, sin ir más lejos, llegó con demora y luego de llamadas y correos cruzados a horas del comienzo. A pesar de las dificultades iniciales, un reportero y un fotógrafo fueron nuestra avanzada con pulsera calipso. Sacamos un millón de fotos, nos quedamos con quinientas mil imágenes en la cabeza. Esto es lo que quedó. (El relato es de Claudio Ruiz, las fotos de Rodrigo Ferrari).

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SÁBADO

Más allá de las bandas del cartel, miente quien asegura que sabía cómo todo iría a resultar. Mal que mal, ni la productora tenía experiencia con algo de esta magnitud ni tampoco Carabineros tenía muy claro su papel. Por nuestra parte, sin ir más lejos, acreditar a un señor que nunca ha pisado una escuela de periodismo podría ser un ejercicio fallido, un torpe paso en falso. Además, nuestra experiencia se reducía a cubrir los escurridizos shows que nos regala la cartelera santiaguina. Teníamos ansiedad y un par de certezas: 1) que era una excelente noticia que el evento se realizara y 2) que el show de The Flaming Lips sería inolvidable.

Con la perspectiva que dan las horas, no parece descabellado sostener que la parrilla del festival fue uno de los grandes ganadores en la ecuación final. Estaban prácticamente todas las bandas que han destacado durante los últimos años en la escena nacional, hubo momentos para la devoción de fanaticadadie hard (Deftones), para el rock de estadio (The Killers), para la performance teatral (The Kill, bah, Empire of the Sun), para el hip-hop de nueva y vieja escuela (CAF, Cypress Hill, Kanye West), para el rock californiano papito zorrón (Jane’s Addiction) y, bueno, para la felicidad (The Flaming Lips).

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Haciendo caso omiso a la programación oficial, el festival comenzó con el show consagratorio de Dënver en La Cúpula (13:30 horas, Sábado). Los de San Felipe lograron conectarse rápidamente con un público en buena parte ajeno a los arreglos de Milton y la voz de Mariana, con un sonido perfecto y bronces que siempre son una buena idea para llevar un espectáculo común a otro nivel. Como alguien comentó por ahí, el show de Dënver debiera ser -y me perdonarán acá los que odian este hermoso deporte- equivalente al gol de Marcelo Salas en Wembley. Ahora depende de ellos.

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Lo de Cypress Hill (14:45 horas, Sábado. Elipse) no fue, como era previsible, un ejercicio de nostalgia. Los californianos desafiaron no sólo al maldito sol (gracias, gobierno de turno, por el “horario de verano”), sino los prejuicios locales al rap. Con el tándem Sen Dog/B-Real en plena forma, los californianos sonaron como un jet y masacraron al público con “Insane in the brain” y “Tequila sunrise”. Todo para confirmar que la voz nasal de B-Real es parte de nuestra memoria colectiva y es el padre de todo lo que vino después.

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Según el particular ránking del guardia que custodiaba el backstage de La Cúpula, lo mejor que vio durante el día Sábado fue el hippie ese de Edward Sharpe and The Magnetic Zeros. Los atentos lectores de Super 45 ya se encontraban avisados y no nos equivocamos en la tincada: el show de los relajados y numerosos amigos de Alex Ebert fue, y por lejos, una de las revelaciones del festival. Motivaron una Cúpula -para variar- al tope de su capacidad a punta de sacada de lustre de su único disco y entrega psychofolk. Wayne Coyne y James se aparecieron especialmente para ver a los californianos que vinieron con plantel completo, incluyendo a la preciosa Nora Kirkpatrick en el acordeón. Momento kodak fue el salto del descalzo Alex Ebert por sobre la cabeza de nuestro fotógrafo para caer justo sobre la baranda que separaba el foso del público.

Para muchos lo de Datarock (Sábado, 18:30. Cúpula) era una fórmula probada. Seguro. Lo que nadie esperó fue lo que presenciamos durante una hora exacta. De hecho, mi tesis es que acá se encendió el horno de lo que sería denominado como el “Sauna Stage” el resto del festival. Y los noruegos lo dieron literalmente, todo. El momento kodak fue cuando cerca del final del show -después de Fa-Fa-Fa y con la mitad de sus miembros con sólo la parte superior del buzo rojo institucional- anunciaron una canción nueva que sería grabada especialmente en el teatro. Brutal: terminaron tocando en calzoncillos.

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Siempre receptivos a bandas que explotan el rock emocional, The National tuvo, en paralelo, un lleno casi total en la Elipse. Si uno piensa en todos los clichés del rock y sus vocalistas, y si obviamos el detalle que terminó empinándose una botella de vino blanco después de despacharse un rosé, Matt Berninger es precisamente todo lo contrario. The National presentó casi completo High Violet y tocó todos los hits de Boxer. El momento más tenso fue cuando Berninger bramaba en Abel -de las pocas canciones de Alligator que mostraron- ¡my mind’s not right! dándole puntetes al micrófono. De alguna manera, daba algo de pudor escuchar canciones tan introspectivas con un señor que acariciaba el soporte del micrófono como si fuera la única forma de mantener el equilibrio. De menos a más, perfecto para verlo en un teatro.

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A la misma hora que Luke Steele (Empire of The Sun) ofrecía un espectáculo electrónico de ciencia ficción (bailarinas con cabezas de pez, calaveras lásers y sendos disfraces) y que Lovefoxx de Cansei de Ser Sexy homenajeara a Felipe Avello con el baile del gusano en Alala, en la Elipse, Chino Moreno de Deftones (Sábado, 19:30 horas. Elipse) ejercitaba su amplio dominio del escenario. Alentando a su nutrida barra, que no paró de tararear (y cabecear) cada hit. Gritos, roces, saltos de antología, y hasta una anecdótica colaboración de Sen Dog (Cypress Hill), en hora y media de show incombustible y devoción llena de muchachos con rodamientos en las orejas.

Como un amigo me comentó a la pasada, escuchar a The Killers era como despertar con caña un domingo en la mañana con la tele prendida en comerciales.

 

También vimos a (conceptos rápidos de Cristian Araya, Claudio Ruiz, Gabriel Pinto y Freddy Olguín):

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Bomba Estéreo (15:30 horas. La Cúpula)

La fiesta de Bomba Estéreo (15:30 horas) fue una más que digna continuadora de la carismática presentación de Ana Tijoux. Todo el repertorio de electrocumbia, incluyendo un celebrado cover de Technotronic, hizo que los rolos hicieran explotar la -a esta hora ya saturada- Cúpula. De todas maneras los bikinis que se vieron en el recinto y el éxtasis del público hicieron olvidar el dilatado comienzo, con pruebas de sonido eternas incluidas.

Anita Tijoux 14:15 horas Tech Stage (Cúpula)

Mientras Dj Raff (con la ayuda de Chico Claudio) intentaba llenar con beats la inmesidad del escenario Arena, Ana Tijoux acompañada de una sólida banda de soporte (bronces incluidos) y apelando a las mejores canciones de sus dos álbumes y algo de Makiza, salía airosa en una presentación donde demostró otra vez sus recursos líricos y carisma.

Cypress Hill 14:45 horas Claro Stage (Elipse)

Tras el show de Steel Pulse en el Coca-Cola Stage, que -digámoslo- reivindicó el sonido reggae roots con una puesta en escena atemporal y los bajos más profundos de la jornada, Cypress Hill se mostró en plena forma, proclamando ese boom-bap que ya casi no se produce, y que en cortes como “Insane in The Brain” confirman que la voz nasal de B-Real es parte de nuestra memoria colectiva. Sólo Kanye les pelea el primer lugar al mejor rap act del Festival.

CSS (20:00 horas. La Cúpula)

De ellos esperamos entrega y ritmo. No decepcionaron aunque en la mitad del show La Cúpula quedó a mitad de capacidad por primera vez en todo el día. Opacados por Datarock.