Por Jorge Acevedo y Claudio Ruiz
Fotos Carlos Molina y Rodrigo Ferrari

El centro GAM se ha convertido en un anfitrión algo incómodo pero siempre atento para recibir las últimas ediciones del Festival Neutral, organizado por Quemasucabeza. No vamos a descubrir en esta crónica la impecable acústica de las salas A1 y A2 del ala poniente del edificio, la extraña intimidad del Puma Lab o la estrechez acostumbrada del escenario principal, dando la espalda al Ministerio de Defensa. De todas formas no es la endémica escasez de lugares para shows en la capital lo que hace del GAM el lugar ideal para un festival como este, sino que es, además de los aspectos técnicos obvios, un lugar que no oculta los simbolismos de su construcción ni de su ubicación espacial. De alguna manera es a través de este tipo de eventos que se deconstruyen las conexiones de este edificio con la dictadura y la consiguiente seriedad castrense de la cultura oficial.

Congelador 04
Foto: Rodrigo Ferrari

La apuesta de esta sexta edición del Festival Neutral era arriesgada. A sólo horas de terminarse el Festival de Viña del Mar -extrañamente cada vez más cercano- y con los días de marzo apareciendo recién por sobre el hombro del acalorado Santiago, el riesgo de la fecha fue balanceado con un cartel internacional adecuado. Si bien no pretendía exhaustividad, terminó siendo sintomático de la implícita conexión de los sospechosos de siempre con esta ya no tan nueva camada de música nacional. Jorge González -presentado en vivo su disco Libro grabado en el living de su casa- y Electrodomésticos -con disco editado por Hueso Records-, tienen más cosas en común con Prehistóricos y Congelador de lo que parece a simple vista.

por Carlos Molina B. http://carlosmolina.cc/
Foto: Carlos Molina

En la sexta edición del Festival Neutral hemos visto el avance desde un showcase a un festival en toda regla, con 6 horas de música ininterrumpidas, varios escenarios simultáneos (incluyendo un área destinada a niños) y un cartel que incluye tanto a consagrados como a nuevas propuestas. Pese a problemas que no se pudieron resolver en el escenario principal, incluyendo el retraso en la agenda, ya no es solo la apuesta de un sello independiente que busca mostrar su catálogo a un público amplio, sino la celebración de una música, principalmente chilena, hecha con riesgo en diferentes formatos y estilos.

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Foto: Carlos Molina

Paralelo a esa querida idea de la internacionalización que, efectivamente, están desarrollando bandas como Denver o Astro, la buena cantidad de público que llegó al GAM este sábado habla de un escenario (que no “escena”, que da urticaria esa palabra) de apoyo interno a esas mismas propuestas. Y si no comulgabas con tanta mochila pequeña y anteojos de marco, bien podías jugar con tus hijos; o escuchar a históricos como Congelador; o conocer a talentos nuevos como Felicia Morales, Prehistóricos y el uruguayo Franny Glass. Para qué decir del disfrute de visitas relevantes como los argentinos Coiffeur y Juana Molina; o escuchar la actualidad de quienes iniciaron todo esto como Electrodomésticos y Jorge González.

O por último, podías tratar de ver lo más posible (si te daba el tiempo y la simultaneidad espacial) y aplaudir/trollear con un poco más de información. Más o menos lo que intentamos con las siguientes líneas.

Coiffeur 03
Foto: Rodrigo Ferrari

COIFFEUR

Ya no hay salud: cualquier día de estos viene Quelentaro y nos muestra su último disco dance. O Nano Stern con su esperada apuesta glitch. Mira que a estas alturas, ya no se puede confiar en nadie.

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Foto: Carlos Molina

Hagamos una salvedad. Dentro del infierno que acabamos de retratar, donde varios se hundirían sin remedio en las movedizas arenas de lo bailable, Coiffeur se desplaza con bastante gracia. No en lo escénico, donde aún se ve algo estático para tanta cadencia propuesta, pero sí en el revestimiento moderno a piezas que se sostienen más en el desarrollo armónico que en su andamiaje digital.

Basando el espectáculo en el EP “Nada” (2012) y en el reciente “Conquista de lo inútil” (2013), el argentino y sus acompañantes en teclados y batería lograron reinventar su sonido sin perder los aciertos líricos y el sentido melódico que campeaban en “No es” (2007) o “El Tonel de las Danaides” (2009). Faltará la intensidad de aquellas primeras guitarras criollas, pero las canciones siguen existiendo. Y como van las cosas, no asombrarse si un día de esto vemos a Hot Chip con acústica y bombo leguero.

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Foto: Carlos Molina

ATOM TM

Si las vueltas de la vida llevan a Uwe Schmidt al festival de Viña (después de Gepe, preparémonos para lo que sea) habría que amordazar al Rafa Araneda de turno para que no lo presentase como “el chileno Atom Heart”, “un enamorado de nuestro país” o todas esas frases de chovinismo de cuarta a las que nos han acostumbrado.

Porque de chileno, digámoslo, el bueno de Uwe tiene la residencia, la familia y poco más. Últimamente se habrá prodigado un poco más en los escenarios patrios, pero lo de Atom TM siempre tendrá de referente la electrónica europea, esa que tiene medio pie en la pista de baile y la cabeza entera en el concepto a desarrollar. Y aunque el disco a presentar (HD, 2013) lo vuelve a acercar al pop (o algo como eso, si es que no fuera casi lo contrario) digamos que el horario (5:30) y el espacio (la sala A2 del GAM) aparecían ideales para un espectáculo que desmenuza a la canción y su Industria.

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Foto: Carlos Molina

Con el apoyo de unos fantásticos visuales (Bob Dylan reversionado en Santiago Centro, las imparables explosiones nucleares), Atom TM impertérrito como siempre, se rió de MTV, reavivó algunos recuerdos de Kraftwerk y nos mostró algunas consecuencias de la sobreinformación. Nada muy chileno, como se ve.

Denver 03
Foto: Rodrigo Ferrari

DENVER

Ha pasado harta agua bajo el puente desde esa calurosa noche del verano del 2008 cuando Denver teloneaó a José González en el Teatro Normandie o de las desordenadas noches de La Berenjena. Han ganado sustancia, potencia en vivo y, claro, canciones. Canciones buenas. Pero algo pasó entre medio.

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Foto: Carlos Molina

Tocaron más de la cuenta esa joya llamada Música, gramática, Gimnasia (2010), demoraron innecesariamente tal vez la salida de lo que sería Fuera de campo (2013) y hubo incluso escaramuzas de quiebre en el dúo, justo antes de una gira internacional. El show que Denver presentó al atardecer no pecó de falta de hits, de falta de fanaticada ni tuvo problemas de sonido. Tocaron lo que debieron tocar, sonaron como se esperaba que sonasen y regalaron hasta un baile al final con un guiño a Yo la tengo. Pero algo pasa, algo dejaron en el camino. El afiatamiento a veces es primo hermano de la costumbre, que está en la casilla ahí al lado de la abulia. Un show para el público ya cautivo.

Juana Molina 02
Foto: Rodrigo Ferrari

JUANA MOLINA

La argentina se había presentado en el Teatro Oriente hace un par de años presentado versiones de Segundo (2000) y fundamentalmente Son (2006) en rigurosa soledad, solo acompañada por una batería de pedales de efectos para ir construyendo en el camino las percusiones y coros. Y el resultado fue perfecto, para muchos el mejor show en estas tierras del 2007. Con disco nuevo luego de cinco años de silencio, esta vez decidió venir acompañada por batería y teclados adicionales, lo que transformó la presentación de Wed21 (2013) en algo menos íntimo si se quiere, pero muchísimo más potente, con un público agradecido que no insistió en pedir los hits sino que quedó embrujado por el oficio en el escenario.

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Foto: Carlos Molina

Los iniciados en la música de Juana Molina no parecieron ver con escándalo esta versión más rockera, y los menos familiarizados con el sonido a ratos indietrónico y a ratos tribal de su último disco, probablemente se encontraron con canciones prolijas, con detalles adorables y una evidente conexión con lo que pasaba arriba del escenario. No es casual que antes de la grabación de Wed21 haya estado de gira con la súper banda curada por Congotronics auto denominada Congotronics vs Rockers, que incluía entre otros a Konono N°1 y Deerhoof. Las percusiones le añaden una textura diferente a las sutilezas electro de la argentina y parecieran llevarla a un lugar quizás aún más interesante que al que ha llegado.

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Foto: Carlos Molina

ASTRO

Astro tiene lo que se denomina buena y mala prensa. La mala prensa, que la verdad los ha acompañado desde el principio, los anuncia como una banda poco original, los desprecia por su conexión comercial y finalmente parece no interesarle la apuesta psycho-espacial del osornino Nusser y compañía. La buena prensa es la que los ha ayudado a despegar y a posicionar a la banda como una de las promesas más importantes de este nuevo pop chileno. Como suele suceder, todas las verdades se tocan y hay algo de verdad en ambos bandos. Pero si hay algo que parece ser indudable es la calidad del show que presenta Astro cada vez que les toca presentarse en vivo, sea en un horario de vermouth, sea cerrando un festival como cabeza de cartel.

En un país donde la palabra honestidad hizo desaparecer a un tipo de crítica musical cómoda y aburguesada, Astro es probablemente un referente raro. Nunca han negado sus influencias, han sido explícitos en su conexión estética con el sonido de bandas como MGMT y Empire of the Sun, y parecen ser más bien desprejuiciados con la vinculación entre la industria musical y la publicidad callejera. Pongámoslo así: es como que hubieran definido su propia forma de entender la manoseada palabra independencia.

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Foto: Carlos Molina

Astro cerró el día del Festival Neutral con un show probado, aunque excesivamente corto, que los mostró sólidos en el escenario y con un público que parece encenderse con las referencias cada vez más explícitas al ‘glam’ y a un rock ochentoso bien oxigenado. Astro hace las cosas a su manera, explota sus referencias, satura su sonido, tienen deparpajo para hacerle fintas al ridículo cada vez que pueden y cuentan con un grupo de músicos sólidos -donde destaca el especialmente Nicolás Arancibia- que parecen ir construyendo incluso la conexión con el público, de una forma propia.

Jorge Gonzalez 05
Foto: Rodrigo Ferrari

JORGE GONZALEZ

Cuando se tiene la trayectoria y el talento (y las canciones, señor, las canciones) de Jorge González bien puedes pasar de un festival de provincia multitudinario a una sala de teatro sin sufrir heridas. A 2 salas de teatro, hagamos la salvedad, y con filas largas para ingresar en cada una de las ocasiones.

Jorge Gonzalez 04
Foto: Rodrigo Ferrari

El plan, eso sí, era diferente de las otras paradas de su gira nacional veraniega. En esta ocasión, la presentación giraba en torno “Libro”, su último y otoñal disco, que nos ha recordado lo bien que se le dan las canciones de amor a González. Afuera, entonces, todas esas melodías que animaron fiestas y fogatas y que sean bienvenidas algunas que debiesen adornar nuevos cancioneros (“Es muy tarde” y “100 años”, por qué no?) y otras que, de tan íntimas y pequeñas (“No estoy en condiciones” o “Fran”), mejor dejarlas en la voz del autor .

En esas 2 actuaciones consecutivas de 40 minutos, el sanmiguelino se paró con su eterna simpatía tensa (entre el enojo y el agradecimiento, como siempre), repitió la misma broma sobre el aburrimiento del público santiaguino y derivó del formato solitario al acompañamiento de su ya establecida banda de apoyo. Además, nos recordó que es un gran músico no sólo por lo bien que escribe, sino por lo bien que escucha. Por ello, terminó con un fantástico cover de “Father Figure” de George Michael, que bien podría haber sido abucheado 20 años antes por el mismo público.

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Foto: Carlos Molina

ELECTRODOMÉSTICOS

Tanta tinta agradecida ha corrido por la ribera de Carlos Cabezas y Silvio Paredes que nombrar su carácter de próceres ya es como un oldie periodístico. Y sabemos que en sus 30 años de trayectoria esa maldita palabra (“oldie”, “recuerdo” o cualquiera de sus símiles) siempre les ha caído mal a esta dupla. Por ello es que evitan las cumbres nostálgicas y se anotan para un festival de un sello indie. Y por lo mismo es que prefieren centrarse en su aplaudido último disco (“Se caiga el cielo”, 2013), con algunas alusiones al anterior (“La nueva canción chilena”, 2004) como mínima concesión.

Por ello tampoco es novedoso alabar la pulcritud del sonido, el afiatamiento de sus piezas (con el aporte sólido de Edita Rojas en batería y Valentín Trujillo III en teclados) y la comunión con el público de unos tipos confiables como los Electrodomésticos. Pero tampoco estaría demás referir a esa homogeneidad compositiva de su última placa que hace perder la atención con regularidad. Como para extrañar ciertas páginas antiguas más frescas que, el autoconvencimiento del grupo o el estricto horario del GAM, impidieron escuchar.

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