Nueva entrega de la serie de posts sobre industria independiente, firmados por Diego Sepúlveda, director del Sello Cazador. Esta vez enfocado en el funcionamiento y labores de un sello.

Con el pasar de los años, la manoseada caída de los sellos transnacionales y la disolución del DIY en una forma de producción mixta que involucra a las bandas y el sello discográfico; se han ido diluyendo también las funciones de éste último.

Un sello independiente es más que publicar música bajo una etiqueta. Pero también es primeramente eso, por lo tanto es un fabricante, promotor y distribuidor de música en un soporte físico (CD, vinilo u otro) o de contenido (Mp3). Esto es la espina dorsal de este tipo de empresas y como tal debe generar para sí un plan que le permita expandir sus alcances.

No obstante, en nuestro país el modelo que más predomina es el llamado 360, en dónde un sello se hace cargo de distintas ramas de la producción, sobreexplotándose. Desde la grabación, fabricación, distribución, booking, etc. Si bien este modelo te entrega un control detallado de lo que hacen tus bandas, es también un arma de doble filo, pues más temprano que tarde cuando haces bien tu trabajo, el mismo peso de la producción te pasa por encima. ¿A quién recurre un sello cuando sucede esto?  A los otros actores, quienes hoy en día, están personificados literalmente en gente con nombre y apellido y rara vez en compañías.

¿Cómo se hace entonces para sobrellevar esta carga? Existen dos opciones claras, la primera es apegarnos a la espina dorsal del sello discográfico y poseer un catálogo consistente y coherente en lo que el sello, como misión, quiera promover. Esto es lo recomendable para sellos discográficos que recién abren sus puertas a músicos independientes.

La otra es reconocer a tu sello como un negocio. Si haces esto, lo más importante es tener claridad; lo que mueve un negocio es la plata. No hay discusión sobre eso y todos quienes trabajen contigo deben compartir esta idea. “Venderse” no puede estar en el vocabulario de ninguno de tus representados. No hay nada de malo en vender, nos molesta la venta cuando insisten en que compremos un producto que sabemos es carente de calidad, pero si alguien nos quisiera vender algo que sabemos que es bueno, no tendríamos problema en pagar por ello. Eso es lo que nos diferenciará de otros.

Cuando aceptas tu negocio, el siguiente paso es darse cuenta en qué lugar de la cadena está la plata y enfocarse en ellos. ¿Es el booking, es el publishing?  ¿Poseemos la capacidad para hacernos cargo de eso? Cuando uno se encuentra en la cadena puede comenzar a delegar ciertas funciones en otros, diluyendo su responsabilidad (y sus ingresos en busca de mayores ganancias) para enfocarse en aspectos que quiera reforzar como empresa.

Al mismo tiempo el sello independiente es un consultor para sus bandas, algo muy relevante al momento de planificar el desarrollo de un artista. Un ejemplo concreto sería este: una banda edita un disco al año cuando un sello puede ir por sobre 3, por lo tanto, tiene mucho más ruedo en cuestiones de promoción y edición. El sello debe estar en un constante proceso de aprendizaje sobre su propio funcionamiento, empujando el horizonte de su calidad con cada producción.

Desde mi punto de vista, no creo que hoy en día los sellos discográficos trabajen para las bandas, ni viceversa. Ambas partes firman un acuerdo en el que su objetivo principal debería estar enfocado de manera tácita en elevar la calidad musical e industrial de su escena. Las industrias nuevas como esta, que no tienen nada asegurado, deben aprender a expandirse y contraerse constantemente, compartiendo la responsabilidad del éxito con sus representados.

El próximo artículo se enfocará en la responsabilidad, más allá de lo musical, que tienen las bandas en lograr ese éxito.

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