Spiritualized Acoustic Mainlines
Teatro Municipal de Santiago
Ciclo SUENA
Jueves 21 de agosto 2014

Revisa el resto de las fotos tomadas por Rodrigo Ferrari, aquí

Para los que experimentamos la precariedad y carencia de opciones culturales de los 80s y los 90s, se viven tiempos extraños, ahora que el lo que se conoce como “indie” es hegemonía. Para este servidor, ver a Spiritualized en el escenario del Teatro Municipal, que a estas alturas se está transformando en un habitual y hermoso recinto que ha abierto sus taquillas a conciertos pop, fue como una especie de ensoñación (o una pesadilla neo burguesa en el peor de los casos y dependiendo desde donde se mire), no sólo por las implicancias estéticas de la música en cuestión; también por el hecho de estar ahí participando de algo que uno no terminaba de comprender del todo.

Esbozo estas palabras iniciales desde la responsabilidad, pero también desde la torpeza y un sentimiento contradictorio de placer e incomodidad clasemediana, considerando que la única vez que había asistido a un concierto en aquel recinto fue para ver la ópera Eugene Oneguin de Tchaikovsky con mi curso en la enseñanza media.

Y lo interesante de la presentación del proyecto que lidera Jason Pierce hace ya casi cinco lustros, después de la disolución de Spacemen 3, fue precisamente las ambivalencias que fue capaz de generar a partir de una selección de lo más reposado de su cancionero. Porque estas “Acoustic Mainlines” sirven para dejar estacionado su lado eléctrico –como el que mostró en la última edición del Primavera Fauna- y lanzarse de lleno al pozo del clasicismo.

Y es aquí cuando uno se da cuenta de la simpleza del lenguaje del de Rugby. Sin la electricidad, empuñando una guitarra acústica, acompañado de un piano Rodhes, cuarteto de cuerdas y coristas nacionales (tal vez un poco carentes del elemento góspel y de la negritud de otras encarnaciones de este proyecto), quedo en evidencia que la composición suya apela a los elementos básicos del blues y los dos acordes del punk.

Partiendo de esta base es que logra generar un estado constante de levitación auditiva que se debate entre la belleza y el sopor –esto es literal; algunos miembros del respetable fueron enviados directamente al mundo de los sueños–. Dependiendo del grado de involucramiento y complicidad con el cancionero la experiencia se transformaba en un disfrute o en una empresa trabajosa.

Pero, como en el caso de quien escribe, aun persiste la idea de que los tres primeros álbumes de Spiritualized son objetos maravillosos que han aguantado con honor el paso de los años, para luego seguir con una discografía menos interesante pero siempre digna, no era difícil llegar a la emoción cuando atacaba joyas como “Broken heart”, “Soul on fire” o “Anything more”, que unió notablemente con el tema que le da título a su obra maestra Ladies and gentlemen we are floating in the space y con un final coral de “Can’t help falling in love”, popularizada por Elvis Presley.

Particularmente emotivas también resultaron sus versiones de “True love will find you in the end” de Daniel Johnston o cuando apeló a “Walking with Jesus”, para hacerle honor a su antigua banda junto al nunca bien ponderado Peter Kember (aka Sonic Boom).

Pierce, corto de genio empedernido y hombre de contrastes (resultó revelador enfrentarse esa noche a sus referencias divinas casi utilizadas como un recurso literario, porque no es secreto su ateismo), fue un domador de la melancolía y la depresión. Parco como pocos, dedicó como únicas palabras, aparte de las de sus canciones, unos escuetos“1,2,3,4” cuando comenzaba un tema y “gracias” cuanto terminaba. Si hubiese que compararlo con músicos del pasado, el único que se me ocurre es Van Morrison, por la densa distancia de su carácter y por la simpleza de códigos de su entrega: amor, corazones rotos, enfermedad, devoción, drogas, Dios.

Sin embargo y pese a que muchos de sus fans prefieren sus orquestas lisérgicas, su caos eléctrico controlado y los mantras siderales de antaño, podemos decir que su otra vertiente, el pop de cámara, conserva la honestidad aunque no sé si la frescura. Porque, a fin de cuentas, el hombre no sabe hacer otra que alternar entre los dos lados de su propia moneda; es su formula para comunicar.

Música básica y sencilla, cuyas raíces originales están en los campos del algodón, en las iglesias o en alguna cloaca urbana, y que el signo de los tiempos ha vestido de gala para lograr la magia y la artificialidad del pop. Es lo que es y se agradece.

Revisa el resto de las fotos tomadas por Rodrigo Ferrari, aquí