Stephen Malkmus es pellejo de rock. Si hubiese nacido dos décadas antes sería un personaje como Jimi Hendrix o Neil Young; de aquellos íconos setenteros imposibles de imaginar sin su guitarra y sobre un escenario. Su música, al menos la que ha venido trabajando desde aquel brillante, y a veces no tan ponderado, tercer álbum de Pavement Wowee zowee (Matador, 1995) hasta sus discos con The Jicks, pueden considerarse como un licuado de adoración a la música de los setenta (del rock americano de estadios al punk, pasando por el progresivo y la psicodelia), todo filtrado, obviamente, por el cedazo del rock alternativo fraguado en los noventa.

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Eso es precisamente lo que mostraron sobre el escenario de la Ex Oz, Malkmus y su trío de aguerridos músicos: la tremenda Joanna Bolme (bajo, quien también ha sido integrante de Calamity Jane y Quasi), Mike Clark (guitarra y teclados) y Jake Morris (batería), quienes salieron desde el primer momento a darlo todo como fieles escuderos del californiano. Dueños de un relajo enérgico (sí, es posible) regalaron muy buen ánimo y se lo pasaron en grande mientras destilaban su indie de estructuras complejas, que ha sido la tónica de tres últimos álbumes.

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Malkmus, encantador y dicharachero, fue dueño de la situación en todo momento: cuando se le cortó una cuerda en pleno solo y hasta cuando trataba de solucionar pequeños problemas de sonido con su ingeniero -en general sonó muy bien, hay que decirlo-. Apostado a un extremo del escenario (y no al centro, ojo) parecía vibrar con la electricidad de su banda cada vez que conectaban en plan descalabro o en largos desarrollos instrumentales; también bromeaba con el público junto a sus músicos. Demostró que un es gran cantante, estupendo guitarrista, además de carismático y democrático líder de banda.

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Lo mejor de todo es que, si bien no ha sido exageradamente prolífico en sus ya casi tres lustros de carrera sin Pavement, no apela a la nostalgia de su catálogo pretérito; muy por el contrario le saca brillo a gemas dosmileras como “Forever 28”, “Real emotional trash” o “Jenny and the Ess-Dog” (un hermoso clásico a estas alturas), lo que no afectó en que nos regalara sendas versiones de “In the mouth of a desert” y “Stereo” en la última parte del show -que Bolme no se sabía muy bien y tuvieron que comenzarla tres veces ¡pero hasta eso tuvo gracia, dado el caso!

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El grand finale de un generoso encoré, vino con un cover del clásico de The Troggs “Wild Thing” donde el público ya estaba en éxtasis, con algunos fans saltando desde el escenario y otros tratando de alcanzar a su ídolo. Stephen Malkmus & The Jicks generan ese tipo de sentimiento entrañable; fieles al espíritu de su generación, son de los que anulan la brecha entre artista y espectador, lo que siempre se agradece. La rompieron, de verdad.

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