Super 45 en el Festival Internacional de Benicassim (FIB). Segunda parte. Jorge Acevedojulio 26, 2011Artículos0 Comentarios Jorge Acevedo presenta la segunda parte y final de su reporte en el Festival internacional de Benicassim (FIB), esta vez viene cargado a las grandes estrellas como The Strokes, Arcade Fire, The Streets y otros. Cosas de ingleses Ya lo dijimos, había muchos dueños de casa. También gringos, australianos o incluso de países más exóticos aún como Chile (sí señor, bandera nacional incluida entre el público de The Strokes), pero el grueso de la audiencia provenía de las Islas y vecindario, con lo que el cartel apuntaba directamente a su corazón. Ello no sólo en cantidad de artistas, lo que es razonable en cualquier festival europeo que se precie, sino en la elección de los artistas y su lugar en la parrilla programática. Así, sobre todo el primer día, se pasearon con rotundo éxito Paolo Nutini, Plan B, Pendulum o Anna Calvi, ante la mirada algo extrañada de los españoles. Entre los momentos de importancia de la avalancha inglesa, elegimos los siguientes: Elbow: estos llevan 15 años de actividad, han ganado el Mercury Prize, han sido utilizados despiadadamente en televisión, su vocalista colaboró con Massive Attack, pero algo intrínsecamente inglés tienen que impide un mayor impacto fuera de las Islas. Lo de ellos es una suerte de rock épico con claras influencias de, en el mejor de los casos Radiohead y Talk Talk y, en el peor, los primeros discos de Genesis. Con estos últimos se les compara constantemente por cierta similitud en registro entre el carismático Guy Garvey y la señera figura de Peter Gabriel. Con un público apoyando de antemano y con todas las energías y ganas del bueno de Garvey, Elbow dio preponderancia a los recientes The Seldom seen kid (Fiction, 2008) y Build the rocket, boys! (Fiction, 2011) en un repertorio a prueba de decepciones. Y, quizás, a prueba de no fans, quienes, como el que suscribe, vieron el desempeño desde lejos (una pantalla para ser más exactos) y se preguntaba por qué la fama de Keane y Coldplay no toca a unos tipos tan llenos de enjundia. Mumford & Sons: uno de los grandes triunfadores del día sábado fueron este grupo de folk, con más fondo festivalero del que uno supondría escuchando las melodías suaves de Sigh no more (Island, 2009) y que volvían por segundo año consecutivo, aunque esta vez con cartel de estrellas. Premiados recientemente con un Brit Award por su único disco a la fecha y ad portas del éxito en Estados Unidos, la banda londinense se presentó casi como segundo cabeza de cartel en el día de Arctic Monkeys y Primal Scream. Con un amplio arsenal acústico y ese look de músicos feriantes que puede encantar o desesperar según el estado de ánimo, el cuarteto inglés intercambió instrumentos, combinó voces a la Byrds y utilizó todos los “oooohhh” y “aaaahhhh” necesarios para hacer participar a la audiencia, paseándose por un repertorio sólido, aunque algo reiterativo. Los 3 nuevos temas que estrenaron deberían tenerlos (por la reacción de su público) el 2012 en idéntico lugar. A prepararse, entonces. O huir a tiempo. The Streets: estos son importantes a nivel mundial, pero los incluimos aquí por su condición de cabeza de cartel absoluto, sin mucho contrapeso en el día de inicio. Cuando se ha tenido el impacto de Mike Skinner en 5 discos potentes, pero con un debut realmente difícil de eclipsar, la solución bien puede ser acabar con la “banda” (que sabemos que más bien es el Sr. Skinner con acompañantes varios) antes que sea demasiado tarde. Planteada como la gira de despedida, lo que presentaron The Streets el día jueves da como para pensar que el blanco más clase media del hip hop inglés toma una decisión bastante sabia. A pesar de un público devoto, el exceso de tempos lentos generó cierto sopor que no disiparon los intentos de interacción con la audiencia, sino los rescates de Original pirate material (Locked out, 2002) y A grand don’t come for free (Locked Out, 2004). En busca del escenario principal En un festival con características masivas, hay que completar la parrilla programática y darle la posibilidad al público de conocer propuestas de menor impacto y, por qué no, pasar por enterado frente a amigos y vecinos. Claro, acá hay grupos que, a la Spinal Tap, nunca encontrarán el escenario buscado, pero refrescan el panorama más allá de los rankings de turno e incluso, les permite soñar con hacer la “gran Mumford and Sons”. O sea, pasar al escenario grande en un año y con idéntico repertorio. Acá algunas historias de actores secundarios (a veces) con más ganas que los principales. Herman Dune: comenzó con el bueno de David-Ivar Herman Düne guitarra en mano y su traje de gala amish tocando en solitario. Luego ingresaría la otra mitad: el batería Neman Herman Dune, junto al bajista invitado Ben Pleng para mantener todo más o menos igual. Sea en la versión minimal de David-Ivar (o Yaya) o en el apartado cinemascope (para los criterios de la banda) con trompetista de apoyo; la música de este dúo francés mantiene la simplicidad y encanto igualmente. Quizás considerando el contexto festivalero, el ocasional cuarteto le da un carácter masivo a ese mundo dulce y ligeramente triste (o resignadamente alegre, vaya a saber uno) que compone la extensa discografía de la banda. Lindas canciones sobre relaciones no siempre bellas y la simpatía y oficio de quien se sabe poseedor de grandes canciones, pero no presume de ello. Y así sin darnos cuenta recorre hits como “I wish that i could see you soon” y “My home is nowhere without you”, junto con gratas tonadas del reciente Strange Moosic. Muy bonito todo. Beirut: este iba como avión hasta que se ha instalado en un plano medio que lo tiene, al parecer, de lo más cómodo. Zach Condon ha sacado 2 discos, una buena cantidad de EPs y se ha paseado por Brasil en un plan de marketing ideado por su peor enemigo. Y ello lo tiene transformado en un culto extraño que, por lo menos, el sábado en el FIB, alcanzó cuotas importantes de gente. Y eso que chocaban con unos desconocidos llamados Arctic Monkeys. Condon, trompeta en mano y a cargo de su orquesta balcánica nos recordó todo el mal que ha hecho Kusturica a nivel popular con el mismo tipo de música y se paseó por un repertorio que equilibró temas nuevos con reclamos populares como “Postcards from Italy” o “Gulag Orkestar”. The Go! Team: lo que era un proyecto de habitación y Pro Tools de Ian Parton, se ha transformado en una de las bandas más atractivas del panorama en vivo actual. Así, han trasladado a escena, lo que en su concepción han sido samples (cada vez menos en los discos de estudio) con la inestimable ayuda de su vocalista, ocasional baterista y constante saltarina Ninja. Es ella quien le da un extra de energía a una banda que no se caracteriza, precisamente, por sus tiempos medio y su música contemplativa. ¿Querían fiesta? Ahí estuvo con “Bottle rocket”, “Ladyflash” y casi todo el repertorio. Art Brut: estos siguen y siguen y no logran dar el salto. El orondo Eddie Argos, vocalista de la banda, lo dijo en algún momento del show, cuando recordaba su anterior paso por el FIB en 2006: “esa vez teníamos un disco y sólo pudimos actuar 30 minutos, ahora tenemos 4 discos”. Uno no sabe si eso es un ejercicio de auto-empoderamiento o un llamado al público que aún compra álbumes, pero la verdad es que no han cambiado tantas cosas desde Bang Bang rock and roll (Fierce Panda, 2005) hasta Brilliant! tragic! (Cooking Vynil, 2011). Con todo lo bueno o malo que ello implica. Para un festival como este, bastante bien, ya que presentan una efectiva colección de canciones post punk para saltar. Todo ello junto a una banda que se la pasa bien y un vocalista histriónico que arenga a su público tanto arriba del escenario, como abajo, cuando se introduce dentro de la masa de gente. Con un vaso de cerveza en la mano y en medio de la fiesta, poco más se puede pedir. Friendly fires: si esto de la música “indie” fuera un Teletrack, a estos habría que apostarles, probablemente. Con dos discos a su haber y una innata capacidad para mover los pies ajenos, este trío inglés arma una fiesta a horas bastante exóticas (3 de la mañana empezando y sin asomo de cansancio en el público) y genera una adhesión bastante justificada. Percusión, bajo, samplers varios, una sección de vientos ocasional y el intranquilo Ed MacFarlane en el frente, tocan algo que parece sólo una larga y energética canción, que se divide entre los tracks de sus discos Friendly Fires (XL , 2008) y Pala (XL, 2011) y que culmina, era que no, con los hits “Paris” y “Kiss of life”. Hay gente que aún sigue bailando… Las grandes estrellas Acá van los tipos con mayor caché, mejores habitaciones de hotel, la posibilidad de ser fotografiados por la prensa durante larguísimos 16 segundos y un sonido generalmente impecable. O sea nadie a quién culpar por un cable mal instalado, sino que toda la responsabilidad en sus bien pagadas manos. Si hubo un reclamo por el 2010 donde las mayores atracciones fueron Gorillaz, The Prodigy, Kasabian y Vampire Weekend; la organización buscó nombres con más peso. Estos fueron: Brandon Flowers: La carrera solista del vocalista de The Killers duró exactamente lo que un estornudo (mal que mal, reactivó a su banda luego de un año y medio de inactividad, actuación en Chile incluida) por lo que sus actuaciones de este verano algo de morbo tienen. O sea, un músico exitoso defendiendo un disco en el que al parecer no cree del todo y, a la vez, tratando de desmarcarse lo más posible de la marca original. Ni lo uno ni lo otro. Si bien Flamingo ( Island, 2010) algo tiene de álbum “maduro” (ya se sabe, sonido aun más pulido, coros femeninos) y su presentación en vivo algo de eso trata de reproducir; al final el público (numeroso, hay que decirlo) reaccionó sólo con el single de éxito y con el inevitable auto-cover “Mr. Brightside” Ah, y tocó una para los abuelos de su audiencia ese día: un gracioso cover de “Bette Davis eyes” de Kim Carnes. The Strokes: Flowers debe de haberse acercado a Julian Casablancas en backstage para pedirle un par de consejos. El vocalista de los reformados Strokes se presentó como solista en el FIB pasado con un apoyo que más bien hablaba de nostalgia por la banda original, que interés en su material solista. Cumplido el sueño de unos cuantos millones este 2011, The Strokes han vuelto al escenario a defender el muy criticado Angles. Se ha dicho en la prensa las semanas anteriores, que los neoyorquinos en vivo sólo reproducen parte de la química original debido a las fricciones internas y a un material que ellos mismos han criticado públicamente. No será este humilde cronista quien desmienta lo anterior. Con una banda siempre impecable, pero con un Casablancas (cada día más parecido a Ian Mc Culloch de Echo and the Bunnymen) de energía escasa, los directos pasan de la euforia de los clásicos a un muy respetuoso aplauso en los temas nuevos. Nada de torpes, abren con “NYC cops”, cierran con “Take it or leave it” y no dejan ningún éxito en el tintero. Pregúntenles a las 40 mil personas del viernes y probablemente ninguno irá a atención al cliente y pedirá el libro de reclamos. Arctic Monkeys: Que no se entienda mal. Entrega en un escenario no es revolcarse por el suelo, llamar Benicassim a un futuro hijo o alabar a las chicas y/o chicos presentes. Mira que con el ceño fruncido y sin gastar mucha saliva en saludos al público y otras excentricidades, estos chicos de Sheffield (¡maldición, 4 discos y sólo 25 años de promedio!) destacaron como unos de los mejores conciertos del festival. Con la bendita palabra “madurez” adosada a sus dos últimas entregas, la banda no se regodea con el éxito crítico y entrega un setlist balanceado, provocando el impacto mayúsculo en una multitud que, claramente, los tenía de preferidos. Se dan el gusto de empezar a media máquina con la nueva “Library pictures”, para luego hacer estallar todo con “Brainstorm” y así se van hasta el final con pocas referencias al anterior Humbug (Domino, 2009), pero con la suficiente ración de los éxitos de 2 primeros discos a la par del muy reciente Suck it and see (Domino, 2011). El delirio con “I bet you look good on the dancefloor” o en “Fluorescent adolescente” hablaron por sí mismos. Primal Scream presents “Screamadelica”: Que no engañe esa cara de “me acaban de despertar hace 10 minutos” de Bobby Gillespie. Incluso en sus versiones más intoxicadas (que Dios sabe que las han tenido, incluso en este mismo escenario), Primal Scream son una de las bandas con mejor directo de Gran Bretaña. Y recalco aquello de “directo” porque la traslación al vivo del disco más clásico de la banda a 20 años de su edición original, gana en intensidad e, incluso, altera su orden en beneficio de la fiesta generalizada. Con el inestimable apoyo de Denise Johnson en las voces, un saxo invitado y todo el andamiaje ya probado de Martin Duffy, Andrew Innes, Mani Mounfield y compañía; sólo podía ser exitosa la actuación. Quizás en el contexto festivalero el interludio atmosférico de “Damaged”, “I’m coming down” y “Higher than the sun” se puede hacer un poco pesado, pero el inicio a toda máquina con “Movin’ on up” y ese final glorioso con “Loaded” y “Come together” impide cualquier crítica. Los bises más stonianos con “Country girl”, “Jailbird” y “Rocks”, completaron el cuadro. Fenomenales. Arcade Fire: independiente de la opinión subjetiva sobre la vertiginosa carrera de los canadienses, no se puede dejar de reconocer el valor de su música, lo interesante de su propuesta y, por último, que se cuele entre la lista de éxitos y las premiaciones corporativas, algo de música con riesgo. En la última actuación de la gira del premiado The suburbs (Merge, 2010), Arcade Fire ofrecieron la misma vitalidad que en su interminable tour de 2010-2011. Y con idénticos resultados. Comenzando (era que no) con “Ready to start” y finalizando con “Sprawl II”, la banda estuvo exultante y el público lo premió con la algarabía que bien provocan canciones como “No cars go” y “Rebellion (lies)”. Portishead: apagada la famosa rueda de feria por felices 80 minutos, Beth Gibbons, Geoff Barrow y Adrian Utley dieron la clase magistral que todo el mundo esperaba de unos tipos que ya no esquivan el escenario como en sus comienzos. Remarcando la potencia y solidez que exhibieron en la gira de Third ( Island , 2008), Portishead entregaron un repertorio balanceado, con intensidad y buen gusto. Estuvieron los clásicos que la gente esperaba (“Sour times”, “Glory box”, “Over”, “The rip”) y su presencia fue un oasis entre el delirio constante de la fiesta veraniega. Y no nombraste a… Este es el momento en clarificar el carácter esencialmente humano, falible y, digámoslo, rayano en la mediocridad del cronista. Quien al no poder ser ubicuo, no reparo en ESA banda que el lector esperaba encontrar en estas líneas. En algunos casos ganó el cansancio, en otros la lejanía y, por qué no, la simple apatía. Lo siguiente son algunos arrepentimientos de última hora: la fusión africano-occidental de Congotronics vs Rockers (con Deerhof y Juana Molina), el neo-shoegaze de The Joy Formidable, el folk con visos de masividad de Noah and the Whale, el “regreso” (se fue sólo hace un par de meses) de James Murphy como DJ, su compadre The Juan MacLean y algunos más que ya no caben en estas líneas. En fin, nadie es perfecto. Lee la primera parte aquí