TBT (Throwback Thursday, en español Jueves de antaño) es un reconocimiento de que la música tiene historias y una historia. En cada entrega, Ricardo Martínez recuerda y rememora un género, un estilo o un periodo de la música pop, intentando ir hacia su contexto, sus orígenes y sus consecuencias.

Ayer me tocó restricción por la preemergencia ambiental y tuve que ir en taxi a la UDP. El chofer tenía puesta una radio de música romántica antigua y de pronto sonó esta letra: “A dónde va nuestro amor / si cada día / se va muriendo la flor / de tu alegría”. El taxista me metió conversa: “Oiga, el tema pa’ viejo”. “Claro”, le contesté, “es de Angélica María”. “¿Usted se acuerda de esa actriz?”. “Obvio, si Angélica María fue re famosa en Chile por la teleserie Muchacha italiana viene a casarse, en que también actuaba Lucía Méndez”. (Esta teleserie se dio en el país proveniente desde México a principios de los 70).

Y entonces volví mentalmente sobre uno de mis temas preferidos: las canciones de teleseries y la relación de las teleseries con la música. Hace muchos años, cuando comenzaba en esto de coleccionar emepetreses, una de mis obsesiones fue buscar las canciones de esas teleseries que habían hecho mis delicias en el horario de las seis, siete de la tarde, de esos tristes días de colegio en la infancia ochentera, sobre todo las chilenas. Estas, al igual que los monos animados japoneses, tenían openings que resumían y rezumaban el espíritu de la “novela”, porque, como bien han reparado Meyer y Beezley (2000:647) refiriéndose al mayor compositor de boleros mexicanos:

“(Agustín) Lara inventó un nuevo género, el bolero mexicano, relacionado con otras historias melodramáticas populares en el periodo. La diferencia del bolero mexicano con el cubano era el uso de un pequeño conjunto instrumental en vez de una guitarra aislada, y la relevancia de la letra y el cantante. A este nuevo tipo de bolero se le ha comparado con las radionovelas, aunque en este caso los conflictos permanecen sin resolución”.

La idea de Lara era tan sencilla y profunda que marcó un antes y un después en la historia de la canción de amor; los boleros –y luego la balada romántica– sintetizaban un melodrama en tres minutos. O sea, eran una teleserie en versión acelerada. Por eso mismo, en el caso de las telecebollas latinoamericanas el opening, la canción de los créditos iniciales, era incluso más afín al contenido de la historia que lo que podría ser en el animé (reducido incluso a menos de dos minutos en los que en el video se presentaba a los actores/actrices/personajes de la narración). No por nada, una de las teleseries mexicanas que marcó época (1970) fue aquella que se basó en una canción que hacía justamente ese resumen: “Angelitos negros”, con letra original del poeta venezolano Andrés Eloy Blanco –“Píntame angelitos negros”– y música de otra de las leyendas de la canción mexicana: Manuel Álvarez Rentería, alias Maciste.

“Angelitos negros” – Celia Cruz

En esta teleserie el personaje principal era una muchacha blanca que finalmente resultaba ser la hija de la Nana (así se llamaba) afrodescendiente. La teleserie terminaba con dicha canción: “Pintor nacido en mi tierra / con el pincel extranjero / Pintor que sigues el rumbo / de tantos pintores viejos / Aunque la virgen sea blanca / píntale angelitos negros / que también se van al cielo / todos los negritos buenos”.

Una madrastra y una torre

En Chile ya había telenovelas de igual modo en los 70, herederas de las radionovelas y sobre todo de las revistas Fotoamor, y por eso no es nada de raro que el primer éxito en colores, “La madrastra”, incluyera un opening hecho a la medida, en la voz de Alejandra Álamo (ojo con el video):

“La madrastra” (original de Scottie Scott) – Alejandra Álamo (1981)

La ominosidad del tema es quizá medio too much, pero en él se encuentran las raíces de todo lo que se hizo casi por un lustro después de este batatazo de 1981 (medido en ese people meter prehistórico que eran los cuadernillos de audiencia) y que dio inicio a la prevalencia de melodramas nacionales en el horario de la tarde, justo antes de los noticiarios. Algunos ejemplos:

“Alguien por quién vivir” – Scottie Scott y Fa Garcia (1982)

“Casagrande” – Scottie Scott (1982)

“Los títeres” – Alejandra Álamo (1984)

Hasta este punto es posible ver y oír varias tendencias, como la reiteración de Scottie Scott (que era a su vez heredera de la música romántica chilena de los años 60, de la Nueva Ola, amiga de la directora de la revista Ritmo, ganadora del Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar en 1969 y número puesto en ese intento de music hall que fueron los estelares del Canal 13 en los 80) y Alejandra Álamo; la preeminencia del spoiler del contenido de la teleserie en la letra del tema principal, y que el dominador del escenario era el “canal del angelito” (Canal 13). De la misma manera, la ominosidad de dichas canciones replicaba un poco el temple de ánimo que los guionistas, como Arturo Moya Grau o Sergio Vodanovic, imprimían a las historias: espacios cerrados, amores frustrados, McGuffins, ausencia de exteriores, ahogo.

Sin embargo.

El segundo semestre de dicho año 1984, cuando las teleseries duraban un semestre (luego del dominio de telenovelas bianuales en los 70), el Canal 7 (hoy TVN) logró infringirle el primer golpe en el rating al 13 con esta telecebolla, la primera dirigida por Vicente Sabatini:

“Estoy Sola” (“La torre 10”) – María José Pozo y Cristóbal

Nada que decir: TE-MA-ZO.

No sólo porque introduce el juego vocálico chico-chica, con las voz inconfundible de uno de los pocos baladistas locales que en esos años tuvo algún impacto internacional, Cristóbal (participante en festivales de la canción asiáticos como Seúl y Yamaha), sino porque en este caso está mucho mejor construida la melodía y los arreglos. Tal fue el impacto de ésta y otras canciones de “La torre 10” (cómo olvidar a Ricardo Cocciante con “Sinceridad” o a Miguel Gallardo con “Muchachita”), que se editó el primer casete temático de una teleserie chilena con ella (en esa época había desaparecido el corte de vinilos nacionales –cf. Rosario Salas, 2001) y logró ser superventas. De algún modo, ésta inició el giro de las canciones de teleseries hacia una particular atención a los créditos iniciales, entendiéndose que tema principal e historia hacían un “music placement cruzado”, tal como descubrió el productor Robert Stigwood cuando sus pupilos, los Bee-Gees, musicalizaron Fiebre de sábado por la noche (Denisoff y Plasketes, “Synergy in 1980s film and music: Formula for success of industry mythology?”, 1990): una promoción doble, de la música a la teleserie y de la teleserie a la música. Esta tendencia se reforzaría con la inclusión de voces femeninas emergentes (casi todas nacidas al alero de “Sábados gigantes”), en las siguientes producciones de ambos canales en competencia.

“Te necesito” (“Ángel malo”) – Andrea Labarca (1986)

“Así te quiero yo amor” (“Volver a empezar”) – Soledad Guerrero (1991)

“La última cruz” – Myriam Hernández (1987)

Pongámonos “loléin”

Hasta acá el influjo de la balada romántica latinoamericana de compositores como José Luis Perales, Manuel Alejandro, Juan Carlos Calderón o Rafael Pérez Botija es absolutamente evidente.

Pero…

A fines de los 80 e inicios de los 90 las teleserie, y en consecuencia sus temas principales, en Chile dieron un giro hacia temáticas más juveniles. Las primeras telespectadoras (porque el género estaba orientado fundamentalmente a un público femenino) de las teleseries de antes de las noticias, que habían sido lolas leyendo Fotoamor, notaban que sus teleseries favoritas ya empezaban a ser vistas también con fruición por sus hijos adolescentes y por sus esposos. De hecho, en esa época el llegar a casa desde el trabajo o el colegio en la tarde era llegar y sentarse a ver la “novela”. Por eso, tal como en el cine —me comentó Christian Ramírez—, las teleseries empezaron a tomar guiones más para toda la familia que sólo para el público femenino. Y por ello, las canciones se hicieron más “roqueras” o “poperas”. ¿Ejemplo?

“Y qué se yo que sé” (“Bellas y audaces”) – Eduardo Valenzuela (1988)

Esta es la canción que da el giro hacia unas letras y melodías más “loléin” (de lolo: joven en los 80) en las teleseries. Tanto, que la productora Sonia Fuchs y el sello Musicavisión lanzaron el segundo casete de teleserie luego de “La torre 10”, alcanzando seis discos de platino. Y de ahí en adelante, la inclusión de temas centrales loleros se desplegó por casi dos lustros.

“Inocencia en tus ojos” (“Ámame”) – Pycho (1993)

“Una historia distinta” (“Marrón glacé”) – Sergio Dalma (1993)

“Dame luz” (“Amor a domicilio”) – Nicole (1995)

“Loca piel” – Ryo (1996)

La tendencia, sin embargo, había sido iniciada por una de las primeras teleseries brasileras que fue un exitazo en Chile, Dancin’ days, con Sonia Braga y una intro mix de modelos musicales brasileros tradicionales con onda disco por As Freneticas.

“Dancin’ days” – As Freneticas (1978)

Por supuesto que la culminación de esa línea de musicalización en Chile sería Adrenalina, no sólo porque cambió la manera de hacer “novelas”, sino porque fue el lanzamiento definitivo de uno de nuestros mejores guionistas, Pablo Illanes.

“Atrévete a amar” (“Adrenalina”) – Sol Azul (1996)

Los actores y actrices se animan a cantar

Un fenómeno muy común en el show business latinoamericano es la ocurrencia de entretenedores múltiples: tipos que cantan, actúan y hasta conducen programas (José Alfredo Fuentes, Luis Jara, etc.). Es algo parecido a lo que dice Naomi Klein en No logo sobre la relación del basquetbolista Michael Jordan con Nike: el objetivo de la industria del entretenimiento es crear superhombres, seres capaces de actuar, cantar, animar, sin amilanarse y haciéndolo relativamente bien (lo que, en el fondo, casi nunca sucede :-). Por eso mismo, nunca fueron raros los cantantes-actores. Dos casos emblemáticos son José Luis El Puma Rodríguez y Carlos Mata.

“Voy a perder la cabeza por tu amor” (“Cristina Bazán”) – José Luis Rodríguez (1978)

“Presiento” (“Cristal”) – Carlos Mata (1985)

Esta última teleserie, que fue la punta de lanza de una andanada venezolana de actrices y temáticas con nombres femeninos que dominaron el segmento de la media tarde en Chile por décadas (“Abigail” o “Topacio”, con las inolvidables Jeannette Rodríguez, Grecia Colmenares y Catherine Fulop), llevaba uno de los éxitos incombustibles de las teleseries de aquellos días (“Perdona, es que yo caminaba por aquí y en tu alcoba vi la luz / Perdona mi actitud, quizá debí llamar y no presentarme así”).

“Mi vida eres tú” (“Cristal”) – Rudy La Scala (1985)

Esta canción tuvo varios covers y lo mismo la telenovela, que se versionó luego en México bajo el nombre de “El privilegio de amar”, en las voces de la power couple latinoamericana de Lucero y Mijares:

“El privilegio de amar” – Mijares y Lucero (1998)

Y por supuesto que en México, aparte de las ya mencionadas Angélica María y Lucía Méndez, hay que agregar al menos a Verónica Castro y, por cierto, Thalía.

“Rosa salvaje” – Verónica Castro (1987)

“María la del barrio” – Thalía (1999)

Así que a Chile también llegó la moda de los actores-actrices cantando los temas, aunque con resultados no del todo memorables:

“Como un águila” (“Semidiós”) – Roberto Vander (1988)

“Qué me pasa contigo” (“El amor está de moda”) – Aline Kuppenheim (1995)

También estaba la lista de canciones que cantaba Amaya Forch en “Playa salvaje” (1997), como “Un año de amor” o “Yo no soy esa”.

Las teleseries temáticas

Entre 1992 y 2002, aproximadamente, se dio una nueva moda en las teleseries: la aparición de las historias temáticas, comandadas por el director Vicente Sabatibi en TVN y copiada en alguna medida por el Canal 13: “Estúpido cupido” (una fantasía sobre los años 60 en Chile, 1995), “Sucupira” (un balneario, 1996), “Oro verde” (una fantasía ecológica, 1997), así como “Iorana”, “La Fiera”, “Romané”, “Pampa ilusión”, etc. Estas teleseries iban a contrapelo del moyagrauismo, porque tenían muchos exteriores (a menudo en locaciones exóticas, una especie de “Turistel” telenovelesco), mucho más humor y –su secreto mejor guardado– una base narrativa dramática en alguna gran obra de teatro clásico (como he dicho alguna vez en LUN: “’La Fiera’ se basaba en La fierecilla domada y “El circo de las Montini” en El rey Lear, de Shakespeare; “Pampa ilusión” en El rey ha muerto, de Ionesco; “Romané” en El regreso de la vieja dama, de Dürrenmatt). En ellas, las canciones centrales ya no eran ni baladas románticas à la Scott ni temas sólo poperos, sino que también temáticas:

“E nua e koro” (“Iorana”) – Matato’a (1998)

“El albertío” (“La Fiera”) – Javiera Parra (1999)

Pero quizá la herencia musical mayor de Sabatini no fue, como en casi todos los casos anteriores, las intros de sus producciones televisivas, sino las outros, particularmente la melodía que solía poner en el final de casi todas sus telenovelas. Probablemente la que sigue es la canción de teleserie más rememorada (y tarareada por los amigos –casi como la melodía de cierre del “Hombre increíble”– para indicar graciosamente un algo triste):

Coda “Te conozco” – Silvio Rodríguez

Regreso a la balada romántica

En la llamada “guerra de las teleseries”, las de Sabatibi solían ir en el primer semestre en TVN, mientras que en el segundo hacían su entrada las producciones de la Quena Rencoret. Fue ella la que redescubrió que la balada romántica podía seguir dando frutos, y también la que intuyó que era posible que una canción de teleserie no sólo sonara en las intros, sino que en la radio. De este modo desempolvó, particularmente en dos de sus novelas, “Aquelarre” (1999) y “Purasangre” (2002), los éxitos románticos del ayer:

Soundtrack de la teleserie “Aquelarre” (1999):

1. Douglas – Tierra de mujeres
2. Emnanuel – Quisiera
3. Ana Gabriel – Luna
4. Almendra – Muchacha ojos de papel
5. Franco Simone – Respiro
6. Silvana Di Lorenzo – Me muero por estar contigo
7. Gianni Bella – Estás
8. Industria Nacional – La tarde que te amé
9. Ricardo Cocciante – Sinceridad
10. Albert Hammond – Échame a mi la culpa
11. Roberto Carlos – Mujer
12. Vikki Carr – Y volveré
13. José Luis Perales – Le llamaban la loca
14. Yuri – Maldita primavera
15. Orlando Netti – Clásico
16. Alberto Plaza – Pudo ser un gran amor
17. Juan y Junior – Si no te amase
18. Banana – Conociéndote
19. Jeanette – Corazón de poeta
20. Miguel Bosé – Te amaré

El destino final: la “youtubización”

Aunque la “guerra de las teleseries” parece haber terminado, y en consecuencia las áreas dramáticas del Trece y el Siete enfrentadas en el duelo de las telecebollas de las 20 horas se ha desvanecido algo, en la última década se hace claro que las canciones de las teleseries ya no son solamente un resumen tipo Agustín Lara del contenido, ni un jingle de dos minutos ni un espacio para la loleinización (de lolo), sino que lugares donde pueden saltar a la palestra los éxitos musicales del año en propiedad. Por eso mismo, las canciones del último lustro son mucho más acordes a las preferencias musicales de auditoras y auditores (bajo el signo de la caribeñización de los gustos), haciéndose a menudo más dancing. ¿Ejemplos?

“Como tú no hay dos” (“Pobre rico”) – J-Kill (2012)

“Cuando nos volvamos a encontrar” (“Pituca sin lucas”) – Carlos Vives ft. Marc Anthony (2014)

Es justamente en “Pituca sin lucas” que se da el giro en las canciones de teleseries a lo que Fréderic Martel llama la “youtubización”, esto es que segmentos de las películas (o las telenovelas) se puedan subir a Youtube para conseguir más visitas. La fanática número uno de “Pituca sin lucas” fue mi hija, que se metía al PC y gugleaba “canciones de Pituca sin lucas”. ¿Cuál era el resultado? En Youtube existen más de 6000 hits. Muchos de ellos, videos caseros de pantallazos e incluso segmentos de las historias subidos por las propias productoras con escenas de la teleserie, así como con las letras o con las canciones individuales o en listas.

Porque la maña de esta y otras teleseries resulta notable: cada pareja o personaje tiene un leit motiv, que es una melodía que se repite asociada a un hecho. Pablo Alborán con Jesse y Joy interpretaban “Donde está el amor” cuando aparecía Tichi y Manuel; Río Roma añadía “Mi persona favorita” como tema para Belén y Fidel, y sonaba “Tu jardín con enanitos” de Melendi cuando estaban en escena Gladys y Felipe.

Por este medio se crea asimismo una fanaticada de la telenovela que se desplaza fuera de la TV y entra de lleno en la Internet, en las social networks, un fenómeno que inició en nuestro país “Soltera otra vez”. Para muchos de los seguidores, de todas las edades, de “Pituca sin lucas” y las otras teleseries de la presente década, esto es como la versión contemporánea de grabar de la tele con el radiocasete. Y, como es obvio, esta última tendencia fue iniciada por las superproducciones venezolanas, mexicanas y sobre todo brasileras, que siempre han marcado el para dónde va la pelota en esto de combinar música y melodrama.

“Vem dançar com tudo” (“Avenida Brasil”) – Robson Moura y Lino Krizz (2012)