Fotos: Rodrigo Ferrari

Television siempre fue un grupo incómodo y extraño. Su mezquino catálogo discográfico ha confundido un poco a las generaciones que se han interesado en la banda de Tom Verlaine, especialmente a aquellas que, post 2000, entraron de refilón en su legado gracias a los revivalismos guitarreros de algún grupete de saqueadores acomodados de Williamsburg.

Lo cierto es que muchos de los asistentes que iban a escuchar álbumes clásicos e indiscutidos como Marquee moon (Elektra, 1977) o Adventure (Elekra, 1978) en versión piloto automático, se vieron un tanto decepcionados al encontrarse con músicos que, ya en el atardecer de sus vidas, potenciaron sus habilidades más de improvisadores que de intérpretes al pie de la letra. No obstante, esa dimensión de jam band siempre fue un carácter relevante en la historia del cuarteto, pero que sufrió las consecuencias de no quedar bien documentado en forma de disco –solo en ciertos pasajes de su opera prima y en grabaciones en vivo, como aquel objeto interesante y de fidelidad discutible llamado The blow up (Roir, 1982).

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Este factor polarizó al público; algunos se sumieron en el sopor absoluto al no aguantar esas cruzadas guitarreras entre Verlaine y Jimmy Rip (tremendo), y los medios tiempos rítmicos prolongados cortesía de Fred Smith (bajo) y Billy Ficca (batería). Pero algunos que se hicieron parte del juego cayeron en éxtasis (me incluyo), especialmente en momentos impagables como “1880 or so”, de su disco de reunión de 1992, que prolongaron hasta lo épico, o su clásico “Little Johnny Jewel”, al que le sacaron una punta extraña de improvisación libre pero contenida.

Por supuesto que ahí estuvieron, “Prove It”, “Venus”, “Glory” o el mismísimo “Marquee Moon”, que reavivaron la memoria de aquellos que querían hits, en un show que se encaminó más bien por derroteros muy alejados de la complacencia.

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A esto se sumó que, sin discusión, se trató de una presentación accidentada: a Verlaine se le vio siempre complicado con su equipamiento y con la iluminación del escenario (en un gesto fugaziano, pidió luces blancas para “poder ver mejor las guitarras”), tampoco tuvo empacho en regañar frontalmente a una chica del público que le tomaba fotos con flash y con la luz de objetivo apuntando directo a su cara. Durante toda la presentación hubo un ruido de tierra que en algo afectó la pulcritud habitual del sonido de los de Nueva York.

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Pese a todos los peros, resultó una presentación disfrutable, aunque solo para interesados. Lo que mostró Television fue coherente con su historia y también con la actitud esquiva y poco amigable de su líder. Quedó absolutamente claro el porqué nunca llegaron a convertirse en una megabanda (muchos de sus alumnos lo hicieron), pero si en una leyenda que ayudó a hacer avanzar el pop de guitarras en las tres décadas posteriores a su efímera carrera. Más respeto.

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